Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

8 jun 2019

Nueve inquietantes cosas que ya estaban en ‘1984’ de Orwell

Nueve inquietantes cosas que ya estaban en ‘1984’ de Orwell y ahora tienes en tu casa.

El clásico del escritor británico sobre un Gobierno obsesivo con el control se escribió hace 70 años. Hoy, muchos de los artefactos que utilizamos a diario se parecen a los que se describe en el texto-

Un momento de la película sobre la obra de George Orwell. Se llamó como la novela, '1984', la dirigió Michael Radford y se estrenó en el mismo 1984. En vídeo, el tráiler.
Ha despachado más de 30 millones de ejemplares y sufre repuntes de ventas con regularidad: los últimos en 2013 tras las filtraciones de Snowden y en 2017 con la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE UU. 
La distopía imaginada por George Orwell (India, 1903- Reino Unido, 1950) en su libro 1984 es el ejemplo más recurrente cuando se quiere explicar cómo sería una sociedad dictatorial del futuro.
 En ella se describe un Estado que es gobernado por el Gran Hermano a través de una serie de mecanismos y dispositivos que, lejos de ser algo de ciencia ficción, conviven con nosotros en la actualidad. Orwell lo publicó el 8 de junio de 1949, hace ahora 70 años.
Un momento de la película sobre la obra de George Orwell. Se llamó como la novela, '1984', la dirigió Michael Radford y se estrenó en el mismo 1984. En vídeo, el tráiler.
Ha despachado más de 30 millones de ejemplares y sufre repuntes de ventas con regularidad: los últimos en 2013 tras las filtraciones de Snowden y en 2017 con la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE UU. La distopía imaginada por George Orwell (India, 1903- Reino Unido, 1950) en su libro 1984 es el ejemplo más recurrente cuando se quiere explicar cómo sería una sociedad dictatorial del futuro. En ella se describe un Estado que es gobernado por el Gran Hermano a través de una serie de mecanismos y dispositivos que, lejos de ser algo de ciencia ficción, conviven con nosotros en la actualidad. Orwell lo publicó el 8 de junio de 1949, hace ahora 70 años.
A continuación, repasamos algunas de las cosas que Orwell imaginó y ya están en casi cualquier casa.

- Micrófonos que te graban para controlarte

¿Qué es en '1984'? Todos los rincones urbanos de 1984 están llenos de cámaras y micrófonos. 
Incluso en las zonas rurales de las afueras, donde se supone que ya no llega el control del Hermano Mayor, también hay algún que otro micrófono para controlar a los ciudadanos. 
La cantidad de información recopilada es tal que esos receptores poseen un sistema de reconocimiento de voz para facilitar la identificación de disidentes y disolventes.

¿Cuál es su equivalente actual? En 1984 el encargado de la vigilancia mediante grabaciones de voz era el Estado; hoy en día esas grabaciones son realizadas por empresas privadas. 
Google, por ejemplo, ha estado espiando a los usuarios de su buscador, empleando para ello el micrófono del ordenador. Por lo que se ve, no basta con poner un trozo de papel en la cámara del ordenador; también hay que tapar el micrófono con un corcho.

- El 'hablaescribe'

¿Qué es en '1984'? En el futuro imaginado por George Orwell las personas apenas escriben. 
“La pluma era un instrumento arcaico, que rara vez se utilizaba siquiera para firmar”, explica el escritor en la novela, que describe a Winston Smith, el personaje protagonista, como un hombre que “no estaba habituado a escribir a mano” porque, “aparte de notas muy breves, lo normal era dictarlo todo en el hablaescribe”. 
Este dispositivo, presente en oficinas y domicilios, registraba la voz humana y la convertía en texto o la archivaba.
¿Cuál es su equivalente actual? El hablaescribe parece un pariente remoto de los mensajes de voz de WhatsApp, aunque un poco más aparatoso porque el dispositivo no se podía llevar en un bolsillo como un móvil.
 En todo caso, desde que los desarrolladores incorporaron esos mensajes de voz a la aplicación, lo que es un hecho es que son muchos los que ya se han olvidado de escribir.

- Los dos minutos de odio

¿Qué es en '1984'? El Hermano Mayor y su estructura opresiva organizan diariamente lo que llaman 
“Los dos minutos de odio”. Durante ese tiempo, las telepantallas emiten información sobre enemigos del sistema hacia los que los miembros del partido deben expresar su ira.
 Para aquellos a los que les parecen pocos estos 120 segundos de linchamiento, una vez al año, se celebra “La semana del odio”.
¿Cuál es su equivalente actual? "Los dos minutos de odio" de 1984 se parecen mucho a las redes sociales (en especial a Twitter), para qué nos vamos a engañar.
 A través de sus pantallas y dispositivos móviles, los usuarios arrojan hiel contra los enemigos del Estado, contra sus vecinos, contra ese artista al que detestan, contra ese delantero que falló en la última jornada deportiva… 
La diferencia con 1984 es que en Twitter se puede hacer anónimamente y de manera voluntaria. 
El odio no como obligación, sino como vocación.

- La telepantalla

¿Qué es en '1984'? Colocada en el interior de los domicilios o de los recintos públicos, las telepantallas transmiten mensajes institucionales y recopilaban información del entorno. Según se explica en el libro, “era capaz de captar cualquier sonido que hiciera Winston por encima de un susurro muy bajo, es más, mientras estuviera en el campo de visión dominado por la placa metálica podían verle y oírle”.
¿Cuál es su equivalente actual? La telepantalla es lo más parecido a Alexa de Amazon, a Google Home, a su evolución, el Nest Hub Max, a Portal de Facebook e incluso a esos televisores inteligentes conectados a Internet que, sin que los usuarios lo sepan, les graban en casa. 
Dispositivos que lo mismo te ponen música, que te hacen la compra online, te apagan las luces del salón o te graban un audio mientras cantas en la ducha y un vídeo cuando sales de ella.

 

 

‘Apocalypse Now’.................................... Boris Izaguirre

Nunca resulta agradable tanta ostentación en un invitado, es ruda. 

Y poco elegante. Además hacer ruido está muy mal visto en Inglaterra.

Melania Trump, en el palacio de Buckingham a su llegada a Londres.
Melania Trump, en el palacio de Buckingham a su llegada a Londres. Getty Images

 

Atento a la llegada de Donald Trump a Buckingham Palace, no pude dejar de recordar esa mítica escena de Apocalypse Now, de Coppola, en la que una flota de helicópteros estadounidenses destruye una población en Vietnam con Wagner como banda sonora.
 En su llegada a los jardines de Buckingham Palace, el presidente Trump empleó cuatro helicópteros de su fuerza aérea en una demostración de ruido, ventolera y aparatoso poderío del que más le divierte al presidente.
Aunque el gobierno norteamericano aclaró que tal exhibicionismo se debió a que era más inseguro que Trump, esposa, hijos y comitiva desfilaran en coche hasta el palacio. ¿Londres es tan inseguro?
 Ese desembarco aerotransportado mostró lo exagerado que puede ser un nuevo rico de Estados Unidos, de Arabia Saudí o de cualquier lugar. Nunca resulta agradable tanta ostentación en un invitado, es ruda. 
Y poco elegante. Además, hacer ruido está muy mal visto en Inglaterra. Pero hay que tener paciencia y salud para sobrellevarla.
Sin duda a esa misma escala militar se planificó el vestuario de Melania Trump para esta visita.
 Una sucesión de atuendos tan aparatosos como los helicópteros y casi igual de costosos. Hace un par de años, la bella Melania parecía una persona atrapada o desorientada, pero en este tour por Reino Unido creo haber comprobado que ella está mucho más contenta con su rol de esposa trofeo.
 Protagoniza actividades de primera dama de antes del MeToo. Como almorzar con otras primeras damas más modestas o visitar guarderías públicas que su marido parece querer privatizar. ¡Museos no, gracias! 
Su vestuario en esta performance quería transmitir un mensaje poderoso y se consiguió, aunque sonó a hueco.
 Ese vestido My Fair Lady, como lo calificó la prensa inglesa, con pamela engrapada, recordaba a una copia sosa de los que se ponía Joan Collins en Dinastía.
 El que empleó para el desembarco en Reino Unido, con estampado que homenajeaba al Big Ben, destilaba humor chusco.
 Igual que ese bolso de cocodrilo de 40.000 dólares.
 Y el vestido largo blanco que llevó para asistir al banquete en palacio, aunque literalmente perfecto para su silueta, era una réplica del que empleó Jackie Kennedy en esa misma situación hace casi sesenta años. 
Todo pretendía ser un homenaje, refrito por el equipo de estilistas de la Casa Blanca. 
El mensaje se percibió de otra manera, como si los Trump entendieran que para estar ante una reina hay que exhibir mucha riqueza, parecer los más ricos del pueblo. 

El periodista mexicano Jorge Ramos, en los premios 'Vanity Fair', en mayo. 
El periodista mexicano Jorge Ramos, en los premios 'Vanity Fair', en mayo. EFE
Me gustó el sombrero tipo ovni que usó para el aniversario del Día D (D de Diana, D de Dinastía, D de desembarco).
 Aunque descubrimos que era un remedo de otro que vistió Meghan Markle el año pasado.
 Como en esto, a Melania muchos la entendimos compungidos cuando empleaba su lenguaje corporal para hacernos saber que no estaba a gusto con su marido y sus formas. 
Estos días en Londres la hemos visto menos emocional, más mecánica
. Además, si hay algo más hueco y sin espíritu que un atuendo de Melania es ver a Ivanka Trump vestida de princesa Disney en Buckingham.
 ¿Qué puede pasar por su cabeza para aparecer como princesa de cuento en una cena rodeada de princesas auténticas?

Más al sur, una auténtica princesa, Carlota Casiraghi, influye en la moda nupcial con sus dos trajes de boda, uno para el día, otro para la noche.
 Además, aporta una nueva idea para el calzado: la sandalia-botín. Sobresaliente.
 Quizás no se trata tanto de la ropa, se trata de cómo la persona se siente y se conecta con lo que viste.
 Melania está desconectada de lo que lleva, podría vestir eso o cualquier otra cosa. 
Se le ven las costuras como modelo: no interpreta bien.
En otro jardín, Vanity Fair otorgó su premio de Hombre del Año al periodista Jorge Ramos, uno de los pocos nombres en español que Donald Trump reconoce.
 Lo expulsó de una rueda de prensa durante su campaña. No hay mirada más penetrante que la de Jorge Ramos y en su entrevista a Nicolás Maduro uno se da cuenta de que dos tipos de gobernante tan aparentemente opuestos como Trump y Maduro, tienen algo que los une.
 Y no es la moda, es el modo displicente y autoritario con que tratan a Ramos, y a la prensa. 
Asumo que eso es parte del talento del periodista, hacerte ver las estrategias y trampas del poderoso.
Meterse en su jardín, ver cuántos helicópteros hay y contarlo.

6 jun 2019

Las empresas europeas más innovadoras pierden 56.000 millones al año por las falsificaciones

En España, el impacto económico de las copias falsas y el contenido pirata asciende a 6.766 millones, según la oficina europea para la propiedad intelelectual.

 

 
Puestos de manteros en Sitges. En vídeo, seis detenidos en una macrooperación policial contra las falsificaciones.
Las falsificaciones de productos y el pirateo de contenidos audiovisuales cuesta casi 56.000 millones de euros al año a las empresas europeas que hacen un uso más intensivo de los derechos de la propiedad intelectual.
 La cifra equivale a una media del 7,4% de sus ventas.
 En España, el impacto es aún mayor, del 10,6%, 6.766 millones de euros, según concluye un informe de la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea.
Y pone el foco en once sectores que hacen un uso intensivo de los derechos de propiedad intelectual (DPI), como son los relativos a patentes, diseños o marcas.
 Esos sectores (ropa, calzado y accesorios; smartphones; productos químicos agrarios; farmacéuticas; vino y espirituosos; música; joyería y relojes; bolsos y equipajes; juguetes y juegos; material deportivo y cosméticos y productos de cuidado personal) representan un 42% del PIB europeo, 5,7 billones de euros y el 28% del empleo. 
Además, producen un superávit exterior de 96.000 millones y sus empleados ganan un 46% más que los de sectores no tan dependientes del uso de DPI.
Sin embargo, la salud económica de las empresas de estos sectores se ve perjudicada por las falsificaciones. 
Según los últimos datos de la oficina, el comercio global de productos falsificados ascendió a 452.900 millones de euros en 2016, un 3,3% del comercio mundial.
La EUIPO asume que la venta de un producto falso no equivale a la pérdida de su equivalente verdadero, por lo que atiende a otros indicadores (indicadores de gobernanza y percepción de la corrupción, estudios sobre compra de productos falsos y contenidos pirata, etc) para calcular el daño a los mencionados sectores: pérdida de ventas, de empleo, de impuestos… 
Así, concluye que el impacto directo de las violaciones de la propiedad intelectual suman 55.982 millones de euros al año a los sectores mencionados, un 7,4% de sus ventas.

En el informe, al que ha tenido acceso EL PAÍS, la EUIPO combina y actualiza varios de los estudios que realiza periódicamente sobre el impacto de las falsificaciones. 

La EUIPO asume que la venta de un producto falso no equivale a la pérdida de su equivalente verdadero, por lo que atiende a otros indicadores (indicadores de gobernanza y percepción de la corrupción, estudios sobre compra de productos falsos y contenidos pirata, etc) para calcular el daño a los mencionados sectores: pérdida de ventas, de empleo, de impuestos… 
Así, concluye que el impacto directo de las violaciones de la propiedad intelectual suman 55.982 millones de euros al año a los sectores mencionados, un 7,4% de sus ventas.
El sector que más sufre por las falsificaciones es el de ropa y complementos, cuyas pérdidas ascienden a 28.419 millones, un 9,4% de la facturación.
 Por detrás se sitúan los medicamentos, con 9.577 millones (3,9%), y los cosméticos (7.053 millones, 10,6%). 
La falsificación de vinos y espirituosos resta un 5,9% del negocio, 2.398 millones, a las empresas legítimas.

En España, el impacto sobre los legítimos dueños de esas patentes, marcas o diseños asciende a 6.766 millones anuales, un 10,6% de las ventas de las empresas de esos sectores.
 Los porcentajes de impacto en las ventas son mayores en España que en la media de la UE en los sectores de ropa (14,9%, 3.808 millones), medicamentos (4,5%), cosméticos (14,1%), vinos y espirituosos (8,3%) y smartphones (10% frente a 8,3%).
Los productos falsos se traducen también en 468.000 empleos menos, con sus correspondientes cotizaciones, con lo que los Estados también pierden, un total de 16.000 millones al año.
 De hecho, la EUIPO calcula que el impacto indirecto total de estas falsificaciones asciende a 92.000 millones.

 

Rose Hanbury, la mujer que puso en jaque el matrimonio de Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton

La marquesa de Cholmondeley es una vieja amiga de los duques de Cambridge a la que se relacionó con el príncipe. Él lo desmintió y el lunes ella acudió a la cena de gala en honor a Trump.

Rose Hanbury, a la izquierda, a su llegada al palacio de Buckingham el 3 de junio de 2019. Getty Images

Rose Hanbury Marquesa de Cholmondeley 

La noche del lunes, Londres acogía una de esas ocasiones cargadas de pompa y boato: un banquete de Estado en honor a Donald Trump, invitado de Isabel II. Con sus mejores galas acudieron al mismo la reina, el príncipe Carlos y Camila y Guillermo de Inglaterra y su esposa, Kate Middleton. 
Los duques de Cambridge coincidieron allí con una pareja de buenos conocidos, la formada por David Rocksavage y Rose Hanbury, marqueses de Cholmondeley.
En los últimos meses, la pareja es centro de las especulaciones de los tabloides británicos por su relación con los duques. Ricos, aristócratas, atractivos y con hijos de la misma edad que los pequeños Cambridge. 
Rose, marquesa de Cholmondeley, de 35 años, se ha convertido más en un personaje de la prensa amarilla que de las revistas de la alta alcurnia porque ciertos medios han asegurado que mantenía una relación con el príncipe Guillermo, su vecino y al que conoce desde hace décadas.
El motivo de las especulaciones fueron unas imágenes filtradas —de mala calidad, con poca luz y realizadas en lo que parece una fiesta— en las que un hombre que podría (o no) ser el príncipe se acercaba a una mujer que podría ser (o no) la marquesa. 
Más tarde, según The Daily Beast, los abogados de Guillermo amenazaron con denunciar a los medios que las publicaran.
 Los duques nada han comentado al respecto, y Rose Hanbury, con muchas menos posibilidades de tener voz en el asunto, ha querido hacer un alarde de naturalidad para desmentirlo. 
Por ello ha acudido junto a su marido a la cena de gala en honor de los Trump.
En el banquete en Buckingham se pudo ver a la aristócrata y exmodelo llegando a la gala, muy elegante y en línea con Isabel II, Camila de Cornualles, Kate Middleton y Melania Trump, que vistieron de blanco. 
En su caso llevó un vestido en tono crema, en seda ligera, de escote en uve y tirantes anchos, sin apenas joyas. 
No es por falta de ellas: en el banquete celebrado en el palacio en honor de los Reyes de España en 2017, al que también acudió y donde se sentó al lado del príncipe Enrique, llevó una impresionante tiara floral de diamantes que llamó poderosamente la atención de los medios y los asistentes.
David Cholmondeley, junto a la duquesa de Gloucester. Detrás, Ivanka Trump, a la entrada del banquete en honor el presidente estadounidense, el 3 de junio de 2019. 
David Cholmondeley, junto a la duquesa de Gloucester. Detrás, Ivanka Trump, a la entrada del banquete en honor el presidente estadounidense, el 3 de junio de 2019. AFP
Con la marquesa —que no junto a ella; el protocolo dicta que las parejas lleguen y se sienten por separado— estuvo su marido, lord Cholmondeley.
 La pareja se casó hace 10 años, cuando ella tenía 25 años y David, que ha estudiado en la prestigiosa Eton y trata de hacerse un hueco en el cine, 48.
 Cuatro meses después del enlace tuvieron a sus dos primeros hijos, los gemelos Alexander (futuro heredero del título) y Oliver, compañeros de juegos del príncipe Jorge de Cambridge.
 Su tercera hija,  Iris, nació en 2016.

 

Los Cholmondeley tienen conexiones con los Windsor desde hace décadas. 
De hecho, la abuela de Rose Hanbury fue dama de honor en la boda de Isabel II con Felipe de Edimburgo, en noviembre de 1947. Además, la familia tiene dos importantes residencias. 
 La mitad del tiempo viven en el gran castillo de Cheshire, cerca de Liverpool, que lleva el nombre familiar y que se construyó en el siglo XIX —sus jardines están abiertos a visitas— para el primer marqués de Cholmondeley sobre unos terrenos familiares del siglo XII. 
La otra mitad del año residen en Houghton Hall, una inmensa mansión del siglo XVIII con cuatro kilómetros de terreno y vecina a Anmer Hall, la casa de los duques en Sandringham, en Norfolk. Solo un par de muestras de la alcurnia de la familia, cuyo patrimonio se estima en más de 125 millones de euros.
De ahí que ambas parejas hayan compartido días de ocio y fiestas benéficas; de hecho, en 2016 hicieron un evento benéfico en su residencia en honor de los Cambridge.
 Además del abolengo, les unen la vecindad y los juegos de sus hijos. Y ninguna de las dos partes va a permitir que unas fotos borrosas trunquen 200 años de reales relaciones.