Rut de las Heras Bretín
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“En lugar de El jardín de las delicias se podría llamar el Jardín de los sueños”, piensa Liliana al ver el tríptico por primera vez. “Es un cuadro en el que se muestra todo lo que hay en la vida”, asegura Susi que no recuerda haberlo visto antes, solo había estado en el Museo del Prado cuando la llevó el colegio de pequeña.
La semana pasada, estas dos mujeres, cuyos comentarios están cargados de sentido, visitaron las salas de la pinacoteca junto con otras nueve compañeras del Centro Penitenciario Madrid I, más conocido como la cárcel de mujeres de Alcalá Meco.
Once miradas, sin condicionamientos previos, descubriendo obras y artistas.
Todas ellas forman parte del proyecto Las hilanderas, una propuesta que, en estos tiempos en los que la construcción de muros está a la orden del día, pretende derribar los de dos instituciones en las que las paredes están muy presentes: museo y prisiones.
Crear hilos de comunicación entre ambas y, sobre todo, abrirlas, darlas a conocer al exterior y quitar ideas preconcebidas sobre centros penitenciarios y artísticos. Hacer los museos más sociales, menos elitistas.
“Estas instituciones, en general, siempre han sido una voz hacia fuera —ahora va cambiando—. Explican las piezas y el visitante se lo cree o no.
Pero hay que dejar espacio para que el público construya la obra, la interprete en base a su propio conocimiento”.
Y de los espacios (públicos, privados, los destinados tradicionalmente para las mujeres, o de los vetados para ellas…) se va a hablar, entre otros asuntos, en esta iniciativa que durará todo el curso escolar con sesiones tanto en la cárcel como en la pinacoteca.
Las hilanderas nace cobijada en el marco del bicentenario del Prado; pero trabajan por la continuidad, para que se pueda repetir en otras temporadas.
En ella participan, además del museo, el Centro de Formación de Personas Adultas Clara Campoamor, vinculado a la prisión, y la Fundación Profesor Uría, cuyo fin es promover el voluntariado social.
El lienzo de Velázquez que presta el nombre al proyecto es la obra ideal para dar pie a los temas sobre los que van a trabajar como la perspectiva de género, todos los personajes del cuadro son mujeres y al hilo de esto hablarán sobre los espacios de libertad y de creación para ellas.
"Es un puntazo que una mujer empezara a pintar en esa época", exclama Susi ante el retrato de Isabel de Valois (1561 –1565) de Sofonisba Arguinssola.
Se podría expresar de otra forma, pero el fondo sería el mismo. "Eso significa que si quieres hacer algo puede conseguirlo", remata.
El objetivo de Las hilanderas no es ni mucho menos teórico solamente, tiene una gran carga práctica que será guiada por la artista María Gimeno, trabajarán el textil, arte que, como las creadoras, está bastante olvidado.
Ella usa un símil musical para explicar su propuesta: "Hay muchas maneras de trabajar con textil.
Que cada una escriba su canción, que use la técnica con la que se sienta más a gusto".
Gimeno apunta, además, que habrá aportaciones de otras artistas como Yolanda Andrés, que se dedica al bordado.
Al fondo de la obra, Velázquez representó el mito de Palas Atenea y Aracne, cuando las reclusas lo oyen se quedan con ganas de más, de buscar en la biblioteca del centro penitenciario las Metamorfosis, de Ovidio, y leer otros relatos. El tapiz en el que el pintor sevillano representó la obra de Tiziano El rapto de Europa, lleva al grupo a girarse a la derecha y descubrir la obra de Rubens sobre este tema.
Cuando se pregunta a las reclusas qué ven, una de ellas espeta: “¡Una mujer cogiendo al toro por los cuernos!”.
De un plumazo reinterpreta toda la tradición.
Dándole la vuelta a la historia de Zeus llevándose a la joven de la que se ha encaprichado esta vez.
La mañana en el museo transcurrió entre “el poder de la imaginación, la curiosidad, la investigación, el aprender, la oportunidad de sentirte una más, el comprobar que hay alfombras y vestidos en los cuadros que parecen reales y demostrarse que no son tan ignorantes como creían”, palabras dichas por ellas, y la algarabía de tener cerca los móviles de Heidy y Laura, ambas estaban de permiso y no fueron al museo desde prisión ni regresaron a ella, volvieron días después, cuando les correspondía.
Se hicieron decenas de fotos, en las salas, no, que está prohibido; pero el Prado ya les había hecho llegar algunas reproducciones de Las hilanderas para que formen parte también de los muros entre los que viven.
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