Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 ene 2019

Ruina y guerra de Ernesto de Hannover...................Enrique Müller

El marido de Carolina de Mónaco litiga con sus hijos por su patrimonio, en peligro por la falta de liquidez.

 

Ernesto de Hannover, en la fiesta de la cerveza en Múnich.
Ernesto de Hannover, en la fiesta de la cerveza en Múnich. GTRES

Somos morbosos,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,Juan José Millás

Somos morbosos

El momento de Sherezade...........................Rosa Montero

En Las mil y una noches, la joven consigue apaciguar el instinto de Sahriyar, un monarca lleno de rencor contra las mujeres que todos los días degüella a una.
TURANDOT, la protagonista de la ópera de Puccini del mismo nombre, es una princesa china que vive en un Pekín imaginario y que obliga a todos los aspirantes a su mano a contestar tres adivinanzas;
 si fallan, los pretendientes son ejecutados. 
Los enigmas son imposibles de resolver, pero la princesa es bellísima y los jóvenes presuntuosos, de manera que la flor y nata de los príncipes del mundo va cayendo bajo el hacha del verdugo. ¿Y por qué es así de cruel la hermosa dama?
 Pues porque una antepasada suya fue violada y asesinada por un príncipe tártaro, y Turandot ha decidido castigar a los varones.
 El libreto es de 1920 y está escrito por dos hombres: resulta interesante que hicieran esta fábula sobre una princesa decidida a vengar las eternas atrocidades cometidas contra las mujeres.

En realidad la ópera Turandot es la cara opuesta del cuento-marco de Las mil y una noches
 Sahriyar es un monarca sasánida que, tras descubrir que su esposa le engaña con un esclavo, ordena ejecutar a ambos.
 Lleno de rencor contra las mujeres, decide desflorar cada noche a una doncella y degollarla al amanecer.
 En tan espantoso quehacer pasa tres años; los padres, desesperados, abandonan el reino con sus hijas.
 Llega un día en el que el visir es incapaz de encontrar una virgen, y teme por su propio cuello.
 Entonces la bella y muy inteligente hija del visir, Sherezade, se ofrece a pasar la noche con el feroz carnicero: 
“Si vivo, todo irá bien, y si muero, serviré de rescate a las hijas de los musulmanes y seré la causa de su liberación”. 
Ya saben lo que ocurre: Sherezade le va contando cuentos al monarca, dejando la narración cada amanecer en un punto tan interesante que el rey pospone el asesinato una y otra vez. 

A veces, cuando me abruma el peso de la inacabable e incomprensible brutalidad contra las mujeres, recuerdo a Sherezade.
 A veces me hago agudamente consciente de la bárbara irregularidad en la que vivimos, del feminicidio en marcha.
 De los tres millones de niñas a las que rebanan el clítoris cada año; de las muchachas quemadas vivas por no querer casarse con un viejo.
 De las niñas y mujeres violadas, apaleadas, mutiladas, rociadas con ácido, vendidas como ganado, usadas como esclavas sexuales, torturadas, empaladas, con los dientes arrancados y los huesos rotos.
 De todas esas hembras cubiertas por espesos velos, encerradas en sus casas, privadas de educación y de los más básicos derechos.
 A veces todo ese inconcebible horror y ese dolor caen sobre mí desde el principio de los tiempos, millones y millones de víctimas aullando por las que nadie ha hecho nada.
 La comunidad internacional ha presionado e impuesto sanciones económicas a regímenes nefastos, como, por ejemplo, cuando el apartheid de Sudáfrica.
 Pero ante el constante genocidio de media humanidad nunca ha actuado.
 Antes al contrario, la mujer siempre ha sido un comodín de intercambio si hay que firmar un acuerdo con los talibanes, por ejemplo, ya no se vuelve a mencionar la cuestión femenina.
 ¿Cómo es posible que estemos consintiendo esta situación? ¿Cómo no protestamos? 
Un asesinato tan atroz e insensato como el de Laura Luelmo vuelve a dejarnos tiritando y preguntándonos, una vez más, qué rincón de tinieblas tiene el corazón de algunos hombres para actuar así.
 La demencial crueldad del rey Sahriyar describe un impulso feminicida tan viejo como el mundo. 
“Los mitos y los cuentos nos hablan en el lenguaje de los símbolos y representan el contenido inconsciente”, dice el ­psiquiatra Bruno Bettelheim.
 Lo que pretende Sherezade es salvarnos a todas, y no sólo de la degollina ordenada por el rey, sino de la incomprensión de los hombres, de la brutalidad y la violencia. 
Al cabo de las mil y una noches de conversación, Sahriyar ha tenido tres hijos con la joven, se ha enamorado de ella y ha superado su horrible instinto asesino (ha “curado su depresión”, dice Bettelheim). 
Por fortuna, se diría que estamos empezando a abrir los ojos ante el horror, y no sólo las mujeres, sino también los muchísimos hombres de corazón blanco que en los últimos años se han incorporado al movimiento antisexista (también a Turandot la salva el amor). Puede que esté llegando el momento de Sherezade.

Rodeados de Yagos............................................Javier Marías.

Como el personaje de Otelo, muchos políticos actuales saben que basta con deslizar una duda en la mente de alguien para que aquélla la invada entera.

EN LAS VIDAS de las personas y de las sociedades siempre hay problemas, discrepancias, angustias, dificultades.
 Surgen por sí solos y son parte ineludible de esas vidas, en las que casi nadie está plenamente satisfecho.
 Por eso son tanto más intolerables y condenables los individuos y los políticos que, lejos de ponerse manos a la obra e intentar remediarlos, se dedican a añadir, crear o inventar más problemas, discrepancias, angustias y dificultades.
 Vivimos una época en la que proliferan tales políticos.
 Son los que, sin apenas motivo ni base, “vierten su pestilencia en los oídos”, por parafrasear las palabras de Yago. 
Estamos rodeados de Yagos.
Quizá no tengan muy presente el Otelo de Shakespeare. 
Puede que muchos jóvenes ni siquiera lo hayan leído ni visto representado. 
Recordémoslo un poco, por si acaso.
  Otelo, moro y general de Venecia, se ha casado a escondidas con Desdémona, hija de un senador al que poca gracia hace esa unión, por cuestiones de origen y raza.
 Pero no le queda más remedio que aceptar los hechos consumados, y al fin y al cabo Otelo goza de reputación por sus victorias.
 El conflicto “natural” es por tanto menor, y pronto se ve neutralizado.
 Claro está que si no hubiera más no habría tragedia, las cuales son emotivas en la ficción, pero en la realidad una desdicha. 
 Yago está resentido porque su superior Otelo ha nombrado lugarteniente a Cassio y no a él, al que ha relegado al cargo de abanderado.
 Poca cosa en el fondo (hablé hace semanas de que cualquiera puede estar resentido, hasta los más poderosos y afortunados: véase Trump, sin ir más lejos), pero suficiente si el despecho se convierte en el motor de nuestras acciones.
 Yago ha pasado a la historia como la encarnación de la astucia, de la intriga, de la frialdad, de la calumnia y, sobre todo, de la insidia. Para él, toda pasión es controlable, para caer en ellas se precisa “un consentimiento de la voluntad”. 
Si la voluntad no consiente, no hay amor ni lascivia ni ambición que valgan, todo eso es reprimible, desviable, encauzable, descartable. 
 Pero sabe que pocos humanos niegan su “consentimiento”, y cuán fácil le resulta al individuo taimado, como él, inducirlos, engañarlos, instigarlos y manipularlos.
 Sabe que basta con deslizar una duda o una creencia en la mente de alguien para que aquéllas la invadan entera, sobre todo si son bien alimentadas. 
El veneno va penetrando. Nada hay reprobable en el comportamiento de Desdémona, que de hecho ama cabalmente a su marido;
 y sin embargo entre los dos cónyuges se abre un abismo sin el menor fundamento, excavado en la nada.
 Se pueden inventar sospechas y desconfianzas, se puede persuadir a cualquiera de que lo que no es, es; y de que lo que es, no es. 
Dice Yago al hablar de Desdémona: “Yo convertiré su virtud en brea”, es decir, “la haré aparecer como una sustancia negra y viscosa”.
Hoy la pestilencia no se vierte con susurros al oído, sino que se proclama a los cuatro vientos en las pantallas y en las redes sociales. 
 Los Yagos no actúan furtivamente, sino bajo los focos, como Putin. 
Pero no por eso son menos Yagos: gente que crea y fomenta disensiones y odios donde no los hay, o sólo en escaso grado hasta que los magnifican ellos. 
Si uno bien mira, no había ninguna razón objetiva y de peso para que un analfabeto tiránico como Trump triunfara
 ¿Acaso estaban las cosas fatal con Obama? Hasta la economía era boyante.
 ¿Estaba mal Gran Bretaña en la Unión Europea? Es obvio que va a estar peor y a ser más pobre fuera de ella.
 ¿Estaba Cataluña oprimida hace seis años, cuando se inició el procés, o lo está ahora? 
Es un país tan libre como el que más en Europa. ¿No se le permitía votar, como claman los Yagos independentistas? 
No ha cesado de votar todo lo votable durante los últimos cuarenta años. 
¿Son los inmigrantes una verdadera amenaza para Europa o los Estados Unidos, como braman Salvini y Casado? 
No de momento, más bien son necesarios.
 La nación más agresiva con ellos, Hungría, alberga tan sólo un 4% o 5% de extranjeros, pero allí hay un Yago notable llamado Orbán, 
¿Nuestra democracia parlamentaria es abyecta y franquista, como sostienen Pablo Iglesias y sus acólitos, esa cofradía de Yagos? 
¿Hay que acabar con ella, que ha permitido a España las mejores décadas de su larga historia? ¿A santo de qué? 
¿Por resentimientos particulares? Siempre hay defectos, injusticias, desigualdades.
 Cierto que la brutal recesión económica los gobernantes la han cargado sobre las espaldas de las clases medias y bajas, empobreciéndolas. 
Pero ¿es eso suficiente para derribar el edificio entero, sobre todo cuando no está listo —qué digo, ni concebido— el que habría de sustituirlo? Cuando Otelo asume que va a matar a Desdémona, se despide de su vida anterior con amargura: 
“Desde ahora, y para siempre, adiós a la mente tranquila, adiós al contento… La ocupación de Otelo ha terminado”.
 ¿Desea la gente entonar esta despedida, aquí, en Italia, en América o en Gran Bretaña, en Polonia, en Brasil o Hungría, en Francia? ¿“A partir de ahora, y para siempre…”? Yago lo confiesa al principio:
 “Yo no soy lo que soy”. Ninguno de estos políticos son lo que son o dicen ser, aunque se exhiban y vociferen.
 También en la exhibición y en la vociferación se esconde uno, y engaña, difama 
y emponzoña. 


De%20Salvini%20y%20de%20Saviano