Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

16 oct 2019

Las diferencias entre sedición y rebelión, delito que descarta la sentencia del 'procés'

Los doce acusados por el juicio del 'procés' ya tienen sentencia: el Tribunal Supremo ha decidido condenarles por un delito de sedición, malversación y desobediencia.

Foto: Oriol junqueras, durante el juicio del 'procés' (EFE)

Oriol junqueras, durante el juicio del 'procés' (EFE)

 

Los doce acusados por el 'procés' independentista catalán ya tienen sentencia, una condena que llega tras cuatro meses de juicio ante el Tribunal Supremo, liderado por el juez Manuel Marchena, y casi dos años de prisión para nueve de los acusados, incluido Oriol Junqueras, el exconsejero de Economía y Hacienda de la Generalitat, que se enfrentaba a una condena de entre 12 y 74 años de cárcel por un delito de rebelión agravada con malversaciíon de caudales públicos.

Mientras que la Fiscalía acusaba a casi todos los procesados, con la excepción de Meritxell Borràs, Carles Mundó y Santi Vila, de un delito de rebelión, en algunos casos agravada con penas de cárcel que variaban desde los 16 a los 25 años, la Abogacía del Estado les responsabilizaba de un delito de sedición, a la contra del criterio de la Fiscalía.
Finalmente, los jueces se han decantado por imputar a los miembros del Govern sólo en relación al delito de sedición, ya que no hubo violencia de forma organizada, tal y como apuntó este sábado, 12 de octubre, El Confidencial de acuerdo con informaciones obtenidas de fuentes jurídicas.
 La filtración del fallo del juicio por la que se supo que los siete magistrados del Tribunal Supremo descartaban de forma unánime el delito de rebelión defendido por la Fiscalía provocó el estallido de las primeras protestas en Cataluña en contra de la sentencia y disgustó a Manuel Marchena, presidente de la Sala Segunda de lo Penal del TS, que señaló que la sentencia no estaba lista hasta la firma de todos los magistrados.

Diferencias entre sedición y rebelión

Según explica el Código Penal en su artículo 544, a un reo se le considera culpable de un delito de sedición cuando se alza “pública y tumultuariamente” con el objetivo de “impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las Leyes”.
 Este delito contra el orden público tipificado en el Código Penal tiene en cuenta a todos aquellos imputados cuya actividad delictiva no se corresponda con el delito de rebelión y que pudieran también haber entorpecido “a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público el legítimo ejercicio de sus funciones, cumplimiento de sus acuerdos, o de las resoluciones administrativas o judiciales”.
Las penas de cárcel estimadas para los acusados de sedición varían de los ocho a los diez años para aquellos que “hubieren inducido, sostenido o dirigido la sedición o aparecieren en ella como sus principales autores”, es decir, aquellos considerados como principales autores del delito, y de hasta 15 años de prisión para aquellas personas “constituidas en autoridad” que, en el caso del juicio del ‘procés’, hace referencia a que la mayoría de los acusados ocupaban un cargo público dentro de la Generalitat de Cataluña. 
Además de las penas de cárcel, los imputados también tendrán que hacer frente al mismo cómputo de años de inhabilitación.
Los jueces han desestimado la acusación de rebelión, con penas más graves de prisión de hasta 25 años de prisión para los “rebeldes” que “hayan promovido o sostengan” la operación, ya que este delito supone que los reos se alcen “violenta y públicamente”, según el Código Penal, para distintos fines que, en el caso del proceso judicial del ‘procès’, se ajustaba al quinto punto que contempla el artículo 472: 
“Declarar la independencia de una parte del territorio nacional”.
Otros supuestos que recoge el delito de rebelión atañen a la modificación, derogación o suspensión de la Constitución sin pasar por los cauces oficiales, “el impedimento de elecciones” de forma violenta o “la sustracción del cualquier clase de fuerza armada a la obediencia del Gobierno”.
Se contempla una pena máxima de 30 años de prisión para los casos en que se esgriman armas o exista “combate entre la fuerza de su mando y los sectores leales a la autoridad legítima, o la rebelión hubiese causado estragos en propiedades de titularidad pública o privada, cortado las comunicaciones telegráficas, telefónicas, por ondas, ferroviarias o de otra clase”.

El Supremo desnuda la estafa del 1-O y el "engaño" del Govern a los catalanes 

Ni siquiera la cúpula de la Generalitat creía entonces que el ejercicio del derecho de autodeterminación era una posibilidad real. Solo lo empleó como un truco de ilusionismo

Foto: Dos personas participan en un acto organizado por Òmnium Cultural ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en protesta por la sentencia del 'procés'. (EFE)Dos personas participan en un acto organizado por Òmnium Cultural ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en protesta por la sentencia del 'procés'.

Todo fue una farsa. La sentencia que el independentismo iba a convertir en su caballo de batalla, la que debía demostrar la represión del Estado frente al ejercicio del derecho de autodeterminación, al final ha servido para quitar la careta al Govern que en 2017, hace ahora dos años justos, protagonizó los hechos que le han costado 13 años de prisión a Oriol Junqueras

Ni siquiera la cúpula de la Generalitat creía entonces que ejercer ese derecho era algo real. 

Solo lo emplearon como un truco de ilusionismo (ahora lo ves, ahora no lo ves) para engañar a una parte de la población catalana.

Todo fue una farsa.
 La sentencia que el independentismo iba a convertir en su caballo de batalla, la que debía demostrar la represión del Estado frente al ejercicio del derecho de autodeterminación, al final ha servido para quitar la careta al Govern que en 2017, hace ahora dos años justos, protagonizó los hechos que le han costado 13 años de prisión a Oriol Junqueras.
 Ni siquiera la cúpula de la Generalitat creía entonces que ejercer ese derecho era algo real. 
Solo lo emplearon como un truco de ilusionismo (ahora lo ves, ahora no lo ves) para engañar a una parte de la población catalana.
La condena, sin embargo, no se impone por esta estafa masiva. No se pena la mentira.
 Se castigan todas las acciones ilegales que desplegaron los ahora ya condenados para amparar este trampantojo inmenso que la resolución va describiendo con toda una ristra de sinónimos. Desde quimera hasta señuelo. Era todo de mentirijillas, sí. Pero para vestir la mentira se ejecutaron actos delictivos que, en opinión unánime del tribunal, equivalen a un delito de sedición combinado con otro de malversación.
 Se impulsaron movilizaciones, se armó un lego legislativo con vocación constituyente y se dio por bueno el enfrentamiento de la población contra el Estado.

 La sentencia entera está cuajada de frases casi literarias sobre este hecho. 

"Eran conscientes, en fin, de que la ruptura con el Estado exige algo más que la obstinada repetición de consignas dirigidas a una parte de la ciudadanía que confía ingenuamente en el liderazgo de sus representantes políticos y en su capacidad para conducirles a un nuevo Estado que solo existe en el imaginario de sus promotores", indica por ejemplo.

Y hubo violencia. Lo que esgrimían entonces Junqueras, Rull, Turull, Forn, Forcadell, Bassa, Sànchez y Cuixart sí era un arma, resuelven los jueces.
 Pero no la que podía parecer. La violencia, el clima, la fuerza se empleaba desde arriba no para forzar la independencia, objetivo que nunca fue real, sino para apretar las tuercas del Estado presidido entonces por Mariano Rajoy.
La resolución, que roza los 500 folios, da por probada la existencia de hechos violentos a lo largo del proceso de secesión. Se detiene tanto en el 20 de septiembre como en el 1 de octubre. Respecto a lo sucedido ante la Consellería de Economía, asegura que se trató de una movilización multitudinaria "puesta al servicio" de la finalidad de los acusados. 
"Se trataba de movilizaciones que desbordaron los límites constitucionales del ejercicio de los derechos de reunión y manifestación y que crearon el ambiente coactivo e intimidatorio necesario", dice.

 





Telecinco y ‘Sálvame’, condenados por especular con la salud de María José Campanario

Es la segunda sentencia que pierde Mediaset en solo unos días por este tema, abordado en sus programas de entretenimiento.

Maria Jose Campanario
María José Campanario y Jesulín de Ubrique. GTRES

 

Telma Ortiz se instala en Madrid y afianza su relación con el exmarido de la violinista de The Corrs

La hermana de la Reina estuvo en el Teatro Real acompañada de su nueva pareja, Robert Gavin, su madre y su hija Amanda.

Telma Otriz, con Robert Gavin.
Telma Otriz, con Robert Gavin. GTRES

Telma Ortiz, la hermana de la Reina, se ha instalado en Madrid y ha afianzado su relación con Robert Gavin Bonnar, exmarido de la violinista de grupo The Corrs, Sharon Corrs.
 La pareja ha sido vista en los últimos días acudiendo al Teatro Real, acompañados de Paloma Rocasolano, madre de Telma, y de su hija Amanda.
Las primeras imágenes de la pareja fueron obtenidas a principios de junio en el festival de Pedralbes en Barcelona. 
Por entonces no se sabía que Robert Gavin se había separado.
 El abogado irlandés establecido en Madrid, donde trabaja como CEO de una productora relacionada con la música, se desplazaba regularmente a la capital catalana para visitar a Telma Ortiz. Bonnar se casó hace 18 años con Sharon Corr, violinista de la banda irlandesa, con quien tiene dos hijos, de 13 y 12 años.
Telma Ortiz se divorció en 2016 del abogado Jaime del Burgo, con quien se casó en 2012. 
Mantuvieron un atípico matrimonio en el que apenas convivieron, pues él vivía entre Suiza y Nueva York y ella en España, en Barcelona. 
Allí residía hasta ahora con su hija y trabajaba como directora de relaciones internacionales de la Escuela de Negocios ESERP.
 La hermana de doña Letizia es licenciada en Económicas por la Universidad de Barcelona (UB), y tiene una amplia experiencia en el campo internacional, sobre todo en proyectos de cooperación y desarrollo en Asia, África y América Latina.
 Antes de ESERP, Telma Ortiz trabajó como subdirectora del proyecto del departamento de Relaciones Internacionales en el Ayuntamiento de Barcelona.
Siempre muy celosa de su intimidad, en 2008, la hermana de la entonces princesa de Asturias llevó a los tribunales a 50 medios de comunicación por el "insoportable y permanente acoso de la prensa" al que, en su opinión, se veía sometida desde que se conoció el enlace entre doña Letizia y don Felipe, entonces príncipe de Asturias. 
Pero la juez María Lourdes Pérez Padilla desestimó por "inviabilidad jurídica", la demanda de la hermana de la entonces princesa de Asturias, Letizia Ortiz, y su entonces pareja Enrique Martín-Llop, quienes habían pedido medidas cautelares para defenderse de la presión mediática.
 Los demandantes aseguraban correr "peligro físico real". 
En su opinión, ella y el padre de su hija no eran personajes famosos ni tenían interés en serlo, por lo que solicitaban que se prohibiera "captar, publicar, distribuir, difundir, emitir o reproducir" imágenes suyas.

 

Así es ‘El irlandés’, la obra maestra de Scorsese


Claves de la película más crepuscular y dolorosa del director neoyorquino, en la que ha reunido a Al Pacino, Robert De Niro y Joe Pesci para contar uno de los grandes asesinatos de la mafia estadounidense.

"Me han dicho que pintas casas".
 La frase, que titula el libro de Charles Brandt en el que se basa el guion de Steven Zaillian, valdría perfectamente para definir también la nueva película de Martin Scorsese, El irlandés
. Por un lado, suena a algo inofensivo, casi elegante: pintura, casas. Alguien que escucha algo de otro.
 Sin más, ¿no? El irlandés es la película más mesurada de los títulos gansteriles del neoyorquino, que ha decidido derivar la electricidad habitual de su narración a sentimientos más soterrados. Por otro, ese "pintar casas" significa que era un asesino a sueldo, ya que al disparar a alguien el chorro de sangre del balazo mancha, pinta las paredes y el suelo del lugar donde se comete el asesinato. Es Scorsese. 
Habrá sangre.

Joe Pesci, Al Pacino y Robert de Niro. 
 Curiosamente, el cartel oficial de Netflix de la película aclara, por tamaños, quién se come a quién en la pantalla. Y Joe Pesci está descomunal como un reposado Russell Bufalino, líder de la mafia en la zona de Filadelfia y Detroit. 
Retirado de la actuación en 2010, rechazó la oferta de Scorsese para participar en la película en decenas de ocasiones, hasta que la insistencia de Marty le hizo ceder. Robert De Niro, en su noveno largometraje con Scorsese, encarna al Frank El irlandés Sheeran del título, un conductor de camiones devenido en asesino despiadado en la Segunda Guerra Mundial, y que entra en la Mafia por su relación con la familia Bufalino.
 Y Al Pacino interpreta a Jimmy Hoffa, probablemente el sindicalista más famoso de la historia de Estados Unidos, y en los cincuenta y sesenta una de las personalidades más populares en su país.
 Íntimamente vinculado a la Mafia, tras pasar siete años en la cárcel, en 1971 salió con la intención de volver a liderar el sindicato de transportistas. 
En 1975 desapareció sin dejar rastro.
 Charles Brandt entrevistó en numerosas ocasiones a Sheeran, que acabó confesando que él -amigo íntimo de Hoffa- lo había asesinado, y de ahí nació el libro de 2004 que en España se titula Jimmy Hoffa: caso cerrado (Crítica).
Efecto digital. La película empezó su camino dentro de Paramount, estudio que cuando el presupuesto superó los 100 millones de euros abandonó asustado el proyecto: no veían clara su comercialización. 
 Producida por Netflix, ha costado 150 millones de euros. Es el rodaje más largo de la carrera de Scorsese, 106 días que arrancaron en agosto de 2017, su película más larga (con sus 209 minutos, en realidad dura más que cualquier título de las sagas de El padrino o El señor de los anillos), la que más tiempo ha necesitado de posproducción. 
Todo por los efectos digitales obligados para rejuvenecer al reparto, ya que la trama transcurre por distintas décadas.
 A De Niro es a quien peor le sienta el efecto, porque tiene que encarnar a Sheeran desde sus 24 años, durante la Segunda Guerra Mundial, hasta su final en un asilo a los 82. Pesci sale mejor parado.
 Sin embargo, tras el respingo inicial del espectador, pronto el detalle se olvida ante la fuerza del filme. 
En cambio, se nota más algo imposible de manipular digitalmente: los cuerpos no se mueven con el mismo brío a los 40 años que los 79 de Pacino y los 76 de De Niro. 
Por cierto, Géminis, la película de Ang Lee en la que Will Smith lucha contra un joven Will Smith (cuyo rostro imberbe también ha sido recreado digitalmente) ha sido producida por... Paramount.
 De Niro leyó el libro y encontró el material para un último baile con Scorsese.
 Aunque sea la primera vez que el director y Pacino ruedan juntos, durante años intentaron levantar un proyecto: el biopic del artista italiano Amedeo Modigliani.
Coppola, Ford y Leone. Ninguna película de Scorsese ha estado tan plagada de referencias a otros creadores como El irlandés.
  Probablemente porque parece el canto final del cine estadounidense centrado en la Mafia italoamericana. Empezando por el reparto: además de los mencionados, aparece un pelotón de actores y actrices que han trabajado con Scorsese bien en sus obras como director, bien en sus obras como productor (hay diversos guiños a Boardwalk Empire, y ahí están Stephen Graham, Bobby Cannavale y Jack Huston para subrayarlo).
 Harvey Keitel no aparece mucho, pero impone.
 Scorsese ha llamado -por reseñar un ejemplo de este reclutamiento- a Welker White, la actriz que encarnaba a la niñera en Uno de los nuestros, que aquí da vida a la esposa de Hoffa. 
Hay secundarios de Los Soprano, de El padrino... 
 Y así topamos con Francis Ford Coppola.
  El tempo narrativo de El irlandés deviene directamente del cine del amigo de Scorsese.
 Es un tono más profundo, doloroso, algo muy poco visto en el cine de Marty, que nunca ha planteado remordimientos morales en sus gánsteres protagonistas. 
Y así topamos con Francis Ford Coppola. El tempo narrativo de El irlandés deviene directamente del cine del amigo de Scorsese. Es un tono más profundo, doloroso, algo muy poco visto en el cine de Marty, que nunca ha planteado remordimientos morales en sus gánsteres protagonistas. En una secuencia se escucha la melodía del vals de El padrino, de Nino Rota; en el plano final, Scorsese decide separar los mundos del bien y del mal como hizo Coppola con la imagen que cierra la primera entrega de la saga de los Corleone: con una puerta entreabierta. Otro claro referente es Érase una vez en América, de Sergio Leone, otro título amargo sobre el precio del crimen. Y John Ford: ese humor que aparece "sin querer queriendo" en el cine del genio también brota en El irlandés.  Crepuscular. John Ford nos lleva al siguiente apartado. Cuando se estrenó Érase una vez en América en 1984 se hablaba de una película de gánsteres al estilo wéstern crepuscular -arrancaba entonces la moda de este género-, sin tal vez percatarse sw que la película de Leone era el primer filme de gánsteres crepuscular. 
Lo sea o no la de Leone, El irlandés sí lo es. 
Y citando a Alejandro G. Calvo, de Sensacine, el auténtico título de la película de Scorsese debería ser El hombre que mató a Jimmy Hoffa, porque es la versión gansteril del gran wéstern crepuscular El hombre que mató a Liberty Valance: desde el trasfondo pesimista hasta el encaje del reparto; desde el narrador del que no puedes confiar como espectador, hasta de cómo se escribe la historia. 
Es el final de una época, y nadie sabe lo que llegará más tarde.

Lee Marvin, James Stewart y John Wayne, en 'El hombre que mató a Liberty Valance' 
Lee Marvin, James Stewart y John Wayne, en 'El hombre que mató a Liberty Valance'
Autorreferentes. Ya hemos hablado del reparto, scorsesiano a tope. 
A sus 76 años, al director le quedan aún probablemente varios títulos por rodar (ojalá así lo quiera el dios del cine, si eso existe en alguna religión), pero parece muy complejo que pueda levantar otro proyecto similar. 
Y por eso se dedica a salpicar el metraje de guiños a su filmografía.
 Un ejemplo: hay una secuencia en el Copacabana, local en el que se desarrolla el mítico plano secuencia de Uno de los nuestros, que acaba en una actuación de Don Rickles, cómico amado por Scorsese, quien le dio un papel en Casino. 
 En el tono, La edad de la inocencia es un referente cercano. porque el cine del neoyorquino ha estado siempre más interesado en las emociones que en los hechos.
 Y por supuesto, se repiten clásicos de la música de los sesenta y setenta, idolatrados por Scorsese.
 Remordimientos. La película se divide claramente en dos partes, separadas por la entrada y salida en prisión de Jimmy Hoffa. 
 Si la primera se siente más cercana al estilo Scorsese, la segunda entra en una reflexión sobre el dolor, la culpa y la imposible redención como no se había visto previamente en su cine, muy alejado de esas reflexiones, al menos en sus protagonistas, que siempre se movieron por ambición y la avaricia a través del poder y la crueldad. 
Pero al decidir que la acción traspase décadas, el remordimiento cobra peso. 
Ahí resulta clave el personaje de Anna Paquin, y sus silencios.
 El ritmo del montaje cambia por completo, desaparece casi la música (hecho asombroso en la obra de Scorsese) llegando a una extrema sequedad en el asesinato central del filme.
 Todo por el dolor.
 HIstoria de Estados Unidos. Scorsese ha levantado a lo largo de las décadas un retrato de EE UU, al menos de la historia italoamericana, a través de su cine. El irlandés se suma a esa categoría de libro de historia a través de los crímenes.
 Se habla de JFK, Nixon y de Fidel Castro, aparecen el Watergate, Robert F. Kennedy y Bahía Cochinos.
 Las ramificaciones van más allá que en pasados largometrajes.
El equipo médico habitual. En el montaje, Thelma Schoonmaker, maestra del tiempo, que aquí da otra lección magistral.
 En la fotografía, Rodrigo Prieto, con el que Scorsese ya había trabajado en El lobo de Wall Street y Silencio, y en el cortometraje-anuncio The Audition. 
En la música, Robbie Robertson, otro amigo íntimo, que en esta ocasión aporta un par de piezas de cuerda sobrecogedoras. 
Ellen Lewis, la directora de reparto, ha llamado a todo tipo de actores scorsesianos, de su cine y de sus series como Vinyl o Boarwalk Empire. 
 Bob Shaw recrea minuciosamente, con la precisión que siempre requiere Scorsese, centenares de bares, restaurantes, calles, casas... Zaillian ya escribió Gangs of New York. 
¿Para qué cambiar si son una maquinaria precisa y ajustada?
Los planos secuencia. Si en los planos secuencia de Berlanga los personajes entraban a cámara a dialogar, en el cine de Scorsese es la cámara -normalmente la steady cam- la que manda.
 Ya hemos hablado del gran momento de Uno de los nuestros. 
 En El irlandés el inicio ya es un plano secuencia en una residencia de ancianos al ritmo de In The Still of the Night que se escucha en la radio de la habitación de Sheeran, el destino final de la cámara.
 Probablemente ese movimiento se encuentre más cercano a la majestuosidad del plano secuencia de la mansión de La edad de la inocencia. 
 Hay más, mejor no desvelarlos.
 Netflix, cines y Oscar. 
Tras su première mundial en el festival de Nueva York a finales de septiembre, este pasado fin de semana El irlandés ha llegado a Europa con su proyección en el certamen de Londres. 
En Estados Unidos la película de Scorsese se estrena el 1 de noviembre, en España el 15 de noviembre y probablemente en no más de 30 salas, ya que la exhibición se niega a ceder ante las condiciones de Netflix. 
En la plataforma se podrá ver desde el 27 de noviembre. Sería clara favorita a ganar el Oscar a mejor película... si no estuviera Érase una vez... en Hollywood, que se ha producido y estrenado por los canales clásicos, y que habla de algo que le fascina a Hollywood: el propio Hollywood. La competición va a ser dura.