'Thrillers', criminales de medio pelo, 'true crime literario' y un par de sorpresas españolas, entre los elegidos.
La Feria del Libro está funcionando de maravilla
gracias en parte a que no ha llovido, a que empezó un 31 con las
nóminas enteras y a otra serie de razones entre las que podemos incluir la resiliencia del libro como formato.
Así que vamos a recomendar una serie de novelas negras para rematar la
fiesta para esta recta final. Hay muchas, he leído muchas.
No están
todas las que hay. Tampoco todas las que he leído.
Por el camino se han
quedado, como siempre, varias que no merecen ser recomendadas. Pasen y
lean.
Sin dejar rastro, Haylen Beck (Salamandra Black, traducción de
Patricia Antón de Vez).
Una mujer que decide huir de su marido, de sus
sofisticados maltratos psicológicos, de la miseria en la que vive, y se
lleva con ella a sus dos hijos (Sean y Louise, de once y seis años) en
lo que parece, por poco tiempo, una road movie y que se transforma, con
un ritmo perfecto, en una pesadilla.
El planteamiento de las 100
primeras páginas es impecable: tenemos a las víctimas, los ogros, los
brazos ejecutores y hasta un héroe misterioso.
Lejos de conformarse con
esto, Beck, pseudónimo del autor Stuart Neville, nos adentra en un mundo
de gentuza de primer nivel, abusadores y corruptos.
En la descripción
del caso de maltrato, en el flash back que lo cuenta todo, sentí el
vértigo que experimenté al leer la historia del hundimiento personal de
la protagonista de Tras la caída de Lehane. El personaje de Danny Lee da
al bando de los buenos el peso necesario y hay algunos secundarios
memorables.
Un thriller de primera en el que cada personaje tiene sus
motivaciones. Piensen dos veces antes de juzgar.
El hombre que volvió a la ciudad, George Pelecanos (RBA, traducción de María Cristina Martín). Pelecanos vuelve a la novela después de una década en la televisión y el cine. Y es de agradecer. Un inicio que usa un personaje totalmente lateral para, y eso lo entendemos pronto, llegar al protagonista de una forma original deja muy claro que Pelecanos no ha perdido ninguna de sus habilidades.
La historia clásica
del hombre que quiere reformarse pero no se quita de encima la losa de
su pasado criminal adquiere aquí grandes dimensiones.
Es una delicia ver
cómo abre el foco, al estilo Richard Price, cómo te lleva a través de
Michael Hudson - joven criminal que busca la redención a través de los
libros y el trabajo- por la sociedad estadounidense de hoy, qué bien
imbricada está con todo esto una trama criminal que tiene a un abogado y
un expolicía haciendo justicia al precio que sea como grandes
coprotagonistas.
Racismo, clasismo y la epidemia de las drogas en EE UU
son los otros grandes temas que aparecen pero tratados con cuidado, sin
discursos, apelando a un lector inteligente.
Todos los personajes hacen
cosas difíciles de justificar porque Pelecanos busca que el lector no
esté tranquilo con lo que piensa de ellos.
Sabes que todos van a perder,
que el final va a dejarte mal cuerpo, que la vida no es justa.
Pero
eso, amigos, hay que saber contarlo y Pelecanos, bienvenido de vuelta
maestro, lo clava.
Las dos caras de la verdad, Michael Connelly (ADN, traducción
de Javier Guerrero). Es muy complicado, por no decir imposible, elegir
una novela de la amplia producción del maestro Connelly como la mejor.
Diremos entonces solo que esta vigésima entrega de la serie de Harry
Bosch está al nivel de las mejores, que sorprende ver la forma en la que
se encuentra nuestro querido policía a unas alturas a las que otros
hace tiempo que han tirado la toalla o han entrado en la inanidad. Bosch
envejece pero no aburre.
Como si necesitara nuevos retos, Connelly pone
a Bosch ante dos tramas que por sí solas valdrían a cualquiera menos
ambicioso para una novela. Por un lado, revive el caso de Preston
Borders, uno de los míticos de su carrera, que ahora se ha vuelto en su
contra, porque el pasado siempre vuelve. Por otro, Bosch se ve metido en
una trama terrible que va del menudeo de la droga a las grandes mafias
que controlan las nuevas formas en las que se dan las viejas adicciones.
Hay también apariciones estelares (Lucía Soto, Edgar) que harán las
delicias de los fans de la serie.
Sin embargo, si hay alguien que no ha
leído ninguna y empieza por esta se va a sentir en casa, ante un
policial de libro, ante una historia que mantiene a Connelly como
nuestro Balzac.