Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

27 feb 2019

Lo que nos enseñó el niño Gabriel................... Patricia Ortega Dolz

Se cumple un año de la muerte del menor. El caso supuso un punto de inflexión en la cobertura de las desapariciones.

Primera imagen difundida de Gabriel Cruz. En vídeo, el resumen del caso. Vídeo: Atlas
La primera noticia sobre Gabriel Cruz, un niño almeriense de ocho años, llegó en forma de imagen: la de su rostro con una simpática sonrisa, enmarcado con las palabras rojo en "Urgente" y "Menor desaparecido". 
Era la primera fotografía que encontró su madre, Patricia Ramírez, en su teléfono móvil, cuando denunciaron su desaparición el 27 de febrero de 2018.
 Correspondía al fin de semana anterior. Habían estado de excursión en la sierra; y después, aprovechando el puente del día de Andalucía (28 de febrero), se había ido con su padre y su abuela a Las Hortichuelas, una pequeña pedanía de Níjar inmersa en el Parque Natural del Cabo de Gata de Almería.
Gabriel llevaba un pañuelo azul al cuello, el mismo que llevaría después Patricia Ramírez anudado a su garganta durante los 12 días que duró la búsqueda del menor.
 El mismo fular que le regalaría ella al ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, y que este llevaría atado a su mano el día del funeral del pequeño. 
Finalmente, Zoido, con quien creó un vínculo amistoso, se lo devolvería porque "sentía que no podía aceptar una cosa así".
La sonrisa de Gabriel conquistó a cientos de miles de españoles que siguieron en directo, con equipos de televisión adosados a bomberos, guardias civiles, agentes de protección civil, o buceadores, los pormenores de una búsqueda que ha marcado un punto de inflexión en la cobertura de las desapariciones y de la que se derivan algunas enseñanzas.   
Un sospechoso perfecto. El caso de Gabriel demostró que, muchas veces, los medios de comunicación quieren ir más rápido que los investigadores.
 Uno de los primeros sospechosos de la muerte del menor fue un hombre de 42 años de Antas, un pequeño pueblo al este de la provincia de Almería, que había acosado durante dos años a la madre de Gabriel. 
 En cuestión de días, el acosador se convirtió en acosado. Decenas de medios de comunicación hicieron guardia a la puerta de su casa (la de sus padres), escrutaron su pasado, desvelaron sus manías y le dejaron marcado para siempre.
 Mientras, los investigadores, que le interrogaron durante dos días, iban desatando los cabos que lo soltaban. Una pulsera que llevaba por tener una orden de alejamiento de la madre del menor despistó a los agentes y demostró, también, que ese sistema de alerta sufre bastantes imperfecciones. 
El hombre no tuvo nada que ver con la desaparición de Gabriel.

La respuesta humana. Cientos de personas acudieron voluntariamente en esos primeros días para participar en las labores de búsqueda del niño. 
La sociedad civil, conmovida por la imagen viral del niño, se movilizaba ante la desesperación de unos padres.
 Al punto de coordinación establecido por la Guardia Civil en Las Negras, a escasos kilómetros de Las Hortichuelas, acudía gente de otros pueblos, pero también de otras provincias dispuestos a peinar la zona y a acompañar a esos padres echados al monte en su angustiosa búsqueda.
 En un mundo poco acostumbrado a la humanidad, comenzaba a crearse la "marea de buena gente" que haría flotar al pescaíto, en palabras de su madre, cuya expresión de dolor y bondad conmocionaron a la sociedad.

Una noticia viral. Todo lo que tenía que ver con Gabriel hacía subir los índices de audiencia hasta niveles casi desconocidos. 
Las televisiones, las radios, los periódicos, entrevistaban a familiares, amigos, vecinos, amigos que no eran amigos..., y dedicaban varios espacios diarios a un tema que había tocado la fibra sensible de España. 
La pequeña pedanía de Las Hortichuelas, el último lugar en el que se vio al niño, se llenó de focos y cámaras de televisión hasta que ese genuino entorno natural almeriense, donde apenas había cobertura para los móviles, se convirtió en una suerte de improvisado plató, desde el que se hacían conexiones en directo varias veces al día por medios diversos.
 Los escasos 100 metros de camino que separaban la casa de la abuela de Gabriel de la de sus tíos, adonde supuestamente se dirigía el niño después de comer la tarde que desapareció, fueron inspeccionados casi al milímetro, tanto por los investigadores como por los periodistas.
Una investigación interferida. A medida que pasaban los días y avanzaban las pesquisas y la investigación —liderada por la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y el grupo de homicidios de la comandancia de Almería— se centraba en el entorno más próximo al menor, esa casa familiar de Las Hortichuelas se quedaba cada vez más pequeña, casi encajonada entre coches de la Guardia Civil y vehículos de medios de comunicación. 
Los investigadores, que aún confiaban en encontrar a Gabriel con vida, necesitaban investigar los movimientos de quien era ya la principal sospechosa, Ana Julia Quezada, la compañera sentimental del padre de Gabriel, separado hacía unos años de su madre, aunque mantenía con esta una buena relación.
 Sin embargo, la presencia de cámaras desnaturalizaba el contexto y condicionaba los movimientos de la sospechosa, que hacía declaraciones, hablaba y lloraba con periodistas y que se terminó de poner en el punto de mira al encontrar durante una de las batidas una camiseta del niño. 
 Con el avance de la investigación, y a la espera de que ella diera algún paso en falso, los agentes tuvieron que despistar a los medios de comunicación para permitir que ella se sintiera más libre y les condujera, como así fue, hasta el lugar donde estaba el niño.
Tocar el Mal o la peor "bruja" de todos los cuentos. Nadie quería creérselo. 
Todos habían estado a su lado. Su pareja, el padre de Gabriel, dormía con ella cada noche. Patricia Ramírez, madre del niño, se había dejado acompañar por ella en las labores de búsqueda. La abuela del menor la hospedaba en su casa.
 Los periodistas tenían su teléfono móvil, hablaban con ella, la consolaban... 
Los investigadores, mientras descubrían el turbio pasado de la sospechosa en Burgos (una hija de cuatro años supuestamente se le tiró por la ventana), no habían logrado recuperar su teléfono móvil (dos veces dijo haberlo perdido), ni que declarara porque supuestamente le había dado un ataque de ansiedad. 
Cuando la grabaron yendo al cortijo cercano a Las Hortichuelas, donde se estaba construyendo una casa con el padre de Gabriel, y vieron como sacaba de un agujero en el suelo el cuerpo del niño para meterlo en el maletero de su coche, terminaron de confirmar sus peores sospechas. 
Ana Julia se convirtió así en la encarnación del Mal, del cinismo y la perversión máximos, en la "bruja mala del cuento", como se refirió a ella la madre del pequeño tras el funeral, capaz de matar a un niño por celos y por el temor a perder el control de su padre. Las lágrimas del Comandante Reina. La expectación pública provocó la celebración de una rueda de prensa posterior a la resolución del caso, también retransmitida en directo, y que puso de manifiesto que los investigadores de homicidios y desaparecidos no son de piedra.
 Pese a toparse habitualmente con los peores sentimientos humanos, el caso de Gabriel trastocó las emociones de los agentes implicados.
 Hasta el final mantuvieron la esperanza de poder encontrarlo con vida porque Ana Julia Quezada, en las conversaciones que mantenía con los familiares dentro de la casa, siempre les animaba a pedir un rescate.
 El fatal desenlace, junto a los enormes esfuerzos realizados durante casi dos semanas sin descanso, hicieron brotar las lágrimas del comandante Reina, al frente de la operación, ante los ojos de todo un país, que seguía su comparecencia por televisión. 
Lecciones de una madre. Patricia Ramírez, rota por el dolor de haber perdido a su único hijo, fue capaz de apelar a los buenos sentimientos de las personas, convirtió la canción de Los Girasoles de Rozalén —que habla de la gente buena y que le gustaba a su hijo— en una suerte de himno unido al nombre de Gabriel, pidió que no se extendiera la rabia, provocó un recuerdo de su hijo que no estuviese manchado por el de "la bruja", y no profirió ni la más mínima expresión de odio ante un desgarro salvaje. 
Se erigió así en una especie de encarnación de la bondad frente a la máxima expresión del mal, en un momento en el que muchas personas sentían justificado el linchamiento de la presunta asesina. Con pocas palabras, esa mujer acostumbrada a guiar como speaker a los corredores en las carreras de fondo, guio a la masa, de manera que los mejores sentimientos humanos se impusieron a los peores.
El luto compartido: "Todos somos Gabriel". Cientos de personas y de autoridades, políticos nacionales, andaluces y almerienses, miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad, acompañaron a los padres de Gabriel Cruz en el funeral celebrado en la catedral de Almería.
 Decenas de famosos mostraron su pesar en las redes sociales. Padres y niños inundaron plazas públicas y muros de Facebook con dibujos de peces que recordaban al pescaíto.
 España estuvo embargada por el luto. En Almería se construyó posteriormente el parque de la Ballena dedicado a Gabriel.
 Casi un año más tarde España escuchaba un grito similar: "Todos somos Laura", tras el hallazgo del cuerpo de la joven Laura Luelmo.

Una estela de discreción. Los meses posteriores a la muerte de Gabriel Cruz han estado marcados por la discreción de su familia, que —frente a lo ocurrido en casos como los padres de Diana Quer o Mariluz— ha eludido cámaras y ha mantenido un escrupuloso control del procedimiento judicial abierto, evitando injerencias que pudiesen desvirtuarlo, hasta el punto de que Patricia Ramírez llegó a pedir la retirada de dos acusaciones populares para evitar más circo mediático.
 La instrucción está a punto de concluir, después de que este martes los abogados de Ana Julia Quezada renunciaran a su comparecencia.
 Quezada, que envió alguna carta desde la cárcel a algún medio de comunicación, será juzgada por un jurado popular (pendiente de conformarse aún) y se enfrenta a la prisión permanente revisable.
 

 

La juez octogenaria y feminista que revolucionó la justicia estadounidense

 

La película 'Una cuestión de género' debería ser de visionado obligatorio como mínimo en todas las Facultades de Derecho.

Hay películas que han de verse más allá de sus valores cinematográficos.
 Por lo que enseñan, por lo que emocionan, por lo que vuelven visible.
 Una cuestión de género es una de esas películas que, sin ser más que un buen producto norteamericano, academicista y poco innovador, incluso con alguna trampa narrativa, debería ser de visionado obligatorio como mínimo en todas las Facultades de Derecho, además de en Colegios de la Abogacía y demás instancias en las que todavía cuesta tanto reconocer que el Derecho también tiene género.


La historia de la abogada norteamericana Ruth Bader Ginsburg, otro de esos nombres que no suelen aparecer en las referencias construidas por y para los hombres, tiene mucho interés más allá del caso concreto que plantea: la lucha por desmontar un sistema jurídico discriminatorio contra las mujeres a partir de un caso que, paradójicamente, discriminaba a un varón al negarle una exención fiscal como cuidador de su madre.
 Un caso, por cierto, que guarda muchas similitudes con un supuesto que resolvió nuestro Tribunal Constitucional en 2011 y en el que también era un hombre el que reclamaba un cambio de turno en su trabajo para poder cuidar de sus hijos.
 Además de comprobar cómo Ruth tuvo que hacerse hueco en un mundo, el de la Justicia, absolutamente androcéntrico y masculino en los EE UU de los años sesenta, la película nos ofrece una serie de lecciones que no estaría de más recordar en estos tiempos de reacciones machistas y de miedo al feminismo.
La abogada Ruth Bader Ginsburg.
La abogada Ruth Bader Ginsburg.
Lo más interesante de Una cuestión de género, que no creo que sea casual que esté dirigida por una mujer, Mimi Leder, reside en mostrarnos con evidencias, es decir, en probarnos como habitualmente tiene que hacerse ante un tribunal, que nuestro mundo ha sido históricamente construido a partir de un reparto jerárquico de roles entre hombres y mujeres.
Y que eso que el feminismo ha llamado contrato sexual, sobre el que a su vez se negocia el pacto social, ha condicionado, y todavía lo sigue haciendo, la igualdad real y efectiva de los seres humanos en función de su sexo.
 Lo que, desde el Derecho, y otras instancias de poder patriarcales, se ha concebido como un orden natural no ha sido sino una construcción cultural y política que ha mantenido a las mujeres en un lugar subordinado. 
Como ciudadanas de segunda clase. Este reparto desigual de poder ha sido y es confirmado por las estructuras jurídicas y por quienes históricamente las han administrado.
 Esos hombres omnipotentes y dominantes que, como vemos en la película, monopolizaron Harvard, los tribunales y los parlamentos.
Como dice en su alegato fina la abogada, encarnada con entusiasmo y emoción por Felicity Jones, el Derecho no solo no ha de ir por demás de una sociedad que ya entonces, los años 70 (tercera ola feminista), sino que también ha de ser un instrumento que posibilite un avance en derechos y, por tanto, en justicia social y democracia. Un Derecho que, como bien nos revela la pantalla, es una instancia de poder —una de las más firmes y cómplices con las que cuenta el patriarcado— y que por tanto tiene la capacidad no solo de establecer reglas del juego sino también configurar subjetividades. Es decir, de crear y reproducir género, esa palabra que tanto pavor suele provocar en quienes ven tambalear sus púlpitos ante las reclamaciones de más de la mitad de la ciudadanía.
Al mismo tiempo, la historia de la lucha de Ruth, que en la actualidad es jueza del Supremo, nos evidencia que las conquistas de igualdad han sido siempre el resultado de las luchas de mujeres, de muchas mujeres, que han desafiado el orden establecido y que incluso poniendo en riesgo sus propias vidas se han lanzado a la tarea de remover los obstáculos que las convertían en menores de edad permanentes.
 Una lucha que es necesariamente intergeneracional, como lo demuestra en la película la relación de la protagonista con la abogada veterana y con su propia hija, y en la que también es necesario contar con los apoyos de hombres comprometidos.
 El marido que de manera admirable se convierte en cómplice de Ruth, encarnado con la compostura propia de un galán clásico por el atractivo Armie Hammer, y tal vez construido como un personaje excesivamente amable y sin aristas, es también un buen ejemplo de cómo a nosotros nos corresponde la a veces compleja tarea de apoyar sin asumir el protagonismo.
Y, sobre todo, es una historia que me gustaría que todos mis alumnos y todas mis alumnas, tan ensimismadas en sus brillantes carreras de futuros depredadoras, digirieran para que, al fin, asumieran la parte de responsabilidad que tienen en superar un mundo en el que el modelo de correcto comportamiento se sigue identificado con el buen padre de familia.
En fin, Una cuestión de género, que es una de esas películas que hacen que salgas del cine con el ánimo lleno de argumentos para seguir batallando al día siguiente, debería ser vista por todos esos políticos que cuestionan tan alegremente la perspectiva de género y las leyes que en los últimos años han hecho avanzar la democracia, por tantos juristas que siguen atrapados por la formalidad de la igualdad liberal y por una ciudadanía que, con frecuencia, no es consciente de cómo el Derecho nos limita pero también nos refuerza como seres autónomos. 

26 feb 2019

Jude Law se casa con una psicóloga con quien dice ha encontrado la paz

El actor contraerá matrimonio la próxima primavera en un castillo de Francia.

Jude Law
Jude Law, en Londres, el pasado noviembre.
Uno de los eternos galanes dentro y fuera de la pantalla, Jude Law se casa.
 Según The Sun, el actor ha contado sus planes a su familia y a sus amigos más íntimos.
 Law, de 46 años, ha decidido dar el paso de contraer matrimonio la próxima primavera con la psicóloga Phillipa Coan, de 32, con la que lleva casi cuatro años de relación.
 El escenario elegido es un castillo de Francia y el padrino el mayor de los cinco hijos del intérprete, Rafferty, de 22 años
 En sus últimas entrevistas, el actor ha dicho que con Phillipa ha encontrado "el amor y la paz" que no había conseguido antes en otras relaciones de pareja.
Law estuvo casado con Sadie Frost, con la que tuvo tres hijos, Rafferty, Iris, de 15, y Rudy, de 13, e incluso se responsabilizó del cuidado del hijo mayor de Sadie, Finlay, de 24 años.
 Se comprometió con la actriz Siena Miller con quien rompió tras tener un romance con la niñera, pero volvieron a intentarlo una segunda vez, sin éxito. 
Tras su ruptura tuvo una relación con la modelo Samantha Burke, con la que tiene una hija, Sophia, de 9 años. 
Tiempo después empezó su relación con la que ahora será su mujer, Phillipa Coan.
 Durante una pausa en su noviazgo, Jude tuvo otra hija con Catherine Harding.
 En su carrera profesional hay de todo. 
Fue candidato al Oscar en dos ocasiones (Cold Mountain y El talento de Mr. Ripley), pero el sueño frustrado de Law ha sido no protagonizar a James Bond, algo que considera “casi una religión para cualquier británico”. 
Su nombre estuvo entre los que se rumorearon antes de que Daniel Craig fuera elegido.
 Pero Law asegura que nunca existió una audición. “En casos así simplemente te llaman”, advierte.
 Aficionado al fútbol sigue al Tottenham Hotspurs, pero también le gusta y la pintura. “Me gustaría aprender a tocar un instrumento pero siempre digo lo mismo”, apostilla. 
Sobre sus hijos reflexiona:
 “No sé lo que serán de mayor pero una cosa te digo, no veo a los nuevos Laws de astrólogos, científicos o matemáticos.
 Nos atraen las artes”.

 

Viggo Mortensen, el héroe discreto unido a España por Ariadna Gil

 

El actor posó por primera vez junto a la actriz española, su pareja desde hace 12 años, en la alfombra roja de los Oscar y junto a ellos su hijo Henry, responsable de que aceptara el papel en 'El señor de los anillos' que le catapultó a la fama.

Viggo Mortensen
Viggo Mortensen flanqueado por su pareja, la actriz española Ariadna Gil y su hijo Henry, a su llegada este domingo a la ceremonia de los Oscar. GTRES

Viggo Mortensen es una mezcla exótica de los países en los que ha vivido, Estados Unidos, Dinamarca, Venezuela, Argentina y España.

 También el producto de los intereses que conforman su personalidad, un tanto alejada del estándar de estrella de Hollywood al uso

 Con 60 años recién cumplidos, tiene claro lo que quiere y lo que no, y entre las cosas que no le interesan están los personajes sencillos y publicitarse continuamente. 

Que es actor lo lleva en el ADN, aunque en su éxito también jugó la insistencia de terceros. 
Porque Mortensen estaba decidido a rechazar el papel de Aragorn, el heredero del trono de Gondor de la trilogía El señor de los anillos que le catapultó a la fama internacional.
 El responsable de que aceptara el papel fue su hijo Henry Blake, que entonces tenía 11 años y no podía entender que su padre rechazase el personaje de uno de los héroes que llenaban sus fantasías juveniles. 
Precisamente Henry, que ya tiene 31 años, le acompañó en la fotografía de la alfombra roja de la ceremonia de los Oscar que se celebró este domingo
 Mortensen estaba flanqueado por Henry y por la actriz española Ariadna Gil, los dos pilares sentimentales de su discreta vida buscada.

Henry Blake forma parte de su presente, porque padre e hijo están muy unidos, pero también de una época pasada, la que Viggo Mortensen vivió junto a Exene Cervenka, fundadora de la banda X, pionera del punk americano, y con quien estuvo casado hasta 1997. Ariadna Gil es su presente, la mujer con quien comparte vida en Madrid y con quien pasea por el barrio de Chueca con una forma de estar tan normal que hasta los paparazi han dejado de hacer guardia a su puerta.
 Lo dijo él mismo en 2015 en una entrevista con El País Semanal: “No les doy mucho alimento, ya no encuentran interesante lo que hago, salir a comprar el pan, al veterinario… 
Es molesto que se entrometan en tu vida, pero si es obvio que no te importa tanto o no haces una performance para ellos, acaban cansándose y te dejan en paz”.
Establecido en esta tranquilidad pasea como un transeúnte más por Madrid, aunque su físico y su fama sigan provocando dramáticos giros de cuello.
 Desde ahí planifica una carrera que le hace viajar de un lado a otro del mundo persiguiendo los proyectos cinematográficos que le interesan (apuesta más por el cine independiente que por los grandes estudios).
 Y desde ahí vive su historia de amor con Ariadna Gil, la actriz española que se cruzó en su camino en 2006 rodando Alatriste y que provocó un giro en la vida de ambos.
 Ella se separó del director y escritor David Trueba, con quien tiene dos hijos, Violeta y Leo. 
Él estableció su residencia en España. Ambos han mostrado su complicidad y la solidez de su relación durante los casi 13 años que han pasado y este domingo se han dejado ver por primera vez juntos en la alfombra roja de los Oscar. 
Ser candidato a Mejor Actor por su interpretación en Green Book, premiada como Mejor Película, merecía el esfuerzo aunque Mortensen no haya regresado a España con la estatuilla.
Ariadna Gil y Viggo Mortensen paseando por Madrid en 2016. Él con una camiseta de su equipo de fútbol.
Ariadna Gil y Viggo Mortensen paseando por Madrid en 2016. Él con una camiseta de su equipo de fútbol. Cordon Press
Tampoco los premios son una prioridad en la vida de este actor al que si le dieran a elegir probablemente preferiría un triunfo rotundo del club de fútbol de sus amores: el club bonaerense San Lorenzo de Almagro, presente ya como una broma en todas sus entrevistas y citas importantes. 
Tampoco faltó en la ceremonia por excelencia del cine y en cuanto vino a cuento, Mortensen abrió su chaqueta mientras posaba en la alfombra roja del Dolby Theatre y mostró el escudo de su equipo bien visible en el chaleco que llevaba debajo de su look de gala.
A su lado, Ariadna Gil le daba la mano orgullosa, vestida con un elegante diseño de la firma española Cortana. 
Sin artificios, como es la vida de la pareja. Y cuando pase el huracán mediático Gil volverá a sus proyectos de teatro y cine, y Mortensen seguirá volcado en la cultura. 
El cine es solo la parte más visible de sus inquietudes. 
Tras el brillo de las películas está su pasión por la pintura, la fotografía y la poesía, tanto en su faceta de escritor como de editor. Y en 2019 llegará su estreno como director y guionista en Falling, un proyecto muy personal que gira en torno a un hombre que debe cuidar de su padre a pesar del abismo ideológico que les separa.

Ariadna Gil y Viggo Mortensen durante la presentación en Madrid de 'Appaloosa', la segunda película en la que coincidieron, en 2008.
Ariadna Gil y Viggo Mortensen durante la presentación en Madrid de 'Appaloosa', la segunda película en la que coincidieron, en 2008. Cordon Press
Precisamente las ideologías han sido el único tropiezo que se ha encontrado Viggo Mortensen en España, porque el pasado año el actor se hizo socio de Òmnium Cultural, la plataforma cívica que se fundó para preservar la cultura catalana y en la última década se ha unido a los movimientos separatistas catalanes. 
Unos afirman que se trata de un gesto de apoyo a su familia política (el padre y hermanos de Ariadna Gil tienen vínculos históricos con la vida cultural y política catalana). 
Otros se decantan más por resaltar el espíritu libre de Mortensen que en el encuentro que tuvo con El País Semanal hace ya más de tres años dejó clara su postura:
 “Me preocupa la calcificación ideológica que desprende el actual discurso político (…) Tanto los periodistas como la gente con sus ordenadores van a lo fácil, buscan puntos de vista con los que retroalimentarse”.
 . Contra eso él afirmó que se vacuna “leyendo de todo. Escucho y leo y busco lo que necesito, pero también tomo pequeñas dosis de eso que no me gusta para enterarme”. Palabra de Viggo.