Meg Ryan y John Mellencamp pasean por Nueva York en abril de 2018.CORDON PRESS
Después de siete años juntos y de diversos matrimonios, Meg Ryan y
John Mellencamp se casan. Así lo ha anunciado la intérprete de Cuando Harry encontró a Sally o City of Angels
en su cuenta de Instagram, donde ha querido dar el anuncio tal y como
es ella: de forma original y sin llamar demasiado la atención. "¡Prometidos!",
escribía como único mensaje Ryan junto a un dibujo a lapiz de la pareja
sobre lo que parece un mantel o una servilleta de papel. No hay más
datos: ni fecha, ni lugar, ni mucho menos asistentes a la celebración. De hecho, ya es todo un paso que la actriz y directora dé datos de su vida en pareja en redes sociales: hasta ahora, en ellas no había ni rastro de su ahora prometido. Porque aunque Meg Ryan es una figura mundialmente conocida con medio
centenar de películas en su haber y tres nominaciones a los Globos de
oro, Mellencamp no se queda atrás en su campo, la música. Cantante,
guitarrista y compositor, este rockero de 67 años nacido en Indiana
empezó a triunfar a principios de los años ochenta (primero bajo el
nombre de John Cougar) gracias a temas muy populares en Estados Unidos
como Pink Houses, Jack&Diane, Hurts So Good. Su vida profesional
ha sido larga y fructífera, con dos docenas de álbumes en el mercado,
numerosas giras, un premio Grammy y otras 12 nominaciones, e incluso con
algunos papeles en el cine y una incursión no del todo bien parada en la dirección. Pero su vida personal también ha sido escrutada por los medios, puesto
que es un personaje muy popular en su país. A lo largo de su carrera ha criticado a Ronald Reagan y a George W. Bush
y ha apoyado públicamente a Obama (tocó en su ceremonia de toma de
posesión, en enero de 2009, en Washington) y ha apoyado el matrimonio
homosexual.
Cuando tenía 17 años, a finales de los años sesenta, Mellencamp se
fugó de casa con la que entonces era su novia, Priscilla Esterline. Ella
estaba embarazada y juntos tuvieron una hija, Michelle. Estuvieron
casados desde 1970 a 1981. Ese mismo año volvió a casarse, con Victoria
Granucci, con quien tuvo dos hijas, Teddi (muy conocida en EE UU por participar en un reality show
sobre mujeres ricas) y Justice. El propio Mellencamp ha confesado en
alguna entrevista que le fue infiel a Granucci durante sus giras. "Una
vez que has cometido los bastantes fallos, entiendes cuales son las
penas que hay que pagar. Entonces tenía lo mejor de los dos mundos: una
casa en Indiana, dos niñas preciosas, una mujer estupenda, el pack
completo. Pero cuando estaba de gira seguía teniendo 19 años. Y Vicky
se cansó, no puedo culparla. Así que perdí a las niñas. Y pensé: 'Pero
tío, ¿qué has hecho?", contaba en Entertainment Weekly. Se separaron en 1989 y ahora, años después, Granucci y Mellencamp guardan una buena relación.ç En 1992, el músico volvió a casarse, esta vez con la modelo Elaine
Irwin, que había desfilado para Victoria's Secret o Calvin Klein y que
protagonizó la portada de uno de sus discos, Whenever We Wanted.
Ella tenía 23 años y él 31. La pareja se separó en 2010, después de 18
años y de dos hijos en común, Hud y Speck. Ella se volvió a comprometer y
tuvo otra hija en 2013. Poco después de su divorcio con Elaine Irwin, Mellencamp empezó a
salir con Meg Ryan. Tras tres años juntos, rompieron en verano de 2014
y, aunque volvieron a juntarse, rompieron otra vez en verano de 2015. Poco después se supo que Mellencamp había empezado a salir con la
exmodelo Christie Brinkley, con quien estuvo aproximadamente un año,
hasta verano de 2016. Poco después retomó su relación con Ryan: se les
volvió a ver juntos en julio de 2017. Ahora han anunciado su compromiso,
en el que sería el cuarto matrimonio para el músico y el segundo para
la actriz.
Elaine Irwin junto a John Mellencamp en la portada de su disco 'Whenever We Wanted'.
Ryan también ha tenido una vida privada bastante mediática. Estuvo
casada con el también actor Dennis Quaid, al que conoció en un rodaje en
1988. La pareja se casó en febrero de 1991 y se separó una década
después, en junio de 2001, entre intensos rumores de un romance por
parte de Ryan con su entonces compañero de reparto en Prueba de vida,
Russell Crowe. La pareja tuvo un hijo en 1992, Jack, que también ha
arrancado su carrera como actor. Tras su separación, Meg Ryan tuvo otra
hija, Daisy, que ahora tiene 13 años.
Hace pocos meses Quaid, de 64 años, explicaba que el matrimonio con
Ryan fue "exitoso", pero que le había superado debido a la enorme
popularidad de la actriz. También habló de su adicción a las drogas: "En
los ochenta estuve consumiendo cocaína básicamente a diario", relata.
"Pasé muchas, muchas noches gritándole a Dios que por favor apartara eso
de mí, que nunca volvería a hacerlo porque sólo me quedaba una hora
para irme a trabajar".
Estrena disco pero no sabe el número que hace en su carrera. “Pon que
llevo unos cien, pero la verdad es que he perdido la cuenta”. Raphael
está de vuelta aunque en realidad nunca se ha ido. El cantante a sus 75
años se toma con la ilusión de un principiante la promoción de su nuevo
trabajo. RESinphónico, que acaba de salir a la venta, cree que
es uno de los discos más importantes de su carrera, porque reúne una
selección de sus mejores canciones arropadas por una orquesta sinfónica
“pero con toques de música electrónica”. Una vez más, Raphael transita entre el clasicismo y la modernidad, esa dualidad que le permite tener fans de todas las generaciones. Esa misma dualidad está presente en su vida. Habla de ella como si hubiera un antes y un después de su trasplante de hígado al que se sometió hace 15 años. “Yo ya no soy aquel, como dice mi canción. Soy otro”, proclama. Y es
que está convencido de que le pusieron una “máquina nueva en su cuerpo”
que le ha dado una energía impropia en un hombre de su edad. En la
conversación salen nombres de otros compañeros de generación que no
están en la misma situación.
— ¿Ha hablado con Julio Iglesias?
Raphael, que a sus 75 años, saca nuevo disco.JAIME VILLANUEVA
—No, pero siento lo que le está pasando, que no sé lo que es. Supongo
que tiene que ver con los huesos ¿no? Hablar con Julio no es fácil. Le
tengo cariño. Cuando yo estuve tan enfermo llamó a los míos para
interesarse.
Estrena disco pero no sabe el número que hace en su carrera. “Pon que
llevo unos cien, pero la verdad es que he perdido la cuenta”. Raphael
está de vuelta aunque en realidad nunca se ha ido. El cantante a sus 75
años se toma con la ilusión de un principiante la promoción de su nuevo
trabajo. RESinphónico, que acaba de salir a la venta, cree que
es uno de los discos más importantes de su carrera, porque reúne una
selección de sus mejores canciones arropadas por una orquesta sinfónica
“pero con toques de música electrónica”. Una vez más, Raphael transita entre el clasicismo y la modernidad, esa dualidad que le permite tener fans de todas las generaciones.
Esa misma dualidad está presente en su vida. Habla de ella como si hubiera un antes y un después de su trasplante de hígado al que se sometió hace 15 años.
“Yo ya no soy aquel, como dice mi canción. Soy otro”, proclama. Y es
que está convencido de que le pusieron una “máquina nueva en su cuerpo”
que le ha dado una energía impropia en un hombre de su edad. En la
conversación salen nombres de otros compañeros de generación que no
están en la misma situación.
— ¿Ha hablado con Julio Iglesias?
Raphael, que a sus 75 años, saca nuevo disco.JAIME VILLANUEVA
—No, pero siento lo que le está pasando, que no sé lo que es. Supongo
que tiene que ver con los huesos ¿no? Hablar con Julio no es fácil. Le
tengo cariño. Cuando yo estuve tan enfermo llamó a los míos para
interesarse. Julio Iglesias mide sus fuerzas a estas alturas de la vida pero
Raphael, en cambio, se pone retos. “Si no tengo un reto...” y hace un
gesto de rabia. Ese afán de superación es lo que le mantiene vivo y
feliz . En el cara a cara prescinde de la marcada gestualidad que exhibe
en el escenario y se muestra cercano pero sobre todo coqueto. Coquetea
con la cámara y está pendiente de que su look no tenga ningún
fallo. Sin que se le pregunte habla de Natalia Figueroa con la que se
casó en 1972. Un matrimonio en el que pocos creyeron. Se declara un
hombre enamorado y un “feminista”.
— ¿Por influencia de su esposa? — “No siempre lo he sido”, dice, molesto por el comentario. En la conversación surge el nombre de Marisol y las noticias que
hablan de una infancia marcada por la explotación laboral y supuestos
abusos sexuales. “No sé de dónde ha salido eso. Pero quien conozca a
Pepa sabe que tiene unos... que me cuesta creerlo”. — Como feminista, ¿apoyará el MeToo? — “Yo nunca he presenciado nada. Al contrario ellas siempre eran las estrellas, a las que se veneraba y cuidaba”. Raphael en la España de Franco era uno de los artistas que
habitualmente actuaba ante el dictador. Cuando se le recuerda advierte:
“Como todos en esa época. No eras nadie si no te llamaban para esas
citas. Yo viví esos tiempos porque España era así en ese momento”. Lo
dice como queriendo alejarse de la etiqueta de protegido del régimen que
en alguna ocasión se le puso. —¿Qué opinión tiene sobre dónde deben reposar los restos de Franco? — Eso tenía que haberse resuelto hace 40 años. ¿Cuántos presidentes de Gobierno ha habido desde entonces? El cantante no es muy bueno con los números: “¿Cuántos discos he
grabado? ¿Cuándo murió Franco?”, pregunta a sus ayudantes. Pero tiene
una memoria prodigiosa para los recuerdos más personales. Cuenta con
detalle cómo se presentó ante el marqués de Santo Floro para pedirle
permiso para casarse con Natalia Figueroa. “Le dije: ‘la quiero tanto
que si usted no está de acuerdo, yo desaparezco’. Me invitó a comer. Me
quiso mucho y yo a él. Pero nuestro matrimonio fue un escándalo en esa
época”. Escándalo fue precisamente el nombre de uno de sus grandes
éxitos. El álbum que ha salido ahora a la venta ha sido grabado entre
los estudios de Abbey Road (Londres) y MG Studios (Madrid). En él hay
muchos temas de Manuel Alejandro. Cuando habla del gran compositor,
Raphael se santigua a modo de homenaje al hombre que le escribió la
mayor parte de sus grandes temas. — Nunca ha compuesto.
— ¿Por influencia de su esposa? — “No siempre lo he sido”, dice, molesto por el comentario. En la conversación surge el nombre de Marisol y las noticias que
hablan de una infancia marcada por la explotación laboral y supuestos
abusos sexuales. “No sé de dónde ha salido eso. Pero quien conozca a
Pepa sabe que tiene unos... que me cuesta creerlo”. — Como feminista, ¿apoyará el MeToo? — “Yo nunca he presenciado nada. Al contrario ellas siempre eran las estrellas, a las que se veneraba y cuidaba”.
— No, pero siempre he trabajado muy de cerca con Manuel Alejandro. Él
siempre ha sabido interpretar muy bien lo que yo quería expresar en mis
canciones. Raphael y Natalia Figueroa tienen tres hijos Jacobo y Manuel, dedicados al mundo de la musica, y Alejandra. Manuel es uno de los grandes ejecutivos de Universal, su compañía de discos y uno de los artífices de Operación Triunfo. Hace un gesto de que se le cae la baba cuando habla de él. Se confiesa
seguidor del programa al que ha acudido y con cuyos concursantes ha
actuado pero sorprende con una confesión: “Yo nunca hubiera sido
concursante en Operación Triunfo”.
— ¿Piensa en la retirada? — “No me retiraré nunca. Un artista nunca lo hace. ¿Y si lo hago y
luego quiero volver? Lo que sucederá es que un día llamaré a la oficina y
diré que no me esperen”. Entonces se quedará tumbado en un sofá “con Natalia a mi lado y una gran pantalla de televisión”. El 17 de diciembre, Raphael presentará el disco en el Teatro Real de
Madrid, con las entradas agotadas y luego iniciará una larga gira. “Sé
todo lo que voy a hacer hasta finales del año próximo, bueno en realidad
más, pero de momento me centro en ese periodo de tiempo”.
Las victorias de la extrema derecha se alimentan del rencor.
El filósofo y lingüista Noam ChomskyAPU GOMES
Leo los análisis sobre las recurrentes victorias de líderes
ultraderechistas y percibo que hay algo que me falta para entender un
fenómeno que, dejando a un lado las particularidades locales, se
alimenta de un sentimiento común: el rencor. Observo estadísticas,
porcentajes, y encuentro que hace tiempo que nos damos de bruces con una
cuestión de difícil respuesta: ¿cómo se alimenta el odio que lleva a
lanzar a unos seres humanos contra otros? Recuerdo los meses previos a
la victoria de Trump. De pronto, los medios comenzaron a experimentar
interés por esas zonas de industria en decadencia poco frecuentadas por
unos políticos que no las consideraban clave para su estrategia. Los
periódicos comenzaron a desembarcar en esas áreas de exclusión como si
visitaran un país extranjero. Lo era. Finiquitado el periodismo local,
dejados de la mano de Dios, sus habitantes sobrevivían alimentando de
furia su desamparo.
HE AQUÍ A Dolors Montserrat compitiendo con Martes y Trece en el
número de las empanadillas. Se había levantado del asiento para
aconsejar a la vicepresidenta que se coordinara cuando ella misma devino
en pura descoordinación sintáctica y temática y tonal. Hablaba sin
decir nada y cuanto más se esforzaba en la captura de los significados
menos era lo que decía, de modo que al comprender interiormente la
vaciedad de su propuesta comenzó a actuar con los brazos y con las manos
y con los ojos también, en fin, con todo el cuerpo, que flameaba como
el de una bacante en pleno éxtasis. La suma de los enunciados verbales y
de los no verbales arrojaba resultados tan estremecedores que sus
señorías permanecían perplejas, con los cinturones de seguridad
abrochados, como cuando el finiquito en diferido de Cospedal y Bárcenas,
otro momento cumbre de la sindéresis nacional, de la elocuencia patria. Al discurso de la diputada, leído atentamente, se le adivina sin embargo
una intención irónica de tal altura que después de prepararlo debió de
pensar que iba a dar el golpe. De ahí su desconcierto ante las primeras
risitas. Se burlaban de una obra maestra de la retórica, de una pieza
oratoria cuya singularidad, enseguida lo advirtió, no tendría la
recepción que se merecía. Ahí es donde comenzó a atorarse, a dudar de si
había metido a los niños en el horno y había llevado a las empanadillas
al colegio o al revés. Un aplauso cerrado y una carcajada unánime
premiaron su desvarío. “Cada crítica, una medalla”, diría después
Teodoro García, secretario general de la portavoz. Qué vida.