Logró convencer al gobierno y a los capitalistas de que Comisiones y el Partido tenían fuerza suficiente para desestabilizar.
Fue imposible concentrarse en la Puerta del Sol, ocupada por la policía, que también respondió a los saltos
en las calles cercanas. Así que al quedar aislado junto a la famacia
Gayoso, con los grises viniendo a la carrera, no hubo otro remedio que
imaginar la propia invisibilidad y cruzar tranquilamente la plaza, entre
detenidos y pelotazos de goma.
Al otro lado, junto a Hacienda, José
Sandoval, un comunista entrañable, miraba en solitario el paisaje de la
batalla.
Nos saludamos sonriendo.
Santiago les había hecho una buena
jugada, al hacer inevitable su detención, el 22 de diciembre d 1976,
motivo de la inmediata protesta.
Si le mantenían en la cárcel, era un
escándalo inútil; si le soltaban, normalizaban su presencia en España y
abrían el camino para un PCE legal.
Le soltaron.
El doble juego de movilizaciones y huelgas a lo largo de 1976, por un
lado, y de maniobras políticas para unir la oposición y presionar sobre
el gobierno Suárez, por otro, constituyó uno de los mayores éxitos en la
trayectoria política de Santiago Carrillo.
Logró convencer al gobierno y
a los capitalistas de que Comisiones y el Partido tenían fuerza
suficiente para desestabilizar todo intento de salida pseudodemocrática,
y también de que esa fuerza estaba sometida a un estricto control
político, incluso en los momentos más difíciles.
Como tantas veces se ha
dicho, después de la imponente respuesta al asesinato de los
laboralistas de Atocha, era muy difícil dar con razones para cerrar la
puerta al PCE.
Aunque unidos en la Platajunta, el PSOE no colaboró
pensando en salir antes en la carrera para las elecciones.
Fue útil en
cambio el eurocomunismo, con la cumbre de marzo en Madrid: si eran
democráticos los partidos de Berlinguer y Marchais,
¿cómo se podía
excluir al PCE? Desde la entrevista con Suárez, todo se reducía a vencer
en una carrera de obstáculos, con el Ejército como barrera última.
La legalización generó grandes esperanzas, pero pronto entró en juego
una serie de factores negativos que hicieron al Partido minoritario en
las urnas.
Faltó tiempo de abril a junio para enlazar con una sociedad
española sometida a décadas de propaganda anticomunista y persistía el
miedo a la guerra civil;
fueron evidentes tanto la falta de encaje entre
el partido del interior y los dirigentes del exilio como la distancia
entre los demócratas y los comunistas tradicionales; concesiones como la
bandera bicolor o la monarquía irritaron a muchos militantes, y tampoco
ayudó el estilo de Carrillo, que apostaba por la democracia desde una
concepción estalinista.
Por fin llegó la gran concesión de los Pactos de
la Moncloa, necesarios pero impopulares.
La legalización llevaba dentro
el germen de la autodestrucción.
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