Siempre entre las nubes hay esos huequitos de Sol que te dan valor.
Un Blues
Del material conque están hechos los sueños
10 jul 2016
Demagogia directa................................................................Javier Marías
Para alguna gente todo se ha convertido en un juego y ya no distingue entre echar a un concursante de ‘Gran Hermano’ y decidir algo en serio.
NO PUEDO evitar ver cierta vinculación.
Desde hace años (sobre todo desde que existen las redes sociales), los programas de televisión y radio, los diarios, la publicidad, se han volcado en la continua adulación de sus espectadores, oyentes, lectores y clientes.
Se los insta a “sentirse importantes” con apelaciones del tipo: “Participa”, “Tu voz cuenta”, “Tú decides”, “Da tu opinión”, “Todo está en tus manos”.
Mucha gente, incauta y narcisista por naturaleza, se lanza a gastar dinero (cada llamada o tuit cuesta algo) para hacer notar su peso en cualquier imbecilidad: quién ha sido el mejor jugador de un partido o quién debe representarnos en Eurovisión; quién debe ser expulsado de
Gran Hermano
o ganar tal o cual concurso de cocina; si Blatter y Platini deben dimitir de sus puestos en la FIFA, y así.
Los periódicos
online
ofrecen gran espacio para los comentarios espontáneos sobre un artículo o una información, las pantallas se llenan de mensajes improvisados e irreflexivos sobre cualquier asunto.
Es decir, mucha gente se ha acostumbrado a ser “consultada” incesantemente acerca de cualquier majadería, cuestiones intrascendentes las más de las veces, meros juegos sin consecuencias.
Al fin y al cabo, ¿qué importa quién venza en un concurso o quién cante en un festival?
Pero nuestra vanidad es ilimitada, y cada cual cree que, con su voto o su opinión, ha intervenido y ha gozado de protagonismo.
Parece algo inofensivo y baladí, pero sospecho que en estas ruines lisonjas está el origen del progresivo abaratamiento del sistema democrático, y lo peor, lo más engañoso e irresponsable, es que no son pocos los partidos políticos que recurren a estas técnicas; que se inspiran en esta frivolización y se pretenden “más democráticos que nadie” mediante los referéndums, los plebiscitos, los asambleísmos, las votaciones “directas” sobre lo habido y por haber.
Se pregunta a “las bases” con quiénes se ha de pactar o gobernar, y de ese modo los dirigentes se eximen de responsabilidades. Se pregunta a la ciudadanía (como ha hecho Carmena en Madrid) si cree que hay que remodelar la Plaza de España, de lo cual se enteran cuatro gatos y votan la mitad sin tener mucha idea de lo que realmente opinan o de si tienen opinión (de lo que se trata es de participar en lo que sea); Carmena da por válida la respuesta de los dos gatos y acomete la enésima obra destructiva de nuestra ciudad. Podemos y la CUP no cesan de consultar a sus militantes, eso sí, bien teledirigidos para que voten lo que defienden sus líderes.
Italia inquirió a sus electores sobre prospecciones petroleras (!), y, claro, no hubo quórum.
Hungría a los suyos sobre las cuotas de refugiados, Grecia a los suyos si aceptaban el tercer rescate de la UE.
Holanda sobre no sé qué. Y Suiza, bueno, es la pionera, allí se consulta a la población acerca de cualquier minucia. Hay cuestiones –poquísimas– para las que sí conviene un referéndum, como la independencia de Escocia o la del Quebec, dada la trascendencia de la decisión.
Pero ni siquiera el celebrado para el
Brexit
cumplía esos requisitos: no había un clamor exigiéndolo, ni siquiera urgencia, y todo fue un estúpido e irresponsable farol de Cameron, que podía haberse ahorrado anunciando en su programa que mientras él gobernase el Reino Unido permanecería en la UE.
Al día siguiente del triunfo del
Brexit
, el 7% de los votantes favorables a él ya estaban arrepentidos, asustados y solicitando una segunda vuelta. ¿Cómo se explica?
Tengo para mí que alguna gente se ha contagiado de las continuas votaciones “populares” de la televisión y las redes.
Para ella todo se ha convertido en un juego, y ya no distingue entre echar a un concursante de la casa de
Gran Hermano
y decidir algo,
en serio
, que puede arruinarle la vida o cambiarla para mucho peor.
Votan con la misma despreocupación, hasta que al día siguiente se dan cuenta y exclaman: “¡Dios mío, qué he hecho! Esto sí traía consecuencias”.
Los dirigentes que apelan a la “democracia directa”, a los plebiscitos, a los referéndums en serie, deberían ser rechazados, por comodones, incompetentes y cobardes.
Si siempre se cubren las espaldas preguntando al “pueblo”, ¿para qué diablos son elegidos? Son pura contradicción o caradura: “Quiero un sillón, pero cada vez que deba tomar una medida peliaguda o impopular, cargaré a la gente (manipulada) con la responsabilidad” (a los cuatro o dos gatos que, halagadísimos, se molesten en responder).
Tenemos democracias representativas, y elegimos a alguien presuponiendo que sabe más que el común.
En contra de las apariencias, los que recurren a las consultas sin parar suelen ser los menos democráticos.
Para mí hay otro viejo adjetivo que los define: demagógicos, eso es más bien lo que son.
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