Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 dic 2018

¿Será posible ponerse bótox a los 80 años?

La esperanza de vida aumenta y también, las soluciones antiedad de cirugía y medicina estética. 

Pero, ¿cuántos protocolos son suficientes a lo largo de la vida? Y, ¿se obtienen los mismos resultados independientemente del paso del tiempo?

¿Será posible ponerse bótox a los 80 años?
Jane Fonda, estupenda a sus 81 años. Foto: Getty
Durante siglos, para plantarle cara a la edad la receta se limitaba a bañarse en leche de burra como Cleopatra o embadurnarse en ungüentos a base de plantas, desde el aloe vera al aceite de rosa mosqueta.
 En las últimas décadas no solo la cosmética ha avanzado mucho.
 La medicina estética y la cirugía han dado un salto monumental. 
Podemos llegar a la edad de la jubilación con una madurez espléndida, arrugas, las justas, y una piel radiante. 
Ahora bien, la esperanza de vida también se alarga. 
Se calcula que para 2040, los españoles superaremos sin problemas los 85,8 años

La cuestión es si todos esos protocolos que tan buenos resultados logran a los 30, 40 ó 50 años, siguen (o seguirán) funcionando cuando seamos octogenarios.
 La doctora Josefina Royo de la Torre, co-directora de Instituto Médico Láser, responde un ‘sí, con reparos’.
 O, lo que es lo mismo, resultados aceptables, no milagros. “Si nos vamos cuidando poco a poco, la calidad tisular con la que llegamos a mayores es mejor. 
 Y, en principio, una persona sana, aunque de edad avanzada, puede realizarse tratamientos de rejuvenecimiento facial y corporal mínimamente invasivos, salvo contraindicación grave, sin problema.
 Otra cosa es qué lugar ocupará en nuestra escala de prioridades lo de tener un buen aspecto estético cuando lleguemos a los 90 o 100 años teniendo en cuenta que, por muy que estemos, la piel de una mujer de 20 no es la de una de 90”.
Siempre que camino de ser centenarios sigamos dándole importancia a las arrugas y que las pensiones nos permitan pasar por talleres de cuando en cuando, debemos esperar unos resultados poco deslumbrantes.
 “Los tratamientos que se basan en inducir la reparación espontánea de los tejidos serán menos eficaces en pacientes de edad avanzada porque la capacidad natural del organismo para generar colágeno y fibras elásticas disminuye a razón de un 1% cada año que pasa. 
Por esa misma razón, a medida que envejecemos la piel retrae menos y tarda más en cicatrizar. 
Pero esto solo supone que puede ser necesario alargar el espacio entre sesiones en los protocolos de tratamiento o que los resultados esperables a los 80 no sean tan óptimos como a los 30, no que no se pueda hacer.
 Por ejemplo, un lipoláser queda mucho peor en personas muy mayores, ya que la piel no retrae igual y es inevitable que quede cierto aspecto fofo al eliminar la grasa subcutánea.
Por ejemplo, un lipoláser queda mucho peor en personas muy mayores, ya que la piel no retrae igual y es inevitable que quede cierto aspecto fofo al eliminar la grasa subcutánea. En el caso de la cirugía – implantes mamarios, liposucciones… – se suma que la capacidad de los pacientes de resistir las anestesias y las agresiones quirúrgicas disminuye con la edad. Por este motivo, y porque por encima de todo debemos pensar en ‘Primun Non Nocere’ (por encima de todo, no hacer daño) es imprescindible deontológicamente valorar si el riesgo quirúrgico está justificado solo por una mejoría estética”.
Pecho: sin límite cada 6 meses
El bisturí del cirujano plástico es la herramienta más certera para lograr un cuerpo a medida.
 Pero aún con una cuenta corriente desahogada que permita pasar por quirófano con frecuencia, el cirujano Julio Millán, director del Instituto de Cirugía Estética de la Clínica Ruber, plantea límites. 
Si no médicos, sí éticos. “En teoría, uno puede operarse tantas veces como quiera.
 Basta con dejar pasar 6-8 meses para que las cicatrices hayan curado.
 Otra cuestión es si una nueva cirugía va a lograr una mejora objetiva.
 Si un paciente ya se ha operado 4 ó 5 veces de lo mismo, en poco tiempo, y no queda satisfecho, lo más probable es que con la sexta cirugía tampoco quede conforme.
 Hablamos de un problema de dismorfia”.

Lifting: cada 5-8 años
“Si un lifting está bien hecho, lo normal es dejar pasar entre 5 y 8 años antes de plantear una nueva intervención. 
Es decir, hay que esperar a que la flacidez sea tan evidente que se indique una nueva intervención.
 Lo normal son 4 ó 5 liftings a lo largo de la vida. 
Pero, también es cierto, que antes se esperaba hasta edades más avanzadas para acometer el primer lifting.
 Ahora se empiezan a hacer miniliftings o liftings parciales a los 45 años.
 Así que, tal vez, en unos años, un mismo paciente si es longevo se habrá hecho más liftings que quienes ahora tienen su misma edad. Mientras las pruebas previas (electrocardiograma, analíticas de sangre…) no lo desaconsejen, no hay ningún impedimento”, explica el doctor Millán.
Liposucciones o lipoláser: sin límite
La doctora Royo de la Torre, señala que “en estos protocolos se elimina el tejido graso subcutáneo de una determinada zona. En caso de volver a ganar peso, la grasa ya no se acumulará ahí, sino en otras zonas.
 Por ejemplo, si hemos eliminado cartucheras, la grasa sobrante irá al abdomen o a la cintura.
 Y ahí habrá que hacer la nueva liposucción”.
Addominoplastia: 1 ó 2
“Lo habitual es una vez en la vida, culminado el ciclo de la maternidad, para reparar la distensión cutánea y muscular propia de los embarazos y para devolver la cintura y abdomen a su estado original. 
Puede también suceder que, transcurridos muchos años y siendo ya bastante más mayor, desee hacerse una segunda abdominoplastia para corregir la flacidez o excedente cutáneo que a todas nos puede acontecer con la edad.
 En estos casos se trata más de una dermolipectomía que de una abdominoplastia con plicatura muscular”, explica la doctora Royo.


Libros Palabras para Jóse Agustín Goytisolo a 10 años de su muerte Un congreso y la publicación de su poesía completa y una selección de sus trabajos periodísticos conmemoran su legado

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Palabras para Jóse Agustín Goytisolo a 10 años de su muerte

Un congreso y la publicación de su poesía completa y una selección de sus trabajos periodísticos conmemoran su legado.


José Agustín Goytisolo. Foto: Archivo.
ELCULTURAL.es
Son ya 10 años los que han pasado desde que José Agustín Goytisolo se precipitó desde una de las ventanas de su domicilió barcelonés. 
De aquella caída, el 19 de marzo de 1999, resultó su muerte. Las circunstancias nunca quedaron esclarecidas de manera definitiva. ¿Hubo voluntad suicida?
 Esa es la cuestión que todavía gravita en torno a aquella despedida. Algunas personas de su círculo íntimo afirmaron que el poeta atravesaba una de sus crisis depresivas, por lo que el accidente parecía quedar descartado. Sin embargo, algunos de sus familiares negaron rotundamente esa posibilidad. Advertían que era un hombre muy preocupado por el orden doméstico y que su en el momento del percance no hacía otra cosa que intentar arreglar la ventana desde la que se despeñó. 
“Estaba muy ilusionado con los recitales que preparaba junto a Paco Ibáñez”, explicaba entonces Pedro Valicur, casado con Julia Goytisolo, la hija a la que dedicó el célebre poema Palabras para Julia.

 

Millán Salcedo, una carrera de gloria, traiciones y sobresaltos: confesiones del que fue el rey de la Nochevieja

Como mitad de Martes y 13 fue una presencia constante en el humor español durante dos décadas. 

Cuarenta años después del debut de aquel grupo, y con un perfil mediático más bajo por decisión propia, se enfrenta a un futuro en el que no sabe por dónde tirar.

 

Millan Salcedo
Millán Salcedo, fotografiado para ICON esta Navidad en su casa de Madrid.
Millán Salcedo (Brazatortas, Ciudad Real, 1955) no sabe si tiene ganas de continuar en el mundo del espectáculo. 
Su última gira, En mis trece 2.0, número humorístico-musical-autobiográfico, ha ido bien, pero los empresarios se empeñan en meterle en auditorios enormes difíciles de llenar cuando a él le gusta el contacto cercano con el público en salas medianas, que llena fácilmente.
 En su casa de Madrid, en la que lleva viviendo 40 años, parece dubitativo.
 "Llevo muchos años, demasiados, desde los 16. Y además creo que a los que peinamos canas no nos tratan bien".
Salcedo es la mitad de Martes y 13, que hace cuarenta años debuto en televisión –como trío, aún con Fernando Conde en el programa de José María Iñigo.
 Su imitación de las trillizas de Julio Iglesias ("¡sho soy María Laura, sho soy María Emilia y sho soy María Eugenia!") fue el pistoletazo de salida para una carrera que explotó para las masas cuando –ya como dúo con Josema Yuste– improvisaron en la Nochevieja de 1985 el célebre número de Encanna y las empanadillas de Móstoles
 La pareja cómica tocó techo a comienzos de los noventa, cuando sus especiales de Nochevieja eran un evento televisivo del que se hablaba durante semanas y protagonizaron dos películas masacradas por la crítica y que ellos mismos detestan (Aquí huele a muerto, en 1990, y El robobo de la jojoya, en 1992) pero que fueron enormes éxitos de taquilla. 
El dúo se separó en 1997 y ha sido Josema el que ha mantenido un perfil más mediático en televisión.
 Millán, por su parte, prefirió centrarse en el teatro, algo que le hacía feliz tras una fama abrumadora que no estuvo exenta de crisis (entre 1992 y 1993 ingresó dos veces en una clínica por agotamiento y depresión) y de controversias (que repasamos en párrafos sucesivos de esta entrevista). 

"Uno de los motivos por los que yo dejé Martes y 13 era porque lo nuestro se había pasado de madre", cuenta Salcedo.
 "¡Actuábamos en campos de fútbol y en plazas de toros! Yo quiero ver a la gente, no puedo soportar mirar al vacío. ¿Qué comunico si no veo los ojos y la sonrisa del público? Pero el empresario solo piensa en negocio, ¡en el de la empanadilla!
 No, el de las empanadillas se fue hace un montón de tiempo, Martes y 13 nos separamos hace 20 años. 
Es bonito que nos recuerden y más ahora, en Navidad, pero no tenemos ya el tirón que teníamos.
 Y es comprensible. Hay que ver lo que me enrollo. 
Si es que soy un abuelo, tengo casi 64 años. No te he ofrecido nada, ¿quieres una cerveza? Me harías un favor".
Vale. Tengo cinco latas y yo he dejado de beber, pero no las quiero tirar. 
No te bebas las cinco, no te vayas a pasar. Fíjate [mientras abre la lata], pone “consumo responsable”.
 ¡Es todo de una hipocresía! Venden bebidas alcohólicas, anuncian apuestas en tiempos de crisis…
Muchos compañeros suyos de televisión están en el disparadero por anunciar apuestas online ahora mismo. Sí, como [Carlos] Sobera, si ha salido en la prensa. 
Oye, a ti te ofrecen un pastón por hacer un anuncio ¿y dices que no? ¿Qué estamos criticando? 
Igual que a los futbolistas o a algunos colaboradores televisivos. 
Millán Salcedo y Josema Yuste posan juntos en 2014 durante la entrega de premios Sancho Panza.
Millán Salcedo y Josema Yuste posan juntos en 2014 durante la entrega de premios Sancho Panza. Cordon Press
A usted le pagaron grandes sumas en su día en la televisión pública, ¿sintió esas críticas alguna vez? Siempre critican, en una ocasión un medio publicó todo lo que cobrábamos.
 ¡Que era mentira, porque cobrábamos más! No, eso es una broma. Pon que es una broma, ¿eh?
 O voy a parecer un gilipollas.
En 2003 publicó una biografía (En mis trece). ¿Tiene material para una segunda parte? ¿Quince años han pasado ya? Yo he publicado tres libros. 
Esa biografía, para mí gusto la más entretenida y divertida, no se vendió casi nada. 
Esta profesión es así de cruel.
 Si no eres mediático no interesas. Esto ha pasado con Josema.
 Le han llamado para hacer una entrevista en [el programa de Risto Mejide en Cuatro] Chester. ¿Y sabes por qué? Porque como se ha metido con Dani Mateo por lo de la bandera ya tiene interés morboso.
¿Y qué le parece a usted el gag de Dani Mateo? Como número de humor, no como afrenta ideológica. 
 A mí personalmente como gag no me hace gracia. 
Pero eso se lo he dicho esta mañana cuando me lo he encontrado en un programa de radio, ¿eh?
 Me llevo muy bien con él. 
Lo primero que he hecho es cogerle la manga de la camiseta y decirle: “Perdona un momento”, y me he sonado los mocos con ella.
 Y a él le ha hecho gracia porque ese chico tiene mucho sentido del humor.
 Lo que pasa es que ahora en el programa en que está el listón hipotético ese que les ponen, al ser polemistas, es saltárselo.
 Porque si no tienen audiencia la gente no se engancha. Yo creo que se ha metido en un lío, pero bueno, él sabrá. Todo es respetable.
 Yo no voy a ser quien lo censure ni a él ni a nadie que se sube a un escenario a intentar hacer reír.
 Luego puedes tener más o menos gracia, gustar más o menos. Pero yo no seré quien critique. 

Da la sensación de que ha tenido usted una vida triste. Parece habitual que los humoristas tengan una vida a veces complicada, como en el caso de Robin Williams o uno más cercano, el de Lina Morgan, que siempre pareció solitaria y desgraciada. 
Esto es un poco tópico, ¿eh? Tiene algo de leyenda urbana. A la gente de mi generación, si rascas un poco, le salen premios en todas las familias.
 Todos las hemos pasado canutas. 
Somos los hijos de una guerra fratricida y de la posguerra, sobre todo en una región como la mía, en La Mancha, donde no había ni carreteras.
 A mí nunca me ha gustado dar pena. 
Al contrario, soy muy agradecido: he hecho lo que he querido desde niño.
Lo que quería saber es si el sufrimiento y la tristeza son una fuente creativa para el humor. Sí, desde luego. Hace años una persona que yo quería muchísimo me dejó tirado y me quería cortar las venas, no solo las mías, las de todo mi bloque de vecinos.
 ¿Y sabes cómo acabé? Riéndome de mí mismo y escribiendo una obra de teatro gracias a este asunto.
 Tuve unos padres que no conocí prácticamente porque él murió cuando yo tenía siete años pero, según decían en la comarca, era un cachondo mental.
 Y ella otra. Se casaron dos cachondos mentales, ¿y qué iba a salir de ahí?
 Su sentido del humor es la herencia más grande que me han dejado.

Una de sus mejores creaciones es Atina Turner, parodia de Tina Turner con un helecho en la cabeza, cantando en un inglés macarrónico y que chilla, sin venir a cuento, “¡Que me meo toa!”. Es casi dadaísta, ¿cómo se le ocurrió? 
Yo creo que lo de “me meo toa” se lo oí a una persona que era muy amiga y le pedí permiso para meterlo en fin de año.
 Siempre pongo ese número como ejemplo de mi modo de ser y de hacer: a mí me gusta la astracanada, la exageración. 
Esa Tina Turner estaba tan encantada con todo, bailando en brazos de los bailarines, que ella se meó toa.
 Luego eso lo hemos visto en Chiquito de la Calzada, que también tenia su propia jerga y a mí personalmente me volvía loco. 
No había necesidad de saber el chiste. La gracia era ver cómo lo hacía él.
¿Por qué sigue haciendo tanta gracia a los españoles en 2018 un hombre vestido de mujer? Y hará gracia siempre.
 En España, cada vez que hay una excusa como los carnavales, los hombres se visten de mujer. Pero solo ahí, ¿eh? No sea que alguien pueda pensar que les cabe el Titanic. Este país va a ser homófobo toda la vida. ¿Qué sketch de Martes y 13 sería imposible emitir hoy? Nosotros fuimos los primeros que nos atrevimos a imitar a los reyes. No te imaginas en el Prado del Rey... La cinta pasó de despacho en despacho. Obtuvo el visto bueno porque era una parodia light, absolutamente. Y el de la mujer maltratada… eso nunca lo volvería a hacer, entonces no teníamos la información terrible que tenemos hoy.
Algo glorioso de su época en Martes y 13 fue el numero de Maricón de España, en el que tomó una palabra que era un insulto e hizo humor con ella… Para que veas que muchas veces según quién seas y cómo digas las cosas puede caer bien o mal. 
Si la palabra maricón, que a mí me parece preciosa, bien acentuada, puede pronunciarse de repente en la televisión en una gala de Nochevieja significa que hay un poder de transmisión y la gente así lo recibió.


Olé tus huevos si has sabido ganártelo.
“En la mili yo tuve una experiencia, pero a mí no me cabe ni el bigote de una gamba”. 
Qué cosas más feas, ¿pero qué concepto hay todavía, que estamos en el siglo XXI? ¿Usted ha notado homofobia en la televisión? Sí, la televisión ha sido imposible.
 Por eso te digo que con el Maricón de España, que lo hice en el año noventa, se la colé yo y todavía no doy ni crédito ni de cómo.
¿No le pidieron explicaciones por aquel número? Nunca jamás.
 Hay una cosa que se llama vis cómica. Si una cosa tiene gracia, déjala. No faltas al respeto a nadie.
 Lo que pasa es que ahora solo hay polemistas y en los programas, si quieres destacar, tienes que gritar. 
¿No te has dado cuenta de que hoy todos los debates, incluso políticos y deportivos, se parecen a Sálvame?
Ya que ha nombrado Sálvame, ¿hay algo que no haya contado sobre el enfado que tuvo Encarna Sánchez con usted? Aquello fue terrible, fue una persecución de lo más feroz.
 De amenazarme con echarme de España, voces en mi contestador automático que no conocía, recibir llamadas con voces distorsionadas… [Finge una voz de ultratumba]: “Ojalá te mueras de cáncer”. Eso lo recibí yo a raíz de aquello.

Para las nuevas generaciones que no están al tanto: la noche del 31 de diciembre de 1991, RTVE emitió el especial El 92 cava con todo, escrito y protagonizado por Martes y 13.
 El hilo conductor del programa consistía en las vacaciones de la tonadillera Isabel Pantoja y la locutora de la COPE Encarna Sánchez, mediáticas amigas y personajes constantes en la prensa rosa, en un bungaló en Palma de Mallorca. 
La reacción de Encarna fue brutal. "Estos se van a tener que ir de este país", dijo desde su programa de la COPE. "Sobre todo uno, Millán. [...] El tal Millán de feo te asusta [...] Tiene cara de mala gente, de amargao, de ir con gente, me han dicho, muy mayor, y no quiero hablar mal...".
¿Qué cree que le molestó tanto? Pero vamos a ver, ese programa era absolutamente inocuo.
 Ya había salido publicado por la prensa rosa que Encarna Sánchez e Isabel Pantoja habían estado pasando unos días de vacaciones en Marbella en el chalé de Encarna. 
Y nosotros teníamos todo el derecho ante Dios y ante los hombres de hacer una parodia.
 Igual que ellas de ponernos una demanda.
 Me parece que Encarna puso una querella a RTVE y a sus cómicos, o sea, a nosotros dos, y el juez la desestimó.
 Es verdad que igual no éramos conscientes del poder que teníamos nosotros saliendo en un programa como era el de fin de año.
 Creo que era un problema personal de ella, que no llevaba bien lo que tenía que llevar, como llevan muchos o como llevamos muchos otras cosas. 
 ¿Yo qué culpa tengo, tía, de que tú no tuvieras sentido del humor? Lo que pasa es que luego se habló de que habíamos cortado cosas que habíamos grabado con bollos, con tortillas… ¡juro que no! Josema y yo hemos tenido mucho gusto siempre.

Por finiquitar el tema de Encarna, ¿cómo fue la reacción de la otra implicada, Isabel Pantoja? Isabel y yo éramos amigos, trabajamos juntos.
 Cuándo Martes y 13 éramos un trío estuvimos ocho meses de gira por Andalucía con ella.
 Ella era guapísima, con ese pelo largo hasta los glúteos, y con ese pedazo de torero guapo a rabiar de ojazos azules [el fallecido Francisco Rivera Paquirri]. Hacían una pareja preciosa. Paco era un encanto.

Una vez contó que entró en el camerino de Paquirri cuando estaba duchándose y, vaya, había algo muy impresionante. No, no cuento nada de eso, ¡fui incapaz de mirar! 
Yo llegué tarde una vez que él toreaba en Linares y a él lo estaban vistiendo. 
Estaban en la habitación Fernando Conde, Josema, la madre de la Pantoja y la Pantoja, allí muy seria. Yo dije: “Perdón, pero me meo mucho”. ¿O tal vez dije “me meo toa”? No lo sé. Y me responden: “Bueno, pues pasa al baño, que Paco se está duchando”.
 Y yo: “¡Glups!”. Y yo entré, es que me meaba mucho, joder. 
Me puse a mear, pero no había echado ni gota. Entonces oigo que se descorre la cortina y yo pensé: “Ay, Dios mío, qué situación”. 
Yo no le vi lo que tenía, si era grande o si era pequeña.
 Yo no entré ahí para verle a él. Nunca ha sido mi tipo, además.
¿Qué opinión tiene de la Isabel Pantoja que conocemos hoy? Pues se me ocurren tantas frases… lo del boomerang, lo de aquellos vientos traen estos lodos… 
Si tú eres altivo, que no lo digo por nadie en concreto, vas a sembrar odio.
 Yo creo que Isabel ha tenido demasiada ambición. 
Pero es lícito, allá cada uno.
 Pero hijo mío, ser la alcaldesa de un punto de referencia tan importante como Marbella a mí no me seduce. 
Y digo este caso como puedo decir otro.
 La ambición es un pecado muy grande.
¿Qué le pasó con Mariló Montero? Para mí fue una decepción. No tengo nada contra esta señora. 
Una vez comimos juntos cuando estaba con Carlos Herrera y nos lo pasamos muy bien. Yo no quería hacer más televisión, pero [en 2014] me ofrecieron un programa familiar y blanco ” [El pueblo más divertido, en RTVE] y me pareció bien ser copresentador con Mariló.
 Pero resulta que no me dejaron hacer nada. ¡Yo no pintaba nada allí! 
No hubo feeling, no pegábamos ni con cola. Ella iba por un lado y yo por otro.
 “¡Ay, que me mancho, no quiero hacer esto!”.
 Yo, que soy muy destroyer, hacía cosas como ponerme un pulpo a modo de peluca.
 Y ella: “¡Ay, no te acerques!”. ¡Venga ya, tía! Aquello no funcionó y lo mejor que le pudo pasar al programa fue que no lo viera nadie.
 De verdad que no estoy quejándome, yo también tengo mi parte de culpa.

Últimamente también se habla mucho de la vida privada de otra figura pública que es además cercano a ti, Miguel Bosé [el cantante, que vio a Martes y 13 en un club en los setenta y los puso en contacto con la discográfica CBS, fue considerado por el dúo como uno de sus padrinos]. ¿Tú te crees que hay derecho a lo que le están haciendo a Miguel Bosé?
 Luego ya se enfrentan las dos España. La derecha, la izquierda, el rojo de mierda, el facha recalcitrante, ¡estamos siempre igual! 
Luego como profesional te gusta o no, pero hay que ver que odios encontrados tenemos.
 Es una herencia que no vamos a perder nunca. Un mal olor que nos perseguirá siempre.
 Mira Fernando Trueba con su película, o lo que le pasó o el Willy Toledo, que ya ni te cuento. Qué pena, si es un tío enrollado, muy majo y encantador, ¡en qué berenjenal se ha metido! ¿Por qué?

Tal vez por defender sus ideas. ¿No está de acuerdo en que los artistas se signifiquen políticamente? 
 No, no es que no esté de acuerdo, pero yo no lo voy a hacer nunca. Yo tengo amigos de todos los lados: de arriba, de abajo, del este, del oeste, heteros, homosexuales… maricones, que me gusta más decirlo.
 Pero al que tiene la fama le sale inmediatamente una leyenda negra.
La entrevista llega a su fin. Millán se levanta y pide un último favor: “Sé bueno conmigo, que yo soy muy directo y muy dado a decirlo todo y luego las frases se sacan de contexto.
 Es una indefensión y yo, además, no tengo redes sociales. Me quedo con el WhatsApp".

Nawja Nimri : “Sufrí tricotemnomanía (obsesión por rasurarse el pelo); tu cabello refleja tu estado mental”

La actriz y cantante hace honor al ‘Ponte la peluca ya’ que entonara la Orquesta Mondragón y explica por qué es un accesorio necesario.



Nawja Nimri : “Sufrí tricotemnomanía (obsesión por rasurarse el pelo); tu cabello refleja tu estado mental”


Las pelucas sintéticas pueden cortarse (el estilista Xavi García recomienda dejarlo en manos de un profesional), pero no se debe jugar con su color ni volumen. 
Se lavan con agua tibia o fría y se pueden usar productos como suavizante normal e incluso textil para su mantenimiento.
 Se han de limpiar con delicadeza para mantener su forma, difícil de recuperar si la pierden. Foto: Daniel Scheel
Para Najwa Nimri, llevar el pelo corto fue una decisión lógica que tomó siendo una niña. «Practicaba muchos deportes como el surf y el skate y llevar la melena cuidada requería mucho trabajo», explica.
 Aunque en ocasiones ha optado por ir rapada, reconoce que casi siempre se ha decantado por el flequillo y que en sus momentos más caóticos se pasaba con la tijera porque padecía tricotemnomanía (el deseo irrefrenable de cortarse en exceso el pelo). «Tu cabello refleja tu estado mental», asegura.
Las cabelleras largas las deja para las pelucas. Las suele llevar, y no solo por estética.
 Ponerse maquillaje, vestuario, pelo postizo e incluso lentillas ayuda a la intérprete y cantante a meterse en los papeles que escoge. «Soy una actriz muy física, entiendo los personajes de fuera hacia dentro, primero transformo mi cuerpo para que después lleguen a mi cabeza».
 El quitárselo todo tras el rodaje le facilita la desconexión de esos papeles, generalmente muy complejos y duros.
 «En el espejo, vuelvo a identificarme conmigo y me alejo rápido de lo que estaba haciendo antes», cuenta.
En 2018, ha estrenado dos películas (Quién te cantará de Carlos Vermut y El árbol de la vida de Julio Medem) y ha grabado dos series (la cuarta temporada de Vis a vis y la tercera de La casa de papel). No siempre ha sido así. 
 En 2015, sumaba seis años sin actuar. «Me empecé a aburrir y me volqué de nuevo en la música. No me había dado ni cuenta del tiempo que había pasado». 
En cuanto fue consciente de ello, cambió de representante y en tan solo un día la llamaron de la ficción carcelaria. «Cuando me ofrecieron la mala de la serie, acepté de inmediato».

Cuando no se usan, tanto unas como otras se deben poner sobre una cabeza de maniquí con el mismo volumen que la melena natural. «Muchas clientas maquillan el busto como si fueran ellas», cuenta el estilista Alberto Cerdán. Si no se dispone de maniquí o se quieren guardar, se hace sin doblar en una redecilla de pelo y una bolsa de plástico cerrada. 
 Pantalón de Comme des Garçons. Foto: Daniel Scheel
Nimri regresó por la puerta grande con su papel de Zulema, su primera incursión en la televisión (con la que ha descubierto la disciplina de los horarios), que la ha convertido en un ídolo entre los adolescentes. Incluso muchos de sus seguidores se han tatuado el rostro de la más despiadada de la prisión. 
«En la actualidad, la gente se tatúa cualquier cosa, los valores son mucho más ligeros: hoy dibujas una promesa y mañana pones otra encima o la borras con láser», afirma mientras muestra en su móvil decenas de esas obras en la piel que comparten sus fans en redes.
En octubre, Netflix anunció su incorporación en la nueva tanda de episodios de La casa de papel. 
 De su personaje se sabe bien poco: «Que la va a liar», según la cuenta oficial en Twitter de la cadena, y su nombre, que nos confiesa ella misma: Alicia Sierra.
 «Parece que se está generando una industria potente en España; ya no es como antes, triunfar aquí puede tener repercusión en todo el mundo». Ella lo sabe bien, pues Hollywood la ha tanteado, pero nunca le ha cuadrado, la primera vez por su embarazo.
 «De todos modos, si me hubiesen llamado Spielberg y Vermut al mismo tiempo, me habría quedado con Carlos, que tiene mucho talento y es español».
Las pelucas de cabello real deben tratarse como si fuera el propio pelo: champú, acondicionadores, mascarillas, el secador a cierta distancia para no quemar… Se pueden cortar, teñir y peinar. 
Si se usan productos de fijación, el estilista Eduardo Sánchez aconseja cepillarlas después del lavado con cerdas de jabalí para eliminar residuos. Foto: Daniel Scheel
Considera su última colaboración con el director como el mejor papel que ha interpretado en su vida, en un universo lleno de claroscuros. 
«Nunca me he reconocido menos en un vestuario, en las pelucas, en mis propias canciones a las que pone voz Amaral…». Le costó no ser reactiva y llegar hasta lo más hondo de esa protagonista, pues, según cuenta, a Vermut no le gusta dar muchas explicaciones, prefiere que cada uno llegue al fondo por sí mismo. 
«Lo más importante cuando trabajas con un autor es entenderle y comprender los perfiles que ha creado. Lo sé bien porque empecé así».
Eso fue a mediados de los noventa. 
Participó en Abre los ojos de Alejandro Amenábar, pero su carrera despegó con Los amantes del Círculo Polar de Medem en 1997. Como agradecimiento, ha vuelto a ponerse bajo sus órdenes en su último largometraje, aunque no le apetecía demasiado la situación a la que debía enfrentarse:
 «Sufrí mucho, en especial al rodar con un niño que llora todo el tiempo. Lo hice porque se lo debo», apunta.
Con tantos éxitos, se le ha acumulado el trabajo. «Tuve que rodar Vis a vis en verano después de terminar las dos películas: no disfruté de ninguna semana libre, ni siquiera de un día».
 De esos seis años sin aparecer por la pantalla, guarda un buen recuerdo y los considera también un triunfo: «Cuanto más consigues a nivel profesional, más se resiente lo demás. Ha sido una época magnífica de mi vida».
Najwa Nimri en una escena de Quién te cantará (2018) de Carlos Vermut, en la que interpreta a la cantante amnésica Lila.
Durante ese tiempo se centró en su hijo y en la música, su pasión: «Es terapéutica, sienta bien, te olvidas de quién eres». 
Polifacética desde sus inicios, opina que «no está aún muy bien visto lo de ser del Renacimiento, multidisciplinar», pero no sería capaz de elegir entre una de sus facetas: «Dedicarse a una de ellas ayuda a que se desarrolle la otra».
 Ahora, prepara nuevo álbum en castellano y mano a mano con El Guincho, con quien está recomponiendo los temas.
Nimri solo teme una cosa: perder la ilusión. «El día que me levante y no sienta interés por nada, me haré vieja».
 Este año se propone promoverla con creces en Navidad: «Es un fallo, lo sé –dice con sorna–, pero me encantan estas fechas y generar momentos bonitos para recordar. 
Mi abuelo tenía dos hermanos jugueteros y siempre se esforzaba por darnos la mejor celebración. 
Llevo desde noviembre empaquetando regalos».