Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

13 abr 2019

‘Sálvame’, lo mejor de lo peor cumple 10 años

El programa de Telecinco, convertido en la franquicia del cotilleo, es una formidable caja registradora para millones de espectadores.

Jorge Javier Vázquez, rodeado de Gema López. Belén Esteban, Mila Ximénez y Rafa Mora
Jorge Javier Vázquez, rodeado de Gema López. Belén Esteban, Mila Ximénez y Rafa Mora

 El 27 de abril de 2009, con el país conteniendo la respiración debido a la gripe porcina (“La OMS reconoce que no puede frenar el avance”, titulaba a toda página EL PAÍS), Telecinco estrenó un programa de televisión.

 “Con ustedes, la joven promesa de la televisión, ¡Jorge Javier Vázquez!”, anunció una voz en off. 

“Yo prefiero lo de joven a lo de promesa”, dijo Jorge Javier, bajando las escaleras entre el público, mientras avisaba de que venía “para quedarnos mucho tiempo, de aquí a la eternidad, así que hágannos caso”.

Diez años después, Sálvame se ha pasado la eternidad: dejó las noches detrás de Supervivientes —empezó como un debate del reality— para ocupar las tardes y después los fines de semana. Dejaron de hablar de las vidas de los demás para hablar de sus propias vidas, sus sobresaltos amorosos, familiares, sus glorias y miserias.

 Y dejaron de comentar Supervivientes para viajar ellos mismos a la isla.  

Y así fue cómo Sálvame (“hágannos caso”) se convirtió en Sálvame Naranja, Sálvame Limón, Sálvame Deluxe, Sálvame Stars o Sálvame Fashion Week; una franquicia como la de la WWF Wrestling, la lucha libre fingida, pero esto sin fingir del todo sobre infidelidades, familias rotas y recompuestas, adicciones a las drogas, ruinas económicas, pelotazos, amistades y enemistades personales.

 Todo ello orbitando sobre las exclusivas de personajes de los que nunca se sabe dónde acaba el guion y empieza la vida.

 En cualquier caso, una formidable caja registradora que millones de españoles escuchan fascinados cada tarde.

Óscar Cornejo y, a la derecha, Adrián Madrid, propietarios de La Fábrica de la Tele y productores de 'Sálvame'
Óscar Cornejo y, a la derecha, Adrián Madrid, propietarios de La Fábrica de la Tele y productores de 'Sálvame'
El 1 de mayo de 2009, Día Mundial del Trabajador, se produjo el segundo acontecimiento histórico a celebrar estos días: “Un fuerte aplauso porque se incorpora al Sálvame Belén Esteban”, dijo Jorge Javier Vázquez. 
La animó a cantar un tema de Alaska, pero Esteban, la denominada princesa del pueblo, prefirió arrancarse con Tengo un tractor amarillo. 
Había empezado una época cuya influencia destroyer llegó a todos los ámbitos, desde el fútbol hasta la política, donde es imposible pensar en el éxito de un debate sin la fabricación de unos personajes con tanto o más protagonismo que el objeto a debatir, cuando hay objeto. 
Eso, la conversión de los antaños comentaristas o tertulianos en cabezas de cartel, es la mejor huella de Sálvame en televisión.
 Son sus gustos y sus pasiones —amorosas, políticas y futbolísticas, según el debate— los que marcan la actualidad que comentan ellos mismos.

 

Jorge Javier Vázquez, el presentador estrella de 'Sálvame'.
Jorge Javier Vázquez, el presentador estrella de 'Sálvame'.
Sirva Esteban como algoritmo que resuelve cualquier ecuación en España.
 El último reclamo de Telecinco son las invitaciones de boda de la exmujer de Jesulín de Ubrique, matrimonio por el que saltó a la fama en 1999. Veinte años después, el telespectador ha visto a crecer a la Esteban, como la llaman sus fans, del mismo modo que un telespectador sigue la vida en directo de Jim Carrey en el show de Truman: sus separaciones y romances, adicciones y desintoxicaciones, juicios, llantos y risas.
 Ahora, una boda. ¿Y a quién va a invitar Belén Esteban de sus compañeros de programa, los Patiño, Matamoros, Lozano, Mora y etcétera? El dilema ocupa horas de debate, de tensiones, de rótulos sobreimpresos llenos de suspense. 
Y hay gente al otro lado del televisor, mucha. Gente para la que esos personajes que gritan en un plató son su compañía, a menudo la única que tienen, o su evasión, la forma más fácil y gratuita de olvidar sus problemas para consolarse con los de los demás, que siempre son más entretenidos.
 Aquel primer día entre los invitados estaban Kiko Hernández y Jimmy Giménez Arnau, los dos con mascarillas a causa de la gripe porcina. 
También Begoña Alonso y Karmele Marchante. Las mascarillas en muchas tardes pasaron de los participantes a la audiencia. Giménez Arnau, precisamente, fue el protagonista de una pelea con Pipi Estrada: primero a insultos en el plató y luego a golpes en los pasillos de Mediaset. 
No habían pasado tres meses y Sálvame ya se había estrenado, ya había presentado a Belén Esteban, ya había provocado la primera pelea y llegaba a los hospitales y los juzgados, dos de sus escenarios emblemáticos junto a las discotecas.
 Estrada, años después, dio la clave: “Les di la idea de lo que tiene que ser Sálvame: la pelea. Sin llegar a las manos pero pandillera, barriobajera, donde se empiece a rascar y salga la mierda”.

Tantas pastillas perjudican seriamente su salud.............Ana Alfageme..

Uno de cada tres mayores de 65 años toma más de cinco fármacos diarios.

La mitad de ellos ingiere más de los necesarios. Los geriatras piden más control.

Carmen Mínguez, de 91 años, muestra su medicación en su casa de Madrid.
Carmen Mínguez, de 91 años, muestra su medicación en su casa de Madrid.
Ana Alfageme
 
  . Carmen Mínguez deja de comer. Vomita. La hija, que vive con ella, se alarma ante la visión de la madre viuda de 91 años. Aletargada, tumbada todo el día. 
Lleva un parche de opiáceos para los dolores de huesos y toma ocho pastillas diarias.
 Dos para el colesterol, una para la tensión, un protector de estómago, un antidepresivo, una pastilla para dormir, otra tipo aspirina y un calmante. 
“Me asusté mucho, porque a mi madre le encanta comer”, dice la hija, Menchu, que es médica, “así que la llevé al psiquiatra... y añadió otro antidepresivo”.
Uno de cada tres mayores de 65 años toma más de cinco medicamentos diarios. Con la edad, aparecen la hipertensión, el colesterol o la artrosis, enfermedades crónicas que rellenan los pastilleros.
 Quienes se encaminan a la séptima década de la vida, un 18,7% de los españoles, consumen más del 40% de fármacos, según la Sociedad de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC)

Varias investigaciones internacionales revelan que la mitad de los mayores toma uno o más fármacos que no son necesarios.
  Bien porque no tienen valor terapéutico suficiente, ya no son apropiados para su edad (por ejemplo, conservar la pastilla para el colesterol en una persona de 80 años incrementa la mortalidad), o en algún momento se los recetaron y no los han abandonado. Leocadio Rodríguez Mañas, jefe de Geriatría del Hospital de Getafe, se topó en la consulta con un hombre que llevaba tres años tomando antibióticos. 
“Y luego está lo que el paciente considera que no son medicamentos, como antiinflamatorios o tranquilizantes”, dice. 

“Hay que prescribir los fármacos que se necesiten”, añade José Antonio Serra, responsable de Geriatría del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
 Ramón Orueta, médico de familia, miembro del grupo de trabajo de utilización de fármacos de la SemFYC, como sus colegas, habla de adecuación terapéutica.
 “Cada especialista prescribe para la enfermedad que diagnostica”, dice el geriatra Serra, “sin tener en cuenta que el paciente padece otras dolencias y toma fármacos que pueden interaccionar.
 Y a mayor edad y más medicación, más riesgo”.
La polimedicación en mayores comporta riesgos bien estudiados por la ciencia: mayor probabilidad de episodios adversos (hasta un 88% de incremento del riesgo, estimándose que una de cada 10 urgencias se debe a efectos de los medicamentos, sobre todo si se toman anticoagulantes, diuréticos, anticonvulsivos, benzodiacepinas o remedios para la diabetes), interacciones entre fármacos, y entre estos y la enfermedad que se padece.
 Tomar un cóctel de medicinas puede causar reducción de la capacidad para realizar las tareas diarias, incontinencia urinaria y problemas de nutrición, mayor mortalidad, delirios, mareos o caídas, estos últimos agrupados bajo el nombre de síndrome geriátrico.
2. Carmen sigue muy abatida. No recupera el apetito. La hija le retira el parche de opiáceos y se lo sustituye por paracetamol (que ya tomaba) y nolotil.

El jefe de Farmacia del Hospital Clínico de Madrid, José Manuel Martínez Sesmero, dice: “Hay que preguntarse, ¿le aporta este medicamento algo al paciente? ¿le mejora la calidad de vida? “Hay que valorar qué medicinas son esenciales y cuáles pueden ser retiradas por su escaso valor terapéutico o porque pueden provocar nuevas dolencias. 

“Es la cascada yatrogénica”, dice el geriatra Rodríguez Mañas, “se prescribe una medicación, ésta provoca efectos secundarios y en vez de retirarla, se añade otro fármaco para tratar los síntomas que da el primero”. 
Los geriatras, al igual que los médicos de familia, recomiendan que en cada visita al doctor de cabecera se revise medicación y nuevos síntomas.
 Existen herramientas que valoran la efectividad y seguridad de los fármacos: STOPP/START, Beers, Good Geriatric-Palliative Algorithm. 
Siempre que se pueda, y con la complicidad del paciente, hay que quitarles pastillas.

Pero, ¿se hace? “Poquito. No de manera sistemática”, responde Rodríguez Mañas.
 La situación de los médicos de familia tampoco ayuda. “Estamos saturados y no hay tiempo suficiente para consultas de prescripción ni para otras muchas cosas”, dice Miguel Ángel Hernández, coordinador del grupo de trabajo de fármacos de la SemFYC. 3. Carmen y Menchu van al centro de salud.
 La joven médica que les atiende es nueva. Examina tanto a la anciana como sus análisis clínicos y abultada receta electrónica. Comprueba que tiene la tensión baja, así que le retira la pastilla. Suprime los medicamentos contra el colesterol y un antidepresivo. Le aconseja ir a un centro de día.
 Observa que tiene deficiencia de vitamina D y se la prescribe. En total, seis medicamentos.
Dos semanas más tarde, Carmen, el pelo blanquísimo y en pijama, se levanta a saludar ágilmente. 
No ha obedecido a la médica en cuanto al centro de día y no duerme excesivamente bien. “Pero va bastante mejor”, dice Menchu sin que su madre, un poco sorda, la oiga.
La madre tuerce el gesto y no para de decir que esto no es vida. De todo se queja: los políticos de derechas que salen en la tele que tiene enfrente, su cabeza, el yerno, sus hermanas muertas. La hija la riñe: 

“¡Mamá, si estás mucho mejor!”. “Sí, pero...”.

Cómo averiguar qué píldoras consume mi paciente

El envejecimiento transforma el paradigma terapéutico.
 La fisiología de una persona de 40 años no es la misma que la de otra que le dobla la edad. 
La mayoría de los ensayos clínicos de los medicamentos excluyen a mayores de 65 años, así que poco se sabe de cómo se comportan en un cuerpo añoso.
 Los geriatras recomiendan que se ajusten las dosis atendiendo “a la función renal, las variaciones de peso, las posibles interacciones” y también la concentración en sangre.
Cuantas más pastillas se receten, complicando la rutina de manejar el pastillero, peor.
 Uno de cada tres mayores (35%) no se toma la medicación o no como ha sido pautada.
 El geriatra José Antonio Serra dice que la mayor parte del tiempo en la consulta lo destina a averiguar qué consumen sus pacientes y cómo. 
El médico de familia Ramón Orueta aplica la complicidad. 
“Si les preguntas que si toman las pastillas bien, te responderán que sí, para agradarte. Así que les digo que hay gente que ha tenido problemas con la medicación y que si a ellos también les pasa”. Entonces cuentan la verdad. 
Un truco es pedirles que metan en una bolsa todas las medicinas y las lleven a la consulta.
En las personas mayores además de sobretratamiento, se da el mal tratamiento y el infratratamiento.
 Lo dice el geriatra Leocadio Rodríguez Mañas, que encuentra habitualmente, por poner un ejemplo, pacientes deprimidos con tratamientos ineficaces. 
“Se les prescribió una dosis inicial que es solo el comienzo de la terapia y que luego hay que revisar. No se comprobó si los síntomas remitían. 
Y siguen con una pastilla que no les hace nada”.
Su colega Serra se topa con muchísimos mayores carentes de vitamina D, fundamental para paliar la osteoporosis.
 Es una población que está menos expuesta al sol, imprescindible para la síntesis de esta molécula tan necesaria para combatir las temidas fracturas y la debilidad muscular.
 La mitad de los mayores suele tener baja de la vitamina, algo que hay que corregir.

 

‘GH Dúo’, más grande que el CIS....................Javier Gomá Lanzón

El programa proporciona un envidiable soporte empírico para extraer conclusiones sólidas sobre la moral popular en España.

El presentador Jordi González ayuda María Jesús Ruiz a levantarse del suelo tras conocer ésta que había ganado 'GH Dúo'.
El presentador Jordi González ayuda María Jesús Ruiz a levantarse del suelo tras conocer ésta que había ganado 'GH Dúo'. GTRES

 

¿Cómo lo sabes?, pregunto a quien me cuenta alguna maledicencia aireada en uno de esos programas televisivos tan desprestigiados como populares.
 “Estaba haciendo zapping y por casualidad…”. Pues bien, yo he estado haciendo mucho, mucho zapping en los últimos tres meses, coincidentes con los de emisión de GH Dúo y, oh casualidad, han aparecido en la pantalla de mi televisión sus galas y resúmenes diarios, alguna vez se ha colado incluso el canal GH 24 horas, y ahora traigo para vosotros algunas noticias frescas.

La telerrealidad ha sabido convertir en espectáculo una honda pulsión humana: la de enjuiciar comportamientos ajenos.
 La única manera de conocer los valores morales es personalizándolos.
 Odiamos o amamos a alguien en concreto, no un valor abstracto sino a su poseedor, y a golpe de aprobación y censura de ejemplos se va moldeando nuestra educación sentimental. 
Ahora bien, las personas susceptibles de juicio moral compartido están normalmente reducidas al entorno particular, lo que limita en exceso el número de potenciales conversadores, pero entonces los medios de comunicación de masas subvienen esta falta y nos ofrecen profusión de ejemplos públicos y universalmente conocido: los políticos, los famosos del entretenimiento.
 Nuestro apetito de adhesión y desprecio halla allí materia abundante.

Pero están demasiado dispersos: las celebrities hacen cada una su vida y no forman relato.
 Et voilá: los encerramos en una Casa durante tres meses. Y a la unidad de espacio y de tiempo así garantizada se añade la unidad de acción dramática por medio de vídeos diarios sabiamente editados que estructuran tramas para el espectador, perfilan personajes buenos y malos y potencian astutamente el conflicto que divide las opiniones.
 Nuestro concursante favorito está en peligro, ¿qué pasará ahora? Como una serie de HBO, pero mejorada: los protagonistas son reales, viejos conocidos, actúan en directo, se alían y repelen, nominan al adversario, superan las pruebas, riñen, lloran, se levantan, sobreviven o mueren (expulsión) y el suspense se mantiene vivo hasta el final a la espera de lo que vote la audiencia.
Esta intensa dramatización excita la sed de interpretaciones sobre lo que está ocurriendo en la Casa.
 Qué decepción cuando el amigo, que creías inteligente, simpatiza con el concursante equivocado.
 ¿Está ciego o qué? A falta de amigos con discernimiento, sobran debates televisivos donde se analizan las gestas de los concursantes y se suministran un surtido de interpretaciones tan variado que raro será que alguna no secunde la propia, con el consiguiente alivio de la insoportable tensión emocional.
¿Y qué clase de juicios se emiten en esos programas de vocación hermenéutica como Sálvame diario?
 Sentemos un principio general.
 Cuanta mayor vulgaridad, mayor tendencia a la moralización. Está comprobado que los entendimientos más frágiles son los que más recurren al sermón moralizante.
 La vulgaridad que se exhibe en GH Dúo es extrema, luego debemos esperar dictámenes de moralidad muy subida. 
 Pues bien, estoy en condiciones de confirmar a los lectores de este importante periódico que en efecto es así. 
Los juicios que los concursantes formulan unos sobre otros, los que justifican sus nominaciones, los de los colaboradores en platós y en debates, en suma, todos los juicios se fundan en principios morales. Hubiera podido uno imaginar otros criterios: el éxito, el dinero, el talento, la inteligencia, la cultura, la ideología, el atractivo personal, incluso el capricho.
 Pero no: es el bien y el mal en lucha lo único que realmente cuenta. ¿Y cuál es el estado de la moralidad de la sociedad española? Dejémonos de chácharas cuando disponemos de datos.
 Porque en la última macroencuesta del CIS se entrevistaron a 16.000 personas, un número ridículamente pequeño comparado con las 700.000 personas que votaron sobre asunto menor como la repesca de Candela, concursante expulsada pero con opciones de vuelta. 
El estudio del voto nos proporciona un envidiable soporte empírico para extraer conclusiones sólidas sobre la moral popular en España.
Por ahora me limitaré a adelantar cuál es la virtud moral suprema en el concurso y sin la cual sería impensable ganarlo: la sinceridad absoluta y su habitual pareja, la autenticidad.
 Esta virtud, en el código GH, exige al concursante ir de frente y decir las cosas a la cara, particularmente las desagradables. Caso de que a uno "se le caliente la boca" y regurgite un exabrupto nauseabundo, conviene pedir perdón "si ha molestado a alguien" reconociendo que a veces "le pierden las formas", pero que nadie pueda decir que no va "con la verdad por delante", "su verdad", porque siempre actúa "de corazón" y nunca, nunca "deja de ser él mismo".

A mí siempre me ha parecido que la sinceridad es para borrachos y yo la practico solo excepcionalmente, en caso de fuerza mayor, así que me resignaré a no participar nunca en el concurso y a seguirlo solo por la tele…
cuando aparezca por casualidad en pantalla. 
El jueves noche estaba haciendo zapping y me enteré de que María Jesús, exmiss España y modelo, había ganado GH Dúo. Mi sincera enhorabuena.
JAVIER GOMÁ LANZÓN es filósofo. El 30 de abril publica su comedia Quiero cansarme contigo (Pre-Textos)

12 abr 2019

La paradoja de Bertrand.............................. Carlo Frabetti.

Cuando se juntan el azar y el infinito, los resultados pueden ser desconcertantes.

Joseph Bertrand.
Joseph Bertrand.
Con motivo de la entrega número 200 de El juego de la ciencia, nos preguntábamos la semana pasada si cambiando una cifra de este número tan redondo y “excesivo” podemos convertirlo en primo. 
Y la respuesta es no. 
Evidentemente, la cifra a cambiar tiene que ser la de las unidades, pues un número terminado en 0 es divisible por 10, y esa última cifra no puede ser par, y tampoco puede ser 1, 5 ni 7, pues si la suma de las cifras de un número es divisible por 3, lo es el propio número.
 Los únicos candidatos son 203 y 209; pero 203 es divisible por 7, y 209 es divisible por 11; por lo tanto, no se puede convertir 200 en primo cambiando una de sus cifras.
 Y, por cierto, 200 es el menor número con esta propiedad.

 

En cuanto a la secuencia 2, 10, 12, 16, 17, 18, 19, 200…, es la de los números cuyo nombre empieza por la letra d.

El infinito y el azar

Todos tenemos -o creemos tener- una idea intuitiva de lo que es el azar, y también sabemos que hay infinitos números y que en una recta hay infinitos puntos. Pero cuando intentamos operar con estos escurridizos conceptos y llegar a conclusiones claras, nos encontramos a menudo con desconcertantes paradojas.
Una de las más famosas es la paradoja de Bertrand, denominada así en honor del matemático francés Joseph Bertrand, que la expuso a finales del siglo XIX en su ya clásico Calcul des probabilités.
Para ilustrar su paradoja, Bertrand utilizó un ejemplo que los lectores sacaron a relucir la semana pasada y que dio lugar a un animado e interesante debate (ver comentarios de “El número 200”). El ejemplo es el siguiente:
La paradoja de Bertrand
¿Cuál es la probabilidad de que una cuerda trazada al azar en una circunferencia sea mayor que el lado del triángulo equilátero inscrito en ella?

Las cuerdas de todas las longitudes posibles pueden partir de un mismo punto cualquiera, puesto que todos los puntos de la circunferencia son equivalentes; consideraremos, pues, que uno de los extremos de la cuerda es uno de los vértices del triángulo equilátero inscrito;
 si la cuerda cae dentro del triángulo, su longitud será mayor que el lado del mismo, y si cae fuera será menor, y como el ángulo del triángulo equilátero es de 60º y todas las cuerdas posibles abarcan un ángulo de 180º (pues el límite está en la tangente a la circunferencia en el vértice que hemos tomado como origen), la probabilidad pedida será 60/180 = 1/3. Un razonamiento impecable; pero…
Consideremos ahora un radio perpendicular a un lado del triángulo inscrito.
 Todas las cuerdas perpendiculares a dicho radio que quedan entre el centro de la circunferencia y el lado del triángulo son mayores que él, y todas las que quedan entre el lado y el otro extremo del radio son inferiores.
 Y como el lado del triángulo equilátero inscrito divide al radio en dos partes iguales, la probabilidad pedida será 1/2.
Y aún hay otro criterio que nos da una probabilidad de 1/4, y todos los planteamientos parecen válidos.
 Invito a mis sagaces lectores/as a reflexionar sobre esta desconcertante paradoja y a proponer otros ejemplos de probabilidades paradójicas o sorprendentes.
 Como este:
Si trazamos una circunferencia al azar en una hoja de papel cuadriculado, ¿cuál es la probabilidad de que pase por alguno de los puntos de intersección de la cuadrícula?
Carlo Frabetti es escritor y matemático, miembro de la Academia de Ciencias de Nueva York. Ha publicado más de 50 obras de divulgación científica para adultos, niños y jóvenes, entre ellos Maldita física, Malditas matemáticas o El gran juego. Fue guionista de La bola de cristal.