Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

15 may 2019

El cuadro con el que Monet rompió el arte y el mercado

Cuando el pintor finalizó en 1891 su serie de 25 almiares, en las laderas de Giverny, la historia del impresionismo entraba en su fase más madura y exitosa.

Dos operarios de Sotheby's con 'Meules', de Claude Monet. En vídeo, el vicepresidente de Sotheby's analiza la obra.

Nevaba, llovía, unos días soplaba el viento y otros apretaba el calor. 

Pero no se movió de aquella ladera a lo largo de aquel año. Monet llegó tras la cosecha de 1890, donde se encontró con esas montoneras de trigo esparcidas por la campiña recién segada y el impacto sobre sus inquietudes urbanitas fue sobresaliente:

 su obsesión por detener el efecto del tiempo en aquellos almiares no cesó hasta la versión número 25.

 El pasado lunes, en la casa Sotheby’s de Nueva York, se vendió una de ellas por 110 millones de dólares (98 millones de euros) –un precio 44 veces más alto del esperado–, la cifra más elevada pagada por una impresión de los pintores que a finales del XIX sacaron sus caballetes al aire libre.

Monet había madrugado para crear el impresionismo 18 años antes. Fue en la mañana del 13 de noviembre.
 Se levantó a las 7:35 para capturar el amanecer en el puerto de Le Havre, desde una habitación del Hotel de l’Amirauté”.
 Lo tituló Impresión, sol naciente y fundó el impresionismo. 
Y en él se mantuvo –de muy diversas formas– hasta el año de su muerte (1926)
. Repitió que su único objetivo era “pintar directamente a la naturaleza, esforzándome por reproducir mis impresiones frente a los efectos más fugitivos”. 
Fue fiel a lo volátil el resto de su vida, lejos de las habitaciones de hoteles, en pleno campo.
Sin embargo, desde aquel sol naciente hasta la economía potable pasa mucho tiempo.
 Con cincuenta años empieza a ver la luz a fin de mes. 
“Los primeros éxitos de Monet los cosechó a partir de 1889, cuando compartió exposición con Rodin. 
En los años noventa comenzó a disfrutar de ingresos suficientes, y para 1895 su reputación en EEUU era ya mayor que la de los demás impresionistas”, cuenta la historiadora Phoebe Pool, una de las investigadoras más populares del movimiento.
 Hace 130 años Monet, con los almiares de Giverny, iniciaba el camino hacia el estrellato del impresionismo, que ha culminado esta noche, en Nueva York.
 
Reproducción fotográfica cedida por Sotheby's de 'Meules'.
Reproducción fotográfica cedida por Sotheby's de 'Meules'. EFE

 

La madrina del impresionismo

En 1891 su marchante, Durand-Ruel, monta una exposición en su galería con 15 de los almiares.
 Entre ellos está el subastado esta semana, que “cautiva” a la coleccionista estadounidense Bertha Honoré Palmer, mujer del millonario de Chicago, Potter Palmer.
 El cuadro y otros ocho más de la misma serie regresaron con ella a su residencia norteamericana. 
Bertha llegó a acumular 29 pinturas de Monet y 11 de Renoir, y cambió la tendencia del mercado del arte de su país, que se mantenía fiel a la realista escuela de los pintores Barbizon mientras ella apostaba por la vanguardia impresionista.
Monet escribe mientras pinta los almiares que hace falta un trabajo muy detallado para reproducir lo que quiere: la instantaneidad

El récord de venta deja constancia de la importancia de los almiares en el devenir del mercado del arte (de la serie completa, una docena se conservan y exponen en museos norteamericanos).
 ¿Fueron tan decisivos para la historia del arte? Sin lugar a dudas. Monet inicia un recurso esencial con estas vistas: las series. 
Phoebe Pool dice que las series de Monet “son la esencia misma del impresionismo”. 
Y el pintor lo constata en octubre de 1890, en una carta dirigida a su amigo y periodista Gustave Geffroy:
 “Estoy empezando a trabajar tan despacio que me siento desesperado, pero cuanto más sigo, tanto más veo que hace falta un trabajo muy detallado para reproducir lo que quiero: la instantaneidad y, sobre todo, el envoltorio, la misma luz esparciéndose por doquier, y más que nunca me siento descontento con las cosas fáciles que llegan a la primera pincelada”.

El inicio del cambio

Hacia un par de años que Monet había radicalizado su pincelada. Las vistas de la localidad de Antibes eran bravas en su ejecución improvisada, brillantes en su cotidianidad y destructivas con el realismo comedido y exacto. 
La textura emborronada y desagradable de aquellas vistas molestaba a los críticos más puros. 
Guy de Moupassant acompañaba a Monet en sus encuentros con el trigo y comparó la vida de su compañero con la de un cazador de pieles. 
“Se había vuelto casi tan irritable y taciturno como Cézanne, que con frecuencia se sentía frustrado por los rápidos cambios de luz y también a menudo destruía sus lienzos”, cuenta la historiadora Phoebe Pool.
La clave de estos alminares que absorben luz y emanan colores que se chillan entre sí, la planteó Kandinsky, tras ver en 1895 uno de los cuadros de la serie, en Moscú:
 “La pintura asumió una fabulosa fuerza, un fabuloso esplendor, y al mismo tiempo el objeto se desacreditaba a sí mismo inconscientemente como elemento esencial del cuadro”, escribe. Era así, Monet había dado el primer paso para destruir el objeto de su mirada y quedarse sólo con la pintura.
 La culminación de su genial “atentado” sucederá tres décadas después, con su serie de los nenúfares, pintando una y otra vez las manchas de su jardín de Giverny, a pocos metros de las laderas donde admiraba las diferencias de los mismos alminares de cada día.

La mancha de Monet

Para el último Monet, la pintura fue una experiencia visual y emocional total.
 Es el Monet que se aísla en Giverny, una naturaleza hecha a su medida, que tampoco respetaría en sus cuadros. 
El origen de esta visión radical está en los almiares, 30 años antes. Hay un color, el azul, en todas sus variantes. 
Lo enfrenta a verdes imposibles, naranjas estridentes, rosas que gritan y blancos que se retuercen.
 Es exigente y detallista, hace crecer los empastes y las capas el lienzo, sin evitar las pinceladas amontonadas unas encimas de otras.
 A veces aplica directamente desde el tubo. 
Pura mancha, sin pudor.

Paseantes incómodas.................................. Edurne Portela..

Las 'flâneuses' quisieron reivindicar los mismos derechos que el hombre, que tiene derecho a la ciudad sin ser molestado, a tomar la palabra en público.

La pintora rusa Marie Bashkirtseff. 
La pintora rusa Marie Bashkirtseff.  Rue des Archives/ RDA/ Cordon Press
Leo el ensayo de Anna Maria Iglesia La revolución de las flâneuses mientras viajo por Italia. 
En Italia no hace falta buscar mucho para encontrar rincones hermosos: la belleza en este país es una constante. 
 Cada paseo por una ciudad regala momentos conmovedores en los que la realidad se suspende por unos segundos y nada me perturba, como si un foco iluminara el objeto de belleza y todo lo demás desapareciera.
 Leo el ensayo de Iglesia de trayecto en trayecto y contrasto mi realidad con lo que ella cuenta magistralmente en sus páginas. 
En ellas me encuentro con mujeres que quieren viajar y a las que no se lo permiten, que quieren pasear solas por la ciudad sin compañía masculina o sin deberes y tampoco pueden, mujeres que al ocupar la calle son tratadas como prostitutas,
 algunas lo son porque no tienen más remedio, me encuentro también con mujeres que quieren ocupar la tribuna pública, política, pero que acaban disfrazándose de hombres para poder hacerlo, mujeres que se atreven y pagan un alto precio por ello.
 Son Marie Bashkirtseff, Emilia Pardo Bazán, Flora Tristán, Luisa Carnés, Clara Campoamor, Las Sinsombrero y un largo etcétera.
Ellas quisieron reivindicar los mismos derechos que el flâneur: el hombre que tiene derecho a la ciudad, a transitar por ella sin ser molestado, a observar sin ser visto ni cuestionado, y también, a tomar la palabra en público. La flâneuse es la mujer que lucha por todo ello y no siempre lo consigue.

Yo he viajado y viajo sola, y sola paseo a veces por la ciudad, tomo la palabra en público e incomodo con ella, no tengo necesidad de esconderme detrás de un disfraz masculino para ocupar el espacio que me corresponde.
 Soy una flâneuse
Y lo soy gracias a esas mujeres que comenzaron hace más de cien años a reivindicarse como sujetos críticos dentro de la esfera pública y empezaron a entender la escritura fuera del ámbito de lo íntimo, “como una forma de intervención social, de puesta en escena del yo y, por qué no, como una forma de transgresión”, señala Iglesia. 
Ellas fueron insumisas e incómodas, y desde esa rebeldía contribuyeron al reforzamiento de la sociedad civil con una postura feminista: la mujer tenía el mismo derecho que el hombre al espacio público, también a la palabra pública
 Con una conciencia moderna de lo que significaba escribir, transformaron eso que llamaban literatura íntima en testimonio, porque, señala Iglesia, 
“dar testimonio es un ejercicio ético que no tiene que ver con la narración verídica ni detallada de la propia biografía, ni tampoco con el gesto paternalista que busca dar voz a una comunidad teóricamente sin voz. 
Por el contrario [...], es una manera de romper el silencio vinculado a una experiencia compartida y, por tanto, una forma de iluminarse no tanto a sí mismas como sujetos, sino a la experiencia transmitida”.
  Me reconozco en la descripción de la flâneuse porque sé que la batalla que ellas iniciaron hace cien años no está todavía ganada. Quedan muchas experiencias compartidas por narrar, muchas formas de insubordinarnos contra el poder patriarcal, todavía debemos reivindicar el derecho a vivir libres y sin miedo en nuestras ciudades, a defender la libertad de hacer con nuestro cuerpo lo que nos dé la santa gana, desde correr por un parque sin que nos agredan hasta tener el control de nuestra capacidad reproductiva.
 “Debemos ser y seguir siendo paseantes incómodas”, propone Anna Maria Iglesia. 
Yo, ni quiero ni puedo ser otra cosa.

 

14 may 2019

Así se confeccionó el vestido de flamenca de Máxima de Holanda

Fabiola García-Liñán lo hizo en 25 días, sin dormir algunas noches y con la ayuda de conversaciones telefónica con la reina de Holanda.

 

maxima de holanda
La reina Máxima y su hija, la princesa Alexia, en la Feria de Abril. Foto: Gtres

Cuando Fabiola García Liñán recibió en su tienda del centro de Sevilla hace un mes la visita de una elegantísima señora que observó detenidamente todas las prendas que tenía en exposición en la tienda para después decirle que necesitaba trajes para varias niñas y una señora (y que ya les mandarían las medidas) no podía intuir que cuatro de sus vestidos se convertirían en la sensación de la Feria. 
 Precisamente la clave estaba en quiénes eran esas niñas y esa señora a la que irían destinadas esas prendas.
 García-Liñán, que lleva diseñando prendas folclóricas desde hace treinta años no sabía que sus clientes finales sería la reina de Holanda y sus tres hijas. 
Pero así era. Aquella señora era una amiga íntima de Máxima Zorriegueta y había recibido el encargo de encontrar a una modista de altísima calidad que fuese capaz de confeccionar vestidos impecables a distancia.
 Fabiola fue la elegida.  

“Los hemos terminado en apenas 25 días.
 Ya habíamos cerrado el plazo para encargos para la Feria, pero claro que tenía que hacer una excepción.
 He estado sin dormir varias noches para terminarlo pero ha valido la pena”, cuenta García-Liñán quien es conocida en la ciudad por hacer vestidos clásicos.
 La reina Máxima le dejó claro desde el principio que no quería intermediarios:  
“Me dijo que en palacio nadie maneja el español bien, bien y que no quería arriesgarse a que las cosas no saliesen bien”. Así que el proceso de creación lo dirigió la propia Zorreguieta por teléfono desde Amsterdam.
 “Somos moda pero somos clásicas.
 Creo que los vestidos tienen que estar muy ajustados al cuerpo pero ser cómodos a la vez porque hay que tener en cuenta que nos vamos a la Feria.
 Lo mismo te subes a un caballo que a una atracción de feria…”. La diseñadora dice que estos son los elementos que nunca pueden faltar en un traje de flamenca: “Importantísimo el mantón, sea liso, estampado o de lunares.
 Soy partidaria del colorido: el traje triste no tiene cabida en una feria porque es un lugar en el que estamos a pleno sol y hemos de jugar con esa magia.
 Y por último, no me gustan los descotes desemsurados, ni por delante y por detrás”.
maxima de holanda
Fabiola García-Liñán en su taller de Sevilla. Foto: Fabiola 1987

El Santander propone a los sindicatos 3.713 despidos y el cierre de una de cada cuatro oficinas en España

La entidad plantea reducir un 11% la plantilla y eliminar 1.150 sucursales, el 26,4% de la red actual.

ERE Banco Santander
Vista exterior de una agencia del Banco Santander. EFE
La digitalización y la caída de márgenes por los tipos negativos son las razones que esgrimen los bancos para seguir reduciendo plantilla.
 El Santander ha planteado este martes a los sindicatos el cierre de unas 1.150 oficinas, el 26,4% del total que tiene en España, que son 4.366 hasta diciembre pasado, según la entidad.
 También propone la salida de 3.713 empleados, lo que supone alrededor del 11% del total, que asciende a 32.313 personas hasta el cierre del año pasado.
 Entre las oficinas, 929 de las cerradas serán universales, 200 pasarán a ser de agentes y 21 de las clausuradas son de banca privada. 
Estas son las pretensiones del banco, que se sitúan en la parte alta de las cifras que se manejaban hasta el momento.
Ahora se abren las conversaciones con los representantes sindicales para negociar un expediente de regulación de empleo (ERE) que se pretende cerrar este mismo año.
 El consejero delegado de la compañía, José Antonio Álvarez, afirmó la semana pasada que van “con el mejor ánimo para que el proceso dure el menor tiempo posible”, dijo en la presentación de los resultados del primer trimestre, en el que la entidad ganó un 10% menos que en el mismo periodo del año anterior. 
La banca tenía 45.707 oficinas en 2008 y, tras la crisis y la digitalización, cerró el año pasado con 26.011 sucursales, lo que significa que han prescindido en una década del 43% de la red para colocarse en el mismo nivel que había en España en 1980, cuando todavía no se habían expandido las cajas de ahorro.
Este ERE del grupo Santander se suma al que cerró en febrero de 2018, tras la adquisición del Popular, cuando despidió a 1.100 empleados, el 70% de ellos pertenecientes a la entidad adquirida. Los sindicatos confían en que el banco respetará el Protocolo de Fusión firmado el pasado mes de noviembre tras la absorción del Popular a la hora de ejecutar el ERE, que recoge que la entidad se compromete a no recurrir a los artículos de movilidad geográfica, modificaciones sustanciales de condiciones de trabajo y despido colectivo del Estatuto de los Trabajadores sin previo proceso de diálogo y participación sindical.

La noticia llega menos de una semana después de que CaixaBank cerrara un acuerdo para un ERE para 2.023 trabajadores, con un coste total de 890 millones. 
Esto supone un gasto de entre 400.000 y 500.000 euros por afectado, un factor que servirá de presión para las condiciones de los empleados del Santander, que todavía se desconocen. CaixaBank inició el proceso tras decidir que cerraría 800 oficinas en España.  

Un proceso negociado

El Santander renuncia de forma expresa a la toma de medidas traumáticas en procesos de reorganización por la absorción del Popular. 
 “La diferencia entre este ERE y el de otros bancos es que nosotros hemos firmado un protocolo de fusión; el escenario que descontamos es que se respete”, indicaron fuentes sindicales, que aseguran que el Santander “siempre ha sido flexible” en el marco de las relaciones e interlocuciones con los representantes de los trabajadores.

Así, respecto al diseño de las condiciones, los sindicatos esperan que se busque un ajuste parecido al último ERE, aunque reconocen la dificultad, por ejemplo, de fomentar las prejubilaciones, ya que queda “poca masa laboral" con edades avanzadas.
Según el mapa de sucursales, Galicia podría ser unas de las zonas en las que mayor impacto tendrá el ERE, aunque también es probable que la escasez de red del Santander en el norte de España limite la reducción.
 Así, las oficinas urbanas, como las de Madrid y Barcelona, seguramente serán las más damnificadas dada su elevada concentración, en detrimento de la red rural.