Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

10 sept 2019

Letizia estrellada: su último look con vestido de estreno, a análisis

Doña Letizia ha estrenado un vestido negro con microestampado de estrellas, un diseño de estilo lencero con escote con aplique de encaje y falda plisada.

Foto: La reina Letizia, en su acto de este martes. (Limited Pictures)

La reina Letizia, en su acto de este martes. (Limited Pictures)
Arranca la semana laboral para doña Letizia, que ha cumplido este martes con un nuevo acto: ha presidido en la sede de la agencia de noticias Servimedia la reunión de trabajo 'La inclusión de la discapacidad en los medios informativos'.
 Este tema parece interesarle, y mucho, a la Reina, pues la semana pasada ya acudió a un compromiso relacionado con este asunto.
 En concreto, asistió a la III Jornada sobre Tratamiento Informativo de la Discapacidad en los Medios.

Presentado ya el acto, toca ahora hablar del look elegido por la Reina que, a decir verdad, no nos acaba de convencer demasiado. Doña Letizia ha estrenado un vestido negro con microestampado de estrellas, un diseño de estilo lencero con escote con aplique de encaje y falda plisada.
 Una opción que quizás la vemos más para un evento de tarde y que, desde luego, no pega nada con esa chaqueta..

 El look de Letizia. (Limited Pictures)

El look de Letizia. (Limited Pictures)
Y es que quizás para ser previsora, y por los 18 grados que hay en Madrid, la esposa de Felipe VI se ha colocado una americana que ya guardaba en su armario.
 Se trata de una blazer en color blanco y negro que pertenece a Carolina Herrera y que estrenó el año pasado en un acto en Extremadura. 
Aquella vez eligió una top también lencero negro y pantalones a juego; sin duda, una elección mejor, ya que al ser la chaqueta tan formal no acaba de casar con el vestido.
Letizia durante la reunión. (Limited Pictures)
Letizia durante la reunión. (Limited Pictures)

En cuanto a joyas, se ha decantado por las estrellas de Chanel relizadas en oro blanco y diamantes que combinan a la perfección con el estampado del vestido. 
Por otro lado, no se ha despegado de su anillo de plata contrachapada bañada en oro amarillo de Karen Hallam. Suponemos que es muy especial para ella, pues apenas se lo quita.
Volveremos a ver a la Reina el jueves, cuando presidirá junto al Rey la III Reunión del Pleno de la Comisión Nacional para la conmemoración del V Centenario de la expedición de la primera vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano. Posteriormente, se trasladarán al Archivo General de Indias, donde inaugurarán la exposición 'El viaje más largo'.

Como complementos, la Reina ha elegido los salones destalonados de ante negro de CH Carolina Herrera que también tiene en azul, rojo, camel y nude, así como una cartera de mano en black & white de Magrit
 Tiene los zapatos a juego con este clutch, pero no ha querido abusar de la combinación optando por unos solo en negro.
 Decisión acertada.
 Detalle del look de Letizia. (Limited Pictures)
Detalle del look de Letizia. (Limited Pictures)

 

Érika Ortiz Rocasolano, la hermana de la Reina que siempre tenía frío

La hermana pequeña de la reina Letizia era una mujer muy especial, la que más trato tuvo con los periodistas después de la boda. 

Dejó su trabajo en una editorial porque creía que le venía grande.

Foto: Érika Ortiz, en la boda de su hermana Letizia. (EFE)

Érika Ortiz, en la boda de su hermana Letizia. (EFE)

Érika Ortiz Rocasolano era la pequeña de la casa.
 La más dulce y la que tuvo más relación con los periodistas una vez que el huracán Borbón formó parte de la familia.
 La boda de su hermana Letizia con el príncipe Felipe supuso un cambio radical para todos ellos. 
Y más para Érika, que aparentemente era la más vulnerable de las tres y también la menos perfeccionista.
 En Oviedo los conocidos y amistades de la abuela Menchu las tenían clasificadas cuando se referían a ellas y no se acordaban de sus nombres.
 Eran la lista (Letizia), la guapa (Telma) y la bohemia (Erika). 
Cada una marcada por su vida académica y laboral.
Este 7 de febrero se cumplían doce años de su desaparición, que conmovió no solo a sus amigos y conocidos sino a todo el mundo cuando se supo de la tragedia.
Carla Vigo Ortiz, la hija de Érika y Antonio Vigo. (Redes sociales)
Carla Vigo Ortiz, la hija de Érika y Antonio Vigo. (Redes sociales)
Con Érika tuve un trato más o menos cercano. La primera vez que supimos de ella fue en la presentación oficial del noviazgo en el Palacio de El Pardo. 
Ella estaba acompañada de Antonio Vigo, que nunca quiso apropiarse de una fama colateral que le podía haber venido bien, como sí hizo años después Telma al aceptar un puesto que no existía y creado para ella en el Ayuntamiento de Barcelona.

En el caso de la pequeña Ortiz había estudiado Bellas Artes, igual que Antonio Vigo, el padre de su hija Carla. 
La joven ha sido invisible hasta que cumplió la mayoría de edad el año pasado y a partir de ese momento ha querido compartir con sus seguidores parte de su vida.
 Lo último ha sido una carta muy emotiva dirigida a su madre en el aniversario de su muerte.
Desde que falleció Érika, Vigo tenía muy claro que su hija solo tenía que estar bajo su manto protector, como así ha sido.
 Una vez que cumplió los 18 años, ha sido ella la que ha elegido dar el paso y publicar sus inquietudes, gustos y aficiones en su Instagram.
 Su padre sigue manteniendo ese anonimato del que nunca quiso salir. Es profesor en Aranjuez, forma parte del grupo Pro Arte y ha recibido premios por su trabajo como artista.
 El último ha sido del Gobierno chino en la exposición Internacional de Escultura WUHU.

Érika no tuvo tiempo para desarrollar su faceta estrictamente artística.
 Los que sí conocieron su obra (nunca expuesta) decían que tenía talento. 
 Cuando se le preguntaba por ese tema prefería pasar de largo. Pensaba que cualquier cosa que hiciera tendría repercusión por ser la 'hermanísima', un estatus que nunca utilizó.
 Después paso a ser 'erikísima' para la prensa y en vez de enfadarse, añadía ese aumentativo al periodista que así la había bautizado.
El rey Felipe, Paloma Rocasolano, Letizia Ortiz y Paco Rocasolano, en el responso de Érika. (Cordon Press)
El rey Felipe, Paloma Rocasolano, Letizia Ortiz y Paco Rocasolano, en el responso de Érika. (Cordon Press)
Trabajó durante un tiempo como directora de comunicación de la elitista revista italiana 'FMR/Arte' en la delegación de Madrid. Un puesto que le vino grande y que abandonó al cabo del tiempo. Recibía en su despacho, donde, a pesar de la calefacción, siempre tenía frío.
 Los lunes cuando llegaba y aún no se había caldeado el edificio se quitaba los zapatos y se colocaba unos patucos de lana, que contaba le había tejido la madre de una amiga.
 En ese trabajo tuvo que organizar varias presentaciones.

Se echó a llorar

Una de ellas fue en el Casino de Madrid de la calle Alcalá. Recibía a los invitados junto a los grandes jefes italianos. 
No lo pasó bien en los saludos porque desconocía el nombre de muchos de los convocados y tuvimos que ser los periodistas los que la íbamos apuntando.
 Una de las informadoras fue Paloma Gómez Borrero, que unos meses después se encargó de enseñarle el Vaticano como solo ella sabía hacerlo.
Una mañana se quedó dormida en el hotel y no llegó a la visita privada con el enfado de la periodista y del resto del grupo.
 En el almuerzo posterior, Érika estaba tan agobiada que se echó a llorar ante el asombro de los presentes. 
A diferencia de sus hermanas, esta vulnerabilidad que no supo o no pudo superar la acompañó durante los últimos años.
 Como decía su hija, Carla Vigo, en su carta de aniversario: “A veces pienso qué te hicieron. Yo sé que no eras tú y que, si hubiese sido por ti, no hubiese cambiado nada”.




 

Marie, violada e imputada............................ Tommaso Koch

Netflix adapta en la miniserie 'Creedme' la investigación que obtuvo el Pulitzer en 2016 sobre un agresor en serie y el escepticismo que sufrió una de sus víctimas.

En vídeo, el tráiler de 'Creedme'.
Un día de 2008, Marie entró en la comisaría de Lynnwood (EE UU) y denunció que la habían violado.
 Tenía entonces 18 años.
 Dijo que un hombre blanco, de más de un metro y setenta, irrumpió en su casa, la amenazó con un cuchillo, la amordazó y abusó de ella.
 Durante la semana siguiente, repitió varias veces sus recuerdos a la policía: ofreció más detalles —su agresor era delgado y llevaba una sudadera gris—, aunque también alguna contradicción.
 Suficiente para que su madre adoptiva dudara y trasladara su escepticismo a los investigadores. 
Los interrogatorios se volvieron más agresivos y Marie, más timorata. 
Finalmente, la joven confesó que se lo había inventado todo, en busca de atención.
 Se disculpó, su historia acabó en la prensa y un amigo le llamó indignado: “¿Cómo pudiste mentir sobre algo así?”.
 De golpe, el mundo de Marie se puso del revés: la acusada era ella.

De golpe, el mundo de Marie se puso del revés: la acusada era ella. 

Y se enfrentaba a un año de cárcel, por una presunta denuncia falsa.

 Su relato, sin embargo, no podía ser más verdadero.

“El género del true crime [contar un crimen real] siempre necesita una razón detrás.
 Si no, solo es sensacionalismo.
 La nuestra era contribuir a explicar por qué tan a menudo las víctimas de violación no son creídas, ayudar a mostrar esa cultura de la duda que rodea las denuncias de abuso sexual”, asegura Ken Armstrong. 
El periodista estadounidense es coautor, junto con el reportero T. Christian Miller, de Creedme, una investigación que obtuvo el Pulitzer en 2016 y que editó en España Libros del K.O. Y que ahora pasa a la pantalla: el 13 de septiembre, Netflix estrena una miniserie basada en su trabajo y protagonizada por Toni Collette, entre otras actrices. 
En las 342 páginas de Creedme, el drama de Marie se mezcla con el de otras víctimas del mismo agresor, pero escuchadas y creídas.
 A la vez, los periodistas esbozan un perfil del violador, siguen su pista y reconstruyen la operación policial que detuvo su caza metódica y en serie.
Hizo falta una insólita coordinación de varias detectives, que trabajaban a cientos de kilómetros entre ellas, para enviar a prisión a Marc O’Leay. 
Y una todavía más sorprendente cooperación permitió el reportaje: la de Miller y Armstrong, quienes también asesoran a Netflix para la miniserie.
 El primero dio con la noticia de que varios policías buscaban a un violador en serie por todo Colorado. El segundo supo de la pesadilla kafkiana que vivía Marie. 
En lugar de hacerse la guerra a golpes de scoops, se pusieron en contacto.
 Que trabajaran para dos organizaciones sin ánimo de lucro (ProPublica y The Marshall Project) ayudó.
 Ante tanto espíritu colaborativo, la excepción de la comisaría de Lynnwood, volcada en acusar a Marie, resulta todavía más sangrante.

“Como lector y espectador, sabes que la víctima de una violación está viva y debes lidiar con el dolor que está sufriendo. Resulta muy incómodo. 
Además, el final de estas historias de true crime suele ofrecer una solución. No es el caso”, agrega Miller.
 Para ambos autores, sacudir el confort y la conciencia del público era parte esencial del relato.
 Pero cómo hacerlo era otro asunto espinoso, que ahora se traslada a la pantalla: en su prosa, Armstrong y Miller buscaron un equilibrio que rehuyera lo morboso pero no dulcificara la realidad. Aun así, han sido acusados de ambas cosas, en distintas reseñas. Puede que sea el mejor indicio de que lo han conseguido.
Aunque libro y serie aspiran a más. “Hay un enorme desconocimiento sobre estos traumas.
 Se tiende a pensar que alguien herido debería actuar de una cierta manera. 
Si no, no es creíble”, lamenta Armstrong. 
Ante ello, la versión de papel de Creedme ofrece datos, informes y contexto.
 Cuenta que hasta 1970 los jurados de EE UU tenían órdenes de actuar con escepticismo frente a los delitos sexuales y que entre un 63% y un 68% de las agentes de policía del país ha sufrido acoso y discriminación.
 O aclara que entre una cuarta parte y dos tercios de los violadores suelen repetir su crimen. Por comparar, tan solo el 1% de los asesinos se vuelve serial.
Creedme cita a expertos que colocaron las denuncias falsas en 2009 entre el 2% y el 8% del total. 
A la vez, el libro da voz a una de las detectives del caso, para sugerir un camino alternativo tanto a dudar de la víctima como al creerla sí o sí. “Se trata de escuchar. Y corroborar o refutar su versión a medida que avanza la investigación”, plantea Stacy Albright. Marie solo contaba verdades.
 Pero nadie quiso oírlas.

 

Gabrielle d'Estrées y su hermana' (Anónimo). Ejemplo de erotismo de la Segunda Escuela de Fontainebleau, siglo XVI Gabrielle d'Estrées y su hermana' (Anónimo). Ejemplo de erotismo de la Segunda Escuela de Fontainebleau, siglo XVI

Gabrielle d'Estrées y su hermana' (Anónimo). Ejemplo de erotismo de la Segunda Escuela de Fontainebleau, siglo XVI
Gabrielle d'Estrées y su hermana' (Anónimo). Ejemplo de erotismo de la Segunda Escuela de Fontainebleau, siglo XVI
 
'Startups'

Machismo y censura contra las emprendedoras que aplican la tecnología al sexo.

Algunas activistas denuncian el doble rasero por el que se miden los proyectos del segmento ‘sextech’, que mueve 30.000 millones de dólares, en función de si están orientados a un público masculino o femenino.

Encantado de hablar de sexo contigo y practicamos cuando quieras”.
 Tras escuchar esta respuesta a la presentación de su proyecto, Andrea Oliver no se achantó. 
Ni mucho menos. Puso en su sitio al inversor que soltó esas palabras y continuó buscando financiación para lanzar Emjoy, la app que mediante sesiones de audio mejora el bienestar sexual de las mujeres, lo que la encuadra en el segmento sextech.
 Conformado por dispositivos y servicios que aplican la tecnología a la vida sexual, este mercado mueve actualmente unos 30.000 millones dólares y crece a un ritmo anual del 30%, según Tristan Pollock, socio de la aceleradora 500 startups.
“Sabía que tenía las cosas difíciles porque era una joven de 27 años intentando levantar capital en España para una compañía de sextech orientada exclusivamente a mujeres y centrada en el mercado anglosajón, pero seguí adelante porque mi idea estaba respaldada por estudios científicos y sexólogos”, recuerda la emprendedora.

 

Después de ese episodio, las cosas mejoraron hasta recaudar lo necesario para formar equipo y publicar la aplicación, disponible desde el pasado julio. Ese mismo mes, la firma de capital riesgo Nauta Capital, donde Andrea Oliver trabajó durante dos años, anunció una inversión de un millón de euros en Emjoy.
¿Prueba superada? No del todo. 
Aún quedaba derribar la barrera de la censura. “Al día siguiente de hacer los primeros anuncios en Facebook, nos cerraron la cuenta. 
Directamente. Tuvimos que hablar con la red social para explicarles que no hay nada pornográfico en nuestra app porque nos centramos en el ámbito de la salud y la educación sexual es una pieza fundamental del bienestar general, pero para hacer publicidad sin problemas finalmente nos decantamos por mensajes más sutiles en Facebook”, señala Oliver. 
  • Activismo frente al doble rasero
¿Pero se trata por igual a las propuestas relacionadas con el bienestar sexual masculino?
 Algunas voces afirman que la censura en el sector sextech es más permisiva cuando la publicidad se dirige a hombres. Para demostrarlo, las compañías Dame y Unbound lanzaron recientemente el juego approved, not approved, que reta al usuario a adivinar qué anuncios fueron permitidos o rechazados en redes sociales, revistas impresas o el metro de Nueva York.
 “Con esta campaña queremos que el público comprenda que las pautas publicitarias se aplican de manera selectiva en las plataformas sociales, lo que limita el acceso a las soluciones y a la educación sexual que ofrecen algunas marcas”, comenta a EL PAÍS Retina Polly Rodriguez, CEO y cofundadora de Unbound que junto a Lidia Bonilla creó en 2015 Women of Sex Tech, una comunidad de la que forman parte más de cien emprendedoras con proyectos tecnológicos sobre bienestar sexual.
Andrea Oliver, fundadora de Emjoy
Según Rodriguez, existe un patrón que tiende a considerar el placer como parte de la salud sexual de los hombres, mientras que en el caso de las mujeres el placer se separa de la salud sexual. 
“Hay anuncios relacionados con la disfunción eréctil o el agrandamiento del pene porque se asocian con la salud, mientras que los lubricantes, los vibradores y otros accesorios se catalogan como productos para el vicio y tienen prohibida la publicidad en Facebook, Instagram, Pinterest, Snapchat, Twitter, AdRoll y el metro”, apunta.
La experiencia de Patricia López, CEO y fundadora de Myhixel, rebate en cierto modo ese doble rasero ligado al género.
 El proyecto de esta emprendedora sevillana de 35 años se centra en mejorar el bienestar sexual masculino con una solución para controlar la eyaculación. 
Para ello, se combina un dispositivo masturbador que vibra y se autocalienta hasta alcanzar entre 36,5ºC y 37ºC con un programa de ejercicios que se realiza desde una app.
 “Nos han baneado de Facebook, Instagram, YouTube… Ni siquiera podemos publicitarnos en Tinder o en portales de citas, por lo que al menos en nuestro caso no existe una mayor permisividad por dirigirnos a hombres”, comenta López.
 ¿Cuál es entonces la línea roja? Para la CEO de Myhixel, la censura en sextech no tiene que ver con productos masculinos o femeninos, sino con la presencia de un aparato físico o juguete sexual, aunque esté diseñado para tratar disfunciones como la eyaculación precoz. 
“Nuestro masturbador se está certificando como dispositivo sanitario en la UE, tenemos una metodología para el control eyaculatorio basada en estudios científicos y colaboramos con el Instituto Sexológico Murciano, la Universidad Miguel Hernández de Elche y el Hospital Virgen del Alcázar de Lorca.


Creíamos que no tendríamos problemas, pero por ejemplo Apple no nos publicó la app hasta que centramos la explicación en la terapia, desvinculándola del dispositivo”, remarca López.
  • Ferias con polémica
Cada vez son más frecuentes las ferias sobre sextech donde se exponen sin problemas dispositivos tecnológicos para el bienestar sexual.
 Pero hasta ahora la presentación de estos productos tecnológicos estaba reservada a encuentros sobre juguetes sexuales o a ferias tecnológicas.
 Este último caso también ha dado lugar a polémicas en torno al género de los usuarios, como la ocurrida en la última edición del popular CES de Las Vegas, el pasado enero, cuando el vibrador para mujeres Osé se excluyó de la zona de exposición por no encajar en ninguna categoría permitida, a pesar de que en la convocatoria inicial de la feria obtuvo el premio a la innovación en “Robótica y drones”. 
Tras las quejas de Lora Haddock, fundadora y CEO del fabricante del dispositivo, que recordó la presencia en CES de productos destinados al público masculino como muñecas sexuales o porno en realidad virtual, los organizadores del encuentro rectificaron el pasado mayo y devolvieron el premio al dispositivo, aunque aún no se ha confirmado su presencia en CES 2020.