La Comisión Europea admite que hay riesgo de que las investigaciones financiadas acaben fracasando.
La posibilidad de que los ciudadanos de un país europeo se
vacunen contra el coronavirus mientras los de otro aguardan temerosos la
aparición de rebrotes sin poder inmunizarse es inconcebible para la
Comisión Europea.
Bruselas quiere evitar a toda costa un reparto desigual del futuro remedio,
y busca tomar posiciones en la carrera global por hacerse con el
fármaco sacando la chequera: el Ejecutivo comunitario financiará la
investigación de varias farmacéuticas en su fase inicial.
Esos fondos
actuarán como un contrato de compra por adelantado. A cambio del dinero,
una vez lista la vacuna, los países de la UE tendrán derecho a hacerse
con un cierto número de dosis.
Bruselas
asume que, en un entorno de incertidumbre sobre qué compañía se llevará
el gato al agua, el movimiento no tiene por qué culminar con éxito.
Los
laboratorios trabajan a pleno rendimiento en todo el planeta en medio
de una competencia feroz, con lo que las elegidas para recibir las
ayudas no tienen por qué ser las que lleguen a buen puerto.
“Siempre
existe el riesgo de que las vacunas candidatas que hayan recibido apoyo
fallen durante los ensayos clínicos”, ha admitido la Comisión Europea en
la presentación de su estrategia.
La financiación, sin embargo,
contribuirá a que las farmacéuticas no carguen en solitario con los
elevados costes iniciales, animándolas así a ser más audaces.
La compra se hará de forma centralizada por parte de Bruselas a través
del llamado Instrumento para la Prestación de Asistencia Urgente, dotado
con 2.700 millones de euros.
Luego, las dosis se distribuirán entre los
Veintisiete en función de sus necesidades.
El Banco Europeo de
Inversiones también podría implicarse concediendo préstamos en
condiciones ventajosas.
El hallazgo de la vacuna se ha convertido no solo en una
necesidad sanitaria para salvar vidas, sino en el único elemento capaz
de garantizar que la economía no volverá a detenerse en seco en un
momento en que Gobiernos y bancos centrales han empleado gran parte de
la artillería a su disposición.
El rebrote detectado hace seis días en
el mayor mercado de Pekín ha exhibido la fragilidad de la victoria contra el virus en Asia y Europa, mientras que en América la enfermedad sigue lejos de ser erradicada.
La
pandemia ha dejado por ahora una factura de más de 440.000 muertes y
ocho millones de contagios.
El propietario del arma capaz de vencerla
tendrá en su poder la llave de la reapertura total de su economía y la
opción de erigir en torno a cada ciudadano un muro de contención contra
el virus.
La UE teme que si China o EE UU se hacen con la vacuna antes
que el resto, primen la salud de los suyos en lugar de dar prioridad a
un reparto fundamentado en criterios científicos.
“Cuando se lucha
contra una pandemia no hay lugar para el yo primero”, ha exigido este
miércoles la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, en un
mensaje grabado en vídeo.
La iniciativa conjunta europea
también trata de desactivar maniobras por separado de algunos socios de
la UE.
La semana pasada Alemania, Francia, Italia y los Países Bajos firmaron un acuerdo con el grupo farmacéutico AstraZeneca
para hacerse con 300 millones de dosis de una futura vacuna.
El paso no
fue bien recibido por todos.
“La colaboración en el seno de la UE
significa que hay colaborar con tantos Estados miembros como sea
posible, sin negociar aparte con ciertos países”, lamentó la ministra de
Salud belga, Maggie De Block.
Von der Leyen cree que la estrategia europea “evita que se
desarrolle una competencia entre Estados miembros”, pero el enfoque
comunitario va más allá: la intención es garantizar que no será un
remedio para ricos, y los países menos desarrollados también podrán
vacunar a su población.
“Europa no es una isla.
No estaremos a salvo
hasta que el resto del mundo lo esté también”, ha afirmado la dirigente
alemana.
La conferencia de donantes impulsada por la UE para asegurar un
acceso igualitario ha recaudado 9.800 millones de euros, y el 27 de junio se celebrará una segunda conferencia para elevar la cantidad.
Sin obstáculos burocráticos
Bruselas
quiere que la vacuna sea barata, segura, y se distribuya lo más
rápidamente posible, pero mientras que antes insinuaba la posibilidad de
que estuviera lista antes de otoño, ahora es más cauta y habla de un
plazo de entre 12 y 18 meses.
Para ello, está dispuesta a levantar
cualquier obstáculo burocrático que pueda ralentizar el proceso.
Agilizará las autorizaciones, hará una interpretación flexible de las
normas en el etiquetado o el envasado, y planea dejar en suspenso leyes
sobre organismos modificados genéticamente para que no entorpezcan los
trabajos.
“Cada mes ganado en el hallazgo de una vacuna significa salvar vidas,
medios de subsistencia y miles de millones de euros”, estima la
Comisión.
La batalla por hacerse con ella lleva meses en liza,
a veces de forma descarnada, como cuando EE UU amagó con absorber la
farmacéutica alemana CureVac el pasado marzo. Finalmente, el Gobierno
alemán logró contener la arremetida de Washington y se convirtió esta
semana en su accionista con una inyección de 300 millones de euros para
hacerse con el 23% de la compañía.
Pero el conflicto ilustra la tensión
geopolítica latente en torno a la vacuna.
Su obtención colocará al
primero que se haga con ella a la vanguardia científica del planeta.
Y
sobre todo, pondrá a prueba la verdadera magnitud de la cooperación
internacional.