Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

21 oct 2010

A veces me preguntan por lo que hago,

A veces me preguntan por lo que hago, y se me pone cara de muro, todo encalado e imperfecto, con un clavel del aire colgado de una puncha, a punto de llegar al borde.


Como si me veo con gente ésta es poca, se supone que la pregunta sobre a qué me dedico es buena, proveniente de la simpatía. Cuando salgo por fuera, sin embargo, ya tengo una respuesta preparada, muy vaga y muy corta, por si se produce la consabida pregunta, y termino por espantar el interés con gestos cómicos.

En un caso y en otro puede que peque de críptico, de memo lelo, y que las gentes se lleven la impresión de que vivo como el clavel del aire, alimentándome de oxígeno y nutrientes por los estomas de mi parálisis, colgado de una puncha, casi coronando la cima del muro.

A veces alguien lee mi diario virtual y por eso sabe, en parte, qué es lo que hago, y se limita a decirme cosas muy bonitas: "¿Qué vas a hacer -me preguntaba una persona a finales de septiembre- con todas esas páginas hermosísimas que has escrito durante el verano? ¿Qué vas a hacer con tu pensamiento vibrante? No me cuelgues el comentario en la obscena horca de la red, por favor. Sólo quiero expresarte mi admiración y mi estupor, qué hacer con toda esta poesía en estado puro ahí colgada, tan solitaria".

A veces otra persona, cuando le hablo de mi intención de resguardar este mismo diario virtual en un libro, impreso y cosido y sujeto a ser abandonado en rastros y basureros, me lanza una pregunta con desafío: "¿Y quién crees tú que va a tener interés por leerte?".

Es decir, y quién te crees que eres para que alguien compre tu libro... No se me escapa que esta persona tienen toda la razón. Puedo sentir que hay en ese libro secuencias que conmueven y llevan la emoción en sus días, pero también no sólo me pregunto qué demonios le podrá importar al nadie el color de las nubes, sino que ya afirmo que el interés que puedan despertar los pájaros y sus prodigios cotidianos es nulo.

En eso estoy, eso es también lo que hago, por si me lo preguntan. Pasando a hoja tangible el diario de mis últimos seis años, corrigiéndolo y depurándolo y con la intención de encontrar para él un editor.

Al menos, sin doctrina ni evangelio, yo no he tenido que pagar un precio por estar ahí, en lo visible del mercado literario. No he tenido, por tanto, que inventarme una vida paralela en la que ser yo mismo, al margen de las presiones a las que te someten los agentes, los editores, los creadores de corrientes.

Ahora tendría que afirmar, para seguir cebándome en contra de mi trabajo, que no hay cosa más monótona que un diario. Y eso que cuando empiezas una entrada, ni sabes a dónde vas y ya te has olvidado de donde vienes, viviendo en el palpitar de la escritura que se enciende y se apaga.

De ahí que sea cierto, tal vez: Vivo y enciendo y apago la luz.

Publicado por José Carlos Cataño

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