Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 may 2019

La vida de Casillas lejos del fútbol

El infarto sufrido por el portero le obliga a replantearse su futuro, algo que él había aparcado hasta cumplir los 40.

El portero Iker Casillas.
El portero Iker Casillas. Getty Images

Hay varios ejemplos en la vida de Iker Casillas que apuntan a que el rumbo de su carrera deportiva no siempre lo ha decidido él.

 La casualidad quiso que teniendo solo 16 años dos porteros del primer equipo del Real Madrid se lesionaran y tuvieran que sacarle deprisa y corriendo del instituto para montarle en un avión en el que la plantilla viajaba a Noruega para un partido de Liga de Campeones. 

Así comenzaba su gran trayectoria profesional.

 La maldita casualidad quiso también que el portero sufriera el pasado miércoles un infarto cuando se entrenaba con el Oporto. Fue un momento lleno de suerte ya que la rapidez con que actuaron los médicos va a ser definitiva para su recuperación.

A punto de cumplir 38 años, Casillas planeaba quedarse al menos un año en Oportoy pensarse si ejercitaba la opción de prolongar su estancia otro más.

 El portero siempre pensó que la barrera de los 40 era infranqueable pero que hasta ese día iba a disfrutar del fútbol y, mientras, pensar en qué dedicarse el resto de su vida.

 El destino ha alterado sus planes.

 Nadie duda de que su recuperación será total, pero parece que a falta de las pruebas que se realice en los próximos seis meses, los especialistas desconfían en que pueda volver a la alta competición. 

Sara Carbonero, a su llegada al Hospital CUF de Oporto.
Sara Carbonero, a su llegada al Hospital CUF de Oporto. EFE
Casillas es un claro ejemplo del futbolista de libro.
 Ese que desde niño dedica todos sus esfuerzos en ir progresando de categoría hasta llegar en su caso a la gloria de alzar la Copa de Europa con el Madrid y la Eurocopa y la Copa del Mundo con la selección.
 Su dedicación al fútbol no le ha dejado tiempo para mucho más, menos aún para pensar en otro futuro profesional.
 Hasta que conoció a Sara Carbonero incluso sus finanzas las controlaba su familia. 
Cuando la pareja se fue a vivir junta y decidió tener hijos, el portero optó por hacerse con los mandos de sus inversiones y eso le costó un gran disgusto con sus padres.
Iker Casillas, en el Hospital CUF de Oporto.
Iker Casillas, en el Hospital CUF de Oporto. TWITTER
Tras una temporada llena de tensiones por sus malas relaciones con José Mourinho se marchó del Madrid, dijo adiós a la selección y se instaló en Oporto. 
En la ciudad portuguesa halló por fin la paz. Tuvo otras ofertas pero Casillas, amante de la vida discreta y a la española, pensó que Oporto le daba la oportunidad de vivir así. 
A poco más de una hora en avión de Madrid y en una ciudad tranquila al borde del mar ha sido feliz junto a Sara Carbonero y sus dos hijos Martín y Lucas, que como su padre, están locos por el fútbol.
La pareja planea tener otro bebé, buscan una niña pero por el momento tendrán que esperar.
 Carbonero ha regresado a principio de año a la televisión con una serie de entrevistas.
 Grabando una de ella estaba el miércoles cuando la alertaron de que su marido había sufrido un infarto a los 37 años.
 Salió corriendo hacia Oporto y no se separa de su lado.
 Ella es la que responde a sus colegas periodistas sobre cómo va la evolución de Casillas y quien atiende las llamadas y los mensajes que llegan de medio mundo interesándose por él.
 Casillas gustará más o menos como portero pero está en el corazón de compañeros, aficionados y ciudadanos en general.
 En él ven a un chaval, hijo de una limpiadora y un guardia civil que cumplió su sueño de ser una estrella del fútbol y que se casó con una de las presentadoras de éxito de la televisión.
 El final del resto del cuento de momento tendrá que esperar.

Karina, forzada a seguir cantando a los 72 años para poder vivir

"Me ilusiona volver a cantar, pero también me haría ilusión quedarme en mi casa con una pensión que llegara a los mil euros”, dice la popular intérprete.

La cantante Karina, ayer en Madrid.
La cantante Karina, ayer en Madrid.

 

Las redes se llenaron de mensajes de indignación durante la entrevista que concedió Karina (Jaén, 1946) al programa Sálvame Deluxe la semana pasada.
 La cantante abandonaba el plató llorando después de que la acusaran de no haberle dado dinero a su hija como regalo de boda. “Puse lo que pude, estoy jubilada, mi pensión es pequeña y aún tengo que seguir cantando para poder resistir”, contó antes de marcharse entre lágrimas.

Los entrevistadores la cercaron por negarse a hablar de su expareja, el peluquero Juan Miguel Martínez, concursante del último Gran Hermano y al que la popular artista tiene denunciado.
 Los mensajes en Twitter defendían a la popular artista, que este año regresa con su primer disco en cuatro décadas.
 Días después de la triste entrevista no tiene ningún problema en comenzar la conversación explicando con detalle los motivos por los que vuelve al trabajo cumplidos los 72.
 “Bueno, un poco lo echaba de menos, y surgió la oportunidad. 
Soy socia de la asociación de intérpretes y compositores que dirige Luis Cobos.
 Él me ayudó y me puso en contacto con un productor, y por fin estoy a punto de publicar el trabajo que llevo 40 años esperando lanzar desde que finalizó mi contrato con Hispavox en 1978", cuenta. 
"El otro motivo es porque la vida del artista no es tan fácil como la pintan. 
Soy una mujer jubilada, y bueno, no te estoy llorando, pero mi jubilación no es muy holgada. 
Me siento bien de salud, quizás no para cantar dos horas seguidas, pero me encuentro bien, así que si puedo arrimar un poquito a mi estrecha jubilación, lo haré”, sentencia.
Su economía no es boyante pero Karina insiste en que no está arruinada. 
“Mi situación no es alarmante. Tengo mi apartamento en propiedad, mis hijas me ayudan en lo que pueden, pero a nadie le amarga un dulce.
 La jubilación de una persona que ha sido autónoma toda la vida no es igual que la de un trabajador fijo”.
 Enseguida confirma que la cuestión financiera ha sido definitiva. “A mí me gusta cantar, me hace mucha ilusión, pero me haría mucha también, porque tengo 72 años, estar en mi casa tranquila y que mi jubilación llegara a los mil euros, porque no llega.
 Y con lo caro que está todo…”.
Karina, durante la entrevista.
Karina, durante la entrevista.
En lo personal cuenta que vive sola pero no se siente sola, y para nada está deprimida. 
Su hija mayor Azahara vive cerca. 
La pequeña, Rocío, fruto de su relación con el peluquero Juan Miguel, vive en Castellón junto a su otro nieto y se ven menos.
 A la que fuera una de las cantantes más populares y mejor pagadas de la década de los sesenta sí le entristece por el poco respeto a su trayectoria con que la tratan algunos medios. 
“Hay ciertos colaboradores a los que les falta mirar la historia musical de los últimos 50 años. 
Si la conocieran sabrían que Karina escribió una página bastante notable.
 Por desgracia mis avatares amorosos han salido mucho, sobre todo uno de ellos, el padre de mi hija menor.
 Nos separamos hace 28 años y todavía no me dejan.
Fue una separación tormentosa pero ha pasado mucho tiempo sin conflictos”, recuerda.
No quiere hablar de la denuncia que tiene interpuesta contra él, pero desvela que es una cuestión “muy delicada”. 
“Puedo decirte que ha habido momentos en que no lo he pasado bien con este señor.
 Hemos tenido momentos muy duros de cara al público, en las televisiones.
 Yo solo pido que si él va a estos programas, que, por favor, no me llamen a mí para hablar”, explica.
 Reconoce que ha podido equivocarse al gestionar la relación con la prensa del corazón. 
“No te digo que no. Me ha fallado mi forma de ser, no sé si inocente pero sí he ido de buenas y sin pensar en que me podría jugar tantas malas pasadas.
 Ha pesado mucho no haber tenido una continuidad en el trabajo. Del árbol caído es del que se hace leña.
 Imagínate que con mi nuevo disco tenemos suerte y se vende, pues seguro que esa actitud hacia mí cambiaría.
 Como dijo Quevedo, poderoso caballero es don dinero. Así es la sociedad”.
A la espera de si su regreso cuaja, Karina lo afronta también como un refugio ante el paso del tiempo.
 “Es una ilusión que rejuvenece y que me anima a hacer gimnasia e intentar verme más guapa.
 El aplauso del público es un bálsamo que quita bastantes penas”. Para sus nuevas actuaciones tiene listo un remix de Las flechas del amor, “pensado para las nuevas generaciones que se saben las canciones pero no les ponen cara, para que así sepan que soy yo y que estoy aquí todavía”.
 Pese a todo, en este momento a la vida solo le pide una cosa. “Salud, que pueda trabajar sin forzar la máquina, y vivir dentro de mi sencillez lo mejor posible. Con salud se puede afrontar todo”.


“Pasé la infancia avergonzado”............................... Juan Cruz..

Nacho Duato (1957) revive su salida del armario en 1990, que evocó en la final del programa ‘Prodigios’ de TVE.

El bailarín Nacho Duato durante la presentación del programa de televisión 'Prodigios'.
El bailarín Nacho Duato durante la presentación del programa de televisión 'Prodigios'. GTRES
La energía asustada de la memoria golpeó a Nacho Duato y le devolvió la infancia como una ventolera. 
Lo dijo con sosiego. “Es difícil recordar en público que tu padre se avergonzaba de ti”.
 Lo contó como si se lo estuviera dictando al niño que fue.
 Ocurrió el último sábado, en la final de Prodigios (TVE), ante Boris Izaguirre, ante los jóvenes que se sometían al juicio de Andrés Salado, Ainhoa Arteta y el propio Duato. 
“Yo no quería hablar de mi homosexualidad. Quería hablar de mi niñez.
 Durante todo el programa pensaba en la pena de todo lo que yo me había perdido porque mi padre nunca me preguntó cómo me iban las clases. 
Pasé la infancia avergonzado de lo que era”.
Vació una terrible experiencia.
 “Lo peor es que tu padre se avergüence de ti. No lo culpo a él, no culpo a mi familia.
 Culpo a la dictadura y a aquella España. Mi padre era afable y simpático.
 Pero era presidente de Acción Católica, fue gobernador civil, venía de una familia conservadora y tener un hijo que quería ser bailarín y al que ya veía con aquel ramalazo..."
”El padre nunca fue a un estreno, solo vio cuatro funciones suyas. Esa historia estaba en el alma y brotó.
 “Fue al ver a esos padres que apoyaban a sus hijos durante todo el proceso de Prodigios
. Cada minuto me traía a la mente la imagen de mi padre avergonzándose de mí. Muchos niños vivimos ese trance”.
 La explosión ocurrió cuando habló de Saïd Ramos, aspirante en el concurso. 
“Yo miraba la cara de este chico y de su padre.
 Creo que Saïd entendió muchas cosas en ese momento. Es un buen bailarín.
 Ojalá pueda venir a mi compañía, en Rusia”. Duato dirige el ballet del Teatro Mihailovsky, en San Petersburgo.
“He sido director de ballet desde hace 30 años. 
Me ha tocado hablar ante ministros y reyes, he recibido premios. 
Y aun hoy me tengo que decir: ´Nacho, adelante, di lo que piensas, lo que eres, haz oír tu voz”.
 Esa voz vieja aún alienta en sus oídos: “¡Habla como un hombre!”.
Compañeros suyos del colegio, que en la adolescencia lo vieron en silencio, “como un cisne entre patos”, le han escrito ahora para recordarle aquella imagen de su soledad. 
“Era la España que era. Y yo era diferente, sí, a esa edad yo no sabía si era gay o no. Era de otra forma”. 
Fueron nueve hermanos. “Cuando estaba en Londres, estudiando, mi madre y mis hermanas me enseñaron a hacer calceta.
 Mi padre les preguntaba por qué: 'Porque Alfonso XIII hacía petit point', decía mi madre, 'o sea, que esto es también de chicos”. Nacho Duato se pagó la escuela “haciendo calentadores y mallas para los bailarines, y se los vendía”.

Su discurso en Prodigios marcó la discusión en las redes al tiempo que este país se debatía, otra vez, entre la sensibilidad del pasado y el espíritu que alienta en lo que dijo.
 “Me critican porque dije que España es libre y democrática.
 Ahora sabemos lo que es vivir en un país libre”.
 En 1990 fue de los primeros “en salir del armario”. “Entonces me tiraban huevos por la calle. Pero aquel día había leído esta frase de Nietzsche: 
´Si existe Dios seguro que es bailarín`. Salí a la calle, feliz”. El último sábado descargó años de conciencia.

 

Lo que hay.............................................. Carlos Boyero

Observo las opciones para el espectador que no puede (o no quiere) acceder a las televisiones de pago y el espectáculo me provoca escalofríos.

Isabel Pantoja en 'Supervivientes'.
Isabel Pantoja en 'Supervivientes'.
En determinadas épocas resuenan en mi cabeza aquellas palabras que escribió Alberti en el poema Nocturno y que cantaba Paco Ibáñez con tono dolorido: “Manifiestos, escritos, comentarios, discursos, humaredas perdidas, neblinas estampadas, qué dolor de papeles que ha de barrer el viento, qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua”.
Las elecciones generales le permiten a las televisiones en abierto rellenar hasta la náusea su concienciada programación con debates, análisis, predicciones, tertulias.
 Y pronto llegarán las autonómicas, con lo que tendrán repleta la parrilla hasta la nueva temporada. 
Bueno, imagino que hay clientela para ello, que el negocio funciona, que las cifras cuadran.
 Y los políticos encantados con su indesmayable protagonismo.
Pero observo el resto de opciones para el espectador que no puede (o no quiere) acceder a las televisiones de pago y el espectáculo me provoca escalofríos. 
Me imagino atado a una silla y obligado a contemplar eso sin descanso.
 O sea, el supremo acontecimiento de una tonadillera excarcelaria lanzada al mar desde un helicóptero en un delirante reality.
 O concursos sofocantes sobre gastronomía, sastrería, cantantes, habilidades varias.
 O corralas hepáticas, presididas por el ruido y la furia, en las que personajes vocacional o calculadamente histéricos cuyos méritos vitales o artísticos se desconocen, gritan ante las cámaras: “Que lo sepa toda España, toda España sabe que es cierto”. 
Y existe algo alarmante: ¿Es posible que tengan razón?, ¿que todo el país esté pendiente de sus sonrojantes batallas?
 Y no tengo palabras para describir el más que cruel First Dates, esos frikis que aspiran a enrollarse, a otro milagro de la primavera, que diría Machado.