El hijo de Isabel Pantoja cuenta cuándo descubrió cómo murió su padre y lo mucho que sufre por el conflicto que mantienen su madre y sus hermanos Fran y Cayetano Rivera.
M. N.
El ‘nuevo’ Kiko Rivera está dispuesto a resetearse
por completo, a que la gente termine de conocerle después de haber sido
el finalista de Gran Hermano Dúo y haberse abierto en canal durante los
meses en los que ha permanecido concursando en el reality de Telecinco. El hijo de Isabel Pantoja no solo sorprendió cuando confesó que había estado inmerso en las drogas
y había salido de ellas, también descubrió a la audiencia una imagen
suya desconocida, más pausada, más madura, más equilibrada y juiciosa.
Su fama de niño consentido, blando, caprichoso y derrochador logró quedar en segundo plano, y Kiko Rivera no parece dispuesto a renunciar a la oportunidad de descubrirse por completo y, por qué no decirlo también, a aprovechar el tirón del concurso para continuar saneando su maltrecha economía.
Por este motivo el que fue huérfano de España después de que su padre, Francisco Rivera Paquirri, muriera corneado por un toro en la plaza de Pozoblanco ha decidido publicar sus recuerdos a los 35 años en la revista Semana.
El primer capítulo se centra en su infancia y juventud y confirma lo que otros muchos famosos se empeñan en transmitir cuando se conocen sus experiencias vitales: la vida no es fácil si se está siempre expuesto a la curiosidad pública.
“Mi vida no ha sido un camino de rosas”, afirma como comienzo Kiko Rivera en la primera entrega de sus recuerdos donde adelanta que durante 13 años de su vida ha estado “refugiado en el oscuro y asqueroso mundo de las drogas”.
Recuerda una infancia feliz rodeado de su madre, su abuela Ana y su tío Agustín Pantoja, pero también que esa felicidad se convertía en agobio y caos cuando salía a la calle y sentía que todo el mundo se le acercaba con curiosidad y que la prensa le seguía sin saber él por qué.
De esos momentos revive con nitidez el día que cumplió 11 años: “El fotógrafo Miguel Temprano quería hacerme unas fotos a través de la verja del colegio y como no quise, se disfrazó de payaso y ofreció caramelos a mis compañeros a cambio de que me llevaran a la verja.
Terminé aplastado contra la valla por el resto de niños. Creo sinceramente que este episodio condicionó mi infancia”.
Pero lo que más sorprende son los sentimientos relacionados con su padre y sus hermanos Francisco y Cayetano Rivera.
Kiko Rivera recuerda con dolor que fue a los siete años cuando tuvo consciencia de lo que significaba que su padre estuviera muerto y que el afán de su madre por protegerle no evitó que poco más tarde se enterara por televisión de cómo perdió su padre la vida.
“Un día, por casualidad, vi las imágenes de su cogida.
Fue horrible. Unas imágenes que por mucho que quiera nunca lograré borrar de mi cabeza.
Me seguirán el resto de mi vida”.
Al mismo tiempo que desapareció su padre, cuando él tenía siete meses
de edad, lo hicieron sus dos hermanos, los que el torero había tenido
en su anterior matrimonio con Carmina Ordónez. “Siempre supe que tenía dos hermanos,
pero nunca los veía”, afirma en la revista.
“Mi madre me hablaba de ambos y me enseñaba fotos suyas de antes de que mi padre muriera y ellos ya no volvieran.
Fran y Cayetano eran dos niños que no tenían nada que ver con los jóvenes en los que se habían convertido”.
A su hermano mayor a veces lo veía por televisión pero no sabía cómo era Cayetano porque vivió muchos años en Suiza y Estados Unidos y casi no había imágenes de él en la prensa.
El reencuentro llegó cuando Kiko tenía 14 años y ocurrió en Sevilla, en la boda de su hermano Francisco con Eugenia Martínez de Irujo.
“Fui con mi tío Agustín”, cuenta el hijo de la tonadillera y todo el mundo nos trató fenomenal.
Carmina Ordóñez fue encantadora conmigo. En un momento se me acercó un joven a saludarme y tuve que preguntarle quién era: era mi hermano Cayetano.
No le había visto nunca, solo en fotos viejas”.
Desde entonces los hermanos han mantenido el contacto y Kiko confiesa su afinidad, precisamente con Cayetano.
Pero aún quedan flecos dolorosos por solucionar. “Ni mis tíos ni me abuelo Rivera han formado parte de mi infancia y nunca he recibido cariño por su parte”, explica para añadir que asume que esa parte sabe que es irreconciliable por las diferencias que han tenido con Isabel Pantoja, pero que sí le “preocupa y martiriza lo que ocurre entre mis hermanos y mi madre”.
Una afirmación que se refiere al enfrentamiento que existe entre ellos por la herencia de Paquirri.
“Si hay algo que quiero en la vida es que este asunto se arregle, sufro con él una barbaridad”.
“Creo que es un malentendido que tiene solución”, asegura el Dj.
Respecto a su otra hermana, Isa Pantoja,
también es muy claro. “Mi madre me pidió permiso antes de adoptarla.
Yo tenía 12 años y la quise desde el primer momento que la vi. Es un ser muy especial para mí”.
Unas declaraciones que no evitan que el hijo mayor de Isabel Pantoja confiese que tiene problemas con ella:
“Sus actos hacen que poco a poco se vaya ganando que quiera mantenerla lejos de mi vida.
No confío en ella, por triste que sea decirlo.
No puedo permitir que a veces hable de mi madre del modo en que lo hace.
O de mi mujer. O de mi tío.
O que pase junto a mi abuela como si fuera un fantasma…Es mi hermana, puede que deje de hablarla, pero nunca dejará de quererla”.
Queda mucho por saber de Kiko Rivera, pero en esta primera entrega ya hay unas palabras para Julián Muñoz, el exalcalde de Marbella que fue pareja de su madre:
“Siempre me trató maravillosamente bien.
Recuerdo a mi madre muy feliz. No he vuelto a ver a Julián desde que estalló el escándalo”, afirma en referencia a los problemas con la Justicia que también salpicaron a su madre y acabaron con su ingreso en la cárcel.
“En realidad no le responsabilizo de lo que le pasó a mi madre. Ella estaba ciega, enamorada y ya está”.
La historia promete más sorpresas.
Su fama de niño consentido, blando, caprichoso y derrochador logró quedar en segundo plano, y Kiko Rivera no parece dispuesto a renunciar a la oportunidad de descubrirse por completo y, por qué no decirlo también, a aprovechar el tirón del concurso para continuar saneando su maltrecha economía.
Por este motivo el que fue huérfano de España después de que su padre, Francisco Rivera Paquirri, muriera corneado por un toro en la plaza de Pozoblanco ha decidido publicar sus recuerdos a los 35 años en la revista Semana.
El primer capítulo se centra en su infancia y juventud y confirma lo que otros muchos famosos se empeñan en transmitir cuando se conocen sus experiencias vitales: la vida no es fácil si se está siempre expuesto a la curiosidad pública.
“Mi vida no ha sido un camino de rosas”, afirma como comienzo Kiko Rivera en la primera entrega de sus recuerdos donde adelanta que durante 13 años de su vida ha estado “refugiado en el oscuro y asqueroso mundo de las drogas”.
Recuerda una infancia feliz rodeado de su madre, su abuela Ana y su tío Agustín Pantoja, pero también que esa felicidad se convertía en agobio y caos cuando salía a la calle y sentía que todo el mundo se le acercaba con curiosidad y que la prensa le seguía sin saber él por qué.
De esos momentos revive con nitidez el día que cumplió 11 años: “El fotógrafo Miguel Temprano quería hacerme unas fotos a través de la verja del colegio y como no quise, se disfrazó de payaso y ofreció caramelos a mis compañeros a cambio de que me llevaran a la verja.
Terminé aplastado contra la valla por el resto de niños. Creo sinceramente que este episodio condicionó mi infancia”.
Pero lo que más sorprende son los sentimientos relacionados con su padre y sus hermanos Francisco y Cayetano Rivera.
Kiko Rivera recuerda con dolor que fue a los siete años cuando tuvo consciencia de lo que significaba que su padre estuviera muerto y que el afán de su madre por protegerle no evitó que poco más tarde se enterara por televisión de cómo perdió su padre la vida.
“Un día, por casualidad, vi las imágenes de su cogida.
Fue horrible. Unas imágenes que por mucho que quiera nunca lograré borrar de mi cabeza.
Me seguirán el resto de mi vida”.
“Mi madre me hablaba de ambos y me enseñaba fotos suyas de antes de que mi padre muriera y ellos ya no volvieran.
Fran y Cayetano eran dos niños que no tenían nada que ver con los jóvenes en los que se habían convertido”.
A su hermano mayor a veces lo veía por televisión pero no sabía cómo era Cayetano porque vivió muchos años en Suiza y Estados Unidos y casi no había imágenes de él en la prensa.
El reencuentro llegó cuando Kiko tenía 14 años y ocurrió en Sevilla, en la boda de su hermano Francisco con Eugenia Martínez de Irujo.
“Fui con mi tío Agustín”, cuenta el hijo de la tonadillera y todo el mundo nos trató fenomenal.
Carmina Ordóñez fue encantadora conmigo. En un momento se me acercó un joven a saludarme y tuve que preguntarle quién era: era mi hermano Cayetano.
No le había visto nunca, solo en fotos viejas”.
Desde entonces los hermanos han mantenido el contacto y Kiko confiesa su afinidad, precisamente con Cayetano.
Pero aún quedan flecos dolorosos por solucionar. “Ni mis tíos ni me abuelo Rivera han formado parte de mi infancia y nunca he recibido cariño por su parte”, explica para añadir que asume que esa parte sabe que es irreconciliable por las diferencias que han tenido con Isabel Pantoja, pero que sí le “preocupa y martiriza lo que ocurre entre mis hermanos y mi madre”.
Una afirmación que se refiere al enfrentamiento que existe entre ellos por la herencia de Paquirri.
“Si hay algo que quiero en la vida es que este asunto se arregle, sufro con él una barbaridad”.
“Creo que es un malentendido que tiene solución”, asegura el Dj.
Yo tenía 12 años y la quise desde el primer momento que la vi. Es un ser muy especial para mí”.
Unas declaraciones que no evitan que el hijo mayor de Isabel Pantoja confiese que tiene problemas con ella:
“Sus actos hacen que poco a poco se vaya ganando que quiera mantenerla lejos de mi vida.
No confío en ella, por triste que sea decirlo.
No puedo permitir que a veces hable de mi madre del modo en que lo hace.
O de mi mujer. O de mi tío.
O que pase junto a mi abuela como si fuera un fantasma…Es mi hermana, puede que deje de hablarla, pero nunca dejará de quererla”.
Queda mucho por saber de Kiko Rivera, pero en esta primera entrega ya hay unas palabras para Julián Muñoz, el exalcalde de Marbella que fue pareja de su madre:
“Siempre me trató maravillosamente bien.
Recuerdo a mi madre muy feliz. No he vuelto a ver a Julián desde que estalló el escándalo”, afirma en referencia a los problemas con la Justicia que también salpicaron a su madre y acabaron con su ingreso en la cárcel.
“En realidad no le responsabilizo de lo que le pasó a mi madre. Ella estaba ciega, enamorada y ya está”.
La historia promete más sorpresas.