Desde que el ministro Von Wert asumió que él es como un toro bravo, esta antitaurina probada sueña, qué digo soñar, deliro, por el deseo de convertirme en picadora, lanza en mano.
La anhelada manifestación cibersacrade Benedictuit-16 no
debería distraernos de otros placeres concretos y terrenales, de los que
disfrutamos en la Piel de Toro.
Son múltiples y variados, pero todos proceden del mismo vivero de estupideces malsanas: el Gobierno (la oposición, inexistente, da para lo que da).
Me refiero al placer de llevarles la contraria
. Desde que el ministro Von Wert asumió que él es como uno de esos animales bravos, y que se crece ante el castigo, nuestros alicientes brotan por doquier.
Desde dicho momento confesional crecido —porque el hombre sin duda se refería a sus atributos: los tengo como un toro, era el burdo mensaje subyacente en sus bajos fondos—, esta antitaurina probada sueña, qué digo soñar, deliro, por el deseo de convertirme en picadora, lanza en mano.
Consumidos por el ánimo de contradicción estamos ya unos cuantos, hasta el punto de que, escuchando a otro soberbio de cabecera, Gallardón, echando mierda sobre la judicatura, yo, que generalmente sostengo que cuanto más lejos se quede una de los juzgados, mejor, estoy dispuesta a rodear amorosamente cuantos edificios emblemáticos de la justicia haya, y a abrazarlos y restregarme contra sus muros como una frenética. Lo de la sanidad ya lo están viendo ustedes: empezaron los de arriba acusando a los profesionales de no mirar más que por sus intereses, y cada día somos más quienes nos solidarizamos con su lucha, que es la nuestra.
Llegados a este punto me deleito con una fantasía cuya materialización superaría cualquier otra.
Y es que si la María Antonieta barbuda que nos gobierna sigue en este plan con los croissants, muy pronto estaremos todos —incluida esa parte de sus propios votantes a la que van arrollando— listos y dispuestos para iniciar, por fin y con dos siglos y pico años de retraso, la Revolución Francesa. Allons, enfants.
Son múltiples y variados, pero todos proceden del mismo vivero de estupideces malsanas: el Gobierno (la oposición, inexistente, da para lo que da).
Me refiero al placer de llevarles la contraria
. Desde que el ministro Von Wert asumió que él es como uno de esos animales bravos, y que se crece ante el castigo, nuestros alicientes brotan por doquier.
Desde dicho momento confesional crecido —porque el hombre sin duda se refería a sus atributos: los tengo como un toro, era el burdo mensaje subyacente en sus bajos fondos—, esta antitaurina probada sueña, qué digo soñar, deliro, por el deseo de convertirme en picadora, lanza en mano.
Consumidos por el ánimo de contradicción estamos ya unos cuantos, hasta el punto de que, escuchando a otro soberbio de cabecera, Gallardón, echando mierda sobre la judicatura, yo, que generalmente sostengo que cuanto más lejos se quede una de los juzgados, mejor, estoy dispuesta a rodear amorosamente cuantos edificios emblemáticos de la justicia haya, y a abrazarlos y restregarme contra sus muros como una frenética. Lo de la sanidad ya lo están viendo ustedes: empezaron los de arriba acusando a los profesionales de no mirar más que por sus intereses, y cada día somos más quienes nos solidarizamos con su lucha, que es la nuestra.
Llegados a este punto me deleito con una fantasía cuya materialización superaría cualquier otra.
Y es que si la María Antonieta barbuda que nos gobierna sigue en este plan con los croissants, muy pronto estaremos todos —incluida esa parte de sus propios votantes a la que van arrollando— listos y dispuestos para iniciar, por fin y con dos siglos y pico años de retraso, la Revolución Francesa. Allons, enfants.
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