El cineasta, que publica sus memorias ‘A propósito de nada’, defiende en esta entrevista con EL PAÍS su inocencia en las acusaciones de agresión sexual a su hija Dylan.
Álex Vicente
En una de las primeras citas de Woody Allen y Mia Farrow, él la invitó a ir a despedirse del cadáver de Thelonious Monk
en una funeraria de la Tercera Avenida de Manhattan.
“Se comportó de
manera cortés pero consternada, y tal vez en ese momento debería haberse
dado cuenta de que estaba iniciando una relación con el soñador
equivocado”, relata al comienzo de A propósito de nada (Alianza).
Así empiezan unas memorias pensadas para revisar, a través de un sinfín
de anécdotas y chascarrillos, su larga trayectoria como cómico y
cineasta, aunque su motivación real podría ser defenderse, de una vez
por todas, de las acusaciones de abuso sexual a su hija Dylan, que
ocupan un lugar central en su relato porque también lo han conquistado, a
su pesar, en su propia vida.
Después
de años de silencio, Allen pasa al ataque.
Acusa a Farrow de agredir
físicamente a su esposa, Soon-Yi, y de tratarla de “retrasada”, de
dormir desnuda con su hijo Satchel (hoy Ronan) hasta que cumplió los 11
años y obligarle a alargar quirúrgicamente sus piernas para poder “hacer
carrera en política”, además de lavar el cerebro a sus hijos
haciéndoles creer que era poco menos que un “Moloch vestido con
pantalones de pana Ralph Lauren”.
El director, que cumplirá 85 años en
diciembre, resume la maniobra con una frase que Farrow habría
pronunciado en un lejano 1992:
“Tú me quitaste a mi hija, ahora yo te
quitaré a la tuya”.
Es el penúltimo episodio de un caso en el que
abundan los ángulos ciegos y las dudas razonables, firmado por un
cineasta al que, de un tiempo a esta parte, se le cierran algunas
puertas (aunque no esté ni de lejos censurado, como él mismo insiste en
aclarar).
“Yo sabía que la verdad estaba de mi lado, pero ahora me doy
cuenta de que eso no es garantía de nada”, lamenta Allen, que respondió a
esta entrevista el pasado martes desde su casa en Nueva York.
Pregunta. ¿Por qué escogió un título como A propósito de nada? Para usted, ¿su vida equivale a la nada?
Respuesta.
Nadie necesita mi libro. Relatar mi historia no es relevante ni
importante. Tal vez pueda ser de interés para algunas personas, o tal
vez no…
P. Alguna importancia tendrá, si decidió publicarlo.
R.
No, no la tiene.
La verdad es que me han pedido que escriba la historia
de mi vida desde el comienzo de mi carrera.
De repente, me encontré en
casa sin nada que hacer, a la espera de empezar a trabajar en mi próximo
proyecto, así que decidí escribirlo.
Espero que la gente lo encuentre
informativo y entretenido, que se diviertan leyéndolo.
P. No todo el libro es divertido.
En realidad, es difícil de leer…
R. ¿Lo dice porque le costó entenderlo?
P. No, lo digo porque relata cosas incómodas.
R. La vida humana tiene dimensiones distintas y,
claro está, no todo lo que me ha sucedido es divertido.
En cualquier
vida humana hay una parte trágica y yo no soy ninguna excepción.
P. En este libro hace algo que, durante años, evitó: alzar la voz y defenderse. ¿Por qué ahora?
R.
Ante todo, quiero aclarar que no tengo la sensación de haberme
defendido.
No necesitaba ninguna defensa. Escribí la historia con
objetividad. He usado citas de otras personas: los investigadores, los
médicos, los jueces, los testigos.
Nunca me incluí a mí mismo.
Al sentir
que no necesitaba una defensa, quise escribir la historia de manera
objetiva y dejar que el lector llegase a sus propias conclusiones.
No
quería entrar en el “él dijo, ella dijo”. Esta no es mi versión, sino la
versión del investigador, el psiquiatra y la asistenta doméstica.
Ojalá
no hubiera ocupado todo ese espacio, pero para contar mi historia al
completo también debía incluir esta parte.
Al ser inocente, no sentí que debiera una explicación a nadie. Tal vez mi silencio hizo que la gente dudara.
P. Durante años, calló. ¿No cree que su silencio hizo aumentar las dudas sobre su versión?
R.
Sí, puede que tenga razón, pero no me importó.
Cuando eres inocente,
esas cosas no te importan. No quise perder el tiempo pensando en eso.
No
sentí que le debiera una explicación a nadie.
La investigación concluyó
que no había hecho nada, así que me centré en mi trabajo y en mi
familia.
Pensé que era una pérdida de tiempo dar entrevistas en
televisión o escribir artículos.
Pero, para responder a su pregunta: sí,
tal vez mi silencio hizo que la gente dudara, que pensara: “¿Por qué
está tan callado?”.
P. De ser un ídolo, dice que
ha pasado a convertirse en “un paria”, como se define en el libro, tras
la irrupción del MeToo y la nueva acusación de Dylan.
R.
Sí, pero yo no lo he vivido como algo difícil. Cuando todo eso sucedió,
simplemente seguí trabajando.
Estaba en todos los periódicos, pero los
demás se interesaban por ello más que yo mismo.
Era un sinsentido que
alguien creyera que había hecho algo así a mi hija de 7 años, que
hubiera podido abusar de ella de cualquier forma.
La idea era tan
absurda que nunca hablé de ello.
Trabajé y seguí trabajando, y nunca me
importó.
P.
¿No cree que va mucho más allá? Amazon ha suspendido su acuerdo de
producción y distribución, el grupo Hachette se negó a publicar su
libro, las universidades dejan de estudiar sus películas y muchos
actores ya no quieren trabajar con usted.
R. En
teoría tiene toda la razón, porque todo eso es cierto. Pero, en la
práctica, no ha tenido ningún efecto. La editorial rechazó el libro,
pero 15 minutos después tenía otra que estaba dispuesta a publicarlo.
Amazon me dio la espalda, pero pude rodar otra película poco después.
Todo eso no me ha impedido seguir trabajando ni que la gente siguiera
viendo mis películas. Es cierto que algunos actores me dijeron que no
querían trabajar conmigo en Rifkin’s Festival, la película que
rodé en San Sebastián [se estrenará en otoño]. Pero no pasó nada:
simplemente encontré a otros. Si nadie quisiera trabajar conmigo y nadie
quisiera ver mis películas, tal vez me afectaría. Pero eso no es lo que
ha sucedido…
P.
En los últimos años, algunas de sus declaraciones han sido
interpretadas como provocaciones. Por ejemplo, cuando en 2018 dijo que
el Me Too debería adoptarle como un símbolo. ¿Lo lamenta?
R.
No, claro que no. Encarno todo lo que el MeToo quiere conseguir. He
empleado a cientos de mujeres delante y detrás de la cámara [106
actrices en papeles protagonistas y 230 como responsables de
departamentos técnicos, según precisa en el libro]. Siempre he pagado
exactamente lo mismo a hombres y mujeres. En más de 50 años, ni una sola
actriz o miembro de uno de mis equipos ha dicho una sola palabra
negativa sobre mí. No he recibido una sola acusación de discriminación o
de acoso de cualquier tipo. Si todos los hombres se hubieran comportado
como yo, el movimiento ya habría alcanzado sus objetivos…
P. En
su libro se manifiesta en contra de la “Policía de lo Apropiado” y
hasta insinúa que vivimos un nuevo macartismo. ¿Es comparable?
R.
No, la era McCarthy fue mucho peor. Entonces existía una lista negra
formal, se impedía a la gente trabajar para cualquier estudio o cadena. A
algunos los mandaban a la cárcel, pese a no haber hecho nada que no
estuviera contemplado por sus derechos constitucionales, y otros se
suicidaban saltando del tejado. Ahora no tenemos nada parecido. Hay
gente que se enfada en las redes sociales, pero no es lo mismo que la
era McCarthy, cuando existió algo peligrosamente parecido a una policía
de Estado…
P. “Todo lo que puedo hacer es esperar que la gente entre en razón”, declaró hace unos días a The Guardian. ¿Es eso posible?
R.
Nunca harán eso. Es como aquellos mitos terribles sobre los judíos,
aquellas ideas delirantes que permanecieron durante cientos de años en
la conciencia colectiva. No quiero compararlo, porque aquello fue
horrendo y mortífero, pero una vez que manchan tu nombre, una vez que
alguien te acusa de algo una y otra vez, deja de importar que seas
inocente o culpable. La mancha se queda. Pero, como decía antes, todo
eso no me importa. Cuando me muera, no podré preocuparme por esas cosas.
Si alguien quiere pensar que soy la peor persona sobre la faz de la
tierra, será irrelevante, porque ya habré sido desterrado de la
existencia. Lo que piensen los demás no tiene mucha importancia. Pero,
para responder a su pregunta, no creo que la gente vuelva a sus cabales
sobre este caso.
P.
En su libro dice que no ha dormido una sola noche sin Soon-Yi en los
últimos 25 años. Ha vivido una relación de comunión total, mientras que
todas las anteriores fueron muy distantes. ¿Cómo lo explica?
R.
No hay más explicación que la suerte. Siempre salí con mujeres de
edades parecidas a la mía, actrices y otra gente de esta profesión, casi
siempre de Nueva York. Si hace años me hubieran dicho que me casaría
con una mujer mucho más joven, nacida en Corea y sin ninguna relación
con el show business, me habría parecido descabellado. Y, sin
embargo, sucedió. La química es correcta, la cosa funciona por ilógico
que parezca el motivo… Somos felices juntos y tenemos una buena vida. No
es como si no nos peleáramos nunca, pero es un matrimonio fundado en un
amor real.
P. “He tenido que pagar un precio muy grande por amarla”, escribe, pese a todo, en el libro.
R.
Sí, pero ha merecido la pena. La gente me decía que cómo podía estar
con alguien mucho más joven… Era la hija de Mia y luego terminé siendo
falsamente acusado. Me ha dado una mala imagen, pero eso no significa
nada para mí. Tengo una relación maravillosa con Soon-Yi y no la
cambiaría por nada.
Black Lives Matter: “Las protestas raciales tendrán efecto y los demócratas ganarán las elecciones”
Cuando observa el horizonte, Woody Allen no vislumbra un nuevo mundo que será sustancialmente mejor que el anterior. Para el director, la nueva normalidad será tan mala como la antigua. “En cuanto sintamos que ya ha pasado lo peor, volveremos a nuestra vida anterior con inmediatez e inmadurez. No vamos a vivir en un nuevo mundo, aunque sí pronostico algunos cambios a mejor. De todas formas, el mundo no puede ir peor: la gente se ha quedado sin trabajo, las tiendas están cerradas, un virus sigue matando y la gente protesta en las calles”, responde Allen. El cineasta cree que esos cambios serán políticos. “Los demócratas ganarán las próximas elecciones y las protestas raciales esta vez serán efectivas, o eso espero. Estados Unidos siempre ha sufrido problemas raciales. En las últimas décadas ha habido mucha palabrería y poco progreso, pero creo que ahora se va a producir un cambio significativo”, señala Allen. En 'A propósito de nada', el director sostiene que, en lo que respecta a los derechos de los afroamericanos, siempre ha sido “liberal e incluso radical”. “Con los años he recibido algunas críticas respecto al hecho de que no hay actores afroamericanos en mis películas”, admite Allen, que no cree que la discriminación positiva sirva “en la selección de un reparto”. Pese a todo, recuerda que se manifestó en Washington al lado de Martin Luther King y que bautizó a sus hijos en honor a sus héroes afroamericanos. “Cuando Ronan nació, le puse el nombre de Satchel por [el jugador de béisbol] Satchel Paige. A las dos niñas que adopté con Soon Yi las bauticé como Bechet, en honor al gran virtuoso del jazz Sidney Bechet, y Manzie, por su batería, Manzie Johnson”, asegura.
Era solo cosa de los tabloides, que en el fondo viven de eso…