Por IKER SEISDEDOS.
El director de cine Baz Luhrmann acostumbra a
actualizar la música y los ambientes de sus películas ('Romeo + Julieta'
o 'Moulin Rouge') jugando a la gamberrada posmoderna. Gatsby no es una
excepción a su regla.
Su versión del clásico de Francis Scott Fitzgerald
se acompaña de una banda sonora cuyo productor ejecutivo es el
emperador del rap Jay-Z y cuenta con la consabida ración de estrellas
del momento (Lana del Rey, Fergie o Jack White).
Más allá de la jugada
comercial, la elección juguetea con la iconoclastia al adornar con
estridencias de radiofórmula un texto normalmente asociado a los ritmos
sincopados del jazz de los años 20.
“Un tiempo para los milagros, para
el arte, para los excesos, una edad para la sátira”, como escribió Scott
Fitzgerald en su libro Cuentos de la era del jazz.
El fondo musical de
'El gran Gatsby', la novela, pertenece a los grupos que pusieron banda
sonora a la felicidad de una década que, ay, alojaba en su interior el
desencanto que aguardaba al doblar el decenio, cuando el sueño se
convirtió en la pesadilla de la Gran Depresión.
En el texto se citan
algunas piezas concretas, como 'Three O'Clock in the Morning', de Paul
Whiteman, aquel blanco que se proclamaría inventor del jazz, 'The Sheik
of Araby', del pianista y genial humorista Fats Waller o el clásico
'Beale Street Blues', de Chris Barber.
Más allá de las referencias, no
cuesta imaginar aquella música, nueva y excitante, retumbar en toda su
sofisticación en la mansión de Jay Gatsby durante las fiestas del verano
de 1922, cuando Fitzgerald situó la novela.
Casualmente, el año de uno
de esos momentos estelares de la historia del género, en que Louis
Armstrong cambiaría Nueva Orleans por Chicago y el jazz nunca volvería a
ser el mismo.
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