“Stalin se divertía en su casa de campo
degollando ovejas o vertiendo queroseno en los hormigueros y
prendiéndoles fuego. Kámenev me dijo que, en sus visitas de ocio
sabatinas a Zubalovka, Stalin caminaba por el bosque y continuamente se
divertía disparando a los animales salvajes y asustando a la población
local. Tales historias sobre él, procedentes de observadores
independientes, son numerosas.
Y, sin embargo, no faltan personas con
este tipo de tendencias sádicas en el mundo. Fueron necesarias
condiciones históricas especiales antes de que estos instintos oscuros
encontraran una expresión tan monstruosa”.
Estas
palabras forman parte de una biografía singular.
Por la relevancia de
sus protagonistas, dos de las figuras prominentes de la Revolución Rusa,
enfrentadas por una de las rivalidades más encarnizadas del siglo XX.
Y
porque el perfil quedó inconcluso después de que el retratado ordenara
la muerte de su biógrafo.
Stalin, la obra que León Trotski
escribía cuando fue asesinado por Ramón Mercader en México en agosto de
1940, ha permanecido dormida durante más de siete décadas.
Y después de
muchas peripecias, mutilaciones y añadidos, vuelve a ver la luz en un
volumen de casi mil páginas, en gran parte inédito, coincidiendo con el
centenario de la llegada al poder de los bolcheviques.
La historia de este libro merecería la
publicación de otro que la contara.
Pero no tenía particular interés en escribir la vida de su antiguo
camarada.
“No fue una venganza. Escribir esta biografía no entraba en
los planes del abuelo.
“Pero
necesitaba dinero y la editorial Harper & Brothers de Nueva York le
hizo una oferta generosa”.
Volkov, a punto de cumplir 92 años, ha
sido durante décadas el guardián de la memoria de su abuelo. También es
director de la Casa Museo León Trotski, entre cuyos muros fue asesinado el revolucionario en agosto de 1940
por un golpe de piolet del agente estalinista Ramón Mercader.
El mismo
escenario donde se presentará la versión en español del libro, publicada
por la editorial mexicana Fontamara, el día 11, coincidiendo con el
aniversario de una Revolución de Octubre que por diferencias entre los
calendarios gregoriano y juliano, sucedió en noviembre para el resto del
mundo.
La obra se publicó hace un año en inglés en una editorial
marxista de Londres y fue traducida después al italiano y al portugués,
pero la noticia no tuvo repercusión en los grandes medios.
Harper & Brothers publicó una versión incompleta del libro en inglés
en 1946.
Antes no era posible, porque EE UU y la Unión Soviética eran
aliados contra Alemania.
Pero la viuda de Trotski, Natalia Sedova,
pleiteó en los tribunales sin éxito para que fuera retirada.
Sus
objeciones se dirigían, sobre todo, contra el editor y traductor de la
obra.
“Hizo una deficiente edición del libro, con mutilaciones y
múltiples añadidos de su cosecha muy alejados del pensamiento político
del abuelo”, explica Volkov.
El propio Trotski nunca tuvo demasiada
confianza en su traductor, y había montado en cólera cuando supo que
había enseñado algunos originales a terceras personas.
“Parece tener al
menos tres cualidades: que no sabe ruso, que no sabe inglés y que es
tremendamente pretencioso”, escribió en una carta al periodista
estadounidense Joseph Hansen.
“Los archivos salen esta
mañana en tren”, había escrito el revolucionario el 17 de julio de 1940,
un mes y tres días antes de su asesinato.
Y allí se acumularon 20.000
documentos que ocupaban 172 cajas de artículos, fotografías y papeles
manuscritos, mecanografiados, traducidos y sin traducir, con gran
cantidad de correcciones que demostraban lo extraordinariamente
meticuloso que era con su trabajo.
Capítulos enteros del libro sobre Stalin
permanecieron así dormidos hasta que en 2003 el historiador galés Alan
Woods comenzó a indagar en la montaña de documentos para rescatar la
versión más amplia e íntegra posible del libro.
Y después de más de diez
años de trabajo el resultado fue una obra un tercio más extensa que el
libro publicado en los años 40, sin los añadidos del primer traductor y,
ahora sí, con las bendiciones de la familia de Trotski.
Woods coincide con Volkov en que Trotski
no quería escribir este libro.
“Pero una vez que se puso a ello, lo hizo
concienzudamente, con mucha documentación y detalles incluso del
periodo más desconocido de la vida de Stalin, su infancia.
Para cualquier lector es un estudio
psicológico fascinante”, explica desde Londres, donde reside.
El
historiador es un activo miembro de la Corriente Marxista Internacional.
Participó en la lucha contra el Franquismo en España y fue firme
defensor de la revolución bolivariana y amigo personal de Hugo Chávez,
aunque en los últimos tiempos se ha distanciado de la deriva del
Gobierno venezolano.
Los dirigentes del Partido Bolchevique
eran en general gente muy capacitada, y entre ellos brillaba Trotski,
que dominaba cinco idiomas y escribía varios libros a la vez.
Stalin
aparece en cambio retratado por su gran rival político como un hombre de
horizontes limitados.
Pero, por lo que se cuenta en el libro que
ahora se presenta, las cualidades de Stalin eran otras: la astucia y
el arte de la manipulación.
“La técnica de Stalin consistía en avanzar
gradualmente paso a paso hacia la posición de dictador, mientras que
representaba el papel de un defensor modesto del Comité Central y de la
dirección colectiva. Utilizó a fondo el período de enfermedad de Lenin
para colocar a individuos que le eran devotos.
Se aprovechó de cada
situación, de cada circunstancia política, de cualquier combinación de
personas para promover su propio avance que le ayudara en su lucha por
el poder y lograr su deseo de dominar a los demás.
Si no podía elevarse a
su altura intelectual, podía provocar un conflicto entre dos
competidores más fuertes.
Elevó el arte de manipular los antagonismos
personales o de grupo a nuevas alturas. En este campo desarrolló un
instinto casi infalible”.
Sin embargo, Woods no atribuye la llegada
al poder de Stalin a su carácter.
“Era un niño maltratado por su padre,
rencoroso y con tendencias sádicas.
Pero no todos los maltratados se
vuelven monstruos. Como no todos los artistas fracasados se vuelven
Hitler”.
Y propone un argumento marxista para explicar su ascenso. “En
todas las revoluciones hay un periodo que necesita héroes, gigantes.
Cuando llega a un periodo de declive, necesitan mediocres.
La
degeneración burocrática hubiera tenido lugar sin o con Stalin, porque
Rusia era un país aislado y atrasado.
Pero en este caso la burocracia se
encarnó en un personaje sanguinario”.
¿Pudo acelerar el libro el asesinato?
Stalin estaba muy bien informado
de lo que hacía su rival.
Cada mañana tenía los últimos artículos de
Trotski sobre su mesa. Y Volkov recuerda cómo Robert Sheldon Harte,
guardaespaldas de su abuelo a quien se atribuye la traición que facilitó
un primer atentado contra él en mayo de 1940, le preguntaba siempre por
la marcha de la obra.
“Como cualquier criminal tenía que eliminar los
testigos”, coincide Woods.