Las mariposas de mi estómago aún no se han extinguido por el
calentamiento global. Lo sé porque el otro día vi a Scarlett Johansson
en Lost in translation y me subió una corriente bioquímica por
el esófago que a punto estuvo de machacarme el corazón, si acaso me
queda ya algo de eso. ¡Qué manera de mirar Tokio por una ventana! No
creía que se podía mirar nada así en este mundo. ¡Con gente como
Scarlett no sé cómo todavía no se han derretido los polos! Ahora que sé
que no tengo disecado todavía mi mariposario podré afrontar el próximo
invierno con un poco más de calor interior sin tener que astillarme las
manos encendiendo la chimenea.
«Las mariposas de invierno acompañan a los forestales, en los meses
de enero y febrero, cuando suben a cortar un bosque o aclararlo, o a
desbrozar una vertiente en la que las zarzas han formado un colchón tan
cubierto y espeso que solo pueden penetrar en él los jabalíes. Con las
sierras Stihl allanan pinares, cortan ramas de encina sobrantes y
cercenan brezos.
A media mañana encienden un fuego de leña delgada, con
algún tronco, y es cuando las mariposas de invierno, que han seguido a
los forestales desde el pueblo, se acercan al fuego para absorber el
calor», escribe Julià Guillamon en Mariposas de invierno y otras historias de la naturaleza.
A Nabokov le preguntaron una vez qué cosas le disgustaban y cuáles le
conmovían.
«Mis aversiones son simples: la estupidez, la opresión, el
crimen, la crueldad, la música dulzona. Mis placeres, los más intensos
conocidos por el hombre: escribir y cazar mariposas», explicó. En lo de
la estupidez estoy con Nabokov: andamos sobrecargados.
En lo de cazar
mariposas no tanto. Cuando iba de pequeño con el abuelo a sacar a las
cabrillas, intentaba coger una. No hubo manera. Ahí, con el abuelito,
por los campos desde los que se ve el mar y donde está el algarrobo
donde quiero que echen mis cenizas, comprendí la libertad persiguiendo
mariposas.
Era en aquella época en el que mundo olía a nuevo, a otra
cosa. «¿Por qué los alienígenas no dan un paso al frente y nos ayudan?
¿Los azares darwinianos pueden explicar por qué hemos domesticado a
perros y gatos, pero no, por ejemplo, a monos y pósums? ¿Te das cuentas
de que las ostras tienen, entre sus demás órganos, un corazón? ¿Cuándo
fue la última vez que viste una mariposa?», se pregunta Padgett Powell
en El sentido interrogativo.
«Limpiando el carrete del móvil me he encontrado una foto de la comida
de julio en la que aparece un rincón del corral de casa de mis abuelos.
Es el de la ventana que da a la cocinilla, una habitación en la que solo
hay una chimenea, una lavadora, tres o cuatro peroles colgados al lado
de una hilera de guindillas secándose, dos estanterías llenas de tomate y
pisto al baño María y a veces sarmientos para hacer lumbre.
Si alguna
vez alguien me pregunta a qué huele España responderé que a esa
habitación, a la cocinilla, que cuando estaba mi abuela también olía a
veces al jabón que hacía ella», dice Ana Iris Simón en Feria.
La última encarnación
de la cantante es la de malvada absoluta. Estuvo dos años en la cárcel
pero ahora es acusada de mala madre por su hijo Kiko, en la tele, claro.
Uno cree que la vida de la Pantoja
no va con él, pero siempre te acabas cruzando con ella, como un relato,
íntimo y nacional a la vez, que nos incumbe de alguna manera, porque
dice algo de nosotros mismos aunque creamos que habla de otros, y a
muchos no nos interese lo más mínimo.
Acabas siempre sabiendo, como de
las cosas de la familia. Te queda la duda: ¿y si es un mensaje de Dios
que, en su silencio, quiere decirnos algo de forma coloquial?
A través
de estos dramas de algunos elegidos nos acercamos al misterio de la
naturaleza humana, como en un Shakespeare para
torpes.
El logro épico es que haya durante 40 años un personaje del que
se cree saber todo y cada vez descubramos que no lo conocíamos, para
volver a destriparlo en busca del secreto.
La última encarnación de
Isabel Pantoja es la de malvada absoluta. Con todos ustedes, la mala de
España.
Desde hace un mes te cuentan lo mala que ha resultado ser y piensas que, bueno, es una señora que ya estuvo dos años en la cárcel, pero te dicen que no, que ahora es en serio: es una mala madre. Acusada por su propio hijo Kiko.
En la tele, claro, no en el salón de casa o en la cocina, donde la
gente se dice esas cosas.
Sigue perfeccionando una biografía tan
perfecta en sus detalles narrativos que parece creada en un laboratorio
del Nodo: la copla, los toros, la política, las revistas, las uvas de
Nochevieja, el blanqueo de capitales,
todo lo que un español de bien debe ser y hacer.
Si le saliera un nieto
independentista yo creo que ya lo tendríamos todo.
Hay titulares que,
vistos con perspectiva, resumen una época. Mayo de 2007: “Zaplana
asegura que el Gobierno busca ‘despistar la atención’ con el arresto de
Isabel Pantoja”.
La exclusiva, vender lo
vendible, el pastón, el caché. Y entonces el secreto desvelado, la
mentira descubierta, la verdad verdadera que nunca se acaba de saber, se
sospecha, se cotillea. En torno a un chalé, un casoplón, la finca.
Hablan asistentas, primos, suegros, examigas del alma, extodo. Sobre la
boda, el bautizo, el funeral.
Para estar en lo más alto, caer en lo más
bajo, como la vida misma. Una santa, una arpía, una interesada, una
artista, qué arte. Y el pueblo llano que se siente llamado en causa y la
quiere y la odia como es.
Un señor de una venta de Cádiz, indignado por
los ataques a la tonadillera, vende flores de Pascua para darle parte
de la recaudación.
Con un cartel: “Paquirrín traidor”.
Hay que tomar
partido, y uno debe saber todo, no puede perderse entre dinastías que
degeneran, árboles genealógicos que se cruzan y se traicionan. Cantora, la herencia envenenada, este es el último capítulo.
Desde hace un mes te cuentan lo mala que ha resultado ser y piensas que, bueno, es una señora que ya estuvo dos años en la cárcel, pero te dicen que no, que ahora es en serio: es una mala madre. Acusada por su propio hijo Kiko.
En la tele, claro, no en el salón de casa o en la cocina, donde la
gente se dice esas cosas.
Sigue perfeccionando una biografía tan
perfecta en sus detalles narrativos que parece creada en un laboratorio
del Nodo: la copla, los toros, la política, las revistas, las uvas de
Nochevieja, el blanqueo de capitales,
todo lo que un español de bien debe ser y hacer.
Si le saliera un nieto
independentista yo creo que ya lo tendríamos todo.
Hay titulares que,
vistos con perspectiva, resumen una época. Mayo de 2007: “Zaplana
asegura que el Gobierno busca ‘despistar la atención’ con el arresto de
Isabel Pantoja”.
La exclusiva, vender lo
vendible, el pastón, el caché.
Y entonces el secreto desvelado, la
mentira descubierta, la verdad verdadera que nunca se acaba de saber, se
sospecha, se cotillea. En torno a un chalé, un casoplón, la finca.
Hablan asistentas, primos, suegros, examigas del alma, extodo. Sobre la
boda, el bautizo, el funeral. Para estar en lo más alto, caer en lo más
bajo, como la vida misma.
Hay que tomar
partido, y uno debe saber todo, no puede perderse entre dinastías que
degeneran, árboles genealógicos que se cruzan y se traicionan. Cantora, la herencia envenenada, este es el último capítulo.
El 9 de febrero de 1984 nació Francisco José Rivera Pantoja, Kiko Rivera, Paquirrín para todo el mundo.
“La vida de mi madre es una gran
mentira”. Aún no hemos visto lo mejor, ni lo peor. Pero qué audiencias
da la vivisección en directo de una desestructuración familiar famosa.
La Pantoja es casi un subgénero periodístico en sí mismo. Ese talento en
explotar las posibilidades dramáticas de una vida es un talento suyo,
de sus parientes, de los tertulianos del ramo, de media España.
Alimenta
una trituradora ancestral perfectamente engrasada, ávida de miserias,
que solo se consuela con la destrucción y a veces una noticia alegre,
una foto de comunión.
Pantoja nunca deja de ser protagonista, le
sobrevuela en todo momento la desgracia, el destino fatal, la muerte, la
mala suerte, la ruina.
Es una parábola religiosa, un auto sacramental,
un continuo sacrificio público.
Sobrevivió, pero tuvo que ofrecerse a la plebe sin maquillaje, al fin
como es, en carne y hueso, según se levanta, en bañador, sin vestido de
volantes.
Humillada, insultada, hambrienta, peleando por un pollo, y que
le dijeran verdades como puños.
Un regocijo nacional, la inquisición
diaria. Tiene que ser muy raro que todos sepan más de tu vida que tú
mismo, y ser en el fondo una desconocida. Yo soy esa dice así:
“Yo era muchas cosas que ya se han perdido/ en los arenales de mi
voluntad”.
La Pantoja no se acaba nunca, y solo cuando esté acabada e
inspire la piedad más pura por fin podrán perdonarla.
“¡Estamos
escuchando música, tenemos todo el derecho, no hay peleas!”, grita una
mujer con los pechos al aire a los policías antidisturbios que han
irrumpido este sábado a mediodía en la nave abandonada de Llinars del
Vallès (Barcelona) para poner fin a rave que se prolonga desde
Nochevieja.
La mujer hace aspavientos y sigue gritando a los Mossos,
mientras el centenar de personas que aún tiene ganas de fiesta permanece
a la expectativa del inminente desalojo.
Los agentes han empezado a
identificar a los participantes y a comunicarles la sanción
correspondiente por saltarse las prohibiciones para frenar la expansión
del coronavirus.
A
las 12 horas, una excavadora ha retirado las piedras que los asistentes
a la fiesta ilegal habían colocado a la entrada de la nave y ha
franqueado el acceso a la policía. Agentes antidisturbios de los Mossos
han tomado posiciones en el interior de la nave. Allí se celebra, al
menos desde las 21 horas del 31 de diciembre -hora en que la denunciaron
los vecinos de la zona-, una fiesta ilegal sin ningún tipo de medida de
seguridad sanitaria: no hay mascarillas, ni por supuesto distancia
social, solo música electrónica y decenas de furgonetas aparcadas en el
solar de la fábrica abandonada.
Los Mossos calculan que un total de 400 personas han podido participar
en la fiesta, que se ha prolongado durante al menos 40 horas.
Durante
este tiempo, la policía catalana ha estado presente en el perímetro de
la nave y han identificado a las personas que la abandonaban.
Pero han
optado por no desalojar para evitar incidentes graves. Esa inacción a lo
largo de más de un día y medio, en plena pandemia, ha abierto un nuevo
enfrentamiento en el seno del Gobierno catalán.
Momento del desaloja, este sábado.Alejandro García / EF
El dispositivo de los Mossos, que optaron por dar margen a
los ocupantes para abandonar la nave de forma voluntaria -algo que no ha
ocurrido- puso en alerta al Departamento de Salud ya el día 1 de enero.
La consejera Alba Vergés (Esquerra Republicana) pidió al consejero de
Interior, Miquel Sàmper, que pusiera fin de manera inmediata a la
fiesta, identificara a los participantes e impusiera las sanciones
oportunas.
La fiesta ilegal ha provocado malestar entre los vecinos y
alcaldes de la zona. A las críticas se ha sumado la patronal del ocio
nocturno, una de las más afectadas esta Nochevieja por el cierre forzado
de las discotecas.
“Revisaremos con Interior cómo se han
desarrollado los hechos para evitar que vuelva a pasar una situación de
estas características y las actuaciones sean más rápidas”, afirmó, a
través de Twitter, el vicepresidente de la Generalitat con funciones de
presidente, Pere Aragonès. La candidata de Junts per Catalunya a la
presidencia de la Generalitat, Laura Borràs, calificó de “inaceptable e
indignante” que se haya tardado tanto en desmontar la fiesta ilegal.
“Hay que tener los protocolos actualizados para que se pueda actuar sin
demoras incomprensibles”.
Fuentes de Salud consideran que los Mossos debieron haber
aplicado antes el protocolo habitual en caso de fiestas que incumplan la
normativa contra el coronavirus.
E insisten en que es necesaria la
identificación de los participantes para hacerles un seguimiento y
evitar la expansión del virus. Buena parte de los asistentes a la rave
proceden de países como Francia o Bélgica, y algunos de ellos han
eludido los controles perimetrales de la policía escapando de la finca a
través de caminos rurales.
Si al principio la fiesta
congregó a más de 200 personas, este sábado apenas quedaba un centenar
en el interior de la nave.
La prolongación de la fiesta y las tensiones
políticas por la gestión de una fiesta ilegal provocaron la actuación de
los Mossos.
Madrid amplía las restricciones a partir del lunes a otras ocho zonas básicas de salud y cinco localidades
La región vuelve a registrar desde el pasado jueves una incidencia acumulada de más de 400 casos por cada 100.000 habitantes
Madrid registra una incidencia acumulada en la región de 400,04 casos por cada 100.000 habitantes,
según los datos sobre la covid-19 divulgados este jueves por el informe
diario del Ministerio de Sanidad, siguiendo la tendencia ascendiente de
las últimas semanas y convertida ya en la tercera región de España con
mayor solo, por detrás de Baleares (530,86) y Extremadura (511,56)
. Por
eso la Comunidad ha decidido ampliar a partir del lunes 4 de enero las
restricciones de las 10 actuales a un total de 18.
Se suma a estas nuevas medidas de la Dirección General de
Salud Pública las restricciones de entrada y salida en el perímetro de
cinco localidades concretas, que no coinciden con el de una zona
básica, por estar más localizados los focos de transmisión:
Ciempozuelos, Navalcarnero, Algete, Mejorada del Campo y Villarejo de
Salvanés.
La única excepción tendrá lugar el día de
Reyes (6 de enero), en el que no habrá restricción de movilidad de
entrada y salida en estos núcleos de población.
Detectados nueve casos de la cepa británica
Hasta
el momento, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid ha
confirmado nueve casos positivos de la cepa británica de la covid-19 en
la región. Otros 30 están en estudio ha explicado el viceconsejero de
Salud Pública y Plan Covid-19, Antonio Zapatero, este sábado en rueda de
prensa.
Es esa intervención ha explicado que la
Comunidad ya ha elaborado un plan de detección precoz de esta variante,
del que hay “un alto nivel de transmisión en la Comunidad”.
Aunque
tiene confirmado el origen de los primeros seis casos de esta variante
en la región (pacientes que han llegado a Madrid desde el Reino Unido o
que tienen vínculo epidemiológico con alguien que ha realizado ese
trayecto), todavía está estudiando el de los tres últimos.