Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

26 dic 2012

Auge y caída de una ‘rockstar’ ficticia

Dana Spiotta publica en español ‘Stone Arabia’, novela sobre la identidad y la fama, que la situó en la cúspide de la nueva narrativa estadounidense.

 

La escritora Dana Spiotta. / Jessica Marx
El sueño de la cultura popular produce forajidos. Como el bueno de R. Stevie Moore, que ha grabado en su habitación unos 400 discos de pop desde 1968
. O Mingering Mike, chaval introvertido que, en vista de que nunca sería una estrella del soul, se diseñó las portadas de una ficticia y exitosa carrera
. La escritora estadounidense Dana Spiotta ha aumentado la nómina de estos héroes anónimos, entre el arte del patetismo y el outsider art, con el personaje de Nik Worth, protagonista cuarentón junto a su hermana Denise de su última y brillante novela, Stone Arabia (Blackie Books).
El tipo era un rockero, líder de los Fakes y los Demonics, que se desenganchó de la escena punk de Los Ángeles para, reinventado como músico confesional, completar su obra magna en 21 CD, The onthology of Nick Worth, antes de que le perdiéremos la pista en 2004.
Con su tercera obra en una década, Dana Spiotta acabó como finalista del National Book Award en 2011, éxito que le procuró un trabajo en la Universidad de Siracusa como profesora de escritura creativa
. A la entrevista, celebrada en la entreplanta de una tienda de cafés instantáneos de Manhattan, compareció vestida de fiesta: ella y sus compañeros celebraron en un hotel de Central Park el cincuenta aniversario del paso del gran Raymond Carver por aquellas aulas.
El pop es una bonita manera de echar la vista atrás”
Dana Spiotta
“Antes de este trabajo viví en Nueva York y me gané la vida como maître”, recuerda la autora. “Luego nos mudamos al norte para ser padres y montamos un bistró.
 Cuando la restauración dejó de pagar mis facturas de escritora para funcionar exactamente al revés, vendimos el restaurante”.
Stone Arabia, primero de sus textos en traducirse al castellano, está disfrutando de una buena acogida en España. A ello contribuye sin duda la recomendación de Thurston Moore, exSonic Youth y líder de opinión de la nación alternativa: “La mejor novela de rock que he leído jamás”. “
¿Quién osaría a llevarle la contraria a Thurston? Yo, no”, explica entre risas Spiotta.
“Pero, incluso aunque es uno de mis héroes, debo decir que la definiría simplemente como una historia con un músico en el argumento. Trata de una relación entre hermanos. También, sobre cómo dejar huella en este mundo
. A Nik no le gustan las cosas tal y como le han venido dadas y por eso comisaría su realidad como forma de salvación. No me parece una estrategia muy diferente a la de la gente en Facebook”.
Para el personaje de Worth, Spiotta, que acostumbra a situar sus historias en las zonas oscuras de Los Ángeles, donde fue al instituto, se inspiró en su padrastro, músico aficionado “que se publica sus propios discos, aunque sin asomo de patología”.
También echó mano de su condición de “aficionada al punk y obsesa musical”, así como de sus recuerdos como dependienta en la extinta tienda de discos de Seattle Cellophane Square, en los tiempos de la explosión del grunge, “cuando todos los camareros de la ciudad tenían una banda a punto de firmar con una multi”.
Así fue como Stone Arabia entró en la nómina de grandes novelas estadounidenses contemporáneas con un rockero en su interior, junto a El tiempo es un canalla, de Jennifer Egan, o Libertad, de Jonathan Franzen. “Crecimos como parte de la cultura rock”, se excusa Spiotta, “y todos estamos en la mediana edad. El pop funciona como una bonita manera de echar la vista atrás, con sus connotaciones juveniles y su obsesión con el paso del tiempo”.
Y si, como sucede a su protagonista, y al artista outsider canónico, careciera de público… ¿continuaría escribiendo? “Sé lo que es no tener demasiados lectores, pero no seguiría si supiese que nadie en absoluto va a leerme
. Lo que sí sé es que ser novelista es un acto subversivo, nada bueno para la cuenta corriente”.
De momento, al menos en su caso ha servido para cumplir ciertas aspiraciones de su criatura de ficción. Ilustradores de prestigio (como Drew Dernavich, Alex Eben Meyer o, ejem, Mingering Mike) crearon las portadas de varios de los discos de Nik Worth de los que se habla en la novela.

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