Las mejores novelas negras de 2015
Una vez más reunimos a un variopinto plantel del mundo de lo negro y criminal para elegir las mejores novelas del año en el género.
Quiero dar las gracias a todos los que han participado y alguna que no ha podido a pesar de todo.
Es un privilegio poder cometer atracos tan desvergonzados y que las víctimas encima se muestren generosas.
Esta es una selección variopinta, extraña, divertida. Cada uno ha escogido lo que le ha parecido sin saber sobre qué escribían los demás.
Por eso hay alguna repetición, pero también por eso hay rarezas, variedad y mucha honestidad. Hay thriller, hay obras de los dos lados del Atlántico, hay breves puñetazos y hay muchos buenos libros. Lean, polemicen, disfruten.
Carlos Zanón, escritor
Gatas salvajes, Julián Ibáñez, Cuadernos del laberinto
Es casi insultante la facilidad con la que Julián Ibáñez nos endosa regularmente directos a la nariz mientras castiga hígado y costados. Ibáñez y su personaje más fetiche, Bellón, nos entregan Gatas salvajes (Cuadernos del laberinto) en este 2015.
Hay todo lo bueno del hardboiled que destila el maestro cántabro a que nos tiene acostumbrado, en ese mundo terco y definitivo que anida en pueblos al borde de carreteras secundarias y bares de alterne que desde su inauguración parecen haber vivido mejores épocas.
Pero hace ya años que Julián Ibáñez ha recuperado el estado de gracia para que parezca que más que escribir se deslice por el hielo, con esa mano para describir ambientes y personajes –mi debilidad es cómo queman los femeninos- y un tenerte cayendo por el agujero de la primera a la última página. Una vez más, Ibáñez gana por KO.
Santiago Álvarez, escritor y organizador de Valencia Negra
Irène, Pierre Lemaitre (Alfaguara, traducción de Juan Carlos Durán)
Esta novela posee dos hándicaps; por un lado, la pésima traducción del título original (Travail Soigné), detalle aparentemente menor, pero no tanto en este caso, y no digo más. Por otro, se trata de una novela publicada en Francia en 2006, que llegó este año a España a rebufo del éxito de Vestido de novia y Álex, por lo que el primer libro de esta trilogía llega el último, con el consecuente desajuste. En too caso, no es cosa irreparable. Por lo demás, Lemaitre nos cocina un sobrecogedor thriller policiaco, donde encontraremos el menú completo: maravillosos personajes, revolcones de la trama y, lo mejor de todo, una prosa de altura, con brillo de gran literatura en muchas de sus páginas. No me gustan los psicópatas, ni los asesinos en serie, pero Lemaitre me ha obligado a seguir sus pasos con pasión de la mano del comandante Camille, un singular agente del orden del cual ya no querremos separarnos.
Guillermo Altares, periodista
La Banda De Los Sacco, Andrea Camilleri (Destino, traducción de Juan Carlos Gentile)
Con 90 años, Andrea Camilleri es un escritor cada vez más creativo y sorprendente, pero también implacable en la visión de su Sicilia natal.
Por un lado, sigue publicando las novelas del comisario Montalbano, irónicas, a veces tristes y descreídas, pero siempre luminosas porque resulta imposible no dejarse seducir por el ácido humor que despliega el novelista
. Pero, además, también escribe de vez en cuando novelas sobre su tierra, casi siempre basadas en hechos históricos.
Este año hemos tenido la suerte de contar con uno de estos libros, La Banda De Los Sacco (Destino), en el que relata la rebelión de una familia frente a la Mafia que desencadena una serie interminable de venganzas
. Camilleri demuestra su oficio con un lenguaje directo en el que esta vez no se cuela la ironía, sólo la violencia de una tierra a la que le cuesta avanzar hacia el futuro.
Carlos Salem, escritor
Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado, Juan Ramón Biedma (Lengua de trapo)Voy a optar por el libro que más me ha sorprendido (gratamente,desde luego.
No pierdo mi tiempo ni el ajeno en hablar de lo que me decepciona). Me refiero a lo último de Juan Ramón Biedma, Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado, en la que retuerce el mito de Sherlock Holmes más allá de lo previsible, y hace de Moriarty un Prometeo desalmado y al mismo tiempo muy humano
. No es la novela típica de Holmes, sino un fresco de la maldad humana en un Londres tan gótico como solo Biedma puede pintarlo.
Rosa Ribas, escritora
Marley ha muerto, Carlos Zanón (Serie Negra, RBA)Página a página, la ciudad que la añoranza y la distancia habían transfigurado, iluminado, limpiado, se volvió oscura, sucia, tal vez real.
Ese es uno de los efectos tras cerrar el libro de relatos Marley estaba muerto de Carlos Zanón, para mí una de las lecturas negras mejores de este año.
Aunque muchos digan que no es género negro. Incluso el propio autor lo niega, pero ya sabemos que los escritores en muchas ocasiones no tienen ni idea de lo que están haciendo.
Por suerte, estamos los lectores para hacérselo entender.
Esto es negro, muy negro.
Carlos Basas, escritor, organizador de Pamplona Negra
Las flores no sangran, Alexis Ravelo (Al Revés)¿Por qué Ravelo? Porque, libro a libro, demuestra que Literatura —buena literatura, con mayúscula— y género, y novela negra, no son en absoluto incompatibles. Porque trasciende los bordes, límites, corsés, fronteras tradicionales del género sin que dejen de ser reconocibles, creando nuevos países.
Porque sus personajes son tipos que uno puede toparse en la esquina, porque sus mundos son reales, cercanos, reconocibles.
Duros y terribles, pero no exentos de humor. Porque su forma de contar es única, personal, reconocible, maravillosa.
Porque uno se identifica con sus tipos humanos, se mancha con ellos, y les desea lo mejor, y lo peor. Porque sus historias son puñetazos de realidad; por su crítica, por su forma de mirar lo que le rodea. Porque, en el fondo de sus letras no solo descubro a grandes de la Literatura negra que viajan con él —Thompson, Manchete, Sciascia, Madrid, Ledesma, Ibáñez, Martín...—, sino a otros grandes como Kurt Vonnegut. "Haz que tu personaje quiera algo y después sé sádico con él", decía Vonnegut.
Ese es Alexis Ravelo.
Alexis Ravelo, escritor
Subsuelo, Marcelo Luján (Salto de Página)Qué injusto tener que elegir una (y solo una) novela negra de entre tantas publicadas en el año.
La memoria o el humor suele traicionarnos a la hora de hacerlo.
A lo que hay que añadir que a veces no nos da tiempo de estar al día. Ejemplo: solo este año pude leer Los escupitajos de las cucarachas, la magnífica novela con la que Andreu Martín vuelve a demostrar que por algo los más jóvenes lo llamamos maestro, aunque a él le joda, y Te quiero porque me das de comer, de David Llorente, cuya lectura postergué por motivos que me avergüenzan
. He intentado hacerle justicia recomendándola cada vez que he tenido ocasión. Lo he hecho hasta el hartazgo.
Y me he dejado atrás cosas divertidísimas, como En el cielo no hay cerveza, de Carlos Salem, El diablo en cada esquina, de Jordi Ledesma,
A tumba abierta, de Raúl Argemí, La mujer de gris, de Anna María Villalonga o Siempre pagan los mismos, de Carlos Bassas.
Y aun cosas interesantísimas, en editoriales mínimas, como Orán ya no te quiere, de Carlos Erice Azanza y Malas artes, de Albert Gassull.
A todo esto, en otoño han aparecido nuevas entregas de Susana Hernández (Cuentas pendientes) o mi paisano José Luis Correa (Mientras seamos jóvenes) que aún no he podido leer.
Ahora bien, si debo quedarme con una, solo con una, lo hago con una novela que también he recomendado ya hasta la saciedad, incluso aquí mismo: la breve, inteligente y opresiva Subsuelo, de Marcelo Luján, en la que no hay policías o delincuentes profesionales, pero que es un inquietante espejo en el que mirarnos como individuos y como miembros de una sociedad.
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