Pocas veces se había oído algo así en el Congreso de los Diputados. Por desgracia, porque es un gesto noble que ha sido ampliamente aplaudido por todos los presentes. Sucedió el pasado miércoles de la mano del parlamentario por Santa Cruz de Tenerife de Podemos Alberto Rodríguez, que piropeó a un diputado de otro partido diferente. Nada más y nada menos que del Partido Popular: a Alfonso Candón. "Bueno,
llevo un rato pensándomelo y como sé que esto queda grabado... Y queda
para la historia y para los anales de este país... No sé si me voy a
arrepentir. Quedará en el diario de sesiones", ha dicho Rodríguez al
subir a la tribuna de la cámara baja este miércoles.
"Nunca
pensé que fuese a decirle algo así a alguien en esta cámara y menos a
un diputado del PP: lo vamos a echar de menos", ha dicho mirando sin
dejar ni un segundo de sonreír el parlamentario canario a Alfonso
Candón, que abandona el Congreso para formar parte del grupo popular en
el Parlamento andaluz. "Le voy a decir algo. Creo que es de las cosas más bonitas que se le
pueden decir a alguien", ha continuado Alberto Rodríguez, para sorpresa
del resto. "Es usted buena persona y le pone calidez humana a este
sitio", ha concluido su despedida de Candón, mientras el resto de
parlamentarios ha elogiado sus palabras de la mano de una intensa
ovación.
Victoria
de Suecia, Máxima de Holanda y la reina Letizia son algunas
personalidades de la realeza que han recuperado vestidos que ya usaron
sus antecesoras.
Heredar el armario de los progenitores parece que está a la orden del
día entre los miembros de la realeza. La última, y la más habitual, ha
sido Victoria de Suecia, que en los premios Nobel celebrados la noche del lunes ha lucido el mismo traje que vistió su madre, la reina Silvia de Suecia,
23 años antes en el mismo evento. El diseño, de Nina Ricci, es un
vestido palabra de honor que combina el rosa en el corpiño, el dorado en
un fajín y el gris con acabado satinado en una voluminosa falda con una
gran lazada en la espalda. Además del vestido, la princesa Victoria,
igual que lució entonces la reina Silvia en 1995, llevó la banda y la
orden de la familia real sueca. Este no es el primer guiño de Victoria de Suecia a su progenitora. El
año pasado, en 2017, la princesa hizo al menos tres apariciones públicas
luciendo ropa que había pertenecido a la reina de Suecia. En abril, la
princesa llevó un vestido azul marino con topos rojos y lazo al cuello
de Yves Saint Laurent que su madre se puso en 1980. Unos meses después,
en Nueva York, Victoria de Suecia escogió el vestido fucsia que la reina
llevó en un posado de Drottningholm en 1984; y en agosto, la princesa
eligió el mismo vestido amarillo pastel con rayas en rojo y gris que su
madre lució casi 40 años antes, justo un año después de tenerla a ella. Una costumbre que parece asentarse entre otras familias reales. En España, la reina Letizia
homenajeó en enero a doña Sofía llevando por primera vez ropa de su
vestidor. Fue para la celebración del 80 cumpleaños de don Juan Carlos
con un almuerzo en la Zarzuela cuando doña Letizia decidió rescatar del
armario de doña Sofía un traje que la reina emérita había lucido 34 años antes. Se trata de un vestido gris hasta la rodilla de manga larga y
abullonada con rayas finas y un lazo anudado a un lado del cuello que la
esposa de don Juan Carlos lució durante una visita al centro de
rehabilitación médico-psicopedagógico Dionisia Plaza, en la localidad
madrileña de Aravaca, en noviembre de 1984.
La
escritora, que se hizo famosa por sufrir uno de los más cruentos
atentados de ETA, asegura que ha sido una decisión “de mutuo acuerdo y
no hay terceras personas”.
Irene Villa, en Madrid, el pasado 15 de noviembre.cordon pres
Irene Villa
se separa tras siete años de matrimonio con el empresario argentino
Juan Pablo Lauro, con quien tiene tres hijos en común. La escritora, que
se hizo famosa por sufrir uno de los más cruentos atentados de ETA, ha
asegurado que se trata de una decisión de mutuo acuerdo, sin dramas ni
terceras personas. “Hace un mes que firmamos los papeles de la
separación, aunque aún está pendiente el divorcio”, ha dicho Villa a la
revista ¡Hola!.
“Este
verano nos dimos cuenta de que teníamos que tomar una decisión, pero no
fue un drama. Aunque nuestras familias se han llevado un gran disgusto
porque no se lo esperaban…en realidad nadie se lo esperaba”, ha contado
la también periodista y psicóloga, que insiste en que la relación entre
ellos seguirá siendo muy buena. “Siempre seremos una familia, aunque la
convivencia se ha terminado”. “No es una decisión cerrada, que la vida
da muchas vuelta y quién sabe si con el tiempo nos volvemos a encontrar y
retomamos la relación donde la dejamos”, revela.
Irene Villa y Juan Pablo Lauro.JOSEFINA BLANCOEuropa Press
Villa se convirtió en la niña de todos los españoles cuando, a los 12 años, sufrió un grave atentado de ETA el 17 de octubre de 1991.
Como consecuencia de la explosión de una bomba adosada al vehículo en
el que viajaba con su madre, perdió las dos piernas y tres dedos de una
mano, pero su valentía y sus ganas de superación ante la adversidad la
convirtieron en un auténtico ejemplo de coraje. Conoció a Juan Pablo Lauro en 2009, en la Fundación También, una organización de integración social de personas con discapacidad de la que la escritora formaba parte. Dos años después, en 2011, se casaron en Madrid. Tras casi 10 años de
relación, y siete de matrimonio, la ya expareja son padres de tres
hijos: Carlos, de seis años, Pablo, de tres, y Eric, de dos. Hace justo
un año perdieron al cuarto hijo que esperaban debido a que el embarazo
resultó ser ectópico, por lo que Villa se vio obligada a ligarse las
trompas. “Hace un año, después de que me operaran yo sentí que cambié.
Ese no ha sido el motivo, pero sí, quizá, el comienzo de algo. Por otra
parte, Juan Pablo está haciendo realidad su sueño de ser piloto y eso
también nos ha cambiado la vida, pero tampoco tiene nada que ver”,
aclara Villa a la publicación.
La positividad que le caracteriza no desaparece tras esta decisión:
“No siento que mi matrimonio haya fracaso, para nada. Más bien al revés,
porque tengo la suerte de tener tres hijos maravillosos y un compañero
de vida, en vez de pareja, y ojalá que sea para siempre, porque es una
persona muy importante para mí”.
La actriz
que ha protagonizado el 'striptease' más imitado de la historia del
cine, acaba de cumplir 65 años libre para hablar sobre su pánico
escénico y sus adicciones.
Kim
Basinger en el estreno de 'Cincuenta sombras más oscuras' en febrero de
2017 en Los Ángeles. En vídeo, la escena del 'striptease'.FOTO: GTRESONLINE
Kim Basinger forma parte de la historia del cine, del arte de la seducción y del erotismo. La escena de la película Nueve semanas y media, en la que realizaba un striptease
frente a un jovencísimo y atractivo Mickey Rourke, la catapultó a
finales de los años 80 a la categoría de mito erótico, pero también la
ha perseguido para siempre. Desde su estreno en febrero de 1986 han
pasado más de 32 años pero la huella que dejó en la carrera y la vida de
Basinger aún continúa.
Kim Basinger cumplió el pasado sábado 65 años, sigue siendo una mujer
bella aunque su rostro refleje no sólo el paso del tiempo y las batallas estéticas por aminorar sus efectos,
sino también las huellas de una vida no tan dorada como prometía su
carrera en los ochenta. En 1983 una portada en la revista epítome del
erotismo, Playboy, le abrió la puerta del cine y ese mismo año llegó su papel de Domino Petachi en Nunca digas nunca jamás,
la chica Bond que baila en el filme con el más célebre agente secreto
interpretado, en esa ocasión, por Sean Connery. Después llegaron las escenas junto a Mickey Rourke
en un filme del que nadie recuerda el argumento pero sí las pasiones
que levantó su protagonista femenina con su desnudo al ritmo de la
música de Joe Cocker. Fue suficiente para que su nombre se asociara para
siempre a una actriz convertida en objeto de deseo, y no se libró del
peso de esta fama ni cuando consiguió el Oscar a Mejor Actriz Secundaria
por su interpretación en L.A. Confidential en 1998.
Mickey Rourke y Kim Basinger en 1986 y en 2009.
Intentó con verdadero ahínco conseguir papeles más serios acordes a
sus dotes como actriz, pero la sombra de un desnudo impecable la ha
perseguido hasta ahora y ella permanece en las sombras cuando otras
intérpretes han conseguido reengancharse gracias al auge de las series
de televisión que han sacado del olvido a otras compañeras de
generación. Su última aparición sobre una alfombra roja fue en 2017
cuando interpretó un papel simbólico en Cincuenta sombras más oscuras, otro filme que le volvió a recordar que el mito del erotismo la acompañará para los restos. Su vida personal ha sido como sus películas una noria con altos, bajos y
mucho tiempo de anodina soltería. Primero se casó con el maquillador
Ron Snyder, un matrimonio que duró nueve años y que no tuvo hijos. Después llegó a su vida el actor Alec Baldwin con quien estuvo casada
desde 1993 hasta 2002 y tuvo a su única hija, Ireland. Esta relación,
fotografiada hasta la extenuación por la fama de la que entonces
disfrutaban los dos miembros de la pareja, acabó en un crudo proceso de divorcio
con acusaciones de ida y vuelta para conseguir la custodia de la hija
que tenían en común que entonces tenía siete años. Baldwin calificó a su
exesposa de psicópata y de querer poner contra él a la niña. Muchos
años después la actriz habló de aquella etapa y de lo desagradable que
resultó para ella y su hija: “Un divorcio es difícil para un niño sin
importar cómo se produzca. Pero el nuestro fue muy público y sucio. Crié
a Ireland de una manera poco convencional. Solo quería que se sintiera
libre. Si quería invitar a amigos y rayar las paredes con lápices, me
parecía bien. Hoy estamos bien, la vida sigue”, dijo entonces. Pero
bromeó diciendo que debería haber elegido mejor sus películas porque en
una de ellas conoció a su exmarido. Para rodarla renunció a protagonizar
el filme Durmiendo con mi enemigo. “¿No es curioso?”, afirmó
entonces Basinger, “luego me fui precisamente a dormir con el enemigo”. En los últimos años mantiene una relación sentimental con Mitch Stone, quien fue su peluquero.
Kim Basinger y Mitch Stone en Sicilia en junio de 2017.GtresOnline
Lo realmente curioso es que la mujer que elevó la temperatura de medio mundo
es en realidad una tímida compulsiva afectada por el miedo escénico
durante toda su vida profesional. La actriz no ha ocultado nunca que
sufría frecuentes ataques de ansiedad y agarofobia, una situación con la
que ha tenido que luchar durante años y que en ocasiones le ha hecho
recluirse durante meses en su casa. “Todavía me pongo ansiosa a veces,
pero ya no me paraliza como solía”, afirmó en una entrevista hace unos
meses.
En la vida de la intérprete existen algunas curiosidades mucho menos conocidas que las sinuosas curvas de su cuerpo. Sus compañeros de instituto han dicho que en su juventud Kim Basinger
casi no hablaba y parecía una ermitaña. A los 16 años perdió una
apuesta con su padre y se presentó a Miss Athens, la ciudad de Georgia
donde nació. Allí desfiló, bailó, cantó y ganó y comenzó su nueva vida
como modelo, trabajo con el que consiguió ganar bastante dinero pero que
también ha confesado se gastó en estupefacientes. Durante mucho tiempo
tuvo que luchar con sus adicciones hasta conseguir salir limpia de
ellas.
Kim Basinger con su hija Ireland, que como ella es modelo.
Antes de que comenzara su relación sentimental con Alec Baldwin, por
Hollywood corrió el rumor de que Kim Basinger había mantenido un tórrido
romance con la actriz Jodie Foster. Nunca llegó a confirmarse pero sí
es cierto que vivió una breve relación con el cantante Prince mientras
rodaba Batman. De esta época manifestó: "Solo diré que no me puse ninguna restricción durante esa etapa". Saquen sus propias conclusiones. Eso sí, el romance la animó a probar suerte y sacar un disco, Hollywood affair, que según los críticos podía haberse ahorrado.
Los animales son una de sus grandes pasiones, ha llegado a tener casi
veinte gatos y nueve perros, y según ella sus mascotas le hacen
relativizar las cosas y los problemas del día a día. La música es otro
de sus refugios. Su padre tocaba en una big band y a ella le encanta
tocar el piano y la guitarra. Cuando el dinero entraba sin límite en sus cuentas corrientes llegó a
comprar un pueblo entero de Georgia, su estado natal, y pensó en crear
un parque temático sobre Hollywood. El proyecto nunca llegó a hacerse
realidad y la elevada indemnización que tuvo que pagar tras negarse a
cumplir el contrato de una película que debía protagonizar, la obligó a malvenderlo y a retirarse una temporada.
Mientras otras actrices viven el ocaso de
su carrera con desesperación, a Basinger no parece importarle demasiado.
Aceptó el papel en Cincuenta sombras más oscuras por la
insistencia de su hija y el brillo de las bambalinas no parece crearle
inquietudes:
“No siento presión por no estar donde solía”, afirmó en una
entrevista.
“Lo estuve y fui muy afortunada pero sería muy triste
querer tener 20 años otra vez”.
Si a alguien todavía le queda un resto
de duda, otras declaraciones de la actriz les sacaran del error: “Rezo
cada noche para que este planeta piense en el futuro en algo más que en Nueve semanas y media” y “Lo que recuerde la gente de mí me importa poco, la verdad”.