La escritora francesa afincada en Brooklyn ha irrumpido con fuerza en el mundo literario con 'Fugitiva y reina', un retrato descarnado de su fascinante y problemática progenitora.
Violaine Huisman (París, 1979) acabó en Brooklyn por puro azar. Su
padre, Denis Huisman, profesor de Filosofía en La Sorbona, fue invitado a
dar un ciclo de conferencias en la Universidad de Nueva York,
comenzando así una larga relación con la ciudad.
Sus dos hijas sucumbieron también al hechizo, y se instalaron allí a finales de los años noventa.
“Como académico”, señala la escritora evocando su figura, “mi padre era un tanto atípico.
No creía que la alta cultura tuviera que estar alejada de la gente.
En ese sentido hizo una labor importante publicando libros que hacían accesible la filosofía al público en general.
Se movía entre el mundo del éxito, los negocios y el pensamiento, algo que en Francia no estaba bien visto, pero en Nueva York funcionaba”.
Tras terminar los estudios de secundaria, decidió eludir la trayectoria académica a la que se sentía predestinada.
“Quería tener una vida real en el mundo real. Era ambiciosa y, como sucede cuando se pone el corazón en lo que se hace, tuve suerte”.
Tenía 19 años cuando encontró trabajo como editora en un sello independiente, Seven Stories, con el que colaboró por espacio de seis años.
“Era un sello de izquierdas, muy comprometido”, puntualiza. Como todo lo que hizo después, su siguiente paso profesional también guardaba relación con el mundo de los libros: decidió hacerse agente literaria independiente.
“Mi idea era ayudar a que se abrieran camino escritores de talento que nadie conocía.
Tuve cierto éxito pero es un trabajo realmente difícil. Estaba sola y no ganaba nada.
Después de un tiempo decidí trabajar para una agencia establecida con el fin de dominar las claves del oficio.
Fue una experiencia sumamente interesante pero comprendí que el trabajo de un agente literario tiene que ser lucrativo.
Las obras que hay que representar tienen que dar dinero, y no era el caso de las que me gustaban.
No me interesaba en absoluto el mercado. Mi proyecto no era realista, y yo me negaba a serlo”.
Tras su experiencia en el mundo editorial, coordinó durante años los encuentros literarios organizados por la prestigiosa Academia de Música de Brooklyn (BAM), y tomó parte en el lanzamiento de la revista Autodafe.
“La editaba el Parlamento Internacional de Escritores.
Publicamos a autores como Bei Dao, Salman Rushdie, Rick Moody, Mary Gaitskill, Enrique Vila-Matas o Antonio Tabucchi, pero el objetivo principal era apoyar a talentos poco conocidos procedentes de todo el mundo”.
Entretanto, y desde el principio de su peripecia transatlántica, se había ido forjando muy lentamente en su cabeza un proyecto de naturaleza íntima: contar en clave de novela la historia de su madre, una mujer fascinante y problemática.
“Mamá”, escribe, “nunca ocultó a sus amantes, y el desfile permanente de especímenes improbables le daba a nuestra casa un aire de barraca de feria. No podía evitar liarla por donde quiera que fuese”.
Todo empezó, según hace constar en el arranque mismo de Fugitiva y reina, como acabó titulándose, cuando tenía 10 años, un día en el que mientras daban por televisión la noticia de la caída del muro de Berlín, le comunicaron que su madre había sido internada en un psiquiátrico.“Fue un shock que tardé años en comprender.
Más adelante, cuando descubrí que quería ser escritora, contar la historia de mi madre se convirtió en una dolorosa necesidad.
Era una mujer de mil facetas, dulce, dura y difícil, a la que estaba muy apegada”.
Escribir la novela de su vida pasó a ser una pulsión que la dominó por completo, pero Violaine Huisman no sabía bien cómo afrontar el reto.
“Quería reflejar con fidelidad su voz, una voz fuerte, sucia, descarnada, pero sobre todo veraz”.
Cuando terminó el manuscrito, llamó a su madre por teléfono para leérselo: “Se sintió profundamente conmovida. Por una parte estaba avergonzada, sí, pero también estaba orgullosa del retrato que trazaba de ella.
La mostré al desnudo, mucho más de lo que ella misma hubiera sido capaz de hacerlo, pero se reconoció en lo que le leí”.
Lo que hubiera debido ser el final resultó no ser más que el principio de un proceso agónico:
“Le enseñé lo que tenía a un editor y le gustó, pero el material en bruto tenía tal fuerza que era preciso desbrozarlo sin desvirtuar nada.
Lo malo es que mi madre falleció poco después y el texto se convirtió en algo tóxico y doloroso a lo que me resultaba imposible acercarme. Me quedé paralizada”.
Siguió un largo compás de espera durante el cual Violaine Huisman desarrolló una intensa actividad profesional y tuvo dos hijos.
“Ser madre después del golpe que supuso para mí perder a la mía fue una experiencia catártica pero me ayudó a dar con la voz que buscaba”.
El momento determinante tuvo lugar de manera inopinada, en la boda de su hermana, a quien está dedicado el libro.
“Las dos estábamos muy unidas a ella.
Después de vivir muchos años juntas, mi hermana y su compañera decidieron casarse y me pidieron que dijera unas palabras durante la ceremonia.
Escribí un texto en el que sin darme cuenta había dado con una voz que supe inmediatamente que era la que tenía que usar en la novela”.
Cuando se le pregunta a Violaine Huisman quiénes han influido más en ella como escritora invoca los nombres de Annie Ernaux, Marie NDyae y, entre sus lecturas más tempranas, a Marguerite Duras.
Habla con particular énfasis de su afinidad con Ben Lerner, poeta y novelista norteamericano contemporáneo exacto suyo de quien ha traducido al francés el enigmático volumen titulado El odio a la poesía.
La expresión le cambia cuando se le pide que lo reduzca todo a un solo nombre: “Proust. Representa el opuesto absoluto del mundo en que vivimos, sometido al poder de los mercados y a la masificación de la cultura.
Vivimos inmersos en un ruido de fondo que lo desdibuja todo.
El gran reto de la literatura es dar coherencia a la realidad a través de la ficción.
La verdad que se encuentra en la reconstrucción narrativa del pasado, ése es sin la menor duda el gran legado de Proust: la luz de la escritura es lo que logra que el pasado sea algo nuevo, real y verdadero”.
Lo demás sucedió vertiginosamente. Al cabo de unos meses, la editorial Gallimard aceptaba el manuscrito de Fugitiva y reina, que ha tenido una recepción muy favorable, y ha sido galardonada con dos premios de signo casi opuesto (el Marie Claire y el Françoise Sagan), lo cual da una idea de la amplitud de su alcance.
Sus dos hijas sucumbieron también al hechizo, y se instalaron allí a finales de los años noventa.
“Como académico”, señala la escritora evocando su figura, “mi padre era un tanto atípico.
No creía que la alta cultura tuviera que estar alejada de la gente.
En ese sentido hizo una labor importante publicando libros que hacían accesible la filosofía al público en general.
Se movía entre el mundo del éxito, los negocios y el pensamiento, algo que en Francia no estaba bien visto, pero en Nueva York funcionaba”.
Tras terminar los estudios de secundaria, decidió eludir la trayectoria académica a la que se sentía predestinada.
“Quería tener una vida real en el mundo real. Era ambiciosa y, como sucede cuando se pone el corazón en lo que se hace, tuve suerte”.
Tenía 19 años cuando encontró trabajo como editora en un sello independiente, Seven Stories, con el que colaboró por espacio de seis años.
“Era un sello de izquierdas, muy comprometido”, puntualiza. Como todo lo que hizo después, su siguiente paso profesional también guardaba relación con el mundo de los libros: decidió hacerse agente literaria independiente.
“Mi idea era ayudar a que se abrieran camino escritores de talento que nadie conocía.
Tuve cierto éxito pero es un trabajo realmente difícil. Estaba sola y no ganaba nada.
Después de un tiempo decidí trabajar para una agencia establecida con el fin de dominar las claves del oficio.
Fue una experiencia sumamente interesante pero comprendí que el trabajo de un agente literario tiene que ser lucrativo.
Las obras que hay que representar tienen que dar dinero, y no era el caso de las que me gustaban.
No me interesaba en absoluto el mercado. Mi proyecto no era realista, y yo me negaba a serlo”.
Tras su experiencia en el mundo editorial, coordinó durante años los encuentros literarios organizados por la prestigiosa Academia de Música de Brooklyn (BAM), y tomó parte en el lanzamiento de la revista Autodafe.
“La editaba el Parlamento Internacional de Escritores.
Publicamos a autores como Bei Dao, Salman Rushdie, Rick Moody, Mary Gaitskill, Enrique Vila-Matas o Antonio Tabucchi, pero el objetivo principal era apoyar a talentos poco conocidos procedentes de todo el mundo”.
Entretanto, y desde el principio de su peripecia transatlántica, se había ido forjando muy lentamente en su cabeza un proyecto de naturaleza íntima: contar en clave de novela la historia de su madre, una mujer fascinante y problemática.
“Mamá”, escribe, “nunca ocultó a sus amantes, y el desfile permanente de especímenes improbables le daba a nuestra casa un aire de barraca de feria. No podía evitar liarla por donde quiera que fuese”.
Todo empezó, según hace constar en el arranque mismo de Fugitiva y reina, como acabó titulándose, cuando tenía 10 años, un día en el que mientras daban por televisión la noticia de la caída del muro de Berlín, le comunicaron que su madre había sido internada en un psiquiátrico.“Fue un shock que tardé años en comprender.
Más adelante, cuando descubrí que quería ser escritora, contar la historia de mi madre se convirtió en una dolorosa necesidad.
Era una mujer de mil facetas, dulce, dura y difícil, a la que estaba muy apegada”.
Escribir la novela de su vida pasó a ser una pulsión que la dominó por completo, pero Violaine Huisman no sabía bien cómo afrontar el reto.
“Quería reflejar con fidelidad su voz, una voz fuerte, sucia, descarnada, pero sobre todo veraz”.
Cuando terminó el manuscrito, llamó a su madre por teléfono para leérselo: “Se sintió profundamente conmovida. Por una parte estaba avergonzada, sí, pero también estaba orgullosa del retrato que trazaba de ella.
La mostré al desnudo, mucho más de lo que ella misma hubiera sido capaz de hacerlo, pero se reconoció en lo que le leí”.
Lo que hubiera debido ser el final resultó no ser más que el principio de un proceso agónico:
“Le enseñé lo que tenía a un editor y le gustó, pero el material en bruto tenía tal fuerza que era preciso desbrozarlo sin desvirtuar nada.
Lo malo es que mi madre falleció poco después y el texto se convirtió en algo tóxico y doloroso a lo que me resultaba imposible acercarme. Me quedé paralizada”.
Siguió un largo compás de espera durante el cual Violaine Huisman desarrolló una intensa actividad profesional y tuvo dos hijos.
“Ser madre después del golpe que supuso para mí perder a la mía fue una experiencia catártica pero me ayudó a dar con la voz que buscaba”.
El momento determinante tuvo lugar de manera inopinada, en la boda de su hermana, a quien está dedicado el libro.
“Las dos estábamos muy unidas a ella.
Después de vivir muchos años juntas, mi hermana y su compañera decidieron casarse y me pidieron que dijera unas palabras durante la ceremonia.
Escribí un texto en el que sin darme cuenta había dado con una voz que supe inmediatamente que era la que tenía que usar en la novela”.
Cuando se le pregunta a Violaine Huisman quiénes han influido más en ella como escritora invoca los nombres de Annie Ernaux, Marie NDyae y, entre sus lecturas más tempranas, a Marguerite Duras.
Habla con particular énfasis de su afinidad con Ben Lerner, poeta y novelista norteamericano contemporáneo exacto suyo de quien ha traducido al francés el enigmático volumen titulado El odio a la poesía.
La expresión le cambia cuando se le pide que lo reduzca todo a un solo nombre: “Proust. Representa el opuesto absoluto del mundo en que vivimos, sometido al poder de los mercados y a la masificación de la cultura.
Vivimos inmersos en un ruido de fondo que lo desdibuja todo.
El gran reto de la literatura es dar coherencia a la realidad a través de la ficción.
La verdad que se encuentra en la reconstrucción narrativa del pasado, ése es sin la menor duda el gran legado de Proust: la luz de la escritura es lo que logra que el pasado sea algo nuevo, real y verdadero”.
Lo demás sucedió vertiginosamente. Al cabo de unos meses, la editorial Gallimard aceptaba el manuscrito de Fugitiva y reina, que ha tenido una recepción muy favorable, y ha sido galardonada con dos premios de signo casi opuesto (el Marie Claire y el Françoise Sagan), lo cual da una idea de la amplitud de su alcance.
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