Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

30 jul 2019

El “chico de los veinte años” que fascinó a Michel Foucault

 

El pensador francés conoció al activista Thierry Voeltzel en 1975, lo entrevistó en diversas ocasiones y publicó un libro de conversaciones que ve la luz por primera vez en español.

 

Michel Foucault (izquierda), acompañado de Thierry Voeltzel (en el centro) en el aeropuerto de Teherán, durante una de las dos visitas que ambos realizaron en 1978 a Irán.
Michel Foucault (izquierda), acompañado de Thierry Voeltzel (en el centro) en el aeropuerto de Teherán, durante una de las dos visitas que ambos realizaron en 1978 a Irán.
Norte de Francia. 
Verano de 1975. De camino a la casa de vacaciones familiar, un joven atisba un punto de la autopista donde los coches se detienen con facilidad.
 Levanta un cartel y el dedo pulgar, y un vehículo se para ante él. Un hombre calvo con americana a cuadros y gafas con montura de acero se sienta al volante. 
Él se sube y pronto ambos entablan conversación con facilidad: hablan de viajes, de música, de lecturas recientes.
 El joven le cita un ensayo que ha hojeado el día anterior, y el conductor le devuelve una enorme sonrisa cómplice.
 Por un momento piensa que aquel hombre que acaba de recogerle es el autor de ese libro. Y ya totalmente seguro de su identidad se vuelve hacia él y le dice: "¿No será usted Michel Foucault?".
 "Todo ocurrió por puro azar. 
Foucault era muy popular, pero yo apenas había leído partes de su Pierre Rivière (1973), y ni siquiera tenía idea de su aspecto", recuerda al teléfono Thierry Voeltzel, el autostopista que aquel día conoció a una de las figuras fundamentales en la transformación que experimentarían las ciencias sociales en los años setenta. Voeltzel tiene entonces 20 años, y Foucault roza los 50, pero la diferencia de edad no evita una estrecha relación.
  Un poderoso punto en común los une: Voeltzel es un activista que denuncia los abusos en prisiones, hospitales y talleres, los mismos lugares sobre los que reflexiona un pensador que a fuerza de practicar un marxismo heterodoxo ha terminado distanciado de los representantes de una corriente hasta entonces dominante en el panorama intelectual francés.

 
 

Pronto la fascinación de Foucault por el joven será total.
 El propio pensador se lo confiesa a su compañero, Daniel Defert: 
"Daniel, he conocido a un chico que no es que tenga veinte años, es que es el chico de los veinte años". 
Voeltzel tiene claras las razones de ese asombro: "Le sorprendió que no había vivido en primera línea Mayo del 68 [entonces tenía 13 años] y, sin embargo, mi pensamiento y mis acciones políticas, como manifestarse a favor de los inmigrantes o trabajar con individuos recluidos en prisiones u hospitales, se debían a aquel periodo".
Arrancarán proyectos juntos. 
El más importante, una serie de entrevistas que ve la luz en 1978. Foucault no incluye su nombre en el volumen que recoge esas conversaciones: quiere que el protagonismo sea para su interlocutor.
 Para la descripción de su sexualidad libre y sin etiquetas, su ruptura con una familia disfuncional, su relación con los psicotrópicos o su lucha por unas condiciones diferentes para reclusos o enfermos mentales. 
La obra apenas recibe atención, y durante décadas solo el biógrafo de Foucault, Didier Eribon, y un pequeño grupo de amigos saben que es él el interlocutor de Voeltzel.
En 2014 la editorial Gallimard reedita el volumen. 
Y revela el nombre del entrevistador. 
Voeltzel escribe además entonces un breve apunte, incluido también en la primera edición en castellano de la obra, que acaba de publicarse bajo el título Veinte años y después (Ediciones La Cebra, con prólogo y traducción del investigador Alfredo Sánchez Santiago).
 En él, el activista adelanta los diálogos que siguen, que dan cuenta de cómo el modelo de activismo político del marxismo entra en declive, y los jóvenes renuncian a la revolución para en su lugar combatir desigualdades concretas.
Foucault y Jean Paul Sartre protestan por el asesinato de Pierre Overney, un trabajador de Renault que murió en 1972 a manos de un agente de seguridad mientras repartía panfletos políticos.
Foucault y Jean Paul Sartre protestan por el asesinato de Pierre Overney, un trabajador de Renault que murió en 1972 a manos de un agente de seguridad mientras repartía panfletos políticos.
La situación de los homosexuales, de las mujeres, de los inmigrantes, de los reclusos, de los individuos internados en manicomios...
 Mayo del 68 dio la palabra a estos colectivos, y diez años después, sus denuncias ya forman parte del debate público.
 "El lema yankee del Peace and love (Paz y amor) y el consumo de cannabis y LSD tuvieron su correpondencia política en una nueva forma de denuncia social más local",
 comenta Miguel Morey, catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona e introductor en España de la obra de Foucault.


Relación con la situación actual

El libro se publica en castellano en un momento en el que Morey cree que en España se respira "un aire de familiaridad con las movilizaciones pos 68". 
El profesor se refiere a las mareas feministas, a los jóvenes que denuncian el colapso climático global y a "los brotes ciudadanos" que surgen en los puertos para recibir a buques de ONG con migrantes a bordo.
 "Veo, como entonces, espontaneidad y una mezcla de dolor absoluto, afán festivo y conciencia de la desigualdad existente".
Para Julián Sauquillo, catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid, el "éxito" del modelo de denuncia sectorial que inauguró Mayo del 68 y del que Foucault es representante depende hoy de su convivencia con las formas tradicionales de combatir la desigualdad.
 "La crítica de la vida cotidiana no puede olvidar la explotación, la precariedad laboral o el paro juvenil", señala Sauquillo.
 Un análisis que comparte la filósofa argentina Luciana Cadahia: "El modelo político de Foucault no articula las diversas denuncias sociales.
 No es práctico a menos que configure un nuevo sujeto político que permita combatir la desigualdad inherente al sistema capitalista". 
 Voeltzel recuerda en el texto que escribió en 2014 cómo un largo viaje de dos años por Australia le distanció de Foucault.
 A su vuelta, este ya se encontraba gravemente enfermo de sida, aunque aún se frecuentarían hasta su muerte en 1984, a los 58 años. Voeltzel tuvo tiempo de hablarle del oficio que entonces descubrió y al que aún hoy se dedica: la restauración de muebles.
 "Supongo que se alegraba de ver que hacía aquello para lo que tenía algo de talento: vivir".  Mayo del 68.
 

El secreto de la creatividad o cómo Paul McCartney compuso ‘Yesterday’ tras un sueño

El neurocientífico Mariano Sigman explica en este capítulo de la serie 'Sé lo que estás pensando', de 'Materia' y EL PAÍS Vídeo, la asociación entre la imaginación y el descanso.

La nueva entrega de 'Sé lo que estás pensando' dedicada a la creatividad.

¿Cómo lograr que se nos ocurran estas ideas creativas que son tan difíciles de encontrar, pero que una vez encontradas parecen obvias, magnificas, claras, potentes?

 Es decir, ¿cómo hacer para ser creativo? 

Comencemos con una advertencia necesaria: no hay, por muchos que se encarguen de pregonarla una fórmula universal de la creatividad. 

Hay algunos elementos que, si bien no aseguran la creatividad, la hacen mucho más probable. 

Y en esta entrega de 'Sé lo que estás pensando' nos ocuparemos de uno de ellos, uno que hará muy feliz a los militantes de la pereza: el sueño. 

Mientras dormimos, el cerebro ni se apaga ni trabaja a media máquina. 

Al contrario, funciona a pleno consumiendo tanta energía como durante la vigilia.

 Y muchas historias sugieren que el sueño es de hecho una usina creativa.

 Quizás la más extraordinaria sea la de Paul McCartney que cuenta que despertó de un sueño con una melodía.

 Apurado, para no olvidarla, le puso una letra sobre unos huevos revueltos y solo un tiempo después, le dio la letra que hoy todos conocemos: Yesterday

La que quizás sea la canción más famosa del siglo XX, nació en un sueño.

Sé lo que estás pensando es una serie sobre los enigmas del cerebro. 

 Si has conocido a una persona que parece idónea y sin embargo algo te dice que desconfíes.

 O te enfadas mucho por cosas que, si las piensas en frío, no valen tanto la pena.

 Somos muchos en esta lista. La ciencia observa, indaga, pregunta, investiga, para descubrir estas formas que nos relacionan de maneras tan particulares. 

De eso trata Sé lo que estas pensando, de teñir de ciencia preguntas de todos los días, sobre cómo somos, sobre nuestras virtudes y nuestros demonios.

29 jul 2019

Renée Zellweger, de la toxicidad de Hollywood a su cirugía estética

La actriz regresa tras un tiempo alejada de los focos. "Sentí que estaba perdiendo mi identidad", asegura.

 

La actriz Renée Zellweger. En vídeo, el tráiler de 'Judy', la película que se estrena en septiembre donde Zellweger interpreta a Judy Garland.
Después de haber desaparecido durante varios años, Renée Zellweger regresa con la serie Dilema y explica los motivos de su ausencia de Hollywood en una entrevista a Closer. "Sentí que estaba perdiendo mi identidad.
 Ya no podía soportar ese entorno, ya no podía mantenerme. 
Hollywood es un universo en el que puedes perder rápidamente tu rumbo.
 Realmente me gustó el trabajo de ser actriz, pero no pude soportar nada de lo que le rodea. 
Tuve la suerte de darme cuenta de que una carrera no tiene importancia en relación con la vida en general", ha explicado la actriz, que en abril cumplió 50 años.
"Sentí que me había convertido en una especie de impostora", ha añadido.
 "Ya no podía mirarme más, pero tampoco escucharme hablar.
 Era hora de que me tomara un descanso.
 Sentí la necesidad de entrar en una especie de silencio para escuchar mejor a los demás y comprender mejor la vida. Dejando Hollywood, me hice más fuerte.
 Aprendí mucho de esta experiencia y me permitió volver a Hollywood con otro estado de ánimo", ha sostenido.
 Zellweger ha elegido la televisión para su regreso y no el cine. "Ya no hay distinción entre cine y televisión.
 Hemos llegado a un punto en que los programas de televisión pueden tener incluso mayor calidad que las películas", ha aclarado.
Renée Zellweger en una escena de 'Dilema'. En vídeo, el tráiler de la serie.
La actriz, tantas veces escrutada por sus cambios estéticos, también ha hablado de esta polémica.
 "Puede sorprender, pero no me han tocado esas críticas. Admito, sin embargo, que este periodo me resultó extremadamente violento, pero creo que me hizo aún más fuerte. 
De hecho, es bastante extraño, pero estos comentarios me hicieron sentirme mejor conmigo misma, aprendiendo más sobre quién era yo como mujer, como persona".
Lejos de Hollywood, la actriz pasó mucho tiempo con su familia, estudió y trabajó para organizaciones benéficas. "Hace mucho tiempo que quería dedicarme a asociaciones que luchan por la defensa y protección de las mujeres en todo el mundo. 
Por eso pasé un tiempo en Liberia desarrollando un programa escolar para mujeres jóvenes".

También le gusta mucho correr. "Me di cuenta de que esta actividad física me permitió eliminar mi estrés, mi fatiga y mis ansiedades", ha explicado.
Sobre su vida personal asegura que ser famosa no ha tenido un impacto negativo en su vida amorosa.
 "Creo que cada relación está influenciada por el trabajo y la vida en general. 
Es algo que es bastante humano. 
Sin embargo, está claro que es mejor en una relación alejarse de este entorno que puede ser muy tóxico".

Joan Baez entona en Madrid la canción del adiós

 

La neoyorquina escoge la capital española para el último concierto de sus 59 años de carrera y se muestra emotiva, serena, humilde y extraordinariamente generosa.

 

Joan Baez durante su concierto de despedida anoche en la V edición de Universal Music Festival. En vídeo, un fragmento de su interpretación del tema 'Llegó con tres heridas' de Joan Manuel Serrat. Vídeo: Atlas
“Este es mi último concierto de mi última gira”, anunció Joan Baez a la media hora justa de recital, por si quedaba algún despistado entre los 1.750 asistentes que habían agotado el papel en el Teatro Real madrileño.
 Lo dijo sin atisbo de dramatismo y con tanta naturalidad que aprovechó justo ese momento para deshacerse de las sandalias y pisar con los pies desnudos el último de sus más de 5.000 escenarios. 
Asumir el final no es el más dulce de los platos, pero la sabiduría ayuda a interiorizar los ciclos de la vida. Y esta vez asumíamos el inmenso honor de sentarnos frente a una mujer inmensamente sabia.
Si nada o nadie lo remedia, Baez se subió este domingo por última vez a unas tablas. 
No es el Real un mal sitio para despedirse, desde luego: hermoso, distinguido, con ringorrango y una acústica inmaculada.
 Joan sigue tan linda y estilosa como de costumbre, cabellera nívea a juego con la chaqueta, espléndida a sus 78 primaveras, cristalina en su timbre e inquebrantable en el compromiso con las causas justas, que a menudo coinciden también con las perdidas.
 No hay carencias o limitaciones que obliguen a esta retirada, más allá del legítimo anhelo de sosiego e introspección para encarar el último tramo del camino. 
Pero la ilustrísima Joan Chandos se hace a un lado sin que nadie pueda formularle un solo reproche de enjundia ni a su integridad ni a su expediente. 
La decisión del adiós está tomada y, parafraseando la canción que le servía de apertura, no tiene por qué pensárselo dos veces.
 Así está bien.


Don’t Think Twice, It’s Alright constituyó solo la primera incursión en el repertorio de Dylan, de quien nuestra protagonista fue pareja y musa. 
Se sucederían más tarde It Ain’t Me Babe (en una lectura particularmente hermosa, gracias a los sutiles arabescos de Dirk Powell con la guitarra eléctrica), y Forever Young, aunque a la nómina también podría de alguna manera añadirse Diamonds & Rust. 
 Un catálogo de fascinaciones, reproches y cicatrices sobre la relación con el bardo y la oportunidad magnífica para deleitarnos con la intersección entre las voces de Joan y Grace Stumberg, una de sus innumerables jóvenes herederas.
Es curioso que estos Diamantes fueran durante la única aportación de Baez en toda la noche como autora, otro detalle que refrenda su generosidad y talante humilde después de 59 años de trayectoria discográfica.
 La neoyorquina quiso dedicarle sus últimos 87 minutos de oficio a algunos de los hombres que han definido no solo su obra musical, sino su mirada hacia este mundo apasionante y turbulento que nos ha tocado en suerte,
 Y eso incluye a Leonard Cohen (Suzanne), Donovan (Catch the Wind), Kris Kristofferson (Be and Bobby McGee), Lennon (Imagine) o Paul Simon (The Boxer), pero también a luminarias menos populares como Earl Robinson, cuyo Joe Hill hizo fortuna entre la brigada Abraham Lincoln para la resistencia antifranquista.
Una debilidad absoluta para nuestra dama, que conste. 
“La canté en Woodstock; la he cantado en cualquier parte del mundo, con gobiernos de izquierdas o de derechas, y la sigo tarareando en la ducha”, enumeró.
 Y otro ejemplo de que el cancionero de Joan nunca consentiría un significante carente de significado.
 Ya había sucedido minutos antes con Deportees, de Woody Guthrie, tan vigente como parapeto frente a quienes con tanto desparpajo pregonan ahora su odio.
 “No es tiempo de construir muros”, anotó Baez, “sino de alimentar al hambriento y vestir a quien está desnudo“.
La generosidad de esta mujer admirable se reafirmó con la invitación a Amancio Prada para cantar en buen gallego Adiós ríos, adiós fontes, aquella despedida de Rosalía de Castro que en una ocasión como esta sonaba aún más ‘morriñenta’. 
Igual que era difícil no sentir esta vez un escalofrío con un verso particularmente conmovedor de The Boxer: 
 “Me estoy marchando, pero el fuego aún permanece”. 
Pero Joan Baez rehuyó el drama y el sentimentalismo.
 Solo dijo estar “alegre, pero triste” y Gracias a la vida, el clásico de Violeta Parra escogido como último título antes de los bises, sonó más grácil, amable y andino que elegíaco.
Ni siquiera quiso Baez hacer especial hincapié en que Gabriel Harris, el percusionista de su trío acompañante, fuese su propio hijo.
 No hubo ni una sola lágrima en esta página para la historia que se marca el Universal Music Festival; si acaso, algún que otro temblor.
 Llegó la última tanda de bises, con No nos moverán, Donna, donna y Dink’s Song, y el último estribillo, 
“Adiós, mis amigos, adiós”, quedó prendido en un viento esta vez más mesetario que dylanita. 
 Porque seguimos sin encontrar muchas respuestas decisivas, solo que a partir de hoy ni siquiera contaremos con la ayuda de Joan Baez para buscarlas.