Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
31 oct 2017
Así salían de fiesta nuestras abuelas y abuelos............. Sabina Urraca.
Historias de gamberrismo alcohólico, revolcones en el pajar y bailes en los que los cuerpos no se tocaban.
María Trinidad carraspea un poco al otro
lado del teléfono. "Perdóname, hija, que es casi no hablo por este
chisme nunca y no sé si me oyes bien. Me dice mi hija que quieres que te
hable de las fiestas del pueblo". María Trinidad tiene 73 años, 9 hijos
y 16 nietos. Vive en un pueblo manchego que antes habitaban 40 familias
y ahora sólo 15. Ha trabajado la tierra, ha sacado adelante a toda su
prole, ha sido viuda muy joven, se ha vuelto a casar. Y, sin embargo, cuando me empieza a hablar de sus fiestas,
sus borracheras y sus bailes, siento una extraña empatía. Me invade la
sensación de que esta señora y yo, de haber coincidido en el espacio
tiempo en edades similares, habríamos partido la noche.
"Alguna
vez me he puesto mala, de vomitar en la cochera o en la cama -me cuenta
con un puntito de emoción en la voz- pero en general el vino me ha
sentado siempre muy bien, se me asentaba el cuerpo y lo pasaba de lo más
bien.
Mis hermanas, que somos 7, son buenas bebedoras y buenas
bailadoras, y no veas las que hemos liado.
Sobre todo de solteras, pero
también de casadas.
De acabar llorando y riendo tiradas en el suelo. Una
vez mi hermana Soledad, que en paz descanse, se cagó en la puerta de
casa del cura".
Vaya finura de esas abuelas, debo decir que otras nos divertíamos mucho pero eso es otra historia porque no conozco el campo manchego.
Ampliar fotoMaría Trinidad carraspea un poco al otro
lado del teléfono. "Perdóname, hija, que es casi no hablo por este
chisme nunca y no sé si me oyes bien. Me dice mi hija que quieres que te
hable de las fiestas del pueblo". María Trinidad tiene 73 años, 9 hijos
y 16 nietos. Vive en un pueblo manchego que antes habitaban 40 familias
y ahora sólo 15. Ha trabajado la tierra, ha sacado adelante a toda su
prole, ha sido viuda muy joven, se ha vuelto a casar. Y, sin embargo,
cuando me empieza a hablar de sus fiestas, sus borracheras y sus bailes,
siento una extraña empatía. Me invade la sensación de que esta señora y
yo, de haber coincidido en el espacio tiempo en edades similares,
habríamos partido la noche.
"Alguna
vez me he puesto mala, de vomitar en la cochera o en la cama -me cuenta
con un puntito de emoción en la voz- pero en general el vino me ha
sentado siempre muy bien, se me asentaba el cuerpo y lo pasaba de lo más
bien. Mis hermanas, que somos 7, son buenas bebedoras y buenas
bailadoras, y no veas las que hemos liado. Sobre todo de solteras, pero
también de casadas. De acabar llorando y riendo tiradas en el suelo. Una
vez mi hermana Soledad, que en paz descanse, se cagó en la puerta de
casa del cura".
María Trinidad inicia así una retahíla de anécdotas de
auténtico gamberrismo alcohólico que incluyen revolcones en el pajar,
concurso de a ver quién tenía las tetas más grandes del pueblo y huidas a
mearse en el vino de los del pueblo de al lado. Su charla
alcohólico-escatológica, y absolutamente gloriosa, culmina con una
imagen brutal: Maritrini y sus 6 hermanas, absolutamente cocidas,
robando chorizos del secadero de un vecino al que odiaban. "Salimos
agarradas del brazo, aguantando la risa, con las ristras de chorizos
colgadas del cuello como collares", recuerda entre carcajadas. Su risa
se transforma en un silencio acongojado. Se controla para no llorar. "Perdóname, hija, pero es que yo soy la pequeña, y ya hay muchas de mis
hermanas que me faltan", me dice con un hilo de voz. Dolores, de 76 años, a diferencia, vivió una juventud
corta, con poco lugar para fiestas. "Me casé a los veinte, y antes
tampoco me dejaban salir mucho. Iba a todos lados con mi tía María, que
era mi carabina, aunque yo no tuve novio hasta los diecinueve. No era lo
mismo vivir en un pueblo que en una ciudad, como yo", me cuenta. En
ocasiones, la vida exterior de una mujer comenzaba al casarse y
terminaba con el nacimiento del primer hijo. Es el caso de Dolores. "Por
suerte, tardamos seis años en tener a mi hijo Manuel, y esos seis años
íbamos para aquí y para allí, a las verbenas del verano, a la pradera de
San Isidro. Yo nunca he sido mucho de bailar, porque no sabía casi",
dice encogiéndose de hombros.
Foto cedida por la familia Urraca.
Los bailes de juventud de Dolores cuando estaba soltera
estuvieron marcados por el miedo a juntar los cuerpos. "Había que dejar
un palmo y medio de distancia entre el hombre y la mujer, no te podías
mirar a los ojos demasiado.
Yo, además, era tímida, me daba vergüenza. Y
ya luego, de casada, bailaba con mi marido solamente", recuerda.
Cuando
la animo a contarme su fiesta más loca, le cuesta encontrar las
palabras, se llena de pudor "Hay una noche un poco loca, pero no te la puedo decir", dice entre
risas. Finalmente accede, y, dando muchos rodeos, confiesa: "Ya teníamos
a mi primer hijo, pero alguien se quedó cuidándolo y salimos a una cena
del trabajo de mi marido. Yo no sé cuánto bebimos, pero el cava se me
debió subir a la cabeza. A la vuelta a casa, en el ascensor, de pronto
me vi abrazada a mi marido y le dije: Manolo, ¿qué estamos haciendo?
Esto se hace en la cama, no aquí" Mauro, tinerfeño de 80 años, recuerda con nostalgia los
carnavales de su isla: "Nos disfrazábamos de todo: de soldado, de
chino, de mascarita... Siendo muy jovencito, recién puesto el pantalón
largo, bailaba con muchas chicas. Todas iban preciosas, con sus volantes
y sus sombreros. Era como una fiesta de película, con su orquesta y su
baile". Con respecto a la bebida, Mauro cuenta que se hacía una especie
de botellón: "De muy chicos, como no queríamos ir a beber a la venta con
nuestros padres y no teníamos tampoco mucho dinero, comprábamos vino
barato, o se lo robaba alguno al padre, nos juntábamos en la azotea de
alguna casa y nos lo bebíamos callandito". Mauro reconoce haber sido
buen bailarín. Tararea "Toda una vida", de Los Panchos, y cierra los
ojos para recordar la cara de las chicas que se le cruzaron en la vida. "Había una que me gustaba mucho, que me parece increíble que no me
acuerde yo ahora de su nombre. Es que los carnavales de Tenerife, llamados en un tiempo Fiestas de invierno porque Franco los habia prohibido eran muy transguesores y muy divertidos, en otras islas fueron diferentes a escondidas, pero si quieren un buen carnaval ahora vengan a las Islas Canarias...
Foto cedida por la familia Urraca
Enrique, de 75 años, dice que las mejores
fiestas las ha pasado ya de más mayor, en su Extremadura natal.
"De
chicos andábamos sin dinero, siempre medio mendigando vino, con las
muchachas que no se te dejaban acercar, que les daba vergüenza bailar",
dice con cierto pesar.
En cambio, se le alegra el rostro cuando le
vienen a la memoria las Navidades con la familia, la compra de la
primera radio, apartar los muebles para bailar.
"Los hombres fumábamos puros, y las mujeres unos cigarros finos que
ahora no me acuerdo cómo se llamaban.
Teníamos nuestras bebidas, nuestra
música... ahí no faltaba de nada", recuerda.
También Mauro rememora con
felicidad las fiestas en casa, en Canarias: "Hacíamos comidas debajo de
la parra, en el patio.
Las mejores fiestas son con un plato de
costillas con papas, un vino bueno...". Y comienza, al igual que
Maritrini, a relatar todo tipo de travesuras de borrachera:
"Una vez
tiramos a mi hermana María Pilar al aljibe para que se le bajase el vino
de la cabeza, otra vez cogimos las bicis y nos llegamos hasta la playa
de noche, a bañarnos en cueros.
Eso sólo los chicos, claro. A las chicas
las tenían más amarradas".
Al final de la conversación, cuando los recuerdos de fiesta se pierden
en batallitas de servicio militar y amigos de la familia, Mauro se lanza
de nuevo a intentar recordar el nombre de la chica que tanto le
gustaba.
"Era del Barrio de la Salud. La acompañé a casa y le di un
beso.
Luego ya no la volví a ver, porque la casaron con un compañero de
empresa del padre.
Era muy guapa, con unos rizos...". De pronto, abre
los ojos, se le ilumina la mirada y exclama: "¡Charito!". Y vuelve a
tararear la canción de Los Panchos que bailó con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario