La princesa habla por primera vez en público desde que se supo que sería reina. Y lo hace rodeada de diseñadores.
Ella es, y más desde ahora, la imagen de España. Se ha abierto la lucha por vestirla.
Cuchillos no, porque no son utensilios propios del oficio.
Pero, además de lindezas, galanterías y efluvios de perfumes caros, volaban tijeras la tarde del viernes en el auditorio del Museo Reina Sofía.
En la platea, la crema y nata de la industria de la moda del país, que hacían como que no sabían de antemano los ganadores de los Premios Nacionales de Moda para que la princesa de Asturias pudiera entregar los galardones sin arruinar el efecto sorpresa.
Debajo de tanta gentileza, latía el deseo de todos los presentes de hacerse un hueco en el armario de la percha más cotizada del país.
La de Letizia Ortiz Rocasolano, inminente Reina de España.
Seguro que alguien, en algún taller de postín de Madrid, probablemente el del modisto Felipe Varela, está rematando el vestido que lucirá esta no tan alta pero sí delgada mujer de 41 años, tipo de garza y piel traslúcida de puro tirante, en el solemne acto de proclamación de su marido, Felipe de Borbón, y de ella misma, su consorte, como nuevos monarcas.
Porte, desde luego, no le falta.
Llegó una hora larga después de que el resto de los mortales fueran convocados al efecto, saludó a los notables, posó 30 segundos para los fotógrafos, y partió rauda a entregar los premios.
Vestía de Felipe Varela, obviamente.
Un vestido de gasa liviana, unos decían que gris perla y otros que gris piedra, pegado a los flancos, la cintura marcada por una hilera de lentejuelas, perdón, pailletes que se desparramaban luego en listas hasta tocar el bajo.
Escoltándola, el ministro Soria, titular de Industria, con su uniforme de burócrata y una corbata no tan violeta como para resultar sospechosa de poco monárquica.
Borja Villel, director del museo, ejercía de anfitrión con cara de qué he hecho yo para merecer esto. No se había visto en otra.
Era la primera vez que doña Letizia iba a hablar alto y claro desde que se supo que iba a ser reina el 19 de junio.
Y habló, sí. Después de entregar el premio a toda una carrera al veterano diseñador Adolfo Domínguez y el de nuevo talento al modisto Etxeberría
. Agradeció la invitación, abogó porque la moda de España triunfe dentro y fuera de casa, y celebró “el esfuerzo y la magia” de los que crean las cosas bellas que nos ponemos encima.
Antes, Etxeberría, un hombretón con dilatadores del tamaño de una moneda de euro en las orejas y vestido con la, digamos, personalísima ropa de piel para caballero que diseña y que difícilmente podría llevar en público el inminente Felipe VI, casi besa el suelo en vez de la mano de doña Letizia al inclinarse ante Su Alteza
. El veterano Adolfo Domínguez, más sobrio, recibió un cálido apretón de brazo por parte de la mujer a la que viste de vez en cuando y a la que probablemente inició en el gusto por la ropa de firma en sus tiempos de presentadora del telediario. “Va correcta. Viste español, y eso es suficiente”, zanjó, Domínguez, 64 años de edad, 40 de carrera y varias generaciones de poderosos vestidos a sus espaldas, al ser inquirido por el estilo de la princesa.
Lo que todos saben es que doña Letizia es, y más que será de ahora en adelante, la imagen de España en el mundo.
Y que se ha abierto la lucha por vestirla
. Ya hay pruebas.
Ni don Juan Carlos, rey saliente, ni don Felipe, rey en puertas, fue el icono elegido por medios tan influyentes como The Telegraph para ilustrar la sucesión en el trono
. La cabecera apostó por la foto que Cristina García Rodero le hiciera a la princesa de Asturias con motivo de su 40º cumpleaños con un vistoso vestido de guipur negro que dejaba al aire las clavículas marcadas y el cuello de flamenco marca de la casa. De Felipe Varela, obviamente.
La querencia casi única de la futura reina por este diseñador es el muro a derribar por los creadores españoles si quieren que su ropa aparezca en esas fotos, y aprovechar el potencial tirón de Letizia en otras clientes potenciales.
“Va siempre impecable, pero podría abrir un poco el abanico.
Y más ahora que va a ser reina.
Yo mataría por vestirla e iría sensacional, ya te lo digo”, comentaba el joven diseñador Juanjo Gómez –gafas de pasta y barba homérica-, preguntado al respecto
. Está por ver, sin embargo, que Letizia agote modelos en las tiendas como Kate Middleton o, sin ir tan lejos, Sara Carbonero.
Que doña Letizia no es una víctima de la moda no hace falta que lo jure
. Hasta el punto de que los reporteros gráficos se desesperaban en Mallorca cuando iba prácticamente de trapillo a diario, como una turista plebeya.
Para ocasiones más formales, desde que descubrió a Varela y le confió su guardarropa, raro es el evento en el que apuesta por otra firma
. Repite modelo con tanta frecuencia, que algunos sospechan que lo hace no solo para dar imagen de austeridad con la crisis, sino también por la comodidad de ir a tiro hecho con modelos que le funcionan.
Las rebajas de Mango y Zara de la calle Princesa de Madrid son las ocasiones en las que, quizá, adquiere la ropa más informal con la que acude a los conciertos indies o con los que sale a cenar con su marido o sus amigas.
Si seguirá o no esa liturgia cuando sea reina es aún un enigma.
Esa es la batalla que emprenden ahora los asistentes al evento del Reina Sofía. Vestir a Su Majestad doña Letizia.
Desde el presidente del jurado, el Alto Comisionado de la Marca España, Espinosa de los Monteros, hasta Modesto Lomba, presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME), o Covadonga O’Shea, directora de la revista Telva.
En las gradas, lo más vistoso de la flora y la fauna –más flora que fauna- de la moda con sus uniformes de somos distintos y estamos superideales.
Nada que ver con la otra crema de la sociedad madrileña que había ido a aplaudir a su suegro, don Juan Carlos, en su última faena como Rey en la corrida de la Beneficencia en Las Ventas.
Veremos si doña Letizia sale del sota, caballo y rey de Varela, Hugo Boss y Mango y le da aire a un sector que en 2013 exportó bienes por valor de 20.000 millones de euros y da trabajo a más de 100.000 personas
. Va a ser reina. Conoce el percal.
Y no suele dar puntada sin hilo.
A poder ser, doble.
Pero, además de lindezas, galanterías y efluvios de perfumes caros, volaban tijeras la tarde del viernes en el auditorio del Museo Reina Sofía.
En la platea, la crema y nata de la industria de la moda del país, que hacían como que no sabían de antemano los ganadores de los Premios Nacionales de Moda para que la princesa de Asturias pudiera entregar los galardones sin arruinar el efecto sorpresa.
Debajo de tanta gentileza, latía el deseo de todos los presentes de hacerse un hueco en el armario de la percha más cotizada del país.
La de Letizia Ortiz Rocasolano, inminente Reina de España.
Seguro que alguien, en algún taller de postín de Madrid, probablemente el del modisto Felipe Varela, está rematando el vestido que lucirá esta no tan alta pero sí delgada mujer de 41 años, tipo de garza y piel traslúcida de puro tirante, en el solemne acto de proclamación de su marido, Felipe de Borbón, y de ella misma, su consorte, como nuevos monarcas.
Porte, desde luego, no le falta.
Llegó una hora larga después de que el resto de los mortales fueran convocados al efecto, saludó a los notables, posó 30 segundos para los fotógrafos, y partió rauda a entregar los premios.
Vestía de Felipe Varela, obviamente.
Un vestido de gasa liviana, unos decían que gris perla y otros que gris piedra, pegado a los flancos, la cintura marcada por una hilera de lentejuelas, perdón, pailletes que se desparramaban luego en listas hasta tocar el bajo.
Escoltándola, el ministro Soria, titular de Industria, con su uniforme de burócrata y una corbata no tan violeta como para resultar sospechosa de poco monárquica.
Borja Villel, director del museo, ejercía de anfitrión con cara de qué he hecho yo para merecer esto. No se había visto en otra.
Era la primera vez que doña Letizia iba a hablar alto y claro desde que se supo que iba a ser reina el 19 de junio.
Y habló, sí. Después de entregar el premio a toda una carrera al veterano diseñador Adolfo Domínguez y el de nuevo talento al modisto Etxeberría
. Agradeció la invitación, abogó porque la moda de España triunfe dentro y fuera de casa, y celebró “el esfuerzo y la magia” de los que crean las cosas bellas que nos ponemos encima.
Antes, Etxeberría, un hombretón con dilatadores del tamaño de una moneda de euro en las orejas y vestido con la, digamos, personalísima ropa de piel para caballero que diseña y que difícilmente podría llevar en público el inminente Felipe VI, casi besa el suelo en vez de la mano de doña Letizia al inclinarse ante Su Alteza
. El veterano Adolfo Domínguez, más sobrio, recibió un cálido apretón de brazo por parte de la mujer a la que viste de vez en cuando y a la que probablemente inició en el gusto por la ropa de firma en sus tiempos de presentadora del telediario. “Va correcta. Viste español, y eso es suficiente”, zanjó, Domínguez, 64 años de edad, 40 de carrera y varias generaciones de poderosos vestidos a sus espaldas, al ser inquirido por el estilo de la princesa.
Lo que todos saben es que doña Letizia es, y más que será de ahora en adelante, la imagen de España en el mundo.
Y que se ha abierto la lucha por vestirla
. Ya hay pruebas.
Ni don Juan Carlos, rey saliente, ni don Felipe, rey en puertas, fue el icono elegido por medios tan influyentes como The Telegraph para ilustrar la sucesión en el trono
. La cabecera apostó por la foto que Cristina García Rodero le hiciera a la princesa de Asturias con motivo de su 40º cumpleaños con un vistoso vestido de guipur negro que dejaba al aire las clavículas marcadas y el cuello de flamenco marca de la casa. De Felipe Varela, obviamente.
La querencia casi única de la futura reina por este diseñador es el muro a derribar por los creadores españoles si quieren que su ropa aparezca en esas fotos, y aprovechar el potencial tirón de Letizia en otras clientes potenciales.
“Va siempre impecable, pero podría abrir un poco el abanico.
Y más ahora que va a ser reina.
Yo mataría por vestirla e iría sensacional, ya te lo digo”, comentaba el joven diseñador Juanjo Gómez –gafas de pasta y barba homérica-, preguntado al respecto
. Está por ver, sin embargo, que Letizia agote modelos en las tiendas como Kate Middleton o, sin ir tan lejos, Sara Carbonero.
Que doña Letizia no es una víctima de la moda no hace falta que lo jure
. Hasta el punto de que los reporteros gráficos se desesperaban en Mallorca cuando iba prácticamente de trapillo a diario, como una turista plebeya.
Para ocasiones más formales, desde que descubrió a Varela y le confió su guardarropa, raro es el evento en el que apuesta por otra firma
. Repite modelo con tanta frecuencia, que algunos sospechan que lo hace no solo para dar imagen de austeridad con la crisis, sino también por la comodidad de ir a tiro hecho con modelos que le funcionan.
Las rebajas de Mango y Zara de la calle Princesa de Madrid son las ocasiones en las que, quizá, adquiere la ropa más informal con la que acude a los conciertos indies o con los que sale a cenar con su marido o sus amigas.
Si seguirá o no esa liturgia cuando sea reina es aún un enigma.
Esa es la batalla que emprenden ahora los asistentes al evento del Reina Sofía. Vestir a Su Majestad doña Letizia.
Desde el presidente del jurado, el Alto Comisionado de la Marca España, Espinosa de los Monteros, hasta Modesto Lomba, presidente de la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME), o Covadonga O’Shea, directora de la revista Telva.
En las gradas, lo más vistoso de la flora y la fauna –más flora que fauna- de la moda con sus uniformes de somos distintos y estamos superideales.
Nada que ver con la otra crema de la sociedad madrileña que había ido a aplaudir a su suegro, don Juan Carlos, en su última faena como Rey en la corrida de la Beneficencia en Las Ventas.
Veremos si doña Letizia sale del sota, caballo y rey de Varela, Hugo Boss y Mango y le da aire a un sector que en 2013 exportó bienes por valor de 20.000 millones de euros y da trabajo a más de 100.000 personas
. Va a ser reina. Conoce el percal.
Y no suele dar puntada sin hilo.
A poder ser, doble.
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