Mujeres bellas, atractivas y delicadas, pero habitualmente con nula capacidad de opinión o decisión sobre sus vidas, siempre a merced de la voluntad de sus padres o del príncipe azul de turno.
En los últimos años, sin embargo, esa imagen de princesa se ha ido resquebrajando (literariamente) por la aparición de álbumes ilustrados infantiles que, inmersos en la creciente corriente del movimiento feminista, buscan dar la vuelta y hacer reflexionar a sus lectores, padres e hijos, sobre este estereotipo que poco o nada tiene que ver con la igualdad que debería imperar hoy en día.
En la colección de cuentos escritos por Fink e ilustrados por Pitu Saa encontramos como protagonistas a mujeres de lo más variopintas, entre otras la artista Fridha Khalo, la guerrera boliviana Juana Azurduy o la política argentina Eva Perón.
Todas ellas, según la escritora, mujeres “reales, que no tienen títulos de nobleza, que cambiaron el mundo desde sus lugares, que remaron contra la corriente y gracias a ellas hoy tenemos un poco más de libertad.
Mujeres que no se quedaron esperando que los salvara un príncipe azul, sino que salieron en busca de sus deseos y de sus sueños de libertad”.
Afirma Nadia Fink que con la colección Otras Princesas no pretenden que las niñas dejen de leer cuentos de princesas, “sino mostrarles que hubo otras mujeres”.
En ese sentido, añade la autora que toda niña y toda mujer “tiene una disputa interna entre lo que sueña ser y lo que la cultura le pide que sea”, un dilema moral en el que la antiprincesa constituiría esa parte de a mujer “que resiste a los mandatos en cada acto disidente: cuando salimos a buscar trabajo, cuando nos ayudamos entre nosotras, cuando estudiamos para ser mejores, cuando nos queremos un poco más (a nuestros cuerpos sobre todo), cuando educamos, cuando aprendemos, cuando amamos”.
¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?
Más de 15.000 ejemplares vendidos lleva ya el que seguramente es el álbum ilustrado en castellano más exitoso en este ámbito.Lo escribió e ilustró la sevillana Raquel Díaz Reguera y lo publicó en 2010, mucho antes del auge del movimiento feminista actual, Thule Editorial.
Hace un año y medio, con motivo de la décima edición, Raquel revisó ilustraciones y el libro se publicó en formato más grande y con un papel de mayor calidad.
Ya se ha reeditado tres veces más. “Aún me sorprende el éxito”, concede la ilustradora, que también ha podido ver con asombro como su obra daba el salto a los escenarios de la mano de la adaptación teatral de Paco Mir (Tricicle).
Cuenta Raquel que escribió el libro para su hija Violeta, que quería jugar de forma recurrente a ser una princesa rosa rescatada por el príncipe azul de las garras de un dragón o de las fauces de un lobo feroz.
“Entonces yo le preguntaba: ¿no sería mejor que te rescataras tú solita? ¿no es más divertido salir en busca del dragón que esperar a que un príncipe lo capture para ti? ¿y si el príncipe no aparece? ¿y no crees que es muy aburrido estar todo el día esperando, esperando y esperando a que llegue el príncipe?
Y así surgió el cuento, sin más pretensión que la de intentar que una niña de seis años me explicara a mi qué resulta atractivo de ser una princesa rosa o una mujer florero”, explica
Las princesas más valientes
El último libro en sumarse a esta corriente ha sido Las princesas más valientes (NubeOcho Ediciones), escrito por la norteamericana de padres mexicanos Dolores Brown e ilustrado por la alemana Sonja Wimmer, un álbum que nos presenta a diferentes mujeres y niñas anónimas, con las que nos podríamos cruzar cada día en la calle sin reparar en que, a su modo, también son princesas."Las princesas más valientes somos todas nosotras.
Madres, hermanas, hijas, amigas.... Mujeres que existimos.
Con un nombre.
Con un parche en el ojo o con un aparato en los dientes.
Somos princesas incluso con cosas que en el pasado podrían habernos dado vergüenza.
No tenemos vergüenza de estar divorciadas o de ser madres solteras.
Somos princesas de diferentes orígenes, somos traductoras, cajeras de supermercado, bomberas, astronautas... Profesiones que tradicionalmente eran para los hombres pueden ser realizadas también por nosotras.
Somos princesas que hablamos de igualdad y que tenemos maridos que son amos de casa, somos princesas que no tenían visibilidad antes.
Princesas en sillas de ruedas, princesas con el síndrome de Down. Todas, todas nosotras, somos princesas”, argumenta Dolores Brown.
Para la escritora nacida en Miami, una sociedad que aspira a la igualdad y es crítica “obviamente debe desmontar el mito de princesa estereotipada”, una alternativa al auge como demuestra, en su opinión, que “incluso Disney quiera hablar de princesas aguerridas” o que muchas marcas quieran apuntarse al carro con un objetivo más marketiniano:
“No lo hacen del todo bien y no son suficientemente críticas, pero lo valoro positivamente porque es importante que empiecen a acercarse al tema y que se hable de igualdad”.
Cambiar el estereotipo de princesa
¿Es necesario cambiar el estereotipo de princesa tradicional, acabar con él en cierto modo?Para Nadia Fink es necesario “porque las violencias de género parten desde allí mismo, desde los estereotipos que nos imponen de niñas y niños”.
Al respecto, añade la escritora argentina que cuando mostramos a los niños un mundo donde la supuesta belleza femenina tiene que ver con una debilidad dependiente, en que los hombres pueden decidir sobre los cuerpos de ellas y en que la felicidad solo está entre las cuatro paredes del castillo “estamos determinando conductas que entran en conflicto con la realidad y que el día de mañana se convierten en violencias”.
Raquel Díaz Reguera, por su parte, cree que la princesa rosa debe seguir existiendo en los cuentos, del mismo modo en que deben hacerlo “los príncipes azules, los gatos parlantes o los sapos encantados”.
Sin embargo, destaca la importancia de esta otra literatura infantil para que las niñas “aspiren a mucho más que a ser princesas rosas”. En ese sentido, considera que la literatura infantil es una herramienta que, “además de servir para entretener, divertir, disfrutar, soñar y todas las opciones que ofrecen los libros, puede servir también para que los niños y niñas y maestros y adultos reflexionen y reflexionemos sobre estos temas”.
Para Dolores Brown, por último, si en la literatura infantil se habla de igualdad esto contribuirá a crear una juventud “crítica que, quizás, con suerte, ayudará a transformar la sociedad en una más igualitaria”.
Una sociedad en la que las niñas y niños sepan “que todo es posible, que no hay una élite de princesas y que no tienen que acercarse a ridículos estereotipos.
La belleza está en la diversidad. La perfección reside en ella”.
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