Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

28 dic 2019

‘Crónicas de los Cazalet’: comedia humana de la cotidianeidad

‘Todo cambia’, de Elizabeth Jane Howard, completa la pentalogía, una de las más seductoras series de novelas de la literatura inglesa.

 
 
La escritora Elizabeth Jane Howard, en Londres en 1962. 
La escritora Elizabeth Jane Howard, en Londres en 1962.  Evening Standard / Getty Images
Con la publicación este año del último volumen de las Crónicas de los Cazalet, Todo cambia, queda completa la publicación en castellano de una de las más poderosas y seductoras series de novelas concebidas en el seno de la literatura inglesa contemporánea. 
Su autora, Elizabeth Jane Howard (1923-2014), se inició en la literatura en 1947, tras unos primeros intentos de ser actriz y modelo.
 De su amplia obra, esta pentalogía es sin duda su obra maestra, que obtuvo un éxito extraordinario de público y cuyos dos primeros volúmenes fueron adaptados a la pequeña pantalla por la BBC.
Los Cazalet son una familia que se extiende a lo largo de tres generaciones.
 Los conocemos en 1937, cuando comienza el primer volumen, y se despiden en la Navidad de 1958.
 Lo que sucede entre esas fechas es una prodigiosa exposición del desarrollo de la sociedad inglesa a través del extenso vínculo familiar iniciado por una pareja, el Brigada y la Duquesita.
 La historia empieza significativamente en Home Place, la residencia de verano de la pareja fundadora con sus cuatro hijos, esposas y nietos: un reducto de intimidad y afecto donde se han empezado a superar las dolorosas consecuencias de la I Guerra Mundial en los adultos y donde comienza inocente y alegremente a vivir la primera generación de nietos.
 A lo largo de la serie iremos conociendo los cambios de mentalidad, sociales, personales y económicos, de todos los integrantes del clan y sus servidores, la dificultad de afrontar y entender las nuevas formas de vida y, sobre todo, el paso de un clan familiar a la búsqueda de la vida por parte de todos ellos,unidos por el afecto y disgregados por sus vidas personales y el signo de los tiempos.

 

27 dic 2019

El increíble parecido entre Elizabeth Hurley y su hijo Damian

Una imagen de la actriz y su hijo de 17 años felicitando la Navidad revoluciona las redes sociales y los internautas bromean con no saber quién es quién.

Elizabeth Hurley y su hijo Damian, en una imagen de Instagram.
Elizabeth Hurley y su hijo Damian, en una imagen de Instagram.

 

Elizabeth Hurley, de 54 años, y su hijo Damian, de 17, han posado en un selfi para felicitar la Navidad en sus redes sociales y los internautas han enloquecido.
 El parecido físico entre ambos es tal que algunos hasta se atreven a preguntar quién es quién de los dos.
 Madre e hijo visten un gorro negro para protegerse del frío, además de sendos abrigos. 
Pero ha sido la larga melena castaña clara que ambos lucen igual, sus ojos claros, los pómulos marcados y la misma sonrisa lo que más ha llamado la atención de los usuarios, que afirman que son idénticos. 
“Guapísimos” o “parecen gemelos” son algunos de los comentarios que han dejado en la publicación de Damian en Instagram.
Damian Hurley es el único hijo de la actriz y del empresario y productor de cine norteamericano Steve Bing, cuya paternidad se estableció tras una demanda judicial que le obligó a realizarse las pruebas de ADN después de que él inicialmente la pusiera en duda aludiendo que la actriz y él mantenían una relación “breve y no exclusiva”.
 Según publicó BBC News entonces, de ser el padre, Bing le habría prometido a su expareja comportarse como un progenitor “extremadamente involucrado y responsable”. 
Algo de lo que no hay constancia, pues la actriz siempre se ha definido como “madre soltera” y Damian se crio solo con ella en una granja en Gloucestershire, Reino Unido, (aunque durante unos años también convivió con el magnate Arun Nayar, casado con Hurley entre 2007 y 2011).

Damian lleva dejándose ver en compañía de su progenitora en diversos estrenos y eventos desde hace años.
 Con solo 13 años posó para la firma Pink House Mystique, pero fue a mediados de 2018 cuando firmó con Tess Management, la agencia de modelos a la que también pertenece Elizabeth Hurley y otros hijos de celebrities como Adwoa Aboah o Georgia May Jagger. 
En julio consiguió una importante campaña para la marca de cosméticos Pat McGrath en cuyo vídeo publicitario conquistó a todos con una imagen absolutamente andrógina y un perfil sorprendente y disruptivo que representan una auténtica novedad dentro del mundo de los maniquíes.

El joven planea un futuro en el que combine el mundo de la moda con la interpretación y ya en 2016 debutó como actor con un pequeño papel en The Royals, el culebrón que protagonizó su madre en el papel de una ficticia reina consorte de Inglaterra. Preguntada por el interés de que su hijo siga sus pasos, la actriz aseguró en una entrevista con la revista People que le apoyaría siempre en sus decisiones, pero que también le alienta para que no deje los estudios en la escuela. 
Eso sí, ya le ha dado sus dos primeros consejos actorales: “Apréndete el diálogo y no seas molesto”. 
“No sé si será actor, pero creo que estará en el mundo del espectáculo. 
Puede que detrás de la cámara. Es bastante déspota cuando hace sus pequeñas minipelículas, se le da bastante bien. 
Creo que quiere dirigir un estudio, tal vez acabe contratando a su anciana madre geriátrica”, bromeaba Elizabeth Hurley en una entrevista en el programa Lorraine, de la ITV británica.
Madre e hijo disfrutan de una relación muy estrecha y lo demuestran en las redes sociales. 
En sus respectivas cuentas de Instagram —donde Elizabeth acumula 1,5 millones de seguidores y Damian más de 52.000— ambos comparten fotos el uno del otro acompañadas de mensajes cariñosos.
 Además, los dos utilizan estas plataformas para promocionar sus respectivos trabajos. 
La actriz, que en 2005 lanzó una exitosa firma de ropa de baño Elizabeth Hurley Beach, posa constantemente con sus diseños en las redes sociales y Damian no duda en utilizar Instagram como una especie de catálogo en el que muestra todos sus atributos como modelo.
Damian también ha publicado alguna instantánea con dos de sus famosos padrinos: Elton John y Hugh Grant, al que Damian llama “tío Hugh”. 
Tras conocerse en 1987 rodando la película de Gonzalo Suárez Remando al viento, Grant y Hurley formaron una de las parejas más icónicas de los años noventa y también protagonizaron uno de los escándalos más mediáticos de la década después de que el actor acabara arrestado en Los Ángeles (California) por contratar los servicios de una prostituta en 1995. 
Su ruptura oficial se produjo en el año 2000, aunque Hurley le sigue considerando “su mejor amigo”.

Los nuevos Grimaldi se alejan de los focos

Los hijos de Carolina, Alberto y Estefanía de Mónaco intentan culminar el viraje hacia un perfil más discreto sorteando el interés mediático que ha marcado la vida de sus predecesores.

Desde la izquierda: Marie Chevallier, Louis Ducruet, Alexandra de Hanover, Beatrice Borromeo con su hijo Francesco Casiraghi, Pierre Casiraghi y Tatiana Santo Domingo, en la celebración del día internacional de Mónaco, el pasado 19 de noviembre.
Desde la izquierda: Marie Chevallier, Louis Ducruet, Alexandra de Hanover, Beatrice Borromeo con su hijo Francesco Casiraghi, Pierre Casiraghi y Tatiana Santo Domingo, en la celebración del día internacional de Mónaco, el pasado 19 de noviembre.

 La luz pública, los grandes escenarios, el glamur, las fascinación, las fiestas y las convulsiones forman parte del ADN de la poco convencional familia principesca Grimaldi. Conceptos que se están desvaneciendo en las generaciones jóvenes de la estirpe. 

Los hijos de Carolina y Estefanía de Mónaco, a pesar de no tener un papel destacado en los asuntos oficiales del Principado, se han criado bajo los focos, saben desenvolverse entre celebridades internacionales y conservan intacto el poder de atracción de su apellido.

 Sin embargo, están tratando de sortear el interés mediático y de culminar el viraje hacia un perfil más discreto, en una etapa de sosiego.

 A ellos se suman los dos hijos ilegítimos del príncipe Alberto, que tras años de pleitos y culebrones están inmersos también en un periodo de calma.

Los Casiraghi, los tres hijos que Carolina de Mónaco tuvo con su segundo marido, el empresario italiano Stefano Casiraghi, que falleció en un trágico accidente náutico en 1990, son las estrellas del clan.

 Carlota, Andrea y Pierre acaparan la atención, aunque tratan de mantener una vida lejos de los reflectores.

 Con algunas excepciones, como la detención en 2011 de Andrea, de 35 años, por conducir a alta velocidad en una carretera francesa.

 O la fiesta en un exclusivo club de moda de Manhattan que acabó en pelea multitudinaria, un año después, con su hermano Pierre, de 32 años, ahora casado con la periodista italiana Beatrice Borromeo y padre de dos hijos, como protagonista. 

A ellos se une su hermana pequeña, Alexandra de Hannover, de 20 años, la única hija que Carolina de Mónaco tuvo con su marido Ernesto de Hannover y que tiene más títulos nobiliarios que todos los Grimaldi juntos.

 

Desde la izquierda: Andrea Casiraghi y Tatiana SantoDomingo, Carlota Casiraghi, Alexandra de Hanover, Pierre Casiraghi y Beatrice Borromeo, durante el Baile de la Rosa en Mónaco, en 2016.
Desde la izquierda: Andrea Casiraghi y Tatiana SantoDomingo, Carlota Casiraghi, Alexandra de Hanover, Pierre Casiraghi y Beatrice Borromeo, durante el Baile de la Rosa en Mónaco, en 2016.
Los parientes menos mediáticos de la saga son los hijos de Estefanía de Mónaco, que no parecen haber heredado la rebeldía de su madre.
 Louis, Paulina y Camille son plebeyos por parte de padres y no suelen aparecer en las instantáneas oficiales de la familia real monegasca. 
Están más lejos del trono, los fotógrafos no los persiguen y el público apenas los conoce. Louis Ducruet, el mayor, de 27 años, se dedica al deporte y actualmente trabaja en un club de fútbol del principado.
 El pasado verano se casó con Marie Chevallier, que es coordinadora de eventos del casino de Montecarlo.
 Se conocieron en una discoteca de Cannes hace siete años y más tarde estudiaron juntos en la universidad en Estados Unidos. Ambos son muy activos en las redes sociales, donde han compartido su noviazgo, la boda y también su luna de miel en Indonesia.
La pareja está muy unida a las hermanas de Louis. 
De hecho, Pauline fue quien diseñó el vestido de la novia
 La joven, de 25 años, es la segunda hija de Estefanía y el francés Daniel Ducruet, que fue su guardaespaldas y con quien estuvo casada de 1995 a 1996. 
Estudió diseño de moda en Nueva York y hace dos años sacó su primera línea de ropa
Es una apasionada del circo, además de muy deportista.
 Como sus hermanos, también es una asidua de las redes sociales y año pasado lanzó en el Principado un festival para premiar a los diez mejores influencers del mundo, el Influencer Awards Monaco, en el que también participó como jurado.
Los tres hijos de Estefanía de Mónaco, Camille, Pauline y Louis, en París, el pasado junio.
Los tres hijos de Estefanía de Mónaco, Camille, Pauline y Louis, en París, el pasado junio.

La pequeña de los hermanos, Camille Gottlieb, de 21 años, es la única de los hijos de Estefanía que no figura en la línea de sucesión al trono monegasco, ya que sus padres nunca estuvieron casados, requisito indispensable según la Constitución del Principado. 
Es fruto de la relación de Estefanía con el guardaespaldas Jean Raymond Gottlieb, estudia Comunicación en Niza y está muy involucrada en las causas sociales.
 Junto a algunos amigos fundó el proyecto solidario Be Safe Monaco, para concienciar a los jóvenes sobre los peligros de ponerse al volante bajo los efectos del alcohol.
En 2017, algunos medios la relacionaron con el futbolista Kylian Mbappé, que jugó varias temporadas en el A.S. Mónaco y a quien conoció en una recepción en palacio que ofrecieron los príncipes Alberto y Charlene cuando el equipo ganó la liga francesa. Pauline negó el romance.
 “Estoy soltera y estoy muy bien así”, sentenció entonces.

El príncipe Alberto ha tenido, que se conozca, dos hijos extramatrimoniales que no tienen títulos ni están dentro de la línea de sucesión, pero que sí llevan su apellido, después de largas e intrincadas batallas judiciales y mediáticas.
 Alexandre, de 16 años, es fruto de una relación de seis años con la azafata Nicole Coste, a quien conoció en un vuelo.
 Después de varios intentos frustrados por conseguir que Alberto de Mónaco reconociera al niño, Coste contó la historia a la revista Paris Match en 2005.
 El príncipe denunció a la publicación por invasión de su privacidad y unos meses después acabó reconociendo su paternidad.
Jazmin Grace Grimaldi y Alberto de Mónaco, en Montecarlo, en mayo.
Jazmin Grace Grimaldi y Alberto de Mónaco, en Montecarlo, en mayo.

La última escenificación del amor incondicional de Iñaki Udangarin y la infanta Cristina

El primer permiso del cuñado de Felipe VI desde que ingresó en la cárcel en junio de 2018 ha reflejado la unión inquebrantable de la pareja y sus cuatro hijos y su alejamiento de la familia real española.

Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina de Borbón el día de Navidad en Vitoria. Detrás, a la derecha, su hijo Pablo. En vídeo, su llegada a Vitoria y su paseo al día siguiente.

 

 
Sonrientes, de la mano y orgullosos de mostrar su unión.
 Así aparecieron Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón junto a sus cuatro hijos y la familia del exdeportista en Vitoria, donde el yerno de Juan Carlos I y doña Sofía pasó las Navidades en su primer permiso desde que ingresó en prisión en junio de 2018.
 Si alguien pensaba que llegaría a su ciudad natal, donde vive su madre Claire Liebaert y la mayoría de su familia, para ocultarse y no dar la cara, se equivocó. 
Si alguien creyó que la infanta Cristina se mantendría esquiva para evitar habladurías, también lo hizo.

El paseo por la ciudad vasca, camino de la iglesia a la que toda la familia acudió para ir a misa en la mañana del día de Navidad, fue una escenificación en toda regla del amor incondicional que la pareja, y especialmente la hija de los reyes eméritos, ha querido proclamar a los cuatro vientos.
 Un desafío a quienes apostaban por una separación de la Infanta para salvar los muebles de la Casa Real y una auténtica declaración de hacia dónde se inclinan hoy por hoy sus afectos. 
En un plano más personal, las fotografías que inmortalizaron el momento reflejaban la alegría de un encuentro en libertad, un atisbo de normalidad para una familia marcada para siempre por el caso Nóos.
 Quien ahora recurra a ese dicho tan descriptivo "de aquellos fangos, estos lodos", como forma de dar por cerrada cualquier reflexión, probablemente no recuerden el principio de esta historia, cuando Urdangarin era un jugador de balonmano que formaba parte de la selección española y del equipo olímpico y comenzó a ver a escondidas a la infanta Cristina ayudados por la complicidad de sus amigos. 
Se casaron en Barcelona, la ciudad donde ambos vivían por trabajo, el 4 de octubre de 1997.
 Si alguien entonces hubiese tenido que apostar por aquella pareja que no paraba de sonreír y mirarse a los ojos, habría dicho que serían felices y comerían perdices para siempre.
 La princesa se casaba con el deportista, él era guapo y semiperfecto, su familia tenía clase y los Reyes y sus otros hijos, Elena y Felipe, aceptaron al nuevo miembro con la seguridad de que aquello iba a ir bien, muy bien.
Iñaki Urdangarín, su hijo Pablo Nicolás, su madre Claire Liebaert y la infanta Cristina en Vitoria el 25 de diciembre.
Iñaki Urdangarín, su hijo Pablo Nicolás, su madre Claire Liebaert y la infanta Cristina en Vitoria el 25 de diciembre.
El cuento continuó durante años: tuvieron cuatro hijos, Juan Valentín (20 años), Pablo Nicolás (19), Miguel (17) e Irene (14); vivían en Barcelona, veraneaban en Mallorca y esquiaban en Baqueira. 
La pareja era guapa, sus hijos eran guapos y todos sonreían tanto cuando estaban juntos que cualquiera habría pedido una porción de esa vida idílica para sí mismo.
 Iñaki, incluso, había sabido dar el salto del deporte al mundo de la empresa. 
Diplomado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Barcelona, licenciado en Administración y Dirección de Empresas y con varios másteres en su currículo, en 2004 fue nombrado vicepresidente primero del Comité Olímpico Español y un año antes se había asociado con su antiguo profesor de ESADE, Diego Torres, para dirigir la Asociación Instituto de Investigación Aplicada, que se rebautizó como Instituto Nóos.
Pero cometió un error flagrante: comprar un chalet en 2004 en el exclusivo barrio de Pedralbes, un palacete de 1.200 metros cuadrados y cerca de 1.300 metros cuadrados de jardín por el que pagaron seis millones de euros y casi otros cuatro millones para realizar una reforma integral. 
Por muy buen sueldo que la infanta Cristina tuviera en la Fundación La Caixa (alrededor de 220.000 euros anuales como directora del Área Internacional de la Obra Socia más la asignación real que recibía) y por muy bien que le fueran los negocios a su marido, la ostentación de la compra comenzó a levantar sospechas sobre el origen de los ingresos que garantizaban ese tren de vida.
Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón con sus hijos Pablo Nicolás (al fondo), Miguel (a la izquierda de su padre), Irene y Juan Valentín (en primera fila) con un familiar en Vitoria.
Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón con sus hijos Pablo Nicolás (al fondo), Miguel (a la izquierda de su padre), Irene y Juan Valentín (en primera fila) con un familiar en Vitoria.
En junio de 2006 Urdangarín dejó la presidencia de la Fundación Nóos, comenzó a trabajar para Telefónica y en agosto de 2009 un conveniente traslado a Estados Unidos le alejaba del ojo del huracán que comenzaba a barrerlo todo a su paso.
 El 17 de febrero de 2017 Iñaki Urdangarin fue condenado a seis años y tres meses de prisión por diversos delitos de corrupción en el caso Nóos. 
La Audiencia Provincial de Baleares, en una de las sentencias más esperadas de los últimos años, absolvió a la hermana de Felipe VI de los dos delitos fiscales de los que únicamente la acusaba Manos Limpias, pero consideraba que se benefició de los delitos de su marido y le impuso que devolviera 265.088 euros que cargó a la tarjeta de crédito de la mercantil Aizoon, que compartía al 50% con su marido.

El cuento había saltado por los aires y antes lo habían hecho las relaciones de la infanta Cristina con su propia familia, obligada a poner un cordón sanitario con la pareja para que la institución monárquica no se viera más afectada aún por el escándalo.
 En 2018 se llegó a afirmar que la separación de la infanta Cristina y su marido era inminente, que volvería al entorno familiar y a la protección de su privilegiada familia. 
Nada más lejos de la realidad, Cristina aguantó el tirón, se mostró firme en su relación matrimonial, estrechó lazos con su familia política, convertida en su refugio afectivo, y ha visitado a su esposo durante el casi año y medio que lleva preso en la cárcel de Brieva, Ávila.
 Eso sí, discretamente para que su fotografía entrando en un centro penitenciario no exista de cara a la opinión pública.
La primera salida de prisión de Urdangarin no ha significado otra cosa que la confirmación de una realidad que todo el mundo daba por cierta: Cristina e Iñaki no claudican como pareja y familia.
 La escisión con los Borbón, al menos de puertas hacia afuera y en fechas señaladas, es una evidencia, y los Urdangarin se han convertido en la familia plebeya que arropa a otra, la creada por su hijo y hermano, dispuesta a rehacer su vida aunque nunca más sean ejemplo de que la princesa que se casó con un plebeyo fue feliz y ejemplo sin tacha para siempre.