Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 abr 2019

Kiko Rivera versus María Jesús Ruiz, el desigual futuro fuera de ‘GH Dúo’

El hijo de Isabel Pantoja y la ganadora del 'reality' de Telecinco salen del concurso con sus finanzas saneadas pero con diferentes proyecciones de cara al público y a sus expectativas profesionales.

María Jesús Ruíz y Kiko Rivera durante la primera parte de la final de 'Gran Hermano Dúo'.
María Jesús Ruíz y Kiko Rivera durante la primera parte de la final de 'Gran Hermano Dúo'.

 

11 abr 2019

Violaine Huisman: “Contar la historia de mi madre se convirtió en una dolorosa necesidad”

La escritora francesa afincada en Brooklyn ha irrumpido con fuerza en el mundo literario con 'Fugitiva y reina', un retrato descarnado de su fascinante y problemática progenitora.

 

La escritora Violaine Huisman, en su casa en Brooklyn en febrero pasado. 
La escritora Violaine Huisman, en su casa en Brooklyn en febrero pasado.
Violaine Huisman (París, 1979) acabó en Brooklyn por puro azar. Su padre, Denis Huisman, profesor de Filosofía en La Sorbona, fue invitado a dar un ciclo de conferencias en la Universidad de Nueva York, comenzando así una larga relación con la ciudad.
 Sus dos hijas sucumbieron también al hechizo, y se instalaron allí a finales de los años noventa.
 “Como académico”, señala la escritora evocando su figura, “mi padre era un tanto atípico.
 No creía que la alta cultura tuviera que estar alejada de la gente.
 En ese sentido hizo una labor importante publicando libros que hacían accesible la filosofía al público en general.
 Se movía entre el mundo del éxito, los negocios y el pensamiento, algo que en Francia no estaba bien visto, pero en Nueva York funcionaba”.
Tras terminar los estudios de secundaria, decidió eludir la trayectoria académica a la que se sentía predestinada.
 “Quería tener una vida real en el mundo real. Era ambiciosa y, como sucede cuando se pone el corazón en lo que se hace, tuve suerte”. 
Tenía 19 años cuando encontró trabajo como editora en un sello independiente, Seven Stories, con el que colaboró por espacio de seis años.
 “Era un sello de izquierdas, muy comprometido”, puntualiza. Como todo lo que hizo después, su siguiente paso profesional también guardaba relación con el mundo de los libros: decidió hacerse agente literaria independiente. 
“Mi idea era ayudar a que se abrieran camino escritores de talento que nadie conocía. 
Tuve cierto éxito pero es un trabajo realmente difícil. Estaba sola y no ganaba nada.
 Después de un tiempo decidí trabajar para una agencia establecida con el fin de dominar las claves del oficio. 
Fue una experiencia sumamente interesante pero comprendí que el trabajo de un agente literario tiene que ser lucrativo. 
Las obras que hay que representar tienen que dar dinero, y no era el caso de las que me gustaban. 
No me interesaba en absoluto el mercado. Mi proyecto no era realista, y yo me negaba a serlo”.

Tras su experiencia en el mundo editorial, coordinó durante años los encuentros literarios organizados por la prestigiosa Academia de Música de Brooklyn (BAM), y tomó parte en el lanzamiento de la revista Autodafe. 
 “La editaba el Parlamento Internacional de Escritores.
 Publicamos a autores como Bei Dao, Salman Rushdie, Rick Moody, Mary Gaits­kill, Enrique Vila-Matas o Antonio Tabucchi, pero el objetivo principal era apoyar a talentos poco conocidos procedentes de todo el mundo”.

Entretanto, y desde el principio de su peripecia transatlántica, se había ido forjando muy lentamente en su cabeza un proyecto de naturaleza íntima: contar en clave de novela la historia de su madre, una mujer fascinante y problemática.
 “Mamá”, escribe, “nunca ocultó a sus amantes, y el desfile permanente de especímenes improbables le daba a nuestra casa un aire de barraca de feria. No podía evitar liarla por donde quiera que fuese”.
Todo empezó, según hace constar en el arranque mismo de Fugitiva y reina, como acabó titulándose, cuando tenía 10 años, un día en el que mientras daban por televisión la noticia de la caída del muro de Berlín, le comunicaron que su madre había sido internada en un psiquiátrico.“Fue un shock que tardé años en comprender.
 Más adelante, cuando descubrí que quería ser escritora, contar la historia de mi madre se convirtió en una dolorosa necesidad. 
Era una mujer de mil facetas, dulce, dura y difícil, a la que estaba muy apegada”. 
Escribir la novela de su vida pasó a ser una pulsión que la dominó por completo, pero Violaine Huisman no sabía bien cómo afrontar el reto. 
“Quería reflejar con fidelidad su voz, una voz fuerte, sucia, descarnada, pero sobre todo veraz”. 
Cuando terminó el manuscrito, llamó a su madre por teléfono para leérselo: “Se sintió profundamente conmovida. Por una parte estaba avergonzada, sí, pero también estaba orgullosa del retrato que trazaba de ella.
 La mostré al desnudo, mucho más de lo que ella misma hubiera sido capaz de hacerlo, pero se reconoció en lo que le leí”.

Lo que hubiera debido ser el final resultó no ser más que el principio de un proceso agónico:
 “Le enseñé lo que tenía a un editor y le gustó, pero el material en bruto tenía tal fuerza que era preciso desbrozarlo sin desvirtuar nada.
 Lo malo es que mi madre falleció poco después y el texto se convirtió en algo tóxico y doloroso a lo que me resultaba imposible acercarme. Me quedé paralizada”.
Siguió un largo compás de espera durante el cual Violaine Huisman desarrolló una intensa actividad profesional y tuvo dos hijos. 
“Ser madre después del golpe que supuso para mí perder a la mía fue una experiencia catártica pero me ayudó a dar con la voz que buscaba”. 
El momento determinante tuvo lugar de manera inopinada, en la boda de su hermana, a quien está dedicado el libro. 
“Las dos estábamos muy unidas a ella. 
Después de vivir muchos años juntas, mi hermana y su compañera decidieron casarse y me pidieron que dijera unas palabras durante la ceremonia. 
Escribí un texto en el que sin darme cuenta había dado con una voz que supe inmediatamente que era la que tenía que usar en la novela”.
Cuando se le pregunta a Violaine Huisman quiénes han influido más en ella como escritora invoca los nombres de Annie Ernaux, Marie NDyae y, entre sus lecturas más tempranas, a Marguerite Duras.
 Habla con particular énfasis de su afinidad con Ben Lerner, poeta y novelista norteamericano contemporáneo exacto suyo de quien ha traducido al francés el enigmático volumen titulado El odio a la poesía.
  La expresión le cambia cuando se le pide que lo reduzca todo a un solo nombre: “Proust. Representa el opuesto absoluto del mundo en que vivimos, sometido al poder de los mercados y a la masificación de la cultura.
 Vivimos inmersos en un ruido de fondo que lo desdibuja todo.
 El gran reto de la literatura es dar coherencia a la realidad a través de la ficción. 
La verdad que se encuentra en la reconstrucción narrativa del pasado, ése es sin la menor duda el gran legado de Proust: la luz de la escritura es lo que logra que el pasado sea algo nuevo, real y verdadero”. 


Lo demás sucedió vertiginosamente. Al cabo de unos meses, la editorial Gallimard aceptaba el manuscrito de Fugitiva y reina, que ha tenido una recepción muy favorable, y ha sido galardonada con dos premios de signo casi opuesto (el Marie Claire y el Françoise Sagan), lo cual da una idea de la amplitud de su alcance.

Fugitiva y reina. Violaine Huisman. Traducción de Irene Aragón. Hoja de Lata, 2019. 240 páginas. 19,90 euros.

La deuda que nunca acaba de Bibiana Fernández con Hacienda

La actriz y presentadora ha explicado que sigue debiendo dinero y bromea: "Llegaré a los 120 años y seguiré pagando".

Bibiana Fernández, en la presentación del libro 'Belleza Invisible', el miércoles 10 de abril de 2019. En vídeo, las declaraciones de Bibiana Fernández sobre su deuda.

 

Bibiana Fernández lo ha intentado todo para librarse de sus problemas con Hacienda pero, aún así, no termina de quitarse la losa de las deudas. 
 En la presentación de un libro el miércoles por la noche en Madrid, la actriz y presentadora confesó que aún tiene que pagar dinero al Estado en una situación que se le está haciendo interminable. 

"Mi situación actual sigue siendo que tengo un pequeño pico que voy pagando porque me van embargando todo el tiempo.
 No es que yo quiera pagar, es que me lo quitan directamente con lo cual es una cosa que no se termina nunca", explicaba la protagonista de Kika y Tacones Lejanos. en declaraciones a Europa Press.
 Ante esta compleja situación y en su habitual tono distendido, Fernández no dudaba en bromear con el asunto: 
 "Llegaré a los 120 años y de no estar muerta, seguiré pagando. Eso de que España somos todos es mentira; soy yo sola, yo y dos o tres más". 
 Ella misma lo decía: "En la vida no queda más remedio que tirar del sentido del humor, son cuatro días y el sentido del humor a veces no te acompaña. Incluso cuando no te acompaña, tienes que seguir tirando".
"Cada cual solventa sus problemas como puede, cuando llegas a una situación así, más allá de los errores que se hayan podido comentar, hay un problema y son los intereses del Estado", explicaba la actriz durante la presentación.
 "Yo he pagado más de intereses que de deuda, ya no sé cuánto llevo pagado", explicaba Fernández, que a mediados de febrero cumplió 65 años.
En 2017 se hacía público que la actriz tenía problemas con Hacienda que la habían obligado a sacar a la venta su casa de Boadilla del Monte (Madrid) y trasladarse a otro piso más pequeño de Madrid.
 A finales de agosto y tras una época de cierto ahogo —tardó un año en venderla— lograba deshacerse de la vivienda vendiéndosela a dos de sus mejores amigos, Mario Vaquerizo y Alaska, que pagaron 500.000 euros por ella. 
Además, también se vio obligada a sacar a la venta otras dos viviendas más, en Málaga, por alrededor de 170.000 euros. 
Para sanear la deuda también apostó por nuevos proyectos empresariales, como una obra de teatro (precisamente junto a Alaska y Vaquerizo) y una mediática participación en MasterChef Celebrity.
 Aún así, y como contó en febrero y ahora remacha, no ha logrado quitarse del todo esa deuda, que ahora ya es casi todo intereses de lo que debió antes y no pudo pagar a tiempo ("No me quejo de pagar, me quejo de intereses del 20% cuando no puedes afrontar la deuda", decía ella misma en sus redes)
 "Hacienda me lo quitó todo, y juro por dios que si era lo justo no hay lamento, pero ¿tiene el Estado derecho a quitarte la ilusión? No tengo respuesta, los bancos sí", escribía en una publicación de Instagram hace un par de meses.
 En una respuesta a un comentario de un seguidor afirmaba: "Este tema me tiene quemada. Llevo 10 años, pagué de sanciones y multa más del 150% de la deuda y solo quiero llegar a un lugar, un acuerdo, lo que sea".
 Un acuerdo que, al parecer, aún no ha llegado.

Javier Muguerza: la fecundidad de la filosofía para la democracia

 
 

Su trabajo ha sido decisivo para la transición democrática y para mantener el espíritu de los enemigos impenitentes de totalitarismos.

El filósofo Javier Muguerza, en una imagen de archivo.
El filósofo Javier Muguerza, en una imagen de archivo.

Conocí a Javier Muguerza a través de su libro La razón sin esperanza, de 1976, un texto que abrió un mundo nuevo para muchos de los que pertenecemos a la Generación de la Democracia, sobre todo para los que habíamos tomado la filosofía por oficio y soñábamos con ejercerla desde las aulas universitarias y en el amplio espacio de la opinión pública.
 En la estela de José Luis Aranguren, Javier Muguerza elevó al primer rango académico a la filosofía práctica, a la ética, la filosofía política y la social, que eran las parientes pobres de nuestras facultades, en comparación con la metafísica y la teoría del conocimiento. 
En su entorno fue creciendo lo que el propio Muguerza llamaba una ethische Gemeinschaft, una comunidad ética, extendida por todos los países de habla hispana.
 Prueba de ello fue la creación de la revista Isegoría y la ambiciosa elaboración de la Enciclopedia Iberoamericana, con la fundada convicción de que Europa para España es problema y solución; Iberoamérica, nuestra patria chica.
Javier Muguerza ha sido decisivo para la transición democrática y para mantener a lo largo de estos años el espíritu abierto de los filósofos de raza, enemigos impenitentes de totalitarismos y fundamentalismos, adictos a la deliberación y la crítica racional. Desde ese páthos inconformista dialogó con la filosofía analítica, el marxismo humanista, la teoría de la justicia de Rawls y la ética comunicativa de Apel y Habermas, con una extraordinaria lucidez. Y aunque siempre se propuso más "minar la confianza en cualquier género de soluciones que procurar su afianzamiento", como reafirmó en su último gran libro, Desde la perplejidad, afortunadamente fue infiel a su propósito y formuló valiosas propuestas, más vigorosas de lo que él mismo pretendía: la fecundidad de la disidencia, el valor insobornable de cada persona frente a cualquier tipo de colectivismo, el lugar de la conciencia en el mundo moral.
Desde el diálogo sabio y sobre todo desde la amistad profunda y cordial, tejió, aun sin pretenderlo, una red de afectos que trasciende con mucho el poder de la muerte.
 Es bien razonable la esperanza, incluso la certeza, de que no todo se lo ha tragado la tierra. El recuerdo y el cariño permanecen.

Adela Cortina es catedrática de Ética de la Universidad de Valencia.