Francisco Escudero Galante (Orihuela, 1962) habla de Miguel Hernández
con la pasión que le inculcó su padre, el que fuera alcalde socialista
de Orihuela Vicente Escudero Esquer, artífice de la rehabilitación de la
abandonada casa-museo del poeta en la localidad alicantina. “Mi padre
conoció a Miguel y participó en sus tertulias”, rememora, con emoción,
el gestor cultural del Legado Hernandiano, en su día coordinador de los
actos del centenario del nacimiento del poeta, en 2010.
Ha trasladado su residencia de la provincia alicantina a la de Jaén, siguiendo la huella del autor de El rayo que no cesa. Desde el pasado verano, los más de 5.600 registros del legado del poeta se han instalado en tierras jiennenses, de donde era natural su esposa, Josefina Manresa. Y todo tras permanecer los últimos 27 años en Elche, donde ella vivió casi toda su vida.
¿Qué ocurrió para que el legado abandonara la tierra del poeta? Escudero cree que la llegada del PP al Gobierno local en 2011 precipitó los hechos, porque se revocó el acuerdo firmado un año antes por los herederos del poeta y el anterior regidor socialista para que siguiera allí otros 20 años. “Fue más una cuestión política que económica, hubo desidia y falta de sensibilidad en los nuevos responsables municipales”, comenta, saliendo al paso de las voces que acusan a la familia de sus elevadas pretensiones económicas.
En todo caso, hay en curso una demanda, presentada por la nuera del poeta, Lucía Izquierdo, y sus dos hijos, María José y Miguel Hernández —herederos legítimos—, por la rescisión unilateral del convenio.
Pero Escudero prefiere pasar página. ¿Por qué el traslado a Jaén? En primera instancia, la Diputación jiennense solo quería que la familia les cediera los derechos del poema Aceituneros, cuyos célebres versos —“Andaluces de Jaén / aceituneros altivos…”— se han convertido en el himno oficial de la provincia. Y luego surgió el interés de las autoridades locales por impulsar un gran proyecto cultural con el legado hernandiano. “Miguel Hernández podría estar en cualquier sitio porque es un poeta universal, pero debe estar allí donde le quieran de verdad y eso es lo que se valoró”, dice Escudero mientras moja el cruasán en el café con leche.
El poeta, todo un referente en poesía social, estuvo solo cuatro meses en tierras jienenses, en la primavera de 1937 —llegó como reportero del medio republicano Altavoz del Frente—, pero en esas tierras alumbró parte de su mejor producción literaria.
Escudero ha fijado su residencia en Sabiote, a medio camino entre Jaén y Quesada, los dos polos sobre los que girará el legado. En el Instituto de Estudios Jiennenses de la capital participa en la catalogación del inventario, a la vez que prepara el espacio expositivo con los documentos más valiosos en una sala del Museo Zabaleta de Quesada.
“Queremos que sea un proyecto de manos abiertas y que supere barreras políticas y territoriales”, comenta Escudero, al que le interesa especialmente la faceta autodidacta del poeta.
“Solo gracias a su esfuerzo y empeño personal un cabrero pudo llegar a ser el gran poeta que fue”.
Ahora el trabajo de Escudero se centra en involucrar a otras instituciones en este proyecto.
Ha trasladado su residencia de la provincia alicantina a la de Jaén, siguiendo la huella del autor de El rayo que no cesa. Desde el pasado verano, los más de 5.600 registros del legado del poeta se han instalado en tierras jiennenses, de donde era natural su esposa, Josefina Manresa. Y todo tras permanecer los últimos 27 años en Elche, donde ella vivió casi toda su vida.
¿Qué ocurrió para que el legado abandonara la tierra del poeta? Escudero cree que la llegada del PP al Gobierno local en 2011 precipitó los hechos, porque se revocó el acuerdo firmado un año antes por los herederos del poeta y el anterior regidor socialista para que siguiera allí otros 20 años. “Fue más una cuestión política que económica, hubo desidia y falta de sensibilidad en los nuevos responsables municipales”, comenta, saliendo al paso de las voces que acusan a la familia de sus elevadas pretensiones económicas.
En todo caso, hay en curso una demanda, presentada por la nuera del poeta, Lucía Izquierdo, y sus dos hijos, María José y Miguel Hernández —herederos legítimos—, por la rescisión unilateral del convenio.
Pero Escudero prefiere pasar página. ¿Por qué el traslado a Jaén? En primera instancia, la Diputación jiennense solo quería que la familia les cediera los derechos del poema Aceituneros, cuyos célebres versos —“Andaluces de Jaén / aceituneros altivos…”— se han convertido en el himno oficial de la provincia. Y luego surgió el interés de las autoridades locales por impulsar un gran proyecto cultural con el legado hernandiano. “Miguel Hernández podría estar en cualquier sitio porque es un poeta universal, pero debe estar allí donde le quieran de verdad y eso es lo que se valoró”, dice Escudero mientras moja el cruasán en el café con leche.
El poeta, todo un referente en poesía social, estuvo solo cuatro meses en tierras jienenses, en la primavera de 1937 —llegó como reportero del medio republicano Altavoz del Frente—, pero en esas tierras alumbró parte de su mejor producción literaria.
Escudero ha fijado su residencia en Sabiote, a medio camino entre Jaén y Quesada, los dos polos sobre los que girará el legado. En el Instituto de Estudios Jiennenses de la capital participa en la catalogación del inventario, a la vez que prepara el espacio expositivo con los documentos más valiosos en una sala del Museo Zabaleta de Quesada.
“Queremos que sea un proyecto de manos abiertas y que supere barreras políticas y territoriales”, comenta Escudero, al que le interesa especialmente la faceta autodidacta del poeta.
“Solo gracias a su esfuerzo y empeño personal un cabrero pudo llegar a ser el gran poeta que fue”.
Ahora el trabajo de Escudero se centra en involucrar a otras instituciones en este proyecto.
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