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26 may 2019

El huidizo detective Dashiell Hammett deja de ser un misterio

Dos nuevos testigos cuestionan la versión oficial del accidente mortal de Lady Di


Dos nuevos testigos cuestionan la versión oficial del accidente mortal de Lady Di

CASA REAL BRITÁNICA

Dos nuevos testigos cuestionan la versión oficial del accidente mortal de Lady Di

Viajaban a bordo de un taxi detrás del vehículo de Diana, y se convirtieron, sin querer, en dos de los primeros testigos en estar presentes en el lugar de la tragedia.

Foto: Lady Di en una imagen de archivo. (Getty)Diana de Gales fue una mujer adorada y admirada por todo el mundo.
 Su temprana muerte con tan solo 36 años de edad provocó una de las conmociones más fuertes del siglo XXI. Su funeral fue uno de los más multitudinarios que se recuerden.

Carlos de Inglaterra, con sus hijos y su cuñado en el funeral de Lady Di. (EFE)
Carlos de Inglaterra, con sus hijos y su cuñado en el funeral de Lady Di. (EFE)
Aseguran que inmediatamente después del choque, detectaron la presencia de dos "coches oficiales extraños" y "mal estacionados" delante del Mercedes en la que Diana viajaba. 
Robin Firestone ha contado cómo intentó hablar con la policía sobre este hecho: "Fuimos a la policía y les dijimos, 'Oye, estábamos en el túnel la noche anterior y tenemos que hablar con la policía porque hay cosas que hemos visto'.  
El oficial ni siquiera quiso escucharnos. Sin vacilar, dijo que tenían suficientes testigos. Nos quedamos estupefactos. Matan a una de las mujeres más famosas del mundo y no quieren hablar con testigos".

Lady Di en una imagen de archivo. (Getty)
Lady Di en una imagen de archivo. (Getty)
Si la causa oficial del accidente sigue siendo la intoxicación del conductor y el hecho de que Lady Di no llevara puesto el cinturón de seguridad, estos testigos no dudan en cuestionarla. Incluso creen firmemente que las autoridades francesas y británicas no les han permitido declarar
Robin y Jack ni siquiera fueron convocados para la primera investigación que tuvo lugar en Londres en enero de 2007.
Robin piensa en los hijos de Lady Di y el príncipe Carlos: "Espero que algún día, a medida que Guillermo y Harry crezcan, quieran asumir la responsabilidad de averiguar qué le pasó realmente a su madre", ha comentado.

Extraño ser Ramón Buenaventura.......................... Juan Cruz.

Ahora, con Angelika Steiner, pintora, a la que debe también el aprendizaje del sosiego, con sus nietos, vive en cierto reposo, obligado también por esos pies a los que responsabiliza de su quietud.

Ramón Buenaventura, con 13 años, en una playa de Tánger.
Ramón Buenaventura, con 13 años, en una playa de Tánger.
Ha puesto palabras españolas a Rimbaud y a Francis Scott Fitzgerald, como traductor, y algo de los dos tiene este tangerino que está a punto de cumplir 80 años y siempre ha estado en los equipos juveniles de la vida.
 Él fue el creador de aquella antología, Las diosas blancas, con la complicidad de los editores de Hiperión (Maite Merodio, Jesús Munárriz), y ahora ha sido él mismo víctima de una antología de su obra poética, Tal vez vivir (Edual).
Esta vez ha hecho de Ramón Buenaventura una mujer, Isabel Giménez Caro, que ha ido al tuétano (biográfico, vital, poético) de este señor que, según él, “está agotando sus últimas capacidades”. Generalmente se queja de la salud, pero es porque no tiene los pies ligeros. 
Él tiene respuestas para todo; las tuvo como publicitario, como conversador, como veloz corresponsal de sus amigos. 
 Pero ante esas fotos del niño que lleva dentro declara que no sabría qué decir. 
Aunque se confiesa olvidadizo, porque quizá se olvidó de una cita de Mallarmé, recuerda todo lo malo (y todo lo bueno).
En esas fotografías que ha encontrado está su vida vieja, su vida de muy joven.
 Sus compañeros de colegio, el pariente cura, la piscina, el mar, Tánger volviendo a la vida, como en sus poemas.
 Hay un muchacho que saca la cabeza del agua y no recuerda quién es. “¡Ah, era el hijo del director del instituto!”. 
Y se llamaba León, como León Aulaga, uno de los alter ego que lo acompañan en sus ficciones autobiográficas (como El año que viene en Tánger) o en sus poemas. 
Dejó Tánger en la adolescencia, pero nunca ha sido de otro sitio. Es, como Albert Camus, un extranjero en todas partes, también en Madrid y en la literatura, e incluso en su generación.
 Se formó como poeta leyendo franceses e ingleses y ni con los novísimos, a cuya edad pertenecía, tuvo contacto o afinidad.
Tan extranjero fue desde chiquito que quiso escribir en otras lenguas, y cuando ya tuvo conciencia de que quizá en español le entenderían más, se inventó un lenguaje, en el que hay, dice, “términos arcaicos, juegos” que lo emparentan con Julio Cortázar, uno de sus santos.
Es tímido hasta cuando no lo parece, y si habla (como un torrente) es para escapar de las preguntas. Si se repasa la autobiografía que constituyen los poemas recogidos en Tal vez vivir no queda otro remedio que pensar que para él debe ser extraño ser Ramón Buenaventura, como a determinada hora del día le resultaba extraño a Lorca llamarse Federico. Pues está hecho Ramón de tantos nombres propios (13, me parece que tiene) que no sería extraño que también tuviera distintas identidades. De hecho, hasta Buenaventura es un nombre propio, pues su primer apellido es Sánchez.
Extraño ser, pues, Ramón Buenaventura. 
 “Es cierto. 
Siempre me he sentido muy extraño con ser yo. 
Hay momentos en los que hago o pienso cosas que me extraña hacer o pensar porque no sé de dónde vienen, porque nada en mi entorno hacía prever que me fuera a comportar así”.
 Llegó a Madrid en agosto de 1958, cuando Madrid tenía el color del ala de las moscas.
 De este país supo lo que le contaba su padre, tan de derechas como su madre.
 Fue nadando a contracorriente, y se sintió raro “incluso para mí mismo”.
 Se hizo como escribía Juan Rulfo, tachándose. Hasta ahora mismo. Deseducándose. 
Ahora, con Angelika Steiner, pintora, a la que debe también el aprendizaje del sosiego, con sus nietos, vive en cierto reposo, obligado también por esos pies a los que responsabiliza de su quietud.
 “Sí, me he hecho borrándome. Y aún me detecto cosas que tengo que borrar”.
“Cuando dejé de ser inédito y publiqué, a los 38 años, mi primer texto”. 
 Ramón Buenaventura Guillermo Lauro Alberto Emmanuel del Sagrado Corazón y de la Santísima Virgen del Pilar. 
Todo lo que tuvo que tachar para ser Ramón Buenaventura...
En sus poemas vive esa tendencia rulfiana a las tachaduras, y la capacidad para el ingenio del eslogan le viene de su pasado como ejecutivo publicitario. 
“Solamente recuerdo lo que escribí para una cerveza: 
‘Cada botella de Gulder está llena de Gulder”.
 Podría ser un verso de sus poemas. “¡Qué va! Es mejor lo que escribió Ángel González para el restaurante El guacamole de Pedro Ávila: ‘No diga tacos, cómalos”.
 ¿Y hubo un momento en que ya fue del todo Ramón Buenaventura?

 

Concha Velasco: “Soy católica, socialista y española”

La actriz recibe el premio Max de Honor a toda su carrera y confiesa que los 80 años que cumple en noviembre le "han pillado de sopetón".

   

Concha Velasco, actriz, fotografiada en Madrid. En vídeo, videomatón de Concha Velasco
Aparece en el patio de la magnífica sede de la Sociedad General de Autores en Madrid agasajada por un pequeño séquito de acompañantes e impresiona el aura que destila aún a pesar de todos sus pesares. 
Con su pelo platino, su vestido largo azul marino —“a mi edad, ya solo se puede ir discreta”— y unas aerodinámicas deportivas negras, la Velasco sigue siendo la Velasco, la novia de España en todas sus épocas. 
Empieza a hablar y no para.
 Habla, dice, hasta con el Goya de honor que tiene en casa porque odia la soledad, y su nieto, “la última gran alegría” de su vida, tiene 10 años y “claro, opina que su abuela es una tía pesadísima”. 
Si no fuera por las prisas, una se quedaría escuchándola todo el día.
Vaya zapatillas modernas. Ya no será la chica ye-ye, pero va a la última.
Pues mira qué bien, pero es necesidad, hija.
 Me encantan los tacones, pero ahora solo me los pongo para salir a escena.
 En el escenario ni cojeo ni toso ni me duele nada. Eso sí, llevo la cafinitrina siempre en el bolso por si me da un infarto.
 Hasta en el tren la he tenido que sacar porque a alguien le estaba dando uno.
 A mí ya me han dado dos y a la tercera...
¿La escena es como su casa?
Es donde donde mejor me encuentro. 
El público es el único amante que no me engaña y me permite envejecer con dignidad.
¿Cómo es ser Concha Velasco? ¿Qué ve en el espejo?
Me miro a los ojos y los veo tristes, y no quiero, por eso me pongo gafas. Me ha sorprendido ir a cumplir 80 años. Me han llegado de sopetón. 
Y eso que me he preparado para ser mayor, porque para todo hay que estudiar. Hice papeles de señora mayor antes de que fuera necesario, me dejé el pelo blanco antes de tenerlo, pero ahora que ha llegado no te creas que me ha hecho mucha gracia.
 De vez en cuando me da mucha rabia tener 80 años, aunque sé que soy ejemplo para muchas mujeres.
Aún piden su corte de pelo.
Eso es un gran piropo, pero no creo que nadie pida ya nada mío. 
Lo que sí sé es cómo me quiere la gente, cómo me esperan cuando salgo del teatro.
 El día que no me espere nadie, me sentiré fracasada. Me da rabia que ahora hay como mucha risa con las señoras mayores, se las entrevista por la calle como para reírse de ellas, menospreciando su sabiduría. 
En otros países se escucha a las personas mayores. Aquí se ríen.

Usted fue emprendedora antes de que se llevara la palabra.
Yo, cuando quiero hacer un personaje, me lo produzco, o persigo al director.
 No soy de las que esperan a que las llamen, llamo yo. Perseguí a Berlanga, y a Pedro Olea, para hacer Tormento
¿Por qué no? No se me caen los anillos.
¿Y a Almodóvar?
Me pasó una cosa con él. Estaba haciendo Mata-hari con Marsillach, me llamó para ¿Que he hecho yo para merecer esto? y le dije que no. 
Nunca me ha vuelto a llamar, ni yo a él tampoco. Y soy fan, ¿eh?, pero no soy chica de.
 Una vez le oí a Marujita Díaz una frase que me he apropiado: “yo lo que quiero ser es una guitarra bien tocá”, que me dirijan bien, estar en manos de los mejores.

¿Está curada de vanidad?
Qué va. Para subir al escenario hace falta. 
Soy una gran vanidosa, si no, no me dedicaría a esto.
 Yo quiero llenar los teatros, y que el escenario se venga abajo, yo quiero llenar hasta mi entierro, hija mía. 
Por eso no hablo mal de nadie. Para que vaya todo el mundo.
¿Algún pecado que expiar?
Ninguno confesable, y menos te los voy a contar a ti. 
Se los contaré algún día al de arriba. Espero que me dé tiempo a quedar bien con él, que es el único que me importa. 
Soy luchadora y estudiosa hasta para no tener defectos.
 Hay uno que sí tengo: soy tremendamente rencorosa. Si alguien me hace daño a propósito, se convierte en invisible para mí. 
Hay tres personas que no te voy a decir, dos hombres y una mujer, que no existen. 
Han muerto en mi corazón.
 Ese es el pecado que me gustaría cambiar, pero no puedo.
Las entrevistas son como ir al psiquiatra, dice. ¿Por qué ?
Porque me abro y lo cuento todo antes de que vosotros lo contéis mal, que eso me pone de muy mal humor.
 Y últimamente no me río tanto ni me hacen tanta gracia las cosas. Debe ser porque soy mayor, y no quiero. 
Yo quiero ser alegre y disfrutar de la vida, no quiero llorar tanto. Ya no hablo de política, mira, eso sí lo he logrado.
No le he preguntado de eso.
Y has hecho muy bien porque no te lo voy a contar.
 Yo soy socialista, católica y española, y no voy a dejar de serlo ni tengo por qué negarlo, pero cuando me operaron, paseaba por el pasillo del hospital con las piernas como bombonasde butano, y hubo alguna persona que me dijo: 'ustedes los actores opinan demasiado y se creen el ombligo del mundo'.
 Ahí dije, nunca más hablaré de política ni participaré en ninguna campaña. Y lo he cumplido, ¿eh?
¿Cuánto se quiere a sí misma una de las actrices más queridas?
Qué difícil responderte. 
He llegado a un momento de reflexión, y no me gustaría reflexionar tanto.
 Quizá últimamente estoy demasiado preocupada por encontrarme a mí misma, y creo que no tengo que buscar tanto, que tengo que dejarme ir un poquito más. 
Mi poema preferido, y mira que tengo, es de Miguel Hernández: “Yo nací una mala noche, tengo la pena de una sola pena, que vale más que toda la alegría”. Eso es lo que me pasa en este momento.