El periodista, presentador de ‘Cuarto Milenio’, celebra un aniversario profesional interesado en difundir temas esotéricos a través de las nuevas tecnologías.
Natalia Méndez Aparicio
Iker Jiménez está de celebración. Estos días se cumplen tres décadas desde que el presentador de Cuarto Milenio empezó a hacer sus pinitos en la radio, en una profesión que define como “artesanal y vocacional”: el periodismo.
Demuestra que lo es con un discurso apasionado y recuerda sus inicios en emisoras muy modestas cuando no imaginaba que pisaría un plató de televisión. El periodista publicó este miércoles en sus redes sociales:
“Empecé en la radio hace 30 años. Tenía 17. Antes de la carrera.
En 30 años he logrado hacer mis programas hablando al micro o mirando a la cámara sin leer. Sin leer y sin hacer un guion. Yo, fuera de la norma. Alucinantemente libre”.
El periodista asegura a EL PAÍS en conversación telefónica
que nunca ha leído un guion en sus programas porque busca comunicar de
los temas que le gustan con el corazón:
“Delante de un micro y delante
de una cámara no tengo ni guion ni telepronter [herramienta de
texto que se sitúa enfrente de una cámara] ni leches”.
Reconoce que este
tipo de apoyo escrito es necesario para los informativos o los
boletines radiofónicos, pero no para los programas que él hace. Jiménez
es ahora una de las caras más representativas de Cuatro y dirigió durante más de diez años Milenio 3 en Cadena SER,
emisora que considera su casa y de la que guarda un grato recuerdo.
“He
trabajado en Prisa, Mediaset, Televisión Española y Antena 3, y no
entiendo que nunca me hayan obligado a leer”, dice asombrado, como si se
tratara de uno de los misterios que intenta resolver cada semana.
Conocido por abordar temas como el esoterismo, el ocultismo o la ufología —invitó a uno de sus programas a Iñaki Gabilondo
para que narrase cómo fue avistar un ovni cuando viajaba a China con
los Reyes de España—, eso le ha acarreado críticas y burlas. Pero
insiste en que lo lleva “fenomenal” y que incluso le llaman empresas y
médicos para que les enseñe cómo sobrevivir a los comentarios negativos:
“El mundo de las redes sociales es una selva. Hay gente que siempre le
va a sentar mal lo que hagas y hay que saber vivir con eso”.
En ese aspecto le ayuda su esposa, Carmen Porter,
compañera en lo personal y en lo profesional, pues ambos trabajan
juntos desde hace 25 años.
“Tiene mucho criterio, me pone mucho los pies
en la tierra y los consejos que me ha dado casi siempre son buenos”,
dice Jiménez, que se define a sí mismo como una persona vehemente.
“Nos
ha ido bien porque hemos creído que había que intentar ser auténticos en
lo que hacemos”, afirma volviendo la vista atrás.
El matrimonio tiene
una hija de ocho años, llamada Alma. La pequeña tiene este peculiar
nombre porque “hay que poner alma en todas las cosas, el alma es lo que
nos identifica, el alma es lo que nunca puedes vender”.
Alma Jiménez
todavía no piensa en lo que quiere ser de mayor, le gusta el baile y el
circo, y vive en una casa repleta de libros, cámaras, mesas de mezclas y
pantallas que ha aprendido a manejar. A lo mejor algún día sigue el
mismo camino que sus padres.
A Jiménez le llegó la vocación con 11 años. En sus manos cayó un libro sobre ovnis que le dio mucho miedo, pero a la vez despertó su curiosidad. “Fue una historia muy de niño, muy de Stranger Things”,
reconoce riéndose.
Su primo Roberto y él gastaron todos sus ahorros en
una grabadora con la que recoger testimonios de diferentes vecinos de
Álava que supuestamente habían avistado un objeto extraño. “Estaba
impresionado porque ni sabía lo que era ser periodista ni hacer
entrevistas”, recuerda. Con 12 años ambos niños, junto a su amigo Borja,
se convirtieron en los pequeños colaboradores del programa Entre dos mundos,
de Radio Vitoria, presentado por Prudencio Muguruza.
Los niños, con una
larga lista de preguntas, solían acudir a la librería de Muguruza para
resolver sus dudas y este les invitó durante dos meses a participar en
la radio.
Pero su verdadero debut radiofónico no llega
hasta que cumple los 17 años. Instalado en Madrid, conoció más lo que
era estar en antena en Puerto Viejo Radio, de información generalista, y
en Radio Alameda, donde presentó el programa La otra dimensión.
“Lo hacía con mi amigo Lorenzo y nos íbamos desde Madrid hasta allí
haciendo autoestop.
Así nos pasábamos los domingos”. Más tarde llegó la
hora de ir a la universidad y le supo a poco:
“No me gustaba lo de
examinarme, no me gustaba nada la carrera. Cuando dábamos prácticas de
micro en cuarto curso yo llevaba seis años haciendo programas”.
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