Doña Letizia ha estrenado un vestido
negro con microestampado de estrellas, un diseño de estilo lencero con
escote con aplique de encaje y falda plisada.
La reina Letizia, en su acto de este martes. (Limited Pictures)Arranca la semana laboral paradoña Letizia, que ha cumplido este martes con un nuevo acto: ha presidido en la sede de la agencia de noticias Servimedia la reunión de trabajo 'La inclusión de la discapacidad en los medios informativos'. Este tema parece interesarle, y mucho, a la Reina, pues la semana
pasada ya acudió a un compromiso relacionado con este asunto. En
concreto, asistió a la III Jornada sobre Tratamiento Informativo de la
Discapacidad en los Medios.
Presentado ya el acto, toca ahora
hablar del look elegido por la Reina que, a decir verdad, no nos acaba
de convencer demasiado. Doña Letizia ha estrenado un vestido negro con microestampado de estrellas,
un diseño de estilo lencero con escote con aplique de encaje y falda
plisada. Una opción que quizás la vemos más para un evento de tarde y
que, desde luego, no pega nada con esa chaqueta..
El look de Letizia. (Limited Pictures)Y es que quizás para ser previsora, y por los 18 grados que hay en
Madrid, la esposa de Felipe VI se ha colocado una americana que ya
guardaba en su armario. Se trata de una blazer en color blanco y negro que pertenece a Carolina Herrera y
que estrenó el año pasado en un acto en Extremadura. Aquella vez eligió
una top también lencero negro y pantalones a juego; sin duda, una
elección mejor, ya que al ser la chaqueta tan formal no acaba de casar
con el vestido.
Letizia durante la reunión. (Limited Pictures)
En cuanto a joyas, se ha decantado por las estrellas de Chanel relizadas
en oro blanco y diamantes que combinan a la perfección con el estampado
del vestido. Por otro lado, no se ha despegado de su anillo de plata
contrachapada bañada en oro amarillo de Karen Hallam. Suponemos que es muy especial para ella, pues apenas se lo quita. Volveremos
a ver a la Reina el jueves, cuando presidirá junto al Rey la III
Reunión del Pleno de la Comisión Nacional para la conmemoración del V
Centenario de la expedición de la primera vuelta al mundo de Fernando de
Magallanes y Juan Sebastián Elcano. Posteriormente, se trasladarán al
Archivo General de Indias, donde inaugurarán la exposición 'El viaje más
largo'.
Como complementos, la Reina ha elegido los salones destalonados de ante negro de CH Carolina Herrera que también tiene en azul, rojo, camel y nude, así como una cartera de mano en black & white de Magrit. Tiene los zapatos a juego con este clutch, pero no ha querido abusar de
la combinación optando por unos solo en negro. Decisión acertada. Detalle del look de Letizia. (Limited Pictures)
La hermana pequeña de la reina
Letizia era una mujer muy especial, la que más trato tuvo con los
periodistas después de la boda.
Dejó su trabajo en una editorial porque
creía que le venía grande.
Érika Ortiz, en la boda de su hermana Letizia. (EFE)
Érika Ortiz Rocasolano era la pequeña de la casa. La más dulce y la que tuvo más relación con los periodistas una vez que el huracán Borbón formó parte de la familia. La boda de su hermana Letizia con el príncipe Felipe
supuso un cambio radical para todos ellos. Y más para Érika, que
aparentemente era la más vulnerable de las tres y también la menos
perfeccionista. En Oviedo los conocidos y amistades de la abuela Menchu las tenían clasificadas cuando se referían a ellas y no se acordaban de sus nombres. Eran la lista (Letizia), la guapa (Telma) y la bohemia (Erika). Cada una marcada por su vida académica y laboral. Este 7 de febrero se cumplían doce años de su desaparición, que conmovió no solo a sus amigos y conocidos sino a todo el mundo cuando se supo de la tragedia.
Carla Vigo Ortiz, la hija de Érika y Antonio Vigo. (Redes sociales)
Con Érika tuve un trato más o menos cercano. La
primera vez que supimos de ella fue en la presentación oficial del
noviazgo en el Palacio de El Pardo. Ella estaba acompañada de Antonio
Vigo, que nunca quiso apropiarse de una fama colateral que le podía
haber venido bien, como sí hizo años después Telma al aceptar un puesto
que no existía y creado para ella en el Ayuntamiento de Barcelona.
En el caso de la pequeña Ortiz había estudiado Bellas Artes,
igual que Antonio Vigo, el padre de su hija Carla. La joven ha sido
invisible hasta que cumplió la mayoría de edad el año pasado y a partir
de ese momento ha querido compartir con sus seguidores parte de su vida. Lo último ha sido una carta muy emotiva dirigida a su madre en el
aniversario de su muerte. Desde que falleció Érika, Vigo tenía muy claro que su hija solo tenía que estar bajo su manto
protector, como así ha sido. Una vez que cumplió los 18 años, ha sido
ella la que ha elegido dar el paso y publicar sus inquietudes, gustos y
aficiones en su Instagram. Su padre sigue manteniendo ese anonimato del
que nunca quiso salir. Es profesor en Aranjuez, forma parte del grupo
Pro Arte y ha recibido premios por su trabajo como artista. El último ha sido del Gobierno chino en la exposición Internacional de Escultura WUHU.
Érika no tuvo tiempo para desarrollar su faceta estrictamente artística. Los que sí conocieron su obra (nunca expuesta) decían que tenía talento. Cuando se le preguntaba por ese tema prefería pasar de largo. Pensaba
que cualquier cosa que hiciera tendría repercusión por ser la
'hermanísima', un estatus que nunca utilizó. Después paso a ser 'erikísima' para la prensa y en vez de enfadarse, añadía ese aumentativo al periodista que así la había bautizado.
El rey Felipe, Paloma Rocasolano, Letizia Ortiz y Paco Rocasolano, en el responso de Érika. (Cordon Press)
Trabajó durante un tiempo como directora de comunicación de la elitista revista italiana 'FMR/Arte' en
la delegación de Madrid. Un puesto que le vino grande y que abandonó al
cabo del tiempo. Recibía en su despacho, donde, a pesar de la
calefacción, siempre tenía frío. Los lunes cuando llegaba y aún no se
había caldeado el edificio se quitaba los zapatos y se colocaba unos patucos de lana, que contaba le había tejido la madre de una amiga. En ese trabajo tuvo que organizar varias presentaciones.
Se echó a llorar
Una de ellas fue en el Casino de Madrid de la calle Alcalá. Recibía a los invitados junto a los grandes jefes italianos. No lo pasó bien en los saludos porque desconocía el nombre de muchos de los convocados y
tuvimos que ser los periodistas los que la íbamos apuntando. Una de las
informadoras fue Paloma Gómez Borrero, que unos meses después se
encargó de enseñarle el Vaticano como solo ella sabía hacerlo. Una mañana se quedó dormida en el hotel y
no llegó a la visita privada con el enfado de la periodista y del resto
del grupo. En el almuerzo posterior, Érika estaba tan agobiada que se
echó a llorar ante el asombro de los presentes. A diferencia de sus
hermanas, esta vulnerabilidad que no supo o no pudo superar la acompañó
durante los últimos años. Como decía su hija, Carla Vigo, en su carta de
aniversario: “A veces pienso qué te hicieron. Yo sé que no eras tú y que, si hubiese sido por ti, no hubiese cambiado nada”.
Netflix
adapta en la miniserie 'Creedme' la investigación que obtuvo el Pulitzer
en 2016 sobre un agresor en serie y el escepticismo que sufrió una de
sus víctimas.
En vídeo, el tráiler de 'Creedme'.
Un día de 2008, Marie entró en la comisaría de Lynnwood (EE UU) y
denunció que la habían violado. Tenía entonces 18 años. Dijo que un
hombre blanco, de más de un metro y setenta, irrumpió en su casa, la
amenazó con un cuchillo, la amordazó y abusó de ella. Durante la semana
siguiente, repitió varias veces sus recuerdos a la policía: ofreció más
detalles —su agresor era delgado y llevaba una sudadera gris—, aunque
también alguna contradicción. Suficiente para que su madre adoptiva
dudara y trasladara su escepticismo a los investigadores. Los
interrogatorios se volvieron más agresivos y Marie, más timorata. Finalmente, la joven confesó que se lo había inventado todo, en busca de
atención. Se disculpó, su historia acabó en la prensa y un amigo le
llamó indignado: “¿Cómo pudiste mentir sobre algo así?”. De golpe, el
mundo de Marie se puso del revés: la acusada era ella.
De golpe, el mundo de Marie se puso del revés: la acusada era ella.
Y
se enfrentaba a un año de cárcel, por una presunta denuncia falsa.
Su
relato, sin embargo, no podía ser más verdadero.
“El género del true crime
[contar un crimen real] siempre necesita una razón detrás. Si no, solo
es sensacionalismo. La nuestra era contribuir a explicar por qué tan a
menudo las víctimas de violación no son creídas, ayudar a mostrar esa
cultura de la duda que rodea las denuncias de abuso sexual”, asegura Ken
Armstrong. El periodista estadounidense es coautor, junto con el
reportero T. Christian Miller, de Creedme,una investigación que obtuvo el Pulitzer en 2016
y que editó en España Libros del K.O. Y que ahora pasa a la pantalla:
el 13 de septiembre, Netflix estrena una miniserie basada en su trabajo y
protagonizada por Toni Collette, entre otras actrices. En las 342
páginas de Creedme, el drama de Marie se mezcla con el de otras
víctimas del mismo agresor, pero escuchadas y creídas. A la vez, los
periodistas esbozan un perfil del violador, siguen su pista y
reconstruyen la operación policial que detuvo su caza metódica y en
serie. Hizo falta una insólita coordinación de varias detectives, que
trabajaban a cientos de kilómetros entre ellas, para enviar a prisión a
Marc O’Leay. Y una todavía más sorprendente cooperación permitió el
reportaje: la de Miller y Armstrong, quienes también asesoran a Netflix
para la miniserie. El primero dio con la noticia de que varios policías
buscaban a un violador en serie por todo Colorado. El segundo supo de la
pesadilla kafkiana que vivía Marie. En lugar de hacerse la guerra a
golpes de scoops, se pusieron en contacto. Que trabajaran para
dos organizaciones sin ánimo de lucro (ProPublica y The Marshall
Project) ayudó. Ante tanto espíritu colaborativo, la excepción de la
comisaría de Lynnwood, volcada en acusar a Marie, resulta todavía más
sangrante.
“Como lector y espectador, sabes que la víctima de una violación está
viva y debes lidiar con el dolor que está sufriendo. Resulta muy
incómodo. Además, el final de estas historias de true crime
suele ofrecer una solución. No es el caso”, agrega Miller. Para ambos
autores, sacudir el confort y la conciencia del público era parte
esencial del relato. Pero cómo hacerlo era otro asunto espinoso, que
ahora se traslada a la pantalla: en su prosa, Armstrong y Miller
buscaron un equilibrio que rehuyera lo morboso pero no dulcificara la
realidad. Aun así, han sido acusados de ambas cosas, en distintas
reseñas. Puede que sea el mejor indicio de que lo han conseguido. Aunque libro y serie aspiran a más. “Hay un enorme desconocimiento
sobre estos traumas. Se tiende a pensar que alguien herido debería
actuar de una cierta manera. Si no, no es creíble”, lamenta Armstrong. Ante ello, la versión de papel de Creedme ofrece datos,
informes y contexto. Cuenta que hasta 1970 los jurados de EE UU tenían
órdenes de actuar con escepticismo frente a los delitos sexuales y que
entre un 63% y un 68% de las agentes de policía del país ha sufrido
acoso y discriminación. O aclara que entre una cuarta parte y dos
tercios de los violadores suelen repetir su crimen. Por comparar, tan
solo el 1% de los asesinos se vuelve serial. Creedme cita a expertos que colocaron las denuncias falsas
en 2009 entre el 2% y el 8% del total. A la vez, el libro da voz a una
de las detectives del caso, para sugerir un camino alternativo tanto a
dudar de la víctima como al creerla sí o sí. “Se trata de escuchar. Y
corroborar o refutar su versión a medida que avanza la investigación”,
plantea Stacy Albright. Marie solo contaba verdades. Pero nadie quiso
oírlas.
Machismo y censura contra las emprendedoras que aplican la tecnología al sexo.
Algunas
activistas denuncian el doble rasero por el que se miden los proyectos
del segmento ‘sextech’, que mueve 30.000 millones de dólares, en función
de si están orientados a un público masculino o femenino.
Encantado de hablar de sexo contigo y practicamos cuando quieras”. Tras escuchar esta respuesta a la presentación de su proyecto, Andrea
Oliver no se achantó. Ni mucho menos. Puso en su sitio al inversor que
soltó esas palabras y continuó buscando financiación para lanzar Emjoy,
la app que mediante sesiones de audio mejora el bienestar sexual de las
mujeres, lo que la encuadra en el segmento sextech. Conformado
por dispositivos y servicios que aplican la tecnología a la vida sexual,
este mercado mueve actualmente unos 30.000 millones dólares y crece a
un ritmo anual del 30%, según Tristan Pollock, socio de la aceleradora
500 startups. “Sabía que tenía las cosas difíciles porque era una joven de 27 años intentando levantar capital en España para una compañía de sextech
orientada exclusivamente a mujeres y centrada en el mercado anglosajón,
pero seguí adelante porque mi idea estaba respaldada por estudios
científicos y sexólogos”, recuerda la emprendedora.
Después de ese episodio, las cosas mejoraron hasta recaudar lo
necesario para formar equipo y publicar la aplicación, disponible desde
el pasado julio. Ese mismo mes, la firma de capital riesgo Nauta
Capital, donde Andrea Oliver trabajó durante dos años, anunció una
inversión de un millón de euros en Emjoy. ¿Prueba superada? No del todo. Aún quedaba derribar la barrera de la
censura. “Al día siguiente de hacer los primeros anuncios en Facebook,
nos cerraron la cuenta. Directamente. Tuvimos que hablar con la red
social para explicarles que no hay nada pornográfico en nuestra app
porque nos centramos en el ámbito de la salud y la educación sexual es
una pieza fundamental del bienestar general, pero para hacer publicidad
sin problemas finalmente nos decantamos por mensajes más sutiles en
Facebook”, señala Oliver.
Activismo frente al doble rasero
¿Pero se trata por igual a las propuestas relacionadas con el
bienestar sexual masculino? Algunas voces afirman que la censura en el
sector sextech es más permisiva cuando la publicidad se dirige a
hombres. Para demostrarlo, las compañías Dame y Unbound lanzaron
recientemente el juego approved, not approved, que reta al
usuario a adivinar qué anuncios fueron permitidos o rechazados en redes
sociales, revistas impresas o el metro de Nueva York. “Con esta campaña
queremos que el público comprenda que las pautas publicitarias se
aplican de manera selectiva en las plataformas sociales, lo que limita
el acceso a las soluciones y a la educación sexual que ofrecen algunas
marcas”, comenta a EL PAÍS Retina Polly Rodriguez, CEO y cofundadora de
Unbound que junto a Lidia Bonilla creó en 2015 Women of Sex Tech, una
comunidad de la que forman parte más de cien emprendedoras con proyectos
tecnológicos sobre bienestar sexual. Andrea Oliver, fundadora de Emjoy
Según Rodriguez, existe un patrón que tiende a considerar el placer
como parte de la salud sexual de los hombres, mientras que en el caso de
las mujeres el placer se separa de la salud sexual. “Hay anuncios
relacionados con la disfunción eréctil o el agrandamiento del pene
porque se asocian con la salud, mientras que los lubricantes, los
vibradores y otros accesorios se catalogan como productos para el vicio y tienen prohibida la publicidad en Facebook, Instagram, Pinterest, Snapchat, Twitter, AdRoll y el metro”, apunta. La experiencia de Patricia López, CEO y fundadora de Myhixel, rebate en
cierto modo ese doble rasero ligado al género. El proyecto de esta
emprendedora sevillana de 35 años se centra en mejorar el bienestar
sexual masculino con una solución para controlar la eyaculación. Para
ello, se combina un dispositivo masturbador que vibra y se autocalienta
hasta alcanzar entre 36,5ºC y 37ºC con un programa de ejercicios que se
realiza desde una app. “Nos han baneado de Facebook, Instagram,
YouTube… Ni siquiera podemos publicitarnos en Tinder o en portales de
citas, por lo que al menos en nuestro caso no existe una mayor
permisividad por dirigirnos a hombres”, comenta López. ¿Cuál es entonces
la línea roja? Para la CEO de Myhixel, la censura en sextech
no tiene que ver con productos masculinos o femeninos, sino con la
presencia de un aparato físico o juguete sexual, aunque esté diseñado
para tratar disfunciones como la eyaculación precoz. “Nuestro
masturbador se está certificando como dispositivo sanitario en la UE,
tenemos una metodología para el control eyaculatorio basada en estudios
científicos y colaboramos con el Instituto Sexológico Murciano, la
Universidad Miguel Hernández de Elche y el Hospital Virgen del Alcázar
de Lorca.
Creíamos que no tendríamos problemas, pero por ejemplo Apple no nos
publicó la app hasta que centramos la explicación en la terapia,
desvinculándola del dispositivo”, remarca López.
Ferias con polémica
Cada vez son más frecuentes las ferias sobre sextech donde
se exponen sin problemas dispositivos tecnológicos para el bienestar
sexual. Pero hasta ahora la presentación de estos productos tecnológicos
estaba reservada a encuentros sobre juguetes sexuales o a ferias
tecnológicas. Este último caso también ha dado lugar a polémicas en
torno al género de los usuarios, como la ocurrida en la última edición
del popular CES de Las Vegas, el pasado enero, cuando el vibrador para
mujeres Osé se excluyó de la zona de exposición por no encajar en
ninguna categoría permitida, a pesar de que en la convocatoria inicial
de la feria obtuvo el premio a la innovación en “Robótica y drones”. Tras las quejas de Lora Haddock, fundadora y CEO del fabricante del
dispositivo, que recordó la presencia en CES de productos destinados al
público masculino como muñecas sexuales o porno en realidad virtual, los
organizadores del encuentro rectificaron el pasado mayo y devolvieron
el premio al dispositivo, aunque aún no se ha confirmado su presencia en
CES 2020.