Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 jul 2017

Últimas noticias del fin del mundo..........................Rosa Montero..

El apocalipsis que vivimos es el de un sistema político anquilosado que necesita renovarse por completo. Tenemos que refundar la democracia.
COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
SE DIRÍA QUE nos estamos acostumbrando a vivir en la antesala del fin del mundo.
 Después de un par de siglos de progresiva omnipotencia, de desarrollos científicos que nos infundieron la ilusión de que podíamos controlarlo todo y hacer de la existencia un lugar seguro, ahora resulta que esa misma tecnología parece haberse vuelto en nuestra contra.
¿Que el loco norcoreano y el no menos loco Trump se lían a bombazos nucleares y nos dejan el planeta para el arrastre? Podría ser.
 ¿Que, como vaticina Stephen Hawking, aparece en cualquier momento un virus resistente a los fármacos que diezma en un soplo letal a los humanos? No digo yo que no.
 ¿Que el calentamiento global, cada vez más acelerado y evidente, nos conduce a inundaciones, cataclismos climáticos, desplazamientos masivos, hambrunas y matanzas?
 Bueno, esto no sólo es posible sino probable, y además se diría que está sucediendo ya: expertos mundiales han señalado que la tragedia de Siria se ha visto fomentada por una inaudita sequía de siete años que hizo que centenares de miles de personas se desplazaran desde el campo hacia Damasco y Alepo, creando una situación de inestabilidad social que favoreció la radicalización y el estallido de la violencia. 

Por todos los santos, ¡si ni siquiera nos extrañaría mucho que un día, al salir de casa, se nos desplomaran encima de la cabeza los restos de un satélite artificial!
 En este mundo de postrimerías, del cielo ya no caen rayos, sino tuercas.
¿Sueno demagógica? Ojalá lo fuera, porque me temo que la realidad es aún más brutal
Y ahora, horror, el fuego, que siempre ha sido un símbolo apocalíptico. 
 En el lapso de tan sólo una semana ha habido dos incendios aterradores, dos tragedias imposibles que parecen sacadas de otra época: la carbonización de la torre Grenfell en Londres (79 muertos y decenas de heridos gravísimos) y el espantoso incendio rural en Pedrógão Grande, Portugal (64 cadáveres y 62 heridos por el momento).
 Los centenares de personas atrapadas en la torre aullaron durante horas, primero de terror y luego de sufrimiento al abrasarse: los vecinos los oyeron sin poder hacer nada (qué trauma insuperable). No sé si alguien pudo escuchar a las víctimas portuguesas, pero sin duda fue igual de dantesco: se calcinaron vivas.

Son dos dramas pavorosos, atroces, incomprensibles en el primer mundo, y se han dado a la vez. 
No sé bien cómo se ha llegado a esto en Portugal; mientras escribo el artículo, que tardará en publicarse, estamos aún en las primeras horas de la catástrofe y los heroicos bomberos siguen luchando;
primeras horas de la catástrofe y los heroicos bomberos siguen luchando; pero se trata, en cualquier caso, de una zona de modestas aldeas.
 De la torre Grenfell sabemos mucho más. 
Sabemos que sus inquilinos eran pobres en un barrio de ricos.
 Que sólo disponían de una salida y carecían de rociadores de agua. Que llevaban años denunciando la inseguridad del edificio pero nadie les hizo caso.
 Y que hace poco repintaron la torre para que no desmereciera en el entorno opulento y al parecer el contratista usó una pintura inflamable porque era dos euros por metro más barata. 
Supongo que, inconscientemente, todos pensaban que los vecinos de Grenfell ya tenían bastante suerte con vivir en ese barrio y que no debían ponerse tan pejigueras exigiendo mejoras.
 Quiero decir que es posible que los pobres se quemen más. ¿Sueno demagógica? 
 Ojalá lo fuera, porque me temo que la realidad es aún más brutal. Los estudios muestran que, en una misma ciudad, los pobres están más enfermos y tienen menor esperanza de vida, y lo peor es que este dato ni nos sorprende ni nos escandaliza.
 Y en el libro Incógnito, del neurocientífico David Eagleman, leí algo alucinante: los investigadores han hallado varios genes que parecen predisponer a la esquizofrenia, pero ninguno influye tanto como el color del pasaporte.
Y es que se ha demostrado que la tensión social de ser emigrante en un nuevo país es un factor fundamental para sufrir esta enfermedad: “Al parecer un repetido rechazo social perturba el funcionamiento normal de los sistemas de la dopamina”. 
La desigualdad y el maltrato social enloquecen, enferman y acaban quizá por abrasarte vivo.
 El verdadero apocalipsis que estamos viviendo es el de un sistema político anquilosado que necesita renovarse por completo.
 Tenemos que refundar la democracia.

Cuidado con lo diabólico..................................Javier Marías

Cada cual es responsable de las palabras que elige y emplea, aunque hay ocasiones en las que se deslizan expresiones que conllevan peligro.

Javier Marías
INSISTO MUCHO mucho en cuestiones de la lengua, y con razón me considerarán un pesado.
 Pero es que quien adultera y controla la lengua acaba por adulterar y controlar el pensamiento, y soy acérrimo defensor de la libertad de ambas cosas, la expresión y el pensamiento.
Creo que el riquísimo acervo del castellano debe estar, completo, a disposición de cada hablante, y que no ha lugar a vocablos prohibidos ni desterrados del Diccionario, como expliqué hace unas semanas. 
Cada cual es responsable de los términos que elige y emplea, lo cual nos brinda a todos inestimables pistas para saber con quiénes tratamos.
 Si un día se lograra imponer a toda la sociedad un habla neutra, descafeinada, “políticamente correcta”, habríamos perdido un elemento fundamental para orientarnos.
 Sin duda soy maniático en ese terreno, pero me va bien así, como creo que le iría a cualquiera: según el léxico y las imágenes de un autor, abandono su texto o lo sigo leyendo.
 Hace poco me encontré con una breve cita de un escritor, que decía en una necrológica de Chavela Vargas: “Sigue eterna bolereando la trizadura lésbica de su canto”. 
Seré injusto probablemente, pero semejante cursilería pseudopoética me disuadirá de acercarme a ninguna obra de ese escritor. 

También recuerdo haber exclamado “Vade retro!”, como el exorcista de la niña de El exorcista, al toparme con una columnista que, en su estreno, anunció que hablaría, entre otras cosas, “del tamaño de la aridez de nuestros corazones”. 
 “Santo cielo”, pensé, “no me pillará tan melodramática señora”. No me digan que no es útil que cada uno pueda decir lo que quiera abiertamente y sin cortapisas, porque lo que alguien dice y cómo lo dice nos proporciona una información valiosísima para huir o acercarnos, para aficionarnos o salir pitando.

Al introducirse con frivolidad esa frase en el habla, se está deslizando en nuestro pensamiento la mayor perversión imaginable de la justicia
Pero hay ocasiones en las que se deslizan subrepticiamente expresiones que conllevan peligro, porque acaban habituándonos a ideas falsas que pervierten o distorsionan la realidad gravemente. De manera insidiosa e imperceptible se cuelan en el habla coloquial, y por tanto en el pensamiento “normal”, siendo como son a veces aberraciones. 
El ejemplo más alarmante detectado es este, oído en las noticias recientemente: “El Real Madrid ha emitido un comunicado de apoyo a Cristiano Ronaldo, ante la acusación de fraude al fisco de que ha sido objeto. 
El club está seguro de que el jugador demostrará su inocencia”, algo así.
Ni de lejos es la primera vez que oigo o leo eso: la frase aparece en series, en películas, en la prensa, en el habla de la gente y hasta en boca de los detenidos, pese a tratarse de un imposible, en primer lugar, y, en segundo, de algo que no procede.
 Procedía, eso sí, durante la Guerra Civil y bajo la dictadura franquista, como ha procedido en todas las tiranías del pasado y aún procede en las del presente.
 Una persona era acusada, por ejemplo, de haber asesinado a un falangista durante la contienda.
 Esa acusación, aunque viniera de un particular (que a lo mejor quería librarse de un rival, o vengarse), se daba por verdadera y buena, y entonces le tocaba al acusado demostrar lo imposible: que era inocente. 
Eso nunca puede demostrarse, a menos que haya una manifiesta incompatibilidad geográfica o física: si el falangista había sido asesinado en Madrid, y el acusado se hallaba en Galicia en la fecha del crimen, no había caso. 

Pero si yo acuso mañana, qué sé yo, a la Ministra Báñez de haberse cargado con sus propias manos a un indigente en el Retiro, y la Ministra carece de coartada sólida, y mi acusación se da por verídica, la pobre Báñez, con todo su poder, no estaría capacitada para demostrar que no cometió ese homicidio.
 Al introducirse con frivolidad esa frase en el habla, se está deslizando en nuestro pensamiento la mayor perversión imaginable de la justicia, a saber: que corresponda al acusado probar algo, y no al acusador, que es a quien toca siempre demostrar que un reo es culpable. 
 Que la carga de la prueba recaiga en el acusado es lo que se ha llamado, con latinajo, probatio diabolica, algo propio de la Inquisición y nunca de los Estados de Derecho.
 Aquélla consideraba que si un reo confesaba, era evidentemente culpable; y si no lo hacía ni bajo tortura, también, porque significaba que el diablo le había dado fuerzas para aguantarla. Hace años me encontré con una versión moderna de ese “razonamiento”, en el caso de un librero juzgado por pederastia en Francia. 
“Lo propio de todo pederasta”, arguyó el juez, “es negar los cargos en primera instancia”. 
 “Y lo propio de los no pederastas también”, le escribí a ese juez. “¿O es que pretende usted que un inocente no niegue tamaña acusación, siendo falsa?”
 Soy contrario a prohibir nada, pero ruego a todo el mundo (periodistas, guionistas, escritores, locutores, abogados y hasta incriminados) que evite siempre la expresión “demostrar su inocencia”. 
Porque si no, poco a poco, acabaremos creyendo que eso es lo que nos toca hacer a todos y que además es factible. 
Y no lo es, es imposible.

1 jul 2017

La moda más sensorial: trajes para oír y sentir........ Silvia Ayuso

El Look Forward Fashion Tech Festival en París explora las posibilidades de las nuevas tecnologías en la industria textil.

Dos de los diseños de Anouk Wipprecht.
Dos de los diseños de Anouk Wipprecht.

La moda más osada y experimental no se encuentra en una pasarela o en uno de los escaparates de las lujosas boutiques de París, sino en el sótano de un centro de exploración digital de la capital francesa.
 Y no se hace a base de puntadas finas y telas lujosas, sino con impresoras 3D y robótica.
 Hasta el 2 de julio, el Look Forward Fashion Tech Festival se interroga en las instalaciones del Gaîté Lyrique de París hacia dónde va la moda y cómo las nuevas tecnologías pueden ayudar a cambiar la concepción misma del sentido de las prendas.
Diseños de las prendas (no)where (now)here de Ying Gao. 
Diseños de las prendas (no)where (now)here de Ying Gao.
“La ropa sirve para protegernos, pero la moda es una forma de expresión y de comunicación, es un interfaz”, sostiene Anouk Wipprecht. 
 Esta holandesa asentada en San Francisco es una de las diseñadoras e ingenieras —la combinación más usual en el Fashiontech, donde predominan, además, las mujeres— que exponen sus propuestas estos días en París.
 Su obsesión: “Cómo podemos instrumentalizar el cuerpo, cómo podemos comunicarnos con otras personas a través de los trajes” y que estos se conviertan en “una segunda piel”, en algo mucho más evolucionado y proactivo que los actuales wearables, como las pulseras que miden los pasos o la calidad del sueño.
 

Las posibilidades son infinitas, según los diseñadores como Wipprecht y expertos del ramo invitados a la segunda edición de un festival que busca repetir el éxito del año pasado —más de 10.000 visitas, el doble de lo esperado— y hasta expandirse a otras ciudades, como Madrid o Milán. 
En este gran sótano parisino, donde también se celebran talleres y se debate en torno a este sector cada vez más pujante, se exhiben trajes que ayudan a expresar lo que uno siente y vestidos que protegen el espacio personal y hasta pueden tener una actitud ofensiva.
 Se puede ver también una chaqueta que permite que personas sordas puedan sentir la música, vestidos cuyos colores solo se ven cuando se les toma una fotografía con flash, maquillaje interactivo que permite controlar movimientos, prendas que alertan del nivel de polución o que sirven de paneles solares para recargar, en el mismo bolsillo, la batería del teléfono.

Prendas inteligentes

La falda mariposa de Birce Ozkan.
La falda mariposa de Birce Ozkan.
“La ropa interactiva puede ser un paso más en la manera en que la moda sirve como una forma de expresión”, coincide Birce Ozkan, una diseñadora de origen turco que estudió y vive en Nueva York. Ella mira a la naturaleza y a su forma de expresarse y reaccionar para inspirar sus diseños, que también buscan expresar estados de ánimo.
 Como su falda-mariposa, que bate las alas de acuerdo con el estado de ánimo de la persona que lleva esta prenda, que va conectada a un casco de encefalografía que transmite datos sobre la actividad cerebral.
En toda revolución tecnológica, se necesita a gente muy creativa que piensa sin fronteras, que trae ideas nuevas, precursoras, ideas un poco locas.
 Luego hace falta que vengan otras con un sentido un poco más comercial y que miren cómo esto puede desarrollarse para más gente”. Los precedentes empiezan a multiplicarse. 
La casa Chanel ha presentado una colección de bolsos con luces led y Levi’s, la más tradicional de las marcas de ropa vaquera, tiene en marcha un proyecto con Google para crear prendas conectadas.
La mayor parte de los modelos expuestos en el Fashiontech Festival son todavía proyectos lejos del consumidor normal, pero eso no es algo que inquiete a los organizadores del evento. “Hoy hay muchas innovaciones que veíamos en las películas de ciencia ficción de hace 20 años”, recuerda Irache Martínez. 
 

 

¿Hemos de tener miedo a volar por las turbulencias?

Cuando ir en avión se convierte en algo agitado y turbulento los temores de un accidente nos acechan.

Interior de un avión de la compañía Iberia en febrero de 2017.
Interior de un avión de la compañía Iberia en febrero de 2017.
La ceremonia se repite.
 Tras pelearnos para encajar multitud de bártulos sobre nuestras cabezas, la tripulación de cabina o un más moderno vídeo nos explican aquello de las salidas de emergencia, del cinturón de seguridad y nada de inflar el chaleco dentro del avión. 
 Cuando los motores arrancan se nos indica que hemos de permanecer sentados, con los cinturones abrochados y que subamos las ventanillas hasta que la iluminación en cabina se atenúa.
 El protocolo de dejarnos medio a oscuras no es para ayudar a calmar nuestros nervios ante la inminente maniobra de despegue. En realidad, tiene como objetivo acostumbrar a nuestras pupilas a la falta de luz en caso de que algo no vaya bien. 
Nuestra vista estará acostumbrada a la cantidad de luz exterior y nos facilitará la evacuación con la única guía de la iluminación de emergencia.
Una vez en el aire y de tanto en tanto, el capitán puede que encienda de nuevo las luces que indican que permanezcamos sentados y con los cinturones abrochados debido a la presencia de turbulencias.

¿Qué son estas turbulencias?

Las turbulencias en aviación son similares a los baches en las carreteras.
  En general, no revisten gravedad y es casi imposible que provoquen que el avión caiga, pero el hecho de estar sujetos al asiento nos puede evitar un buen golpe.
 Los pilotos las consideran más un inconveniente para la tripulación y los pasajeros que un peligro.
 Debido a las turbulencias solo 60 personas al año sufren daños en Estados Unidos, siendo dos tercios de ellos tripulación de cabina. Es decir, unos 20 pasajeros de los 800 millones que anualmente se mueven sobre los cielos de Estados Unidos tienen algún percance físico como consecuencia de estos movimientos turbulentos.
La turbulencia es una de las características de los fluidos en movimiento. 
En cuanto un fluido, como es el caso del aire, se mueve puede hacerlo de forma suave o generando remolinos que tienden a moverse en lo que se denomina el flujo medio.
 Un gran ejemplo de turbulencia —aunque no en sentido estricto—, es el humo de un cigarrillo. 
Este asciende en la misma dirección, pero lo hace mediante remolinos que tienen diferente dirección y velocidad que el flujo medio.
 Los remolinos o vórtices, que pueden llegar afectar a la aviación no son los del tamaño del humo de un cigarro, sino que deben tener una dimensión comparable al del avión.
 Por tanto, solo sentiremos sacudidas si son de un tamaño de alrededor de unos 100 metros.

  • En la atmósfera existen varios fenómenos que producen la clase de turbulencia que puede afectar a los aviones en vuelo:
Situación en enero y julio de 2017 de la Zona de Convergencia Intertropical donde se favorece la convección y las turbulencias.
Situación en enero y julio de 2017 de la Zona de Convergencia Intertropical donde se favorece la convección y las turbulencias.

Turbulencia por nubes convectivas

Uno de ellos es el mecanismo de ascenso y descenso de aire que se produce en las nubes convectivas. Este tipo de nubes se caracterizan por su aspecto algodonoso y burbujeante como por ejemplo los cúmulos; y aquellas que dan lugar a tormentas: los cumulonimbos.
Ondas que pueden ser generadoras de turbulencia visibles via satelite en las nubes alrededor de las islas Azores
Ondas que pueden ser generadoras de turbulencia visibles via satelite en las nubes alrededor de las islas Azores
Los pilotos tratan de esquivar estos núcleos tormentosos, aunque en lugares como la Zona de Convergencia Intertropical les resulta muy difícil. 
En esta zona —cercana a los trópicos— la conjunción de altas temperaturas y la confluencia de los vientos dominantes es un gran generador de convección.

Turbulencia por la orografía

Las zonas montañosas o islas con gran altitud pueden producir ondulaciones en el viento que llegan a propagarse hasta los niveles donde se desarrollan los vuelos comerciales.
 En lugares como los Pirineos, Alpes o Himalaya, y en las islas Canarias o Azores son habituales las turbulencias de carácter orográfico.

Turbulencia de aire claro


Un tipo de turbulencia que es más difícil de prever. Recibe este nombre al producirse a una altura en que las nubes no son un indicador de remolinos. Para los pilotos, al no tener claras indicaciones de su presencia suelen ser fuentes de incidentes, debido a que apenas da tiempo a avisar a los pasajeros para que se abrochen los cinturones de seguridad.
Esta turbulencia invisible se produce en las cercanías de la corriente en chorro, un río atmosférico que fluye cercano a nuestras latitudes a unos 12 kilómetros de altura. Es el responsable de generar turbulencias en sus bordes haciendo que los vuelos transoceánicos sean más cortos al volar de América a Europa. También es el causante de que hayan caído notablemente las temperaturas en España en esta semana.
Bueno yo le tengo pánico a las turbulencias y cuando el avión va como temblando. He viajado mucho en avión y puedo decir que han sido más los vuelos malos que buenos....