Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

29 oct 2019

Descubierto Higía, el planeta más enano del sistema solar

 

El análisis más detallado hasta la fecha de este asteroide desvela que cumple las condiciones para entrar en la misma categoría que Plutón.

Imagen de Higía tomada por el Telescopio Muy Grande, en Chile.
Un estudio publicado este lunes mantiene que el sistema solar tiene un nuevo planeta enano que es, de hecho, el más enano de todos.
 El cuerpo en cuestión es Higía, el cuarto mayor del cinturón de asteroides después de Ceres, Vesta y Pallas.
Hasta ahora se sabía que Higía cumplía dos de las tres condiciones para ser un planeta enano: orbita en torno al Sol y no ha despejado de su órbita otros cuerpos. 
 Ahora, un equipo internacional de astrónomos ha usado el Telescopio Muy Grande (VLT según su sigla en inglés), situado en el desierto de Atacama en Chile, para averiguar si cumple la tercera condición, que tenga gravedad propia y por tanto tenga forma redonda.
"Gracias a la capacidad única del instrumento SPHERE instalado en el VLT, pudimos resolver la forma de Higía, que resulta ser casi esférica", afirma el investigador principal Pierre Vernazza, del Laboratorio de Astrofísica de Marsella, en Francia, en una nota de prensa difundida por su institución. 
"Gracias a estas imágenes, Higía puede ser reclasificada como un planeta enano, por ahora el más pequeño del Sistema Solar".
Hasta el momento existen cinco planetas enanos confirmados: Plutón, Ceres, Eris, Makemake y Haumea.
 Las observaciones con el telescopio chileno, publicadas este lunes en Nature Astronomy, muestran que el diámetro de Higía es de 430 kilómetros.
 Ceres, considerado el más pequeño hasta ahora, tiene 950 kilómetros.
Las nuevas observaciones ahondan el misterio sobre el origen de Higía, que toma su nombre de la diosa griega de la salud y la higiene. 
Este cuerpo es el mayor de una familia de 7.000 asteroides. Se piensa que su origen está en la descomposición de un cuerpo de unos 100 kilómetros de diámetro hace miles de millones de años. Los astrónomos han realizado simulaciones numéricas para entender las dimensiones de los cuerpos que chocaron. Los resultados apuntan a que la forma esférica de Higía es resultado de una colisión frontal con un proyectil de un diámetro de entre 75 y 125 kilómetros.
 Ese impacto habría ocurrido hace unos 2.000 millones de años y destrozó por completo el cuerpo principal. 
 Una vez las piezas sobrantes volvieron a unirse, le dieron a Higía su forma esférica.
 Fue la última gran colisión en el cinturón de asteroides de los últimos 4.000 millones de años, explica Pavel Ševeček, coautor del trabajo.
 Pero todo esto no encaja con las observaciones realizadas con el telescopio VLT.
 Los astrónomos han cubierto el 95% de la geografía del planeta enano sin hallar ningún cráter compatible con una colisión de las dimensiones estimadas.

 

 

“En pocos países se han entrematado como en Guatemala”

Mario Vargas Llosa presenta en la madrileña Casa de América ‘Tiempos recios’.

  

Mario Vargas Llosa presenta en la madrileña Casa de América ‘Tiempos recios’.

Mario Vargas Llosa, durante la presentación el lunes de 'Tiempos recios', en la Casa de América de Madrid.
Mario Vargas Llosa, durante la presentación el lunes de 'Tiempos recios', en la Casa de América de Madrid. GTRES
Aquella noche, en Santo Domingo, Mario Vargas Llosa se sentó lo más cerca posible de la puerta.
 La cena prometía ser larga y el escritor consideró que una cosa era aceptar la invitación por cortesía pero otra, bien distinta, era quedarse hasta el final.
 “En cuanto se marcharan los primeros comensales, tenía planeado salir tras ellos”, contó ayer el Nobel hispanoperuano.
 Sin embargo, un imprevisto frustró sus planes de fuga.
 El escritor, historiador y poeta Tony Raful apareció de la nada para sentarse a su lado.
 Tras años sin verse, además, su antiguo amigo puso a prueba enseguida la paciencia del escritor y la relación entre ambos: “Mario, tengo una historia para que la escribas”.

 El Nobel, cómo no, frunció el ceño.

 Pero Raful siguió adelante: habló de intrigas políticas y militares, tendió lazos que unían a Rafael Trujillo, el dictador dominicano de La fiesta del chivo, con Carlos Castillo Armas, el golpista que derrocó al presidente guatemalteco Jacobo Árbenz.

 Le narró alianzas secretas y conflictos.

 Y rescató verdades históricas que sonaban a realismo mágico. El escritor nacido en Arequipa, de 83 años, se quedó hechizado. “No conocía esas historias.

 Me puse a averiguar hechos, a documentarme. 

De golpe, me di cuenta de que había empezado a escribir una novela”, relató.

La portada de Tiempos recios (Alfaguara) lucía anoche justo a sus espaldas.
 Delante de él, dos centenares de asistentes escucharon, fascinados, el relato del escritor en la Casa de América. 
 Como le gustaría a él, defensor del empuje del castellano, en las butacas se mezclaban acentos españoles de muchas latitudes. Tiempos recios se ha publicado a la vez en todos ellos.

A la caza de un título para la novela

Mario Vargas Llosa confesó ayer que uno de los problemas que afrontó con su nueva novela fue cómo bautizarla: 
“Tuve muchas dificultades con el título. 
Para mí, es importantísimo, debe ser el emblema de la historia. Inventé uno, otro. 
Pero ninguno me colmaba”.
 Hasta que un día, leyendo la correspondencia de Santa Teresa de Ávila, dio con una carta donde le dice a una amiga: 
“Estos sí que son tiempos recios”. “Inmediatamente me dije: ‘¡Esto es!”, recordó.
“Árbenz quería hacer de Guatemala una democracia capitalista. Este esfuerzo generó un interés enorme.
 Cuando se frustró, provocó manifestaciones en toda América Latina”, relató Vargas Llosa, que a la sazón era un joven universitario y también salió a la calle para expresar su indignación. El Nobel recordó que en aquel momento casi todo el continente sufría dictaduras —“salvo Costa Rica, Chile y Uruguay”— y que el sueño destruido de Guatemala trascendió las fronteras nacionales y llegó hasta Fidel Castro y Che Guevara, entre otros.
 En todo caso, la novela contesta a la pregunta: ¿qué cambió el devenir de América Latina?
 Aunque quizás responda a más cuestiones, también actuales. Ofrece indicios: el poder arrollador de la mentira debe de sonarle familiar a más de uno, como Donald Trump.
Sobre todo este lienzo real, Vargas Llosa extendió sus pinceladas. “Los novelistas tienen una gran ventaja sobre los historiadores: lo que no saben pueden inventarlo.
 Y esto es lo que he hecho yo: sobre un telón de fondo histórico, he añadido muchas cosas. ¿Significa esto que las novelas mienten? Creo que no. Completan la historia”, insistió.
 “Puede que Guatemala sea uno de los lugares más bellos y violentos del mundo. 
Pocos países se han entrematado como los guatemaltecos”, agregó.
El autor explicó que, cuando escribe un artículo, una conferencia o un ensayo, tiene cierta sensación de control sobre lo que hace. “Con la ficción, en cambio, no. 
Quizás mis novelas expresan más mis emociones, pasiones o intuiciones, algo que viene de zonas más profundas de la personalidad. 
Tal vez por eso no me reconozco directamente en ellas. 
 Nunca hubiera pensado que escribiría alguna vez una novela situada en Guatemala”, rememoró. 
Cosas de la vida. 
Al fin y al cabo, también hubiera huido de aquella cena en Santo Domingo.

La última obra de Vargas Llosa completa, a lo largo de 350 páginas, aquel cuento que le regaló Raful. Tiempos recios está ambientada en Guatemala en 1954: el coronel Árbenz ocupa la presidencia y pone en marcha un proyecto democratizador. “Se disponía a hacer reformas para sacar al Estado de la condición medieval en la que vivía y convertirlo en una sociedad moderna”, sostuvo Vargas Llosa. Pero su atrevimiento y su reforma agraria empezaron a ganarle enemigos. Entre otros, Castillo Armas y la multinacional estadounidense United Fruit. La suma de estos factores y la colaboración de la CIA llevaron al golpe de Estado contra Árbenz. En tiempos de Guerra Fría y efecto dominó, el entonces presidente de EE UU, Dwight D. Eisenhower, agitó el fantasma comunista: defendió que, sin esa intervención, Guatemala se entregaría al abrazo de la Unión Soviética.

 

 

28 oct 2019

Queremos tanto a Marisol..................................... Diego A. Manrique

Un libro repasa el problemático legado musical de la actriz malagueña.

Queremos tanto a Marisol
Recordarán aquel relato de Julio Cortázar, Queremos tanto a Glenda,que dio título a su colección de cuentos de 1980. 
Imagina Cortázar a un grupo de seguidores de la actriz Glenda Jackson, seguidores militantes: si ella actúa en malas películas, culpan a los directores y —financiados por un millonario— retocan las cintas para hacerlas merecedoras de su ideal. 
Hasta que su favorita anuncia su retorno y deciden tomar una medida drástica: 
“Queríamos tanto a Glenda que le ofreceríamos una última perfección inviolable. 
En la altura intangible donde la habíamos exaltado, la preservaríamos de la caída, sus fieles podrían seguir adorándola sin mengua; no se baja viva de una cruz”.
Para bien y para mal, Marisol no ha tenido fans tan fatales.
 Hoy se encuentra mucho panegírico y poca investigación. Respecto a la música, su obra se ha diluido en el magma digital. En Spotify, su discografía aparece reciclada en dos docenas de recopilatorios, con los títulos previsibles:
 Lo mejor, Grandes éxitos, hasta surge un disco que empareja sus éxitos con, uh, los del bolerista Moncho. 
Aparte de que algunas grabaciones suenen aquí a cascajo (intenten escuchar su Hey Jude), están ausentes los temas de su LP más adulto, Galería de perpetuas, canciones para mujeres.
Un nuevo libro de Luis García Gil, Marisol-Pepa Flores. Corazón rebelde (Milenio), revisa la carrera de la malagueña, someramente en el caso de las películas y minuciosamente por lo que respecta a los discos. 
Lástima que el tomo no sirva para la consulta rápida, debido a esa misteriosa fobia de las editoriales españolas por los índices.
Portada del libro 'Marisol-Pepa Flores. Corazón rebelde'.
Portada del libro 'Marisol-Pepa Flores. Corazón rebelde'.
Marisol-Pepa Flores. Corazón rebelde analiza la aportación de los diferentes proveedores que construyeron su repertorio: 
Augusto Algueró (con Antonio Guijarro), Juan Pardo, Juan Carlos Calderón, Manuel Alejandro, Caco Senante, Luis Eduardo Aute.
 El libro cubre las reacciones de notables escritores y periodistas ante las sucesivas reencarnaciones de Marisol. 
No olviden que la farándula era un territorio en el que se podían discutir asuntos difíciles de tratar, primero por la censura franquista y luego por los prejuicios de la Transición.
 Su personaje propiciaba textos libidinosos (Umbral, Marsé) pero también aparecieron detractores: Maruja Torres, que como reportera cinematográfica ya había mostrado reticencias ante la estrella, estalló al verla en actos del PCPE de Ignacio Gallego, grupúsculo teledirigido desde Moscú.
Pero, me dirán, esto no tiene mucho que ver con la música.
 Ocurre que apenas fue analizada desde esa óptica: en esos tiempos, como ahora, se concedía más espacio a los conciertos que a los discos.
 Resulta que Marisol actuó poco y dejó muchas incógnitas. ¿Disfrutó con su profesión? ¿Era flamenca y fue empujada al pop? ¿Qué cantaba en su gira latinoamericana de 1969 con Los Sírex como acompañantes?
 ¿Cómo hubieran sonado aquellos poemas de Gil de Biedma que Aute empezó a adaptar?
Ella se retiró antes de que ese proyecto fructificara.
 Su desdicha fue trabajar para Zafiro, compañía caníbal que obligó —lo hizo con muchos de sus artistas— a que Marisol renunciara a sus royalties a cambio de la carta de libertad. 
Uno desearía que aquellos disqueros bandoleros terminen en el octavo círculo del infierno concebido por Dante.

 

 

Las mil y una vidas de Pepa Flores

La actriz, que lleva más de tres décadas retirada en Málaga, recibirá el Goya de Honor por su carrera el próximo enero con la incógnita de si acudirá a recogerlo.

La actriz Pepa Flores, en Málaga en 1998.
La actriz Pepa Flores, en Málaga en 1998. GTRESONLINE

La última vez que se vio en público a Pepa Flores fue sobre las tablas del Teatro Cervantes de Málaga. 

Sorprendió al salir a cantar Tómbola junto a su hija pequeña, Celia.

 Fue en diciembre de 2016, en el mismo lugar donde años antes el público se había puesto una careta con el rostro de Marisol en un homenaje liderado por Javier Ojeda

El 25 de enero de 2020 está invitada a volver a subir a un escenario para recoger el Goya de Honor.

 La Academia, que le otorga el premio por “sus inolvidables interpretaciones”, se lo ha puesto fácil: la gala se celebrará en Málaga.

 Pero su entorno dice que la actriz y cantante, uno de los personajes más idolatrados por el público español, no acudirá a la gala.

 Mantendría así la invisibilidad y el alejamiento del foco mediático por el que ella misma apostó. 

De niña prodigio a mito erótico de la Transición, de la música al cine, de estampa del franquismo a seguidora del comunismo, de Marisol a Pepa Flores, su biografía la componen mil vidas en una. 

Capítulos de lo que podría ser una atractiva serie para las plataformas digitales que tendría un giro inesperado en 1985 cuando, con apenas 38 años, se apartó de la vida pública. Comenzó entonces una etapa en la que ha ido fundiéndose con su Málaga natal. 

Allí da caminatas por el paseo marítimo, cuida de su huerto en una finca en La Axarquía y disfruta de sus dos nietos junto a su pareja, el italiano Massimo Stecchini.

 Como dijo el escritor Juan José Téllez, Marisol fue un accidente y Pepa Flores una conquista.

La vida de Josefa Flores González cambió cuando solo tenía 11 años. 
Como ella contaría más tarde, fue Manuel Goyanes quien la descubrió en 1959 en una actuación por verdiales en Televisión Española. 
Él mismo se desplazó hasta la capital malagueña para convencer a su madre. Entonces la pequeña Pepita Flores se alejó de Málaga y su familia. Dejó de ser una niña.
 “Soy una señorita que pasó toda su infancia cenando en compañía de hombres mayores, oyendo hablar de negocios, contratos, rodajes… mientras yo permanecía como un mueble”, decía en la revista Blanco y Negro en 1973.
 Jornadas laborales eternas, obligación de cantar ante Franco o falta de libertad son ingredientes de unos años sobre los que también han surgido sombras de abusos sexuales y físicos. 
Su entorno lo ha desmentido, aunque ella no se ha pronunciado.
Su debut en el cine fue en 1960, en Un rayo de luz, con la que obtuvo el premio a la mejor actriz infantil en la Mostra de Venecia. A partir de ahí llegaron títulos básicos de la cinematografía española: desde Ha llegado un ángel y Tómbola a La chica del molino rojo, Los días del pasado, Bodas de sangre o Carmen. Trabajó a las órdenes de Juan Antonio Bardem, Carlos Saura o Mario Camus, y por todo ello es “una de las actrices más queridas y recordadas por el gran público”, según explicó la Academia el pasado miércoles. 
Su último trabajo en la gran pantalla fue Caso cerrado, en 1985. Entonces decidió tomar definitivamente las riendas de su vida, algo que no siempre había podido hacer.
 Su intensa juventud le había pasado factura.

Pepa Flores acude a la exposición de fotografía de su hija, María Esteve, en Málaga, en 2012.
Pepa Flores acude a la exposición de fotografía de su hija, María Esteve, en Málaga, en 2012. Getty
Como recoge el libro Corazón rebelde, de Luis García Gil, en los años 60 la prensa le atribuía romances con Mel Ferrer, El Cordobés, el rejoneador Ángel Peralta o Palomo Linares. 
Pero Marisol se casó con Carlos Goyanes —hijo de su descubridor y con el que se había criado— en mayo de 1969 en la iglesia de San Agustín en Madrid.
 Eran dos jóvenes con ganas de rebelarse ante lo establecido, pero en menos de tres años se separaron. 
Goyanes contó que su mujer, un año después de la boda, le confesó que estaba enamorada de Joan Manuel Serrat 
. Con él vivió un romance con citas en Barcelona y Begur.
 Entre sus cerca de 500 canciones grabadas, aparecen temas del cantautor catalán como Tu nombre me sabe a hierba
Marisol se atrevió incluso a versionar el Hey Jude, de Los Beatles. Entre los compositores de sus letras están Juan Pardo, Manuel Alejandro, Aute, Augusto Algueró, Palito Ortega o Caco Senante.
Su gran amor fue Antonio Gades
La relación comenzó en 1973. “Es el compañero que, sin saberlo, había esperado toda mi vida”, decía ese año a Fotogramas.
 Se enriquecieron y fortalecieron mutuamente. 
Tres años después Marisol aparecía desnuda en una inolvidable portada de Interviú.
 La fotografía era de su fotógrafo de cabecera, César Lucas.
 De la unión con Gades nacieron sus tres hijas: María, Celia y Tamara. 
Fue un amor sincero que también estaba unido por lo artístico y lo político desde la izquierda. 
Se casaron en 1982 por lo civil en Cuba con Fidel Castro como padrino y se divorciaron cuatro años más tarde.
 Desde 1987, Pepa comparte su vida con Massimo Stecchini, a quien conoció en su barrio de La Malagueta.
Con él vive hoy apartada de los focos.
 Cuando no pasea junto a la playa —con gorra y gafas de sol— se acerca a Moclinejo, un pueblecito blanco donde posee una finca en la que cría gallinas y planta hortalizas.
 “Lo único que quiere es paz”, decía su hermana, Vicky Flores, este verano en el programa de televisión Lazos de sangre.
 Con esa tranquilidad ejerce de abuela de dos nietos, y mantiene una estrecha relación con sus hijas.
 María, con una larga carrera como actriz y dos veces nominada a los Goya; Celia, dedicada al mundo de la canción; y Tamara, que trabaja en una organización social, la Fundación Secretariado Gitano, y siempre ha querido permanecer ajena al mundo del espectáculo
. Quizás sea una de ellas la que acuda a recoger el Goya de Honor el próximo mes de enero.
 Habrá que esperar. Pepa Flores hace ahora lo que le da la gana.