Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 dic 2018

El huracán del tiempo...........................................Rosa Montero

Lo peor de envejecer es que por dentro sigues siendo el mismo, de manera que cada vez hay un conflicto mayor con ese cuerpo que se derrumba.
HENOS AQUÍ de nuevo en Navidad. 
Ya sé que nuestra manera de dividir el tiempo es una convención, pero eso no me evita sentir un creciente agobio cada vez que nos damos de bruces con estas fechas.
 El tiempo es la mayor riqueza de la que disponemos, un recurso que solemos dilapidar sin darnos cuenta de lo escaso que es. Malgastamos el tiempo cuando queremos que pase muy deprisa, cuando quemamos los días para poder alcanzar cuanto antes una fecha (las vacaciones, el regreso del ser amado, el final de un tratamiento médico); y directamente arrojamos nuestra existencia por la borda cuando nos aburrimos.
 ¿Cómo puede uno permitirse el aburrimiento? El solo hecho de vivir es un portento.
Pero lo más difícil de todo es digerir lo que el tiempo te hace.
 O más bien lo que te deshace.
 Decía Oscar Wilde, que tiene frases célebres para casi cualquier ocasión, que lo peor de envejecer es que no se envejece;

es decir, que por dentro sigues siendo el mismo, de manera que cada vez hay un conflicto mayor con ese cuerpo irreconocible que se derrumba.
 Si en mi interior aún tengo 20 años, ¿por qué me mira ese estúpido carcamal desde el espejo? 
Pero no es sólo la disociación entre mente y carne: también es la larga cola de pasado que empiezas a arrastrar a tus espaldas, como el polvo estelar de un viejo cometa.
 Un ejemplo: en los Nuevos Ministerios de Madrid hay una sala de exposiciones en donde ahora hay una muestra sobre los 40 años de la Constitución.
 Pues bien, pasé por allí el otro día y de pronto me asaltó la pedrada de un recuerdo: en ese mismo espacio vi de niña la exposición de los 25 años de paz, un invento propagandístico del franquismo.
 El súbito brote de memoria me dejó anonadada y enterrada bajo un alud de tiempo y de sucesos.
 Sí, Wilde tenía razón, envejecer conlleva un extrañamiento de ti mismo.
 Estoy revisando antiguas entrevistas mías para reunirlas en un libro, lo cual me está poniendo de los nervios, porque no hago más que tropezarme con la joven que fui. 
Hablé con Tina Turner, por ejemplo, y recuerdo lo maravillada que volví. 
La encontré guapísima y escultural pese a lo vieja que era, y así se lo comenté con admirado entusiasmo a mis amigos. 
Ahora, al leer el texto, compruebo que por entonces Turner acababa de cumplir 50 años, y una gota de sudor helado me baja por el cuello.
 Hoy aquella vieja casi me parece una pipiola. La buena noticia es que sin duda es cierto que la sensibilidad con respecto a la edad ha cambiado muchísimo en las últimas décadas. 
Yo pensaba que el tópico de que los 50 de hoy son los 30 de antaño era una exageración consoladora, pero la lectura de estas entrevistas parece confirmarlo.
 Muchos de los personajes a los que abordé estaban en la travesía de los 50 y se manifestaban sorprendentemente hundidos en la senectud, como si la presión social los forzara a ser viejos.
 Por ejemplo, un melancólico Yves Montand, con 56, se lamentaba de los millones de neuronas que perdía cada día; 
y Luis Miguel Dominguín, con 52, me recibía metido en la cama, disfrazando de cinismo su depresión y hablando desde el más allá de la vida, como si fuera un anciano.  

Con todo, la entrevista más espeluznante es la que le hice al director de cine Marco Ferreri, que era un hombre bamboleante y apático, un viejo sin paliativos.
 En un momento de la charla me espetó: “Tú quieres escribir, quieres ser feliz…; tú lo quieres todo”.
 “Claro”, contesté. “Eso es imposible. Los tiempos son tan cortos…, ¿qué edad tienes?”, preguntó.
 Y la conversación, horror vertiginoso, siguió así: “27”. “Y yo 50. A los 50 años no se cree en la felicidad; a los 27, sí (…). A los 50, por muy bien que te vaya, sólo te quedan 20 años de vida”. 
Y, en efecto, Ferreri falleció 19 años más tarde (a una edad a la que yo casi he llegado). 
Hoy pienso en aquel hombre que acababa de cumplir 50 pero que se había dado por derrotado, y me recuerdo a mí misma con la arrogancia que la inmortalidad de mis 27 años me confería, mientras siento silbar, atronador, el huracán del tiempo en mis oídos. 
En fin. Disfrutemos el hoy. Felices Fiestas.

El año que nos robaron el fútbol...................Javier Marías.

Este deporte nunca ha estado en buenas ni sensatas manos, pero ahora han clavado sobre él las garras varios individuos especialmente incompetentes.

LO VENGO ADVIRTIENDO desde hace años, pero la actual es la temporada en que los viejos aficionados nos hemos quitado definitivamente del fútbol o más bien nos lo han quitado. 
Ese deporte nunca ha estado en buenas ni sensatas manos, a nivel nacional ni internacional.
 Sin embargo, ahora han clavado sobre él las garras tres individuos especialmente avariciosos, incompetentes y presumidos, con un cuarto en el horizonte del que luego diré algo.
 Del italiano Infantino ya me ocupé meses atrás, cuando tomó la ridícula decisión de prohibir a las televisiones insertar planos de público femenino atractivo, a fin de torpedear su ruin objetivo de “tentar a los espectadores masculinos”; los cuales no verían partidos, según él, de no ser por ese sucio señuelo.
 De paso ofendió a la mayoría de la población mundial, pues no vio inconveniente en los planos de mujeres feas ni en los de varones feos o guapos.
Y en España contamos con dos individuos, Rubiales y Tebas, que por lo visto se llevan a matar, pero que no obstante reman en la misma dirección de desvirtuar y destruir el fútbol.
 El segundo, por ejemplo, está empeñado —a qué se deberá tanta tabarra— en que se juegue un encuentro de Liga en Miami, lo cual no sólo es una mentecatez, sino que adulteraría la competición al privar al equipo local del factor campo y del aliento de su hinchada. También perjudicaría a los demás clubs visitantes, que disputarían sus choques como eso, visitantes, a diferencia del Barça, que sería el beneficiado en este caso. 
Si Tebas se saliese con la suya, no crean que ahí pararía: supondría el acicate para que en próximas temporadas se celebrasen partidos de Liga en lugares absurdos como Tokio, Taskent, Qatar o Tegucigalpa. 
En este sentido, malo es el precedente que se establecerá mañana (escribo el 8 de diciembre): me pregunto qué necesidad tenía Madrid —una ciudad asediada por las manifestaciones, las maratones, los triatlones, los días de la bici, las procesiones, las ovejas y la armagedónica Carmena— 
de añadirse una invasión de feroces forofos porteños al albergar la vuelta de la Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors. Confío en que no haya incidentes graves y en que la capital no sea destruida —aunque de eso ya se encargan los atilas del Ayuntamiento—, pero en todo caso se ha sometido a Madrid a un sobreesfuerzo en seguridad y se ha fastidiado a base de bien, durante días, a los ciudadanos. 
A ello han contribuido no poco los medios, que han dado mucha más importancia a esta Final foránea que a la jornada de Liga del fin de semana. 
Digo mal: la Liga hace tiempo que no se disputa en fin de semana. Hay partidos los viernes y los lunes. 
Las televisiones han impuesto horarios estrafalarios, como la una del mediodía.
 Pero lo que más delata el propósito de acabar con el Campeonato es que entre Rubiales, Tebas e Infantino han logrado que no haya forma de seguirlo.
 La continuidad de la Liga es un factor primordial de su interés, y ahora es un torneo deshilachado y discontinuo, al que parece que se le reservaran las sobras, las fechas de la basura.
 
Las interrupciones debidas a los “ensayos” o amistosos de la selección nacional siempre han constituido un engorro, algo que a los aficionados verdaderos nos sentaba como un tiro.
 En vista de lo cual se han multiplicado, con la invención de un trofeo engañabobos llamado Liga de las Naciones, creo. 
Nadie ha sabido quiénes ni por qué compiten, y a casi nadie le ha importado un comino.
 Nos han “tocado” Inglaterra y Croacia como podían haber sido Portugal e Islandia. 
Por suerte no hemos ido lejos, de lo contrario nos aguardarían más parones latosos, y ahora viene el de Navidad como remate.
 Lo cierto es que, cada vez que reaparece la Liga, en plan Guadiana, ya no nos acordamos de ella, de quién la encabeza ni de quiénes están en descenso. 
Han conseguido que no interese, que sea un galimatías, que nos dé igual quién la gane o la lleve encarrilada. 
Se la ha devaluado a conciencia.
 Al parecer hay una razón semioculta, y aquí entra el cuarto personaje, el defensa Piqué, al que inexplicablemente se hace caso. No contento con haber certificado la defunción de la Copa Davis de tenis —sí, de tenis—, pretende también, tengo entendido, arrumbar las Ligas nacionales —que son el alma y la columna vertebral del fútbol— en favor de una Superliga europea reservada a los clubs pijos y neopijos, que amparan dicho proyecto clasista.
 Como si no viéramos ya demasiados Madrid-Bayern, Barça-Juventus y Manchester City-PSG en la Copa de Europa, ahora se procurará que los partidos entre esos equipos nos produzcan hastío. Porque además serían eternamente los mismos, ya que no habría descensos ni ascensos.
 El resultado de estrujar la gallina y querer un “acontecimiento” semanal es que nada es ya un acontecimiento, sino todo reiteración y rutina.
 Si hay varios Brasil-Argentina o Alemania-Italia cada temporada, se pierden la gracia y la expectativa. 
Añadan a todo esto que los futbolistas se agotan y se saturan. 
La mayoría no deben de saber qué están disputando cuando saltan al césped. 
¿Es la Copa del Rey o la Liga, la Copa de Europa o la Eurocopa, las Naciones, el Mundial o un apestoso amistoso? Desde luego los espectadores empezamos a no tener ni idea. 
Y lo que es peor, nos empieza a traer sin cuidado.

22 dic 2018

La sed de mal................................................. Tahar Ben Jelloun.

La democracia no está equipada para luchar contra terroristas como el asesino de Estrasburgo, que no están organizados y son capaces de cometer una carnicería en cualquier momento.

La sed de mal
Chérif Chekatt, el asesino que mató a 5 personas e hirió a otras 12 en Estrasburgo, no es un terrorista como los demás.
 No lo es en la medida en que este último acto criminal era su número 28.
 Nacido en Estrasburgo de padres inmigrantes, es uno de esos hijos no reconocidos o tan poco queridos de Francia.
 Comenzó su carrera de rebelión contra la sociedad a los 13 años. Hurtos, atracos a mano armada, agresiones, robos con allanamiento y otros muchos delitos. 
Ha visitado con frecuencia las cárceles de Francia y Alemania.
A medida que crecía, crecieron también sus ambiciones.
 Su sed de mal era una forma de estar en el mundo, una visión de la vida y la muerte, teniendo en cuenta que había pasado tanto tiempo en prisión que era ya su segunda casa.
 Nos cuentan que fue allí donde se radicalizó, cuando descubrió un camino nuevo en el islam. 
Se negó a comer cerdo y empezó a amonestar a sus compañeros de cárcel que no observaban debidamente las normas de la religión musulmana.
 Hay que recordar que las prisiones francesas fueron el primer lugar en el que los musulmanes reclamaron que les ofrecieran alimentos halal, es decir, tratados de acuerdo con el ritual islámico, y después la reivindicación se extendió a los colegios y los hospitales.
 Para los musulmanes fue una forma de distinguirse e imponer su identidad.
 El islam consoló a Chérif Chekatt en su soledad y su rechazo a la sociedad francesa en la que había nacido. 
En la religión encontró una identidad y una sed de venganza. 

Si emprendió una carrera de delincuente ya a los 13 años fue porque sus padres y sus hermanos no se ocuparon de él. 
No recibió educación alguna, no tuvo contacto con ninguno de los valores humanistas que propone el islam.
 En ese sentido, su acción terrorista del martes 11 de diciembre corresponde más a unos sentimientos de odio y sed de mal que a una premeditación yihadista estructurada y preparada con unos cómplices. 
Su caso se parece al del tunecino Mohamed Lahouaiej Bouhlel, que el 14 de julio de 2016 arremetió con su camión contra la muchedumbre en Niza y mató a 80 personas (un tercio de ellas, musulmanas).
 Tanto uno como otro pronunciaron la fórmula Allahu Akbar para dar sentido y tono al gesto desesperado y absurdo de matar al azar, sin escoger a las víctimas.
 El verdadero yihadista tiene un plan, un objetivo, un fin concreto. No actúa solo. 
Sigue las órdenes de una organización que le ordena sembrar el caos. 
El caso de Chérif Chekatt recuerda también al del tunecino Anis Amri, que el 19 de diciembre de 2016 atentó contra un mercado navideño en Alemania y causó 12 muertes.
 La policía italiana le encontró en Milán y le abatió.
Dicho esto, el atentado de Estrasburgo ha sido reivindicado por el ISIS —que perdió la guerra en octubre de 2017— y muy bien podría inscribirse en esos atentados contra Francia, que participó en esa guerra y tiene un grave conflicto con los jóvenes hijos de inmigrantes víctimas de la falta de reconocimiento e incluso el rechazo: el 40% está en el paro, el fracaso escolar está muy extendido, menos del 3% de los hijos de inmigrantes llega a la Universidad. 
El ascensor social no funciona.
 Algunos casos aislados consiguen salir adelante e incluso triunfar, sobre todo en la música, el humor y el cine, pero son una minoría. 

El Ministerio del Interior dice que hay 20.000 individuos con una ficha S, es decir, que constituyen una posible amenaza nacional. 
En su mayoría han pasado por prisión, donde seguramente se han radicalizado a manos de reclutadores islamistas que propagan el discurso del odio y la venganza contra Occidente en general y Francia en particular. 
¿Qué se puede hacer con esos 20.000 S?
 En su mayoría son franceses, por lo que no se les puede expulsar. Vigilar a todos es imposible.
 Chérif Chekatt iba a ser detenido la mañana del 11 de diciembre. La policía llegó a su casa y no le encontró.
 ¿Cómo impedir que pase a la acción un individuo conocido por la policía, multirreincidente, violento y sin voluntad de arrepentirse?
La democracia no está equipada para luchar contra este terrorismo. Sin renunciar a sus valores fundamentales, no puede librar una guerra eficaz contra esos asesinos aislados, no organizados, capaces de cometer una carnicería en cualquier momento. 
Solo cuenta con el trabajo de información y la intervención familiar.
 Una persona que emprende una guerra contra la sociedad a los 13 años y que no ceja a pesar de sus numerosos ingresos en prisión es, por fuerza, alguien a quien hay que vigilar más de cerca, y una simple ficha no basta para prevenir la catástrofe.
Hay que destacar la responsabilidad de los padres. 
No han educado a su hijo, han dejado que estuviera en la calle, por su cuenta, a merced de la violencia cotidiana.
 Aunque legalmente no se les pueda inculpar, deben saber que una parte de responsabilidad de este atentado asesino es suya.
 Los padres de Chekatt están divorciados. 
El padre lleva una larga barba teñida con henna, signo de pertenencia a un grupo islamista.
Estos padres debieron de renunciar a educar a sus hijos. 
No tenían autoridad sobre ellos ni los medios intelectuales para llevarlos por el buen camino.
 Es cierto que la sociedad francesa no los ayudó.
 Hacinados en los barrios de la periferia, en viviendas mal construidas, muchos son inmigrantes que, tras la reagrupación familiar decidida en 1975 por el presidente Giscard D’Estaing, tuvieron hijos por los que el Estado les concedía subsidios.
 Esos hijos han crecido en un desierto cultural, con una identidad vacilante; franceses, pero nada valorados por el entorno social y político.
 Estos criminales aislados son la mayor amenaza actual contra la seguridad de Europa.
 El islam no es más que un aliado circunstancial, sin realidad, sin convicción.
 La propaganda de los vídeos en Internet es siempre eficaz.
Hay pocos países europeos que puedan verdaderamente vivir tranquilos.
 Siempre existirá un lobo solitario que un día saldrá decidido a matar al mayor número posible de transeúntes, simplemente para saciar su sed de venganza, incluso aunque la sociedad no haya cometido ninguna injusticia con él.
 La desesperación, el conocimiento tosco de los preceptos del islam, la falta de cultura, la propaganda yihadista y un entorno hostil en el que n
o ha encontrado su sitio le empujarán a cometer un acto irreparable. En este sentido, la labor de reparación y prevención corresponde tanto al Estado como a las familias, que, ya que no han educado a sus hijos, deben impedir que cometan crímenes y se conviertan en terroristas por una causa difusa e injustificable.

Tahar Ben Jelloun es escritor, ganador del Premio Goncourt. Su último libro es El castigo (Cabaret Voltaire).
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.


 

El regreso del sueño americano................... Boris Izaguirre


Emily Blunt en el papel de Mary Poppins en la nueva película 'El retorno de Mary Poppins'.
Emily Blunt en el papel de Mary Poppins en la nueva película 'El retorno de Mary Poppins'. Jay Maidment

No puedo dejar de asociar el retorno de Mary Poppins con el empoderamiento femenino.

Mary Poppins regresa a los cines y yo regreso a Manhattan.
 La primera impresión es que en la ciudad hay muchas menos luces navideñas.
 Al contrario que Vigo, cuyo amado alcalde presume de que en su ciudad hay muchas más luces que en Nueva York.
 Y así es: en Nueva York se ha impuesto un razonamiento ecológico y ahora en la ciudad de los rascacielos te encuentras de vez en cuando con una solitaria estrella de Belén extraviada en alguna esquina.
La razón para visitarla fue la entrega de la Medalla Páez de las Artes al escritor Bob Colacello y al músico venezolano Gustavo Dudamel
 La luz se apoderó del acto en una de las salas anexas al Lincoln Center, cuando Carolina Herrera subió al escenario para entregar la medalla al polémico músico venezolano. 
El brillante director vio cómo su carrera se convertía en un fenómeno mientras Hugo Chávez parecía convertirse en su mentor. Después, Dudamel tuvo que retribuir esas atenciones asistiendo al funeral del líder chavista al tiempo que se hacía cargo de la dirección de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles.
Parece una película, pero aún no lo es. Rodeado de un silencio atento, Dudamel leyó un discurso donde expresó que en Venezuela se había llegado a un nivel de deterioro político y económico insoportable .
 “No tolero ni voy a tolerar más abusos sobre mi país ni sobre su gente”. 
 Pese a la emoción de sus palabras, el aplauso fue tímido. En la gala, de 500 dólares el cubierto, había gente que no le perdona sus antiguos vínculos chavistas.
 En mi mesa, una exaspirante al reality Esposas de Nueva York, terminó levantándose para aplaudir.
 “¡Dirigir la sinfónica de Los Ángeles no es una herencia! Llegas por tu talento, te ayude quien te ayude”, sentenció.
El artista Andy Warhol en 1980.
El artista Andy Warhol en 1980. Getty Images
En Nueva York no todo llama la atención. Pero mi forma de vestir despertó la admiración de la población afroneoyorkina. 
Los “so cool” y ohhs y ahhs me acompañaron tanto en el atiborrado metro, como en la fila de la cafetería de The New York Times, mi lugar favorito para un almuerzo rápido, o en la exposición que el Museo Whitney dedica a Andy Warhol
“Me encanta su abrigo”, dijeron en el periódico.
 Y “sus botas, todo su estilo”, en el museo. “Cuando publiques en África, te forras”, proclamó mi amiga Lia Miller.
A Lorca lo que más le fascinó de Nueva York fueron los negros, como se les decía entonces.
 Cayó cautivo del jazz, de sus bailes y su manera de desplazarse por la ciudad como gatos en la oscuridad. 
A mí en cambio siempre me ha fascinado por la obra de un hombre rubio, Andy Warhol. 
La exposición en el Whitney es la más extensa sobre el pintor desde su muerte . 
“Vivo en el Whitney”, bromea Bob Colacello, el célebre periodista de Vanity Fair que dirigió Interview, la revista creada por Warhol. Colacello visitó España para escribir un artículo sobre el rey Juan Carlos para Vanity Fair USA.
 “Carolina Herrera —me dijo— pregunta por Pedro J. Ramírez y Boris Izaguirre”. Y así nos conocimos.
 Como el retorno de Mary Poppins: no puedo dejar de asociarlo al empoderamiento femenino y me convenzo de que Mary Poppins es Jesucristo en versión mujer.
 Alguien que baja del cielo a resolver tus problemas.
 Pero Mary Poppins no está sola en las carteleras de Broadway. También esta King Kong, en un musical perfecto donde el monstruo se convierte en obra de arte y protagonista.
 Fue una sugerencia de Santiago Segura y tiene sorpresa. 
La protagonista femenina es afroamericana.
 “Una respuesta a la era Trump”, me explica un humorista judío.
 “En el sueño americano, todo es posible.
 Que King Kong se enamore de una afroamericana guapa y que los negros se quieran vestir como tú”.
“La gente se queda boquiabierta cuando recuerdo el precio de los retratos que hicieron de Andy una especie de iluminador de la celebridad. 


Se podían comprar de una sola pieza o de cuatro, para asegurar la idea de la repetición tan asociada a Warhol.
 Explico que cada cuadro costaba 25.000 dólares y se ríen. 
Hoy pueden valer cinco veces más, siendo discretos”.
 En la exposición valoras que Warhol nunca se casó con otra persona que no fuera él mismo y que en su visión del mundo, el sueño americano no es para un pueblo, sino para el individuo que sepa convertir la realidad en sueño.