El ciclón Debbie ha tocado tierra en el costa noreste de Australia, con vientos de hasta 263 kilómetros por hora en las localidades de Bowen
y Airlie Beach, en el Estado de Queensland. Más de 25.000 personas han
sido evacuadas y unas 45.000 viviendas se han quedado sin luz como
consecuencia del impacto del ciclón, de categoría 4 sobre un máximo de
5. "Nos preparamos para una larga y dura jornada . Esta tormenta es
un monstruo", ha declarado la primera ministra de Queensland,
Annastacia Palaszczuk. El
archipiélago de las islas Whitsundays fue el primero en ser alcanzado
por el ciclón, pero, pese a los peores presagios, lo hizo con la marea
baja, lo que ha disminuido el riesgo de inundaciones y altura del
oleaje. No obstante, aún quedan horas duras. "La intensidad de los vientos va a ir en aumento. Todo el mundo está encerrado", ha afirmado Annastacia Palaszczuk, que advirtió contra el riesgo de daños en las infraestructuras y de cortes de electricidad.
El primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, ha
asegurado que "las condiciones se están deteriorando" antes de anunciar
que el Ejército coordinará las tareas de rescate en Queensland cuando
termine de pasar el ciclón. La llegada de la tormenta monstruosa a tierra fue descrita
de manera muy gráfica por algunos residentes de las zonas afectadas. "El
ruido era ensordecedor, como si trenes de mercancías estuvieran pasando
a tu alrededor", ha declarado un hombre llamado Charlie, a la cadena
Australian Broadcasting Corporation.
En ocasiones, cuando el bebé llora de forma inconsolable,
los padres o cuidadores pueden llegar a perder el control y zarandearle,
sin ser conscientes del riesgo que supone. Este comportamiento, aunque
solo sea por unos segundos, es muy peligroso. El síndrome del niño
sacudido o zarandeado es el conjunto de lesiones cerebrales que se
producen cuando se agita bruscamente al pequeño, y puede producir
secuelas graves e incluso la muerte, debido a su frágil anatomía. Es la
principal causa de fallecimiento de bebés menores de un año, tras un comportamiento agresivo, en Estados Unidos. La Asociación Española de Pediatría
(AEP) califica este síndrome como relativamente frecuente, con 20-25
casos por cada 100.000 niños menores de dos años en todo el mundo,
mientras que en España, calcula que lo sufren unos 100 bebés de los
450.000 que nacen cada año (datos de 2014). Aunque se puede producir hasta los cinco años, los casos más
frecuentes ocurren cuando el niño tiene entre seis y ocho semanas, que
suele ser cuando este llora de manera más descontrolada. Los bebés con
cólicos o similares son los que tienen mayor riesgo de sufrirlo. "El
motivo más frecuente es un llanto inconsolable y prolongado que provoca
la frustración y el enfado del cuidador, que finalmente zarandea al
niño . Otra causa es el intento de reanimarlo ante una situación que el
cuidador entiende como amenazante para su vida (un espasmo del sollozo,
un atragantamiento o un ataque de tos)", explica la AEP. Si lo movemos con mucha fuerza, si hemos dañado el cerebro,
lo más probable es que el niño deje de llorar. Además, cuando se agita a
un bebé, la cabeza del niño rota sin control, debido a que los músculos
de su cuello están poco desarrollados y dan muy poco soporte a su
cabeza.
Síntomas y consecuencias
Los principales síntomas de este síndrome son irritabilidad;
dificultad para estar despierto; problemas respiratorios; falta de
apetito; vómitos o parálisis. Aunque hay consecuencias que pueden no ser
visibles, como sangrado en el cerebro y ojo o el daño en médula
espinal, cuello o rotura de costillas. En casos más moderados, el niño
puede parecer que no ha sufrido daño, pero a la larga es común que
muestre problemas de salud, aprendizaje y desarrollo. Las consecuencias pueden ser una afección en los huesos o la
rotura de los vasos sanguíneos o de los nervios que recorren el tejido
cerebral. Si el zarandeo acaba con el impacto del pequeño en una
superficie, las consecuencias pueden ser aún peores, llegando a destruir
las células del cerebro, impidiendo que este reciba el suficiente
oxígeno. Solo unos segundos son suficientes para que se produzca una
lesión irreparable en el cerebro, reiteran los expertos. Las
consecuencias más frecuentes son ceguera total o parcial; sordera;
retraso en el aprendizaje, discapacidad mental y/o mareos. En los casos
más graves los menores pueden morir. Según la AEP, uno de cada 10
menores que lo sufre, fallece.
La importancia de buscar ayuda y de informar
Los expertos señalan que existen factores psicológicos que
pueden aumentar el riesgo de agitar a nuestro bebé. Estos son las
expectativas no realistas sobre cómo debe ser nuestro pequeño; que
seamos padres jóvenes e inexpertos, que suframos estrés; que abusemos de
alcohol y las drogas o padezcamos depresión, entre otros. Según los
datos, esta conducta es más común entre los hombres. Asumir que el
llanto continuo puede ser normal entre los bebés, pero que con el tiempo
mejora, buscar ayuda
cuando perdemos los nervios y educar e informar sobre las graves
consecuencias de zarandear a un bebé a sus cuidadores son las formas de
prevención más efectivas. Pese
a su relativa frecuencia, es un síndrome del que no se suele informar a
los padres primerizos. El caso más conocido fue el del famoso alpinista suizo Erhard Loretan, que en 2001 mató a su bebé de siete meses al zarandearlo durante una rabieta, y que decidió hacer público su caso para alertar a los demás padres. Nada justifica zarandear a un niño. Los expertos aconsejan
que “si estás teniendo problemas con el control de las emociones que
produce la paternidad, busques ayuda, ya que unos segundos son
suficientes para que tu bebé sufra consecuencias irreparables”. “Y
asegúrate de que todas las personas que cuidan a tu pequeño conozcan los
riesgos del síndrome del niño sacudido”, concluyen.
*Fuente Clínica Mayo, Institutos Nacionales de Salud de EE UU, Asociación Española de Pediatría.
Desde que
anunciara su compromiso, la duquesa de Cambridge se ha inspirado en más
de una ocasión en los estilismos de Diana de Gales.
El
día que Guillermo de Inglaterra hizo público su compromiso con Kate
Middleton, en 2010, esta no solo lucía en su mano el famoso anillio que
había llevado Lady Di, sino que para la ocasión escogió un vestido azul
como tres décadas antes había hecho una joven Diana Spencer.
Tras
anunciar su compromiso, Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton se
pusieron ante el foco de Mario Testino para una sesión de fotos en la
que quisieron imitar una de las fotos de Carlos de Inglaterra y Diana de
Gales al anunciar su boda a principios de los años ochenta.
La
duquesa de Cambridge eligió en 2016 para una recepción en el palacio de
Buckingham la misma tiara y un vestido muy parecido al que lució Diana
de Gales en una cena en la embajada británica de Washington, en 1981
En
agosto de 2013, Kate Middleton salía del hospital tras dar a luz a su
primer hijo con un vestido azul con lunares blancos. Un vestido muy
similar a uno de los trajes premamá que lució Diana de Gales durante su
embarazo del príncipe Guillermo.
Diana de Gales, con sus dos hijos, los príncipes Guillermo y Enrique (en sus brazos), durante un partido de polo en junio de 1987. La misma informalidad que mostró la duquesa de Cambridge, durante un partido de polo en junio de 2014.
Kate Middleton, en uno de sus actos oficiales
en marzo de 2012. A la derecha, Lady Di, durante una visita a Washington
con un vestido de Bruce Oldfield.
Durante un viaje oficial a Italia en mayo de 1985, Diana de Gales lucía un abrigo a cuadros con tonos azules y verdes de Emanuel. Para la tradicional misa del día de
Navidad de la familia real británica en Sandringham, en 2013 Kate
Middleton escogió un abrigo muy similar de Alexander McQueen.
Kate Middleton aterrizó en el aeropuerto de
Wellington (Australia) con este vestido rojo con botos, y gorro a juego,
que a todos recordó el que lució Diana de Gales a su llegada a
Washington en 1985.
Diana de Gales, durante una visita a Pakistán en 1996. A la derecha, Kate Middleton.
Kate Middleton, vestida de Alexander McQueen en mayo del año pasado. A la derecha, Lady Di, con un vestido de una de sus diseñadoras de cabecera Catherine Walker, que también ha vestido a la actual duquesa de Cambridge.
Kate Middleton, durante su visita a los estudios Warner en abril de 2013. A la derecha, Diana de Gales, también con un vestido blanco de topos negros, en junio de 1987.
Un
mismo evento y un mismo estilo. En la celebración anual Remembrance
Sunday Service, Diana de Gales, en 1984, y Kate Middleton en 2014
Diana de Gales, con un traje chaqueta rosa en
un evento oficial a principios de la década de los noventa. A la
derecha, Kate Middleton, con un abrigo parecido en marzo de 2015.
Lady Di, en un concierto benéfico en el
Goldsmiths Hall de London en marzo de 1981. A la derecha, Kate Middleton
en los premimos The Sun Military Awards en 2011.