"TRISTANA",
BUÑUEL (1970).- En su vuelta a España para rodar años después del
escándalo de "Viridana" , D. Luís adaptó la novela de Galdós
resultando una película en la que brillan los talentos de ambos.
Fernando Rey, Catherine Deneuve, Franco Nero, Lola Gaos, un reparto de
lujo.
1 mar 2020
Paz Vega reivindica el papel de las mujeres maduras
La actriz, a punto de cumplir 45 años, inicia una nueva vida de regreso a España, prepara varios proyectos y escribe sus propios guiones.
Cual avezada cocinera, Paz Vega se pasea cómoda y pizpireta con su chaquetilla por la Feria Arco junto al chef Andoni Luis Aduriz.
Cinco minutos después, cuando llega el momento de la fotografía y la
entrevista, se la quita rauda y veloz y deja atrás esa faceta de
cocinillas para dar paso a la actriz que lleva siendo más de la mitad de
su vida y, a la vez, al personaje cercano, amable y muy alejado de la
imagen de estrella de Hollywood que mostró hace algo más de un año tras
su paso por MasterChef Celebrity, concurso en el que se alzó con la medalla de plata.
“Fue
una de las mejores experiencias de mi vida, pero muy, muy dura”,
confiesa, ya sin chaquetilla, vestida de negro y con zapato plano.
“Tenía ganas de hacerlo porque me lo habían dicho varias amigas, como
Bibiana Fernández o Anabel Alonso.
El compromiso es absoluto.
Llega un
momento que quieres hacerlo tan bien que te enfadas contigo misma si
algo no te sale y llegas a casa llorando”, relata, explicando que la
experiencia la ayudó a “empujar los límites”, a crecer.
Ese paso por los fogones más mediáticos le trajo nuevas oportunidades, como esta, que la trae a Arco 2020 junto a Aduriz para mostrar una nueva creación gastronómica para el restaurante Mugaritz junto
al ron Zacapa, pero sobre todo le dio un rebrote de popularidad
inesperado.
Ella, que ha vivido 14 años en Los Ángeles (California, EE
UU) hasta que decidió volver hace un par, no esperaba llegar a las
nuevas generaciones de esta manera. “El programa tiene mucho éxito con
los niños, que a mí no me conocían. Pero ahora me paran por la calle, y
eso me ha hecho mucha ilusión”, confiesa una mujer que, aunque conocida,
siempre ha mantenido muy en privado su faceta más íntima. Casada con el
venezolano Orson Salazar desde hace casi 18 años y con tres hijos en
común —Orson, a punto de cumplir 13; Ava, de 10; y Lenon, de 9—, Vega concede que MasterChef también
ha permitido que el público la conozca.
“Que descubran cómo soy, porque
la gente tiene una idea que no es la real”, reflexiona.
“Te ven
presentando una película, un proyecto, distante o seria. Pero en el
programa eres tú en un lugar que no es habitual para ti. Yo al principio
decía: '¿Qué voy a hacer yo sin guion? ¡No tengo nada interesante que
contar!”.
“No creas que me gusta mucho ese ritmo. Me gustaría tener la
posibilidad de poder parar porque cuando enganchas dos o tres proyectos
te pierdes cumpleaños, notas... Te pierdes tantas cosas”, lamenta sobre
sus pequeños, ya no tan pequeños. “Ahora creo que nos necesitan más, es
una dependencia más emocional, más psicológica, la época en la que
empiezan a volar.
Es una etapa muy bonita y la quiero vivir con ellos”,
reconoce. Y eso que los tres estarían encantados de volver a Los
Ángeles, donde han vivido su infancia.
“Los horarios son para niños,
todo es muy diurno, el verde, lo abierto, las playas todos los fines de
semana... Pero es una ciudad muy difícil para un adolescente.
A lo mejor
hubiera aguantado un par de años más. Aquí [en España] llevo dos años y
medio; allí estuve 14. Era el momento de volver. Yo nunca me he visto
viviendo allí”.
Sin embargo, Vega cree que ya ha hecho lo
que tenía que hacer: “trabajar”.
Para hacerse un nombre. Y regresar a
la espera de proyectos con los que se sigue ilusionando igual que la
primera vez. Esta sevillana que apenas conserva su acento reconoce que
se ve igual, “con los mismos miedos, las mismas inseguridades, la misma
ilusión”. De hecho, lo ilustra con una anécdota.
“El día que me dieron
el primer trabajo, al poco de venirme a Madrid, llamé a mi madre y me
puse a saltar como una loca por Gran Vía. Y ahora, cuando me llamaron para Rambo,
me puse igual de contenta, saltando”. Admite, eso sí, que le pesa más
la responsabilidad.
Por su carga personal, familiar, laboral.
“Ahora soy
menos impulsiva. Tengo el sentido de que lo tengo que hacer bien”.
Con 44 años, Vega es un rostro habitual de la tele y el cine desde los 21.
No le cuesta echar la vista atrás, pero no deja de sorprenderse por el recorrido. “23 años... ¡Qué barbaridad! ¡Más de media vida trabajando!”.
Y, pese a todo, se ve “exactamente igual". Con esas mismas inseguridades actorales, aunque “antes tenía más tonterías”. El físico, ese que tanta presión impone a las actrices, tampoco le preocupa.
Más bien al revés. “Estoy fenomenal, tengo 44 para 45 y me encanta decir que ya tengo casi 45 [cumplió el 2 de enero]. Me encuentro bien, a gusto conmigo misma. Me encuentro estupendamente. ¿Eso de que los 40 son los nuevos 30? Lo creo de verdad”.
Iker Jiménez, el misterio de trabajar 30 años sin guion
El periodista, presentador de ‘Cuarto Milenio’, celebra un aniversario profesional interesado en difundir temas esotéricos a través de las nuevas tecnologías.
Natalia Méndez Aparicio
Iker Jiménez está de celebración. Estos días se cumplen tres décadas desde que el presentador de Cuarto Milenio empezó a hacer sus pinitos en la radio, en una profesión que define como “artesanal y vocacional”: el periodismo.
Demuestra que lo es con un discurso apasionado y recuerda sus inicios en emisoras muy modestas cuando no imaginaba que pisaría un plató de televisión. El periodista publicó este miércoles en sus redes sociales:
“Empecé en la radio hace 30 años. Tenía 17. Antes de la carrera.
En 30 años he logrado hacer mis programas hablando al micro o mirando a la cámara sin leer. Sin leer y sin hacer un guion. Yo, fuera de la norma. Alucinantemente libre”.
El periodista asegura a EL PAÍS en conversación telefónica
que nunca ha leído un guion en sus programas porque busca comunicar de
los temas que le gustan con el corazón:
“Delante de un micro y delante
de una cámara no tengo ni guion ni telepronter [herramienta de
texto que se sitúa enfrente de una cámara] ni leches”.
Reconoce que este
tipo de apoyo escrito es necesario para los informativos o los
boletines radiofónicos, pero no para los programas que él hace. Jiménez
es ahora una de las caras más representativas de Cuatro y dirigió durante más de diez años Milenio 3 en Cadena SER,
emisora que considera su casa y de la que guarda un grato recuerdo.
“He
trabajado en Prisa, Mediaset, Televisión Española y Antena 3, y no
entiendo que nunca me hayan obligado a leer”, dice asombrado, como si se
tratara de uno de los misterios que intenta resolver cada semana.
Conocido por abordar temas como el esoterismo, el ocultismo o la ufología —invitó a uno de sus programas a Iñaki Gabilondo
para que narrase cómo fue avistar un ovni cuando viajaba a China con
los Reyes de España—, eso le ha acarreado críticas y burlas. Pero
insiste en que lo lleva “fenomenal” y que incluso le llaman empresas y
médicos para que les enseñe cómo sobrevivir a los comentarios negativos:
“El mundo de las redes sociales es una selva. Hay gente que siempre le
va a sentar mal lo que hagas y hay que saber vivir con eso”.
En ese aspecto le ayuda su esposa, Carmen Porter,
compañera en lo personal y en lo profesional, pues ambos trabajan
juntos desde hace 25 años.
“Tiene mucho criterio, me pone mucho los pies
en la tierra y los consejos que me ha dado casi siempre son buenos”,
dice Jiménez, que se define a sí mismo como una persona vehemente.
“Nos
ha ido bien porque hemos creído que había que intentar ser auténticos en
lo que hacemos”, afirma volviendo la vista atrás.
El matrimonio tiene
una hija de ocho años, llamada Alma. La pequeña tiene este peculiar
nombre porque “hay que poner alma en todas las cosas, el alma es lo que
nos identifica, el alma es lo que nunca puedes vender”.
Alma Jiménez
todavía no piensa en lo que quiere ser de mayor, le gusta el baile y el
circo, y vive en una casa repleta de libros, cámaras, mesas de mezclas y
pantallas que ha aprendido a manejar. A lo mejor algún día sigue el
mismo camino que sus padres.
A Jiménez le llegó la vocación con 11 años. En sus manos cayó un libro sobre ovnis que le dio mucho miedo, pero a la vez despertó su curiosidad. “Fue una historia muy de niño, muy de Stranger Things”,
reconoce riéndose.
Su primo Roberto y él gastaron todos sus ahorros en
una grabadora con la que recoger testimonios de diferentes vecinos de
Álava que supuestamente habían avistado un objeto extraño. “Estaba
impresionado porque ni sabía lo que era ser periodista ni hacer
entrevistas”, recuerda. Con 12 años ambos niños, junto a su amigo Borja,
se convirtieron en los pequeños colaboradores del programa Entre dos mundos,
de Radio Vitoria, presentado por Prudencio Muguruza.
Los niños, con una
larga lista de preguntas, solían acudir a la librería de Muguruza para
resolver sus dudas y este les invitó durante dos meses a participar en
la radio.
Pero su verdadero debut radiofónico no llega
hasta que cumple los 17 años. Instalado en Madrid, conoció más lo que
era estar en antena en Puerto Viejo Radio, de información generalista, y
en Radio Alameda, donde presentó el programa La otra dimensión.
“Lo hacía con mi amigo Lorenzo y nos íbamos desde Madrid hasta allí
haciendo autoestop.
Así nos pasábamos los domingos”. Más tarde llegó la
hora de ir a la universidad y le supo a poco:
“No me gustaba lo de
examinarme, no me gustaba nada la carrera. Cuando dábamos prácticas de
micro en cuarto curso yo llevaba seis años haciendo programas”.
Además de la importancia que le da a la práctica, Jiménez también valora la capacidad de adaptarse a los avances tecnológicos y experimentar.
Su programa en Cadena SER fue de los primeros de España en introducir los SMS en el directo y en emitir en diferentes países de Latinoamérica. “Me fui porque pensé que me repetía, que no estaba disfrutando del proceso. Hicimos cosas muy chulas, pero son ciclos”.
El periodista y su esposa compaginan ahora la televisión con el programa Milenio Live, que emiten en YouTube desde su casa. Empezó como un podcast pero pasó a ser también un proyecto audiovisual cuando un día encendió cuatro cámaras y contactó por videollamada con diferentes amigos. La naturalidad que le aporta el directo —a veces se mete en el plano su gata— y el contacto con gente de todo el mundo le lleva a pensar que puede ser lo mejor que ha hecho en los últimos años.
“Hemos llegado a meter robots con cámaras dentro de unas montañas del País Vasco donde no había entrado nadie”, exclama y opina que este nuevo periodismo es su futuro profesional y el de futuras generaciones de comunicadores.
Por 30 años más.
La cruzada contra la imaginación .........................Javier Marías
La cruzada contra la imaginación
Es el viejo impulso represor y reaccionario de controlar a los artistas, o directamente de prohibirlos. Sólo el disfraz es nuevo.
En este diario, como es natural, la noticia ocupó una estrecha columna
de página par, pero en los Estados Unidos (y de cuanto ocurre en país
tan puritano e histérico hay que prevenirse mucho) ha tenido gran eco,
incluso en los talk shows televisivos.
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