Scrooge........................................................ Rosa Montero
Es lo que le sucede a Scrooge, el repugnante personaje del Cuento de Navidad de Dickens.
Decía Aristóteles que hasta en la cabeza del hombre más inteligente hay
un rincón de estupidez.
Como los humanos somos esencialmente
contradictorios y paradójicos, yo añadiría que en toda persona buena hay
un grano de maldad, pero también que en todo malvado hay un resquicio
de bondad.
Es lo que le sucede a Scrooge, el repugnante personaje del Cuento de Navidad
de Dickens. Scrooge, un banquero/prestamista carente de toda empatía,
que odia y desprecia a los pobres y cuyo único interés en la vida es ser
más y más rico sin importarle las tropelías que tenga que hacer para
ello (¿les suena esto de algo?), es tocado un buen día por la magia de
las fiestas navideñas y un pedacito de su momificado y cruel corazón
vuelve a sentir el flujo cálido y vibrante de la sangre.
Eso, el ensueño
de una vida amable y feliz, la esperanza irracional en la bondad, pese a
las apariencias, es algo esencial en los seres humanos. Algo tan básico
que tal vez cabría deducir que, en principio, todos queremos ser
buenos.
Luego, claro, ese afán se retuerce y puedes acabar convirtiendo
tu vida y la de los otros en un infierno.
Pero el deseo está ahí,
latiendo en el fondo de nuestras entrañas. Por eso ha tenido tanto éxito
el anuncio de la lotería de este año
. Aunque es magnífico, algunos se
han burlado de su emotividad, porque en esta sociedad el Mal es visto
como algo adulto y serio y el Bien como algo pueril y ridículo (no
entiendo por qué y así nos va).
Pero, como los viejos ritos son
poderosos, en estas fechas todos, hasta los más callosos, sentimos
aletear en nuestro estómago un anhelo de dicha y de bondad.
Por eso
muchos detestan estas fiestas: porque temen una vez más la decepción
. Y,
sin embargo, ¿no es hermoso desear querer y ser queridos? Feliz
Navidad.
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