Ahora mismo está aullando, y eso que faltan 24 horas para que consiga el oro, pues la imagen corresponde a la semifinal del torneo olímpico de bádminton, donde batió a una tal Xuerui Li, que en tiempos de Mao habría sido fusilada al volver a su país y quizá ahora también.
En China se ejecuta tanto que resulta imposible llevar la contabilidad.
¿Pero quién se acuerda de ella, de Xuerui Li, excepto aquellos a quienes se les haya vendido sus riñones?
A lo que íbamos es que estaba uno pasando con pereza agosteña las páginas del periódico correspondientes a los Juegos Olímpicos de Brasil, que no nos daban tregua, cuando tropecé con esta imagen estremecedora, más estremecedora después de leer el titular de la noticia, que decía así: “El grito de Carolina Marín intimida al imperio chino”.
Pero si atravesando el titular te aventurabas en los penetrales de la crónica, averiguabas que el garlido de Carolina Marín se parecía al del arrendajo, un pájaro del que nunca habías oído hablar, de la familia, al parecer, del cuervo.
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