Rosario Flores vende la casa familiar de La Moraleja, donde vivieron grandes momentos y despidieron a su madre y a su hermano.
“626 metros cuadrados, cinco habitaciones, siete baños y un
jardín de 2.000 metros cuadrados con piscina en La Moraleja, Madrid”.
Así se anuncia El Lerele en un portal inmobiliario.
Pero en ningún lugar pone que en esos terrenos se vivieron algunas de las fiestas que Lola Flores, la gran anfitriona, daba.
Tampoco están ya los dos retratos de La Faraona y El Pescaílla que recibían en la entrada.
Ni ningún recuerdo familiar, ni siquiera hay muebles. Pero como algunas mansiones de Hollywood, El Lerele emana un aura de leyenda.
Rosario, la última propietaria de la casa, la vende por 1.995.000 euros, casi un millón menos del precio de valoración inicial.
Según Alba Flores, hija de Antonio y actriz en alza, a su tía “esa casa ya le pesaba” y para sus primos “era una casa aburrida”. Rosario, su pareja Pedro Lazaga y su hijo Pedro, de 12 años —la mayor, Lola, de 21, está estudiando en Londres— se mudan a un piso en la calle Pintor Rosales de Madrid que están reformando.
Lola Flores y El Pescaílla compraron el chalé a finales de los ochenta.
Pero en ningún lugar pone que en esos terrenos se vivieron algunas de las fiestas que Lola Flores, la gran anfitriona, daba.
Tampoco están ya los dos retratos de La Faraona y El Pescaílla que recibían en la entrada.
Ni ningún recuerdo familiar, ni siquiera hay muebles. Pero como algunas mansiones de Hollywood, El Lerele emana un aura de leyenda.
Según Alba Flores, hija de Antonio y actriz en alza, a su tía “esa casa ya le pesaba” y para sus primos “era una casa aburrida”. Rosario, su pareja Pedro Lazaga y su hijo Pedro, de 12 años —la mayor, Lola, de 21, está estudiando en Londres— se mudan a un piso en la calle Pintor Rosales de Madrid que están reformando.
Lola Flores y El Pescaílla compraron el chalé a finales de los ochenta.
Después de que la artista fuera acusada de fraude, en 1987,
cuando Hacienda le reclamaba 130 millones de pesetas por no presentar
las declaraciones de 1982 a 1985.
La matriarca de los Flores tuvo que
deshacerse de la casa de la calle María de Molina.
Bautizaron su nueva
residencia El Lerele, como su canción, y la pareja se mudó a La Moraleja
con sus tres hijos, Lolita, Rosario y Antonio. Hasta allí se fueron
también todos sus amigos.
Lola Flores abría las puertas de su casa a todo el mundo.
También a Antoñita y Juan, los hijos que tuvo El Pescaílla antes de casarse con ella, contaba hace un par de años Juanito Díaz El Golosina, amigo de la familia.
Lola de España, La Faraona era la mejor de las anfitrionas cuentan todos aquellos que la trataron.
Aunque las fiestas de El Lerele nunca tuvieron la épica de las que organizaba en su chalet de Marbella, Los Gitanillos (por donde, además de los habituales —como los Orellana o los Carmona—, se dejaban ver personalidades de la talla de Sean Connery o Audrey Hepburn), la familia vivió grandes momentos que, según contó Alba Flores esta semana, no se van con la finca:
“Hemos tenido la suerte de tener siempre una cámara al lado y tenemos registro de todo lo que ha ocurrido allí".
El Lerele fue también la casa de los momentos más tristes de la familia Flores.
La matriarca vivió allí sus últimos años, con un cáncer de mama que le habían diagnosticado dos décadas antes.
El día de su muerte, el 16 de mayo de 1995, también les acompañaban muchos amigos y seres queridos cuando ella pidió que la dejaran en su habitación.
El grupo más cercano a la familia también estaba en la casa 15 días después, guardando el luto por Lola, cuando Antonio se quedó “un momento solo” en la cabaña al lado de la piscina.
Su madre la había construido para tenerle cerca.
Ahí, él vivía y componía.
Ahí también “se fue”, como relató Mariola Orellana, representante de los tres hijos, tras tomarse un cóctel fatal de somníferos y alcohol.
“Mientras yo viva, a mi hijo no le va a pasar nada. Ahora, cuando yo me muera…”, contó que dijo la propia Lola Flores.
El Lerele se cubrió de luto.
Cinco años después murió El Pescaílla. Lola y Rosario heredaron la casa y la dividieron en dos.
Pero la hermana pequeña acabó comprándola entera y hace dos años le hizo la reforma con la que ahora se vende, sin objetos familiares, pero llena de recuerdos.
También a Antoñita y Juan, los hijos que tuvo El Pescaílla antes de casarse con ella, contaba hace un par de años Juanito Díaz El Golosina, amigo de la familia.
Lola de España, La Faraona era la mejor de las anfitrionas cuentan todos aquellos que la trataron.
Aunque las fiestas de El Lerele nunca tuvieron la épica de las que organizaba en su chalet de Marbella, Los Gitanillos (por donde, además de los habituales —como los Orellana o los Carmona—, se dejaban ver personalidades de la talla de Sean Connery o Audrey Hepburn), la familia vivió grandes momentos que, según contó Alba Flores esta semana, no se van con la finca:
“Hemos tenido la suerte de tener siempre una cámara al lado y tenemos registro de todo lo que ha ocurrido allí".
El Lerele fue también la casa de los momentos más tristes de la familia Flores.
La matriarca vivió allí sus últimos años, con un cáncer de mama que le habían diagnosticado dos décadas antes.
El día de su muerte, el 16 de mayo de 1995, también les acompañaban muchos amigos y seres queridos cuando ella pidió que la dejaran en su habitación.
El grupo más cercano a la familia también estaba en la casa 15 días después, guardando el luto por Lola, cuando Antonio se quedó “un momento solo” en la cabaña al lado de la piscina.
Su madre la había construido para tenerle cerca.
Ahí, él vivía y componía.
Ahí también “se fue”, como relató Mariola Orellana, representante de los tres hijos, tras tomarse un cóctel fatal de somníferos y alcohol.
“Mientras yo viva, a mi hijo no le va a pasar nada. Ahora, cuando yo me muera…”, contó que dijo la propia Lola Flores.
El Lerele se cubrió de luto.
Cinco años después murió El Pescaílla. Lola y Rosario heredaron la casa y la dividieron en dos.
Pero la hermana pequeña acabó comprándola entera y hace dos años le hizo la reforma con la que ahora se vende, sin objetos familiares, pero llena de recuerdos.
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