El portero se puso un frac y la periodista lució una traje de Vicky Martín Berrocal.
Los Reyes de España y el presidente de la
República de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, saludan a Iker Casillas y
Sara Carbonero.Lavandeira jr. (EFE) | ATLASIker Casillas y Sara Carbonerose
han convertido en los casi dos años que llevan en Portugal en los
mejores embajadores de la marca España. Por eso fueron dos de los
invitados de honor de la cena de gala que el presidente de Portugal
Marcelo Rebelo de Sousa ofreció la noche del lunes a los Reyes en su
visita oficial al país. Como requería la ocasión la pareja cumplió con
el protocolo impuesto. Él aparcó ropa deportiva para enfundarse en el
reglamentario frac y ella se puso un traje en tonos blanco y negro,
diseñado por la sevillana Vicky Martín Berrocal de la colección Refresh,
confeccionado en satén pesante con mangas de tul de seda y bordado en
el centro. El escenario fue el palacio de los duques de Bragranza,
erigido en el siglo XV sobre el casco medieval de Guimarães que
estuvieron también presentes en la cita.
La
relación de los Reyes con Casillas y Carbonero viene de lejos. Como el
portero ha contado en más de una ocasión, don Felipe y doña Letizia,
junto con la reina Sofía, fueron testigos directos del famoso beso que
se dieron en Sudáfrica y que selló en público su amor. Don Felipe
mantiene además un estrecha relación con algunos jugadores de fútbol y
con Casillas en especial por haber sido durante muchos años portero de
la selección española.
Casillas y Carbonero, a su llegada la cena. Carlos R. AlvarezWireImage
Doña Letizia apostó para la cena por el mismo diseño de Carolina Herrera que estrenó para su primera cita de gala como reina,
en honor a Michelle Bachelet, presidenta de Chile, en octubre de 2014. Se trata de un traje de encaje y tul con original falda de cola rematada
en blonda, que esta vez no ha acompañado con su tiara favorita pero sí
con una condecoración portuguesa, la Cruz de la Orden de Cristo, y una
de sus pulseras preferidas, el brazalete art decó de Cartier,
realizado en oro blanco y diamantes, cuyo diseño se inspira en las
columnas griegas y que pertenece a doña Sofía. Cada vez más la Reina
apuesta por la diseñadora venezolana.
El manuscrito de la 'Segunda Sinfonía' se ha convertido en la obra musical más cara de la historia.
Parte del manuscrito de
la 'Segunda Sinfonía' de Mahler, que se ha convertido este martes en la
obra musical más cara de la historia.
EFE
El manuscrito de la Segunda Sinfonía del compositor Gustav Mahler, conocida como Resurrección
y considerada como una de las mayores obras sinfónicas, alcanzó este
martes un récord para un pergamino musical al superar los 5 millones de
euros en una subasta de la casa Sotheby's en Londres. El
lote, vendido en una puja dedicada a documentos y libros de música,
superó el precio estimado de entre 4 y 5,2 millones de euros al venderse
por 5,3 millones de euros. El manuscrito, compuesto por 232 folios y
escrito a mano por Mahler (1860-1911), es la obra musical más destacada que ha salido al mercado a un precio tan alto,
según la casa de pujas. Los únicos documentos de grandes sonatas
vendidos hasta ahora en subasta han sido uno de nueve sinfonías de
Mozart, que alcanzó un precio de 2,9 millones de euros en 1987, y uno de
la Segunda sinfonía de Robert Schumann, que se vendió por 1,7 millones de euros en 1994.
La pieza de Mahler fue ofrecida para su venta por los herederos del empresario y economista estadounidense Gilbert Kaplan
(1941-2016), quien dedicó su vida a hacer realidad su sueño de conducir
la obra ante las orquestas más importantes del mundo. "Ninguna sinfonía
completa de Mahler, escrita a mano por el compositor, ha sido ofrecida
para subasta, y es probable que ninguna sea ofrecida otra vez. Es una
oportunidad en la vida de adquirir un manuscrito de excepcional
importancia histórica", ha asegurado el especialista en libros y
manuscritos de Sotheby's, Simon Maguire. El manuscrito está totalmente inalterado, con anotaciones en
lápiz de color azul y retiene la forma en que Mahler lo dejó, lo que
permite revelar su proceso de composición, según ha señalado la casa de
subastas en un comunicado. Originalmente, fue cedido por la viuda del
compositor, Alma, a un amigo, el conductor de orquesta Willem Mengelberg en 1920, y adquirido después por Gilbert Kaplan en 1984.
La Segunda Sinfonía en do menor es una melodía
coral, conocida por la musicalización de la oda del mismo nombre de
Klopstock, compuesta entre 1888 y 1894 y con un final coral. Además de
dos cantantes y el coro, la partitura requiere de la intervención del
órgano en el quinto y último movimiento, y de una orquesta gigantesca
con 10 trompas, amplia percusión que incluye dos gongs, uno agudo y otro
grave, y dos arpas. Resurrección, estrenada en Berlín en 1895, tiene
una extensión de 90 minutos y aborda temas universales de la vida y la
muerte. Kaplan, empresario y economista, quedó impactado después de
escucharla en el Carnegie Hall de Nueva York en 1965, al afirmar que
salió de la sala como "una persona distinta". En su día, llegó a
comentar que sintió que la pieza de Mahler le había abrazado. Con la ayuda de destacados conductores de todo el mundo,
Kaplan trabajó sin descanso para aprender, desde cero, cómo conducir
piezas musicales, por lo que dedicó tres décadas a representar la obra
numerosas veces en todo el mundo, según Sotheby's. La casa de subastas puntualizó que la compra del manuscrito fue la culminación de la obsesión del economista con la sinfonía.
A principios del siglo XX, Mahler fue uno de los más importantes
directores de orquesta y de ópera.
Tras licenciarse en el Conservatorio
de Viena en 1878, fue sucesivamente director de varias orquestas en
diversos teatros de ópera europeos, llegando en 1897 a la que entonces
se consideraba la más notable: la dirección de la Ópera de la Corte de
Viena.
Angelina Jolie no dejó que el actor viera a sus hijos por el festivo, así que se marchó con un amigo a las islas Turcas y Caicos.
Brad Pitt en el estreno de 'Aliados' en Madrid, el pasado 22 de noviembre. JUAN MEDINAREUTERS
Brad Pitt pasó el fin de semana de Acción de Gracias "con uno de sus colegas" porque Angelina Jolie
no le dejó ver a sus hijos, afirma la web estadounidense de noticias
Page Six. Según ha contado una fuente a este medio, el actor viajó a las
islas Turcas y Caicos, y se alojó en una villa privada, Amanyara, donde los precios rondan los 34.000 dólares (32.100 euros) por noche.
Esta
escapada a las islas Turcas y Caicos es un clásico entre los famosos
para huir durante unos días de sus problemas. La actriz y presentadora
de televisión Kelly Ripa viajó con su esposo, Mark Consuelos, días
después de que se supiera que el copresentador de Live With Kelly, el programa donde trabaja Ripa, Michael Strahan, se marchaba a Good Morning America. Chelsea Clinton, estando embarazada, se tomó un descanso en ese paraíso británico durante la campaña de su madre, Hillary Clinton. Así como otras estrellas de Hollywood, como Olivia Wilde, Emily Ratajkowski y el músico Bryan Ferry, quien se casó con Amanda Sheppard —antigua novia de su hijo— en Amanyara en 2012. Brad Pitt y Angelina Jolie se han alojado en varias
ocasiones en las propiedades que el grupo Amanyara tiene en Amanpuri
(Tailandia) y en Amangiri (Utah). Antes de Acción de Gracias, el
intérprete ha estado estrenando su última película, Aliados, en varias ciudades europeas. Lo último que se sabe del proceso de divorcio de los intérpretes de Sr. y Sra. Smith es que Pitt está oficialmente libre de cargos tras la investigación sobre abuso infantil que le hizo el Departamento de Infancia y Servicios Familiares de Los Ángeles. Las
autoridades investigaban lo ocurrido cuando el actor, presuntamente, se
sobrepasó verbal y físicamente con su hijo Maddox, de 15 años.
Un gigantesco arco de metal hará de barrera contra las radiaciones del reactor afectado por el accidente nuclear.
El sarcófago del reactor nuclear de Chernóbil este martes, completamente instalado. En vídeo, instalación del caparazónSERGEI SUPINSKY / EPV
Treinta años después del peor accidente nuclear que ha sufrido la
humanidad, la central de Chernóbil se cubre de un inmenso caparazón de
acero para evitar fugas de radiación durante el próximo siglo. El temor
ante los efectos de nuevos escapes tóxicos de la agrietada estructura
colocada justo después del desastre por la Unión Soviética una vez
cumplidos sus 30 años de vida útil ha llevado a un grupo de donantes
internacionales impulsados por el Banco Europeo para la Reconstrucción y
el Desarrollo a implicarse de lleno en garantizar su seguridad. Juntos
han reunido los 1.500 millones de euros que ha costado la nueva armadura,
la mayor estructura móvil fabricada hasta ahora, de un tamaño casi
equivalente al de dos campos de fútbol, con la Comisión Europea como
mayor contribuyente con 431 millones. El ambicioso proyecto de ingeniería empezó a levantarse en 2012,
casualmente pocos meses después de que los fantasmas de Chernóbil
resucitaran ante el escape radiactivo de la ciudad japonesa de Fukushima tras un fuerte terremoto. La tragedia llevó a Europa, con Alemania a la cabeza, a replantearse su relación con la energía atómica. "Hemos aprendido muchas lecciones del accidente de Chernóbil y del más reciente de Fukushima . La Comisión apoyó los exámenes para detectar debilidades
en las plantas nucleares y la UE actualizó sus normas de seguridad. Las
lecciones aprendidas y las mejoras de seguridad han reducido la
probabilidad de otro accidente nuclear a gran escala", asegura a EL PAÍS
el comisario europeo de Cooperación, Neven Mimica. Este martes se inaugurará la instalación en presencia de autoridades
ucranias e internacionales después de tres años de trabajos cerca del
reactor a cargo de las constructoras francesas Vinci y Bouygues, pero el
equipamiento con que cuenta la infraestructura, con forma de arco
gigante —aparatos de control de radiación, respiraderos, protección
frente a incendios—, no estará listo hasta finales del año que viene. Entonces empezará a desmantelarse el deteriorado sarcófago soviético que
hasta ahora ha servido de barrera, edificado a contrarreloj por 90.000
personas en solo 206 días bajo la urgencia de la hecatombe. "Es nuestra
obligación hacer la zona segura medioambientalmente de nuevo y librar a
las próximas generaciones de esta responsabilidad", apunta Mimica.
Los
números muestran la envergadura del nuevo monstruo de metal que hará de
escudo frente a las partículas: 108 metros de altura, 162 de largo, 257
de ancho y un peso de 36.000 toneladas, casi cuatro veces el de la
Torre Eiffel, y lo suficientemente amplio como para que en su interior
quepa la Estatua de la Libertad o el Estadio de Saint-Denis, tal y como
comparan en su web las empresas responsables del proyecto para dar una
idea de su tamaño. Su propósito de servir de muro frente a la
radiactividad es fundamental para los trabajadores que desmantelarán la
antigua estructura soviética.
El caparazón que cubrirá Chernóbil. EBRD
Más de mil empleados se dedicaron exclusivamente a la cúpula en los
momentos de mayor trabajo entre estrictas medidas de seguridad:
alternaron dos semanas de trabajo viviendo en apartamentos
descontaminados cerca de la central con otras dos de descanso, un equipo
midió continuamente la radiactividad y todos ellos pasaron exámenes
médicos antes de ser contratados. También la seguridad del caparazón se
ha extremado ante la peligrosidad del material que esconde el reactor:
está preparada para soportar terremotos de más de seis grados en la
escala Richter pese a que Ucrania es una zona de baja actividad sísmica. Nadie espera menos garantías después de que toda certeza de
invulnerablidad se evaporara una noche de primavera. El sábado 26 de
abril de 1986 a las 1.23 de la madrugada el reactor número 4 de la
central de Chernóbil explotó durante unas pruebas de seguridad. Ese día
el ser humano empezó a conocer una nueva forma de temor tan invisible
como destructivo. "Lo que ha pasado es algo desconocido. Es otro miedo. No se oye, no se ve, no huele, no tiene color; en cambio nosotros
cambiamos física y psíquicamente. Se altera la fórmula de la sangre,
varía el código genético, cambia el paisaje", narra uno de los
supervivientes en Voces de Chernóbil, el relato coral sobre el sufrimiento que siguió a la catástrofe de la Nobel de Literatura Svetlana Alexievich.