Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

25 sept 2012

El político del consenso cumple 80 años


Adolfo Suárez, fotografiado en su despacho en 1991 / TXEMA CONESA
El hombre que cumple hoy 80 años, Adolfo Suárez, es el político que más y mejor ha utilizado el diálogo y la concertación como métodos políticos en épocas críticas, como lo fue el tránsito de la dictadura a la democracia
. Poco éxito habría tenido si Felipe González o Santiago Carrillo, dirigentes de la izquierda ilegal de aquel tiempo, o el exiliado presidente de la Generalitat catalana, Josep Tarradellas, no hubieran entrado inteligentemente en el juego propuesto para desmontar el franquismo y construir una democracia, evitando la sensación de ruptura total.
 Pero fue Suárez quien se la jugó desde el poder para conducir un proceso tan complejo, tratando de evitar que descarrilara y con un mínimo coste de vidas, lo cual no era nada evidente el día en que el Rey le nombró jefe del Gobierno.
Ahora es normal que los dirigentes sean jóvenes, pero los 43 años con que Suárez contaba eran una provocación para la gerontocracia de la época.
 Don Juan Carlos disponía aún de los poderes heredados de Franco, aunque limitados por un armazón de leyes que le marcaban la obligación de elegir un presidente entre los tres candidatos que le propusiera el Consejo del Reino -órgano asesor del jefe de Estado-
. Las maniobras del presidente de este organismo, Torcuato Fernández Mirada, lograron que uno de esos tres nombres fuera el deseado por el Monarca. Suárez fue nombrado jefe del Gobierno sin otro apoyo firme que el del Rey, quien, por cierto, apenas contaba con mucho más respaldo que el de sí mismo: acababa de enojar a los reformistas oficiales de su primer Gobierno (Manuel Fraga, José María de Areilza), muchos franquistas recelaban y todos los demás partidos políticos eran ilegales.
¿Qué hacer con el poder preconstitucional? Osado y ambicioso, Suárez multiplicó los mensajes reservados, se entrevistó en secreto con dirigentes de los grupos clandestinos y se benefició de la inteligencia de Fernández Miranda para imaginar soluciones reformistas.
 Primero fue la ley de reforma política, aprobada en referéndum el 15 de diciembre de 1976; después, la negociación de las condiciones en que iban a celebrarse las primeras elecciones y la legalización de los partidos.
 Además de todo eso, Suárez improvisó una organización política, la UCD, agrupando desde personas procedentes del régimen anterior —como él—, a liberales, democristianos y socialdemócratas para concurrir a las primeras elecciones. Se celebraron el 15 de junio de 1977 y Suárez, presidente hasta entonces solo por designación del Rey, a partir de las urnas lo fue como jefe del partido más votado.
Hubo mucho más tajo para ejercer el consenso: la concertación social y económica, en forma de Pactos de la Moncloa, y la elaboración de la Constitución, refrendada el 6 de diciembre de 1978. Suárez podría haberlo dejado ahí, pero convocó elecciones y, tras ganarlas por segunda vez, se enfrentó a un escenario cada vez más complicado.
 Las divisiones en su partido, la acción decidida de la oposición (sobre todo del PSOE), las conspiraciones militares, la disminución de la confianza del Rey y los ataques de ETA minaron su posición hasta anunciar su renuncia como jefe del Gobierno, el 29 de enero de 1981.
Mal informado sobre las conspiraciones que terminaron conduciendo al 23-F, de nuevo mostró su arrojo personal frente a las armas de Tejero cuando se consumó el asalto al Congreso.
 Fue el canto del cisne: intentó recuperarse políticamente en los años siguientes, pero tuvo poco éxito.
La normalización democrática se llevó por delante al artífice del consenso y terminó apartándole de la vida pública, un retiro al que se ha añadido la enfermedad en la que lleva sumido casi una década.
 Queda lo mejor de Suárez, su defensa del consenso para encontrar salidas pacíficas a conflictos que parecen imposibles.
 Como lo defendió ante el Congreso el 27 de octubre de 1977, cuando dijo que “la Constitución y el marco legal de los derechos y libertades públicas no deben constituir el logro de un partido, sino la plataforma básica de convivencia”.
 Muchos echarán de menos a alguien así para afrontar las crisis del presente.

GHOST-FANTASMA-PATRICK SWAYZE E DEMI MOORE-THE FINAL SCENE

Saber Vincular....(el Salto del Angel)

Saber vincular

Por: | 25 de septiembre de 2012
  Mattew bau_
Ser capaces de establecer vínculos consistentes, con contenido, con alcance, con verdad, es una tarea compleja y necesaria.
 No basta con constatar que en ocasiones son insuficientes o inapropiados.
 La labor de procurarlos exige una pormenorizada y minuciosa dedicación. Más parece que habríamos de velar por reconocer los existentes, por valorarlos y por tejer el texto de una relación. Para ello se precisa urdimbre y trama, pero sobre todo un detallado, cuidadoso e insistente quehacer.
 No es cuestión de limitarse a aguardar que ocurran, hay que hacer el movimiento.
 Y, desde luego, es preciso reconocer la conveniencia de dichos vínculos, desearlos. De no ser así, pronto encontraríamos buenas razones para constatar la debilidad de lo enlazado o para proclamar su infecundidad. Es preciso labrar la tierra si deseamos que sea fructífera.
Vincular no es simplemente adjuntar, ni añadir, ni poner al lado. Requiere una implicación mutua, una pertenencia común, algo bien distinto del establecimento de un terreno o de la posesión de un patrimonio de otros.
Vincular no es conquistar.
 El vínculo adecuado no se sostiene en la adhesión sino en el reconocimiento recíproco. Ni siquiera se reduce a la natural relación.
 Más bien se basa en la voluntad y en la decisión compartidas.
Necesitamos vínculos. Firmes, estables, consistentes. Sustentados en la confianza y en el afecto que brotan de la voluntad y del trato sincero y persistente, no de la arrogante supuesta superioridad. Sólo así tales vínculos radicarán en la incorporación de unos en otros, en la colaboración de unos con otros, en la experiencia de lo que, a pesar de las peculiaridades, hay en cada quien, de lo que, a pesar de las apariencias, no es ni tan absolutamente distante ni ajeno.
Vincular no es efectuar una adición, una anexión, sino la potenciación que surge de la disposición a compartir una suerte común.

¿Jesús casado? Por qué asusta esa idea?

El papiro de King vuelve sobre la hipótesis que desmontaría el celibato y la visión represora del sexo

  • La Magdalena lava los pies a Jesús en un óleo de Veronés. / AF
    Por supuesto, un manuscrito. Hasta hace un siglo, en el mercado de antigüedades de El Cairo se podían encontrar libros en papiro con los que revolucionar la historia de las religiones.
     Le ocurrió en 1896 a Carl Reinhardt, cuando compró uno escrito en copto a principios del siglo II. Lo depositó en el Museo Egipcio de Berlín y no fue desvelado hasta 1955 por el egiptólogo Carl Schmidt.
     Resultó ser El Evangelio de María y agitó las investigaciones sobre el protagonismo de las mujeres en las primeras comunidades cristianas
    . En una religión cuyas jerarquías desprecian, e incluso detestan, a la mujer, reabría el viejo debate sobre el estado civil de Jesús, el fundador cristiano.
     Así lo subrayó entonces Karen King, reputada catedrática en la Universidad de Harvard, que ofreció en 2006 otra traducción y un estudio riguroso (en español lo editó Poliedro, traducido por Marco Aurelio Galmarini).
    Ahora vuelve otro papiro. Al comprado por Reinhardt le faltaban las seis primeras páginas y cuatro más del centro. Karen King cree que eran la clave de un hecho que se ha querido ocultar como si fuese peligroso.
     La semana pasada ha dado a conocer el texto en el que se dice que Jesús se casó.
     La tradición cristiana imperante siempre ha dicho que no lo estaba, a pesar de no existir evidencias que respalden tal afirmación o la contraria.
    “Si en los primeros textos no hay referencias al matrimonio de Jesús, es porque en el contexto judío lo normal era que estuviera casado. ¿Por qué, entonces, las reacciones, más viscerales que argumentadas, en contra? Las razones tienen que ver con el sexo.
     Porque cae por tierra todo fundamento cristológico del celibato impuesto a los sacerdotes; porque pierde justificación la superioridad de la vida consagrada a Dios sobre la vida de los cristianos seglares, y porque se desmonta la visión negativa que la Iglesia tiene de la sexualidad y la consiguiente represión sexual que impone”, sostiene el teólogo Juan José Tamayo, autor de tres libros sobre la vida y la obra de Jesús de Nazaret.
    Escrivá rechazó así el planteamiento: “El matrimonio es para la clase de tropa”
    En El Evangelio de María hay un diálogo de Jesús con los discípulos después de la resurrección
    . Entre ellos está María de Magdala (vulgarmente, la Magdalena), que antes había revelado enseñanzas que ella misma recibió en una visión del resucitado.
     Algunos discípulos se enfadan. ¿Cómo podía Jesús escoger a una mujer como interlocutora, marginando a Pedro, por ejemplo? Otros reprochan a Pedro el trato que da a Magdalena: “Si el Salvador la hizo digna, ¿quién eres tú para rechazarla? El Salvador la conocía profundamente.
     Por eso la amó más que a nosotros. Lo que debería darnos vergüenza”.
    Otro fragmento contiene esta cita: “Y Jesús les dijo: mi mujer”.
    A la discusión sobre si esa mujer merece ser parte de la comunidad, Jesús contesta: “Ella puede ser mi discípula también”.
     Con esta frase, la tesis de san Pablo ordenando callar a las mujeres en las asambleas saltaría por los aires de forma clamorosa.
    Son legión los Padres de la Iglesia que detestan a la mujer. Pablo de Tarso: “Es bueno para el hombre abstenerse de mujer”
    . Agustín de Hipona: “El marido ama a la mujer porque es su esposa, pero la odia porque es mujer”. Tomás de Aquino: “La mujer es un hombre malogrado”.
     Juan Damasceno: “La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el corazón del hombre, ella ha expulsado a Adán del Paraíso”.
     Tertuliano: “No está permitido que una mujer hable en la Iglesia, ni bautizar, ni ofrecer la eucaristía, ni participar en las funciones masculinas, y mucho menos en el sacerdocio”.
    Pablo de Tarso sentenció que es bueno para el varón abstenerse de mujer
    Pese a haber habido en la historia no pocos papas casados y con hijos, se ha impuesto la idea de que, si el celibato era superior y el matrimonio inferior aunque lícito, el sexo sería en consecuencia un acto perverso y un pecado lícito solo en el matrimonio.
     Lo dijo pronto el obispo Ambrosio de Milán (373-397): “La vida conyugal es incompatible con una carrera en la Iglesia.
     Incluso un buen matrimonio es la esclavitud”.
    Es la tesis del fundador del Opus Dei, el ya santo Josemaría Escrivá de Balaguer, en la máxima 28 de Camino, el libro de cabecera de sus influyentes seguidores: “El matrimonio es para la clase de tropa y no para el estado mayor de Cristo”.
    En el Vaticano, centro del imperio católico, nunca se aceptará que Jesús fue un hombre casado. Descuartizaría las bases en las que basa su vasto poder desde que el emperador Constantino consagró el cristianismo como fe oficial de su imperio.
     Para ello hubo de intervenir enérgicamente en favor de la facción que sostenía que Jesús era hijo de Dios, incluso él mismo Dios y uno de los componentes de la ahora llamada Santísima Trinidad.
    En el siglo primero, la normalidad era estar casado y tener descendencia
    La principal consecuencia de la intervención de Constantino fue, sin embargo, la conversión de los cristianos en un poder con vocación de dominar el mundo con un Estado propio en la sede misma del ya caído Imperio Romano.
     Nada de eso pudo imaginarlo el fundador. Como dijo el clásico, Jesús anunció el Reino de Dios, y lo que vino fue la Iglesia, con poder, influencia y lujos sin cuento.
    El emperador intervino —Concilio de Nicea, año 325— para poner paz entre disputadores teológicos, pero la realidad fue bien otra. Allí se engendraron incontables guerras de religión, terribles persecuciones —los hasta entonces cristianos perseguidos se iban a convertir en feroces perseguidores— y tiempos de inquisiciones y autos de fe. Voltaire calculó en su tiempo que la religión había causado un millón de muertos por siglo.
    Eran la consecuencia de otra proclamación conciliar, de arrogante ignorancia: la que sostuvo hasta hace 50 años que “fuera de esa Iglesia no hay salvación” (Concilio Ecuménico de Florencia, 1442), con estas palabras:
     “La Santa Iglesia Romana cree firmemente, confiesa y proclama que nadie fuera de la Iglesia católica, sea pagano o judío, no creyente o separado de la unidad, participa de la vida eterna, sino que cae en el fuego eterno que ha sido preparado por el demonio y sus ángeles, a no ser que se incorpore a ella antes de la muerte”.
    Fortalecería la idea de familia que el fundador cristiano tuviera una propia
    Quinientos años después, el Vaticano II reconoció la libertad de conciencia y de religión en una declaración que cayó como una bomba en el nacionalcatolicismo español.
     Es más, en 1999 el papa Juan Pablo II aceptó en voz alta lo que los mejores teólogos venían sosteniendo con mucho riesgo de anatema: que el infierno y el cielo no existen como tales lugares, sino que son meros estados de ánimo: el infierno, estado de ausencia de Dios; el cielo, de compañía con Dios.
    Impuesta la tesis de que Jesús es Dios —e hijo de Dios—, ¿cómo sostener que se hubiese casado con mujer terrenal e incluso que tuviese hijos? No podía ser
    . Dios no se casa.
     La fórmula fue radical: la proclamación de unos pocos escritos canónicos (cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, el Apocalipsis) y una radical eliminación del resto de los escritos, varios de ellos también conocidos hasta entonces —y ahora— como evangelios, a ser posible en el fuego. Bastante tendrían con soportar el hecho incontestable de que quien ahora pasa por ser el primer Papa —el pobre pescador Pedro— estuvo casado y tuvo dos hijos.
    “El papiro desvelado por Karen King confirma lo que teólogas y teólogos hemos afirmado hace tiempo”, sostiene Margarita Pintos, presidenta de la Asociación para el Diálogo Interreligioso. “En el siglo primero, la normalidad era que hombres y mujeres se emparejasen para tener descendencia, y más en familias judías que esperaban a un Mesías liberador
    . Pero identificar a esa mujer con María Magdalena es una lectura patriarcal.
     No podemos imaginar que una mujer por sí misma, sin referencia a un varón, sea libre, independiente y depositaria del anuncio de la Resurrección.
    Siempre que aparece un documento que pone a Jesús en relación con alguna mujer, se la quiere identificar como su madre, su esposa, su amante, etcétera
    . Las mujeres que vivieron en la proximidad de Jesús fueron, seguramente, personas peculiares, con pensamiento propio, dispuestas a poner en práctica una noticia liberadora para sus vidas sometidas al orden patriarcal.
     En el discipulado igualitario de Jesús encontraron ese espacio para desarrollarse en libertad. Por su valía personal fueron depositarias del anuncio de la resurrección, predicaron en las ciudades del Imperio y a muchas les costó la vida”, añade la teóloga.
    El escritor Jesús Bastante Liébana, que acaba de publicar
    Y resucité entre los muertos. Diario íntimo de Jesús el crucificado (donde se explaya en la relación entrañable entre Jesús y María Magdalena), recuerda que en las primeras comunidades cristianas, “cuando todavía el concepto Iglesia era muy discutido, se hablaba con naturalidad sobre si Jesús pudo o no estar casado y no se planteaba el celibato”.
    “Jesús pudo estar casado y haber formado una familia. El modelo de familia defendido por el Evangelio tendría más peso si el mismo Mesías hubiera formado una.
    Durante años se dio por sentado que Jesús tuvo hermanos e incluso una compañera, que bien podría haber sido María Magdalena
    . Fue bastante después, atendiendo a criterios patriarcales, cuando la Iglesia acabó por institucionalizarse, cuando se cerró la vía de que Jesús hubiera podido tener una familia. La mujer era símbolo de pecado, y el celibato acabó imponiéndose como un modo de superioridad del hombre sobre la mujer
    . Ahí María, o la mujer de Jesús si tuviera otro nombre, no tenía cabida.
    Así se impuso la castidad como modelo de perfección, pese a que los eclesiásticos no han sido precisamente un ejemplo de cumplimiento”.
    El teólogo Tamayo toma la idea de san Josemaría (“si Jesús hubiera estado casado pasaría a ser tropa”) para recordar que cada vez que los investigadores, sobre todo las investigadoras feministas, plantean la posibilidad de que Jesús estuviera casado, la jerarquía católica pone el grito en el cielo. “Lo hacen como si se tratara de una verdad de fe, cuando no pertenece al núcleo del cristianismo y resulta irrelevante en los evangelios, que destacan las excelentes relaciones de Jesús con las mujeres y de ellas con Jesús”.
    Descubierto un fragmento de papiro que menciona a “la esposa de Jesús”