La salida del bucle institucional exigirá el sacrificio político de Sánchez o Rajoy.
A estas alturas de campaña da la impresión de que la salida del bucle
institucional exigirá el sacrificio político de alguien.
Voluntariamente, como suicidio asistido (político) o como asesinato (político).
Especialmente, tienen todas las papeletas para que les toque, en
distinto grado y nivel de certeza, Pedro Sánchez y Mariano Rajoy.
Lo de Sánchez no requiere más glosa y explicación que la de los propios resultados de la noche del 26 de junio.
Si se produjera el óbito (político) la misma noche electoral dejaría en el aire quién decide los paso siguientes del PSOE.
Y otras dudas como que si hay doble sorpasso en Andalucía (PP y Podemos por encima del PSOE) Susana Díaz estaría en condiciones de algo.
Lo de Rajoy tiene que ver con las condiciones que pueden exigir esos resultados, la nueva aritmética parlamentaria y la fortaleza de sus posibles socios para plantear líneas rojas
. En su caso no parece depender de las voces críticas de su partido porque el PP carece de protocolo de alarma y mecanismo de petición interna de dimisiones.
Y no es fácil porque el presidente del Gobierno explica cada día que no quiere irse y deja traslucir que si consigue tres victorias electorales nadie le puede exigir que se vaya. Y si no se va no hay posibilidad de pacto con Ciudadanos, ni supuesta abstención del PSOE para dejar gobernar al PP.
Las señales que emite el equipo de Sánchez permiten deducir que ya han tomado la decisión de no pactar con Podemos, ni con Rajoy.
¿Qué hipótesis manejan entonces?
Lo ideal para el equipo del líder socialista es poder sumar con Ciudadanos más escaños que el PP.
De ahí el ambiguo tuit de Jordi Sevilla, que responde a la máxima de no hacer o decir lo que no se puede explicar.
En ese caso, Sánchez intentaría volver a poner en la mesa el acuerdo con Albert Rivera y pedir a PP y Podemos la abstención, aplicando la “doctrina Sevilla”.
Si eso no pasara, la otra hipótesis de los socialistas es que el PP gobernara con unos 130 escaños y Ciudadanos y PSOE se abstuvieran.
La condición previa de los dos, al unísono para evitar mayores costes, sería la retirada de Rajoy.
Que como ha quedado dicho no es fácil y menos si llega a 130 escaños.
Y de nuevo la incógnita de si Sánchez resistiría vivo (políticamente) para decidir qué hacer.
Lo peor, explican, es que Podemos y PSOE sumen más de 170 escaños, porque entonces tendría coste enorme no pactar y no podrán utilizar el argumento de que la izquierda no suma.
Pero en todo caso, no contemplan apoyar a Pablo Iglesias, cuya presidencia es casi tan imposible tras el 26 de junio como la de Sánchez.
En esa situación el regalo para Podemos sería una gran coalición, pero en ningún caso la contemplan en el PSOE, al menos a día de hoy.
La última hipótesis de Ferraz es, simple y llanamente, la repetición de elecciones.
Es decir, seguiríamos para bingo siempre que antes alguien acepte sacrificarse y someterse a una investidura fallida para que corran los plazos.
Cualquier salida exige un sacrificio.
Lo de Rajoy se explica con la exigencia de Ciudadanos para pactar sólo sobre la base de su paso atrás para dejar camino libre a otro dirigente del PP.
Voluntariamente, como suicidio asistido (político) o como asesinato (político).
Lo de Sánchez no requiere más glosa y explicación que la de los propios resultados de la noche del 26 de junio.
Si se produjera el óbito (político) la misma noche electoral dejaría en el aire quién decide los paso siguientes del PSOE.
Y otras dudas como que si hay doble sorpasso en Andalucía (PP y Podemos por encima del PSOE) Susana Díaz estaría en condiciones de algo.
Lo de Rajoy tiene que ver con las condiciones que pueden exigir esos resultados, la nueva aritmética parlamentaria y la fortaleza de sus posibles socios para plantear líneas rojas
. En su caso no parece depender de las voces críticas de su partido porque el PP carece de protocolo de alarma y mecanismo de petición interna de dimisiones.
Y no es fácil porque el presidente del Gobierno explica cada día que no quiere irse y deja traslucir que si consigue tres victorias electorales nadie le puede exigir que se vaya. Y si no se va no hay posibilidad de pacto con Ciudadanos, ni supuesta abstención del PSOE para dejar gobernar al PP.
Las señales que emite el equipo de Sánchez permiten deducir que ya han tomado la decisión de no pactar con Podemos, ni con Rajoy.
¿Qué hipótesis manejan entonces?
Lo ideal para el equipo del líder socialista es poder sumar con Ciudadanos más escaños que el PP.
De ahí el ambiguo tuit de Jordi Sevilla, que responde a la máxima de no hacer o decir lo que no se puede explicar.
En ese caso, Sánchez intentaría volver a poner en la mesa el acuerdo con Albert Rivera y pedir a PP y Podemos la abstención, aplicando la “doctrina Sevilla”.
Si eso no pasara, la otra hipótesis de los socialistas es que el PP gobernara con unos 130 escaños y Ciudadanos y PSOE se abstuvieran.
La condición previa de los dos, al unísono para evitar mayores costes, sería la retirada de Rajoy.
Que como ha quedado dicho no es fácil y menos si llega a 130 escaños.
Y de nuevo la incógnita de si Sánchez resistiría vivo (políticamente) para decidir qué hacer.
Lo peor, explican, es que Podemos y PSOE sumen más de 170 escaños, porque entonces tendría coste enorme no pactar y no podrán utilizar el argumento de que la izquierda no suma.
Pero en todo caso, no contemplan apoyar a Pablo Iglesias, cuya presidencia es casi tan imposible tras el 26 de junio como la de Sánchez.
En esa situación el regalo para Podemos sería una gran coalición, pero en ningún caso la contemplan en el PSOE, al menos a día de hoy.
La última hipótesis de Ferraz es, simple y llanamente, la repetición de elecciones.
Es decir, seguiríamos para bingo siempre que antes alguien acepte sacrificarse y someterse a una investidura fallida para que corran los plazos.
Cualquier salida exige un sacrificio.
Lo de Rajoy se explica con la exigencia de Ciudadanos para pactar sólo sobre la base de su paso atrás para dejar camino libre a otro dirigente del PP.
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