Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

25 oct 2018

Una mujer fantástica y plural.......................... Ines Alberdi

Carmen Alborch fue una defensora de los derechos de las mujeres desde los años setenta, cuando eso no era frecuente en nuestro país.

Carmen Alborch, en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora en Valencia, en 1994.

Hemos perdido una gran persona. Una mujer fantástica y plural, capaz de desarrollar actividades de lo más variado a lo largo de su vida. 
Carmen Alborch ha sido profesora de universidad, promotora cultural y siempre activa en política. 
También ha sido una escritora de éxito y, desde su juventud, una feminista convencida.
Carmen Alborch fue una defensora de los derechos de las mujeres desde los años setenta, cuando eso no era frecuente en nuestro país. Y lo ha seguido siendo cuando el feminismo ha entrado plenamente en la agenda política.
 En buena medida, el avance de las ideas feministas en España se lo debemos, y se lo tenemos que agradecer, a mujeres como Carmen Alborch. 

En todas las encarnaciones de su biografía fue excepcional.
 En la Universidad de Valencia, además de Profesora de Derecho Administrativo, fue durante unos años decana de la Facultad de Derecho.
 Como escritora ha publicado, con gran éxito, una serie de libros de los que se puede destacar Solas, Malas y Libres, tres ensayos sobre la posición social femenina en los que defiende nuevas fronteras de acción para lo que las mujeres quieran alcanzar.
Carmen Alborch defendió siempre la necesidad de que las mujeres se incorporen a la política, para desarrollar una nueva clase de poder y de liderazgo.
 Decía: “Cuando una mujer entra en la política cambia la mujer, cuando entran muchas mujeres, cambia la política”.
En el terreno cultural, Carmen Alborch lo fue todo. 
Primero, directora general de Cultura de la Generalitat valenciana, más tarde directora del IVAM, el Centro Valenciano de Arte Moderno, y, posteriormente, ministra de Cultura.
 Como ministra se propuso “reanimar la cultura”.
 Llegó con talante rompedor y moderno y se dedicó a apoyar el sector audiovisual. 
Positiva y combativa, no se dejó amilanar por tener poco presupuesto y marcó como una de sus prioridades el Museo del Prado, que definió como un “patrimonio de todos los españoles”. Bajo su mandato comenzaron las obras de renovación y ampliación que han sido tan beneficiosas.
Carmen Alborch ha sido diputada y senadora a lo largo de 13 años, miembro de la Comisión de Igualdad del Congreso y del Senado, en unas legislaturas en las que se han aprobado leyes trascendentales para el avance de los derechos de las mujeres en nuestro país.
En su trabajo político, tuvo la aspiración de ser alcaldesa de Valencia, pero no lo consiguió. 
Sin embargo, de aquella campaña quedó un magnífico libro: La ciudad y la vida. 
Es un libro lleno de pasión en el que va mezclando sus recuerdos con la historia de la ciudad, sus épocas de la universidad y las luchas contra la dictadura, sus experiencias políticas y académicas. Y recuerda a los amigos que fueron víctimas de la intolerancia y el terrorismo de ETA: Ernest Lluch, Manuel Broseta y Tomas y Valiente.
 Es un libro profundo y ágil, que llega al fondo de los temas y sabe hacerlos atractivos. 
Es un libro sobre la ciudad de Valencia y, a la vez, sobre su experiencia vital. 
Habla de hacer Valencia más hermosa, más importante y más cosmopolita. Y, a la vez, más solidaria y más atenta a todas sus gentes, a sus barrios y a sus tradiciones.


Además de trabajar en todos estos campos, Carmen Alborch ha sido una mujer solidaria, que ha apoyado siempre las causas más progresistas, una buena amiga de sus amigos y alguien con la que siempre se podía contar. 
 Carmen Alborch fue siempre luchadora, optimista y positiva. Siempre buscando lo mejor en sus colaboradores y en sus amigos. Por eso tuvo tantos y supo sacar lo mejor de todos. 
No podremos olvidarla.
Inés Alberdi es catedrática de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

 

Una sonrisa de Estado......................... José María Lassalle

Sería bueno que revisitáramos hoy ejemplos políticos como el de Carmen Alborch.

Carmen Alborch. En vídeo, Carmen Alborch, referente social y símbolo de la lucha por la igualdad de género. ATLAS

Carmen Alborch siempre te saludaba con una sonrisa.
 No importaba el contexto ni el momento.
 Su sonrisa era siempre providencial. Con ella, la cordialidad resonaba con un colorido luminoso, que anticipaba la compañía posterior de un flujo inteligente de palabras que sabía atrapar la atención del interlocutor.
 Era fácil hablar con ella, sin duda, también de política. 
Entre otras cosas, porque no ocultaba nunca que lo que tenía que decir quien estaba delante le interesaba.
 En este sentido, sabía salvar lo personal y no levantaba muros de indiferencia ni trincheras de confrontación frente a sus adversarios políticos. 
Tenía claras sus ideas, pero no las convertía en algo arrojadizo. 
Escuchaba y respetaba al otro, apreciando lo que decía, aunque no estuviera de acuerdo. Su capacidad conciliadora era evidente. También su visión de Estado y su compromiso con una visión deliberativa de la democracia, que entendía que se basaba en la palabra y no en el griterío.
Lo demostró especialmente en los difíciles momentos que tuvo que gestionar como ministra de Cultura en la última legislatura de Felipe González. 
Su aterrizaje en la Casa de las Siete Chimeneas no fue fácil, pero fue enderezándolo con la experiencia de quien no era nueva en la gestión cultural, después de los años pasados en el Gobierno valenciano y en el IVAM.
 De 1993 a 1996 llevó adelante un intenso quehacer ministerial, que fraguó en varias iniciativas que abordaron cuestiones tan complicadas como la propiedad intelectual o la financiación del cine.
De todas ellas, la que mejor define su visión política fue el pacto de Estado que alcanzó, en 1995, con los partidos de la oposición para desactivar cualquier batalla partidista alrededor de los museos del Prado y del Reina Sofía.
 Pacto, por cierto, que fundó las bases para el desarrollo con los años de las leyes de autonomía que han permitido fortalecer el prestigio de sendas instituciones.
 En este sentido, me consta que su capacidad de diálogo fue fundamental en un contexto crispado por una política demasiado visceral, como era la que se vivía en aquellos momentos.
 Sería bueno que revisitáramos hoy ejemplos políticos como el suyo y que encontráramos en su compromiso apasionado por la cultura, el feminismo y la tolerancia, las mejores muestras de que se puede hacer buena política con una sonrisa y tendiendo la mano al otro. 

José María Lassalle fue secretario de Estado de Cultura con el Gobierno del PP.
 

 

La voz de Iñaki............................. Por IÑAKI GABILONDO

Te lloraremos con nuestra mejor sonrisa.

La calidad de los pensamientos de Carmen Alborch era máxima.

 

 

Agua muy clara.......................................... Maruja Torres

Culta, socialista sin caspa, llena de savia y fecundidad, frutal. Carmen Alborch fue exactamente lo que necesita este país.

Carmen Alborch, retratada durante una entrevista en noviembre de 2017.

Quiero despedir a Carmen Alborch citando, adaptado al personaje, al gran poeta valenciano Vicent Andrés Estellés
 “No hi havia a València una llum com la teua, car de llums com la teua, a tot arreu i ara, en son parides ben poques” (No había en Valencia una luz como la tuya, porque luces como la tuya, en todas partes y ahora, son paridas muy pocas).
 Carmen Alborch era una verbena, pero una verbena muy seria. Llegaba, estallaba, iluminaba, escuchaba, decidía, animaba.
 Y era profunda. Luminosa y profunda.

 De sus tiempos como ministra de Cultura recuerdo, sobre todo, el profundo contraste establecido con su sucesora en el cargo, Esperanza Aguirre, ética y estéticamente, pero sobre todo éticamente.
 Era, para qué os lo voy a decir, todo lo contrario.
 Culta, socialista sin caspa, llena de savia y fecundidad, frutal. Pienso en ella y solo se me ocurren imágenes relacionadas con la madre tierra y con el mar.
 La tierra que ahora la acoge y que será mejor porque ella la abona. Carmen Alborch fue exactamente lo que necesita este país: lo contrario de Bernarda Alba (que sería Aznar, si también me lo permiten). Era agua muy clara.