Las críticas sobre si era apropiado o no su vestuario en los premios SAG nos recuerdan lo difícil que es envejecer cuando se trata de pasear por la alfombra roja.
“Kim debería perseguir judicialmente a su cirujano estético”. Ha sido ver todo el absurdo revuelo que ha levantado el escote de Susan Sarandon en los premios del sindicato de actores (SAG)del pasado fin de semana y venirnos a la mente el infame tuit que tecleó Donald Trump durante la ceremonia de los Oscar en 2014, cuando se sumó a la oleada de críticas vergonzosas sobre el aspecto de esa leyenda viva del celuloide que es Kim Novak.
Hace dos años tocó meterse con el aspecto que presentaba el icono de Alfred Hitchock en la ceremonia de los Oscar.
Uno de los deportes favoritos de las redes durante las Navidades fue especular sobre si Carrie Fisher estaba demasiado “cascada” en el regreso de Leia a Star Wars.
Este fin de semana, como en una especie de eterno-retorno, el turno ha recaído en dilucidar si las tetas de Susan Sarandon merecían o no lucirse sobre la alfombra roja. “¡Nadie quiere ver tu viejo escote! ¡Tápatelas!”, tuiteó Karen Salikn, un pseudo intento de Joan Rivers sin gracia.
¿Es apropiado que las tetas de Susan Sarandon asomen en la intro del in memoriam?, rezaba otro tuit. Sarandon –una ejemplar activista de 69 años, embajadora de Unicef, ganadora del Oscar, del Bafta y del premio de Sindicato de actores; algo de lo que no pueden presumir todas estas cuentas repletas de moralina– probablemente ignore las críticas que su poderoso traje de Max Mara despertó en las redes.
El escote de Susan Sarandon o el ‘problema’ de ser sexy a los 69 en Hollywood
Las críticas sobre si era apropiado o no su vestuario en los premios SAG nos recuerdan lo difícil que es envejecer cuando se trata de pasear por la alfombra roja.
“Kim debería perseguir judicialmente a su cirujano estético”
. Ha sido ver todo el absurdo revuelo que ha levantado el escote de Susan Sarandon en los premios del sindicato de actores (SAG)del pasado fin de semana y venirnos a la mente el infame tuit que tecleó Donald Trump durante la ceremonia de los Oscar en 2014, cuando se sumó a la oleada de críticas vergonzosas sobre el aspecto de esa leyenda viva del celuloide que es Kim Novak.
Hace dos años tocó meterse con el aspecto que presentaba el icono de Alfred Hitchock en la ceremonia de los Oscar. Uno de los deportes favoritos de las redes durante las Navidades fue especular sobre si Carrie Fisher estaba demasiado “cascada” en el regreso de Leia a Star Wars. Este fin de semana, como en una especie de eterno-retorno, el turno ha recaído en dilucidar si las tetas de Susan Sarandon merecían o no lucirse sobre la alfombra roja. “¡Nadie quiere ver tu viejo escote! ¡Tápatelas!”, tuiteó Karen Salikn, un pseudo intento de Joan Rivers sin gracia. ¿Es apropiado que las tetas de Susan Sarandon asomen en la intro del in memoriam?, rezaba otro tuit. Sarandon –una ejemplar activista de 69 años, embajadora de Unicef, ganadora del Oscar, del Bafta y del premio de Sindicato de actores; algo de lo que no pueden presumir todas estas cuentas repletas de moralina– probablemente ignore las críticas que su poderoso traje de Max Mara despertó en las redes.
Lo de la protagonista de Thelma y Louise fue un golpe sobre la mesa frente al recalcitrante edadismo hollywoodense (qué podemos añadir que no hayamos explicado aquí, aquí o aquí).
O así ha resumido Guillermo Alonso este episodio en Vanity Fair:
“Lo que subyace realmente aquí es que una mujer ha venido a recalcar que los pechos también existen a los setenta años.
Y que tienen derecho a ser mostrados.
Probablemente de forma inconsciente, Sarandon llevó a cabo el sábado en los premios SAG algo llamativo y valiente: mostró sus pechos con orgullo, lo hizo con un outfit que Hollywood solo hubiese perdonado a una actriz veinteañera, lo mostró de la mano de su hijo y se expuso a las críticas negativas que seguramente sabía que llegarían al presentar una sección delicada, la del repaso a las figuras que nos abandonaron el último año, enseñando algo que todos los vivos deberían celebrar. Vosotros estáis muertos, pero aquí queremos vivir los placeres del vino y la carne mientras podamos”.
Sarandon no se lamenta de su (fantástico) aspecto, ni tiene ganas de aparentar menos.
Ya lo advirtió en una entrevista concedida a la revista V, donde afirmó sin miramientos que jamás volvería a los 25. “No me gustaría volver ahí otra vez
. Ahora sé mucho más, y estoy mucho más cómoda con mi piel.
Cuando escucho a las jóvenes quejarse por cosas superficiales… ¡estáis en el pico de vuestra belleza física! Solo disfruta y deja de preocuparte por tus muslos demasiado grandes… Si estás molesta cuando tienes 25, la vida va a ser dura”.
“Por favor, dejad de discutir sobre si he envejecido bien”, exigió Carrie Fisher (y esta viñeta resumió todo el estúpido debate). Kim Novak se armó de valor y dijo que no se callaría “frente a los tiranos” y lamentó que “mientras en Cannes me recibían con una inmensa ovación, en Hollywood, después de los Óscar, he sido perseguida por la prensa y por el público en Internet y en televisión”.
Susan Sarandon no se ha pronunciado –ayer tuiteó sobre cosas más importantes, sobre cómo Boko Haram atacó un pueblo en Nigeria y mató a decenas de personas–. Ni falta que le hace.
Su escote ya ha hablado por ella.
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