Sid Vicious y Nancy Spungen fotografiados en Londres en 1978.
Foto: Cordon Press
Llevaban algo menos de dos meses viviendo allí. El Hotel
Chelsea, situado entre la séptima y la octava avenida de Nueva York, ya
había acogido con anterioridad a huéspedes ilustres como Bob Dylan o
Patti Smith pero el trasiego de camellos, guardaespaldas, yonkis, groupies
o prostitutas que entraban y salían de la infame habitación 100 era
inaudito. Su ocupante era el célebre bajista y corista de los Sex
Pistols El 12 de octubre de 1978, a las 10 de la mañana, Sid Vicious
(nacido como Simon John Ritchie) bajó a la recepción pidiendo ayuda. Había encontrado a su novia durante el último año, la groupie-camello-agente-contable
Nancy Spungen, muerta en el suelo del baño con un cuchillo
atravesándole el abdomen. Vicious, que vagaba por el pasillo en un claro
estado de agitación, fue arrestado y acusado del crimen de la joven de
20 años. Salió en libertad condicional y terminó pisando la cárcel de
Rikers poco después por agredir al hermano de Patti Smith en un
concierto. En la mañana del 2 de febrero de 1979, tras celebrar una
fiesta con motivo de su liberación, Vicious fue hallado muerto al sufrir
una sobredosis de heroína. Nunca llegó a ser juzgado por el asesinato
de su novia.
En las últimas décadas, decenas de libros, películas, exposiciones y
documentales han intentado indagar en el crimen no investigado de Nancy
Spungen. Según contaron a The Independent
amigos de la pareja, la policía no quiso hacerse cargo de la
investigación por “la gente peligrosa que rodeaba a la pareja en aquel
tiempo. Y de haberse celebrado el juicio, Sid podría haber sido
absuelto”. Aunque históricamente se le ha atribuido la autoría del
crimen a su pareja, lo cierto es que escritores o figuras tan
relevantes como el manager del grupo que revolucionó la escena del punk
rock continúan hoy negando que Vicious estuviera involucrado.
Cuarenta años después de la muerte de la emblemática Nancy Spungen,
estas son todas las hipótesis sobre un crimen condenado a ser un
misterio.
Sid Vicious y Nancy Spungen serán eternamente la pareja más icónica del punk rock. Foto: Getty
El asesino fue Sid Vicious
La teoría instaurada en la memoria popular y quizá la más factible (o
simple) teniendo en cuenta el historial de altercados y la espiral de
autodestrucción en la que estaba sumergida la pareja. El propio Vicious se declaró culpable del asesinato en un primer
momento, sosteniendo que lo hizo “porque era un perro asqueroso”. Horas
más tarde se retractó de dicha declaración al afirmar que estaba
durmiendo en el momento del apuñalamiento. El legendario manager de los
Sex Pistols, Malcolm McLaren, escribió en 2009 un artículo para The Daily Beast poniendo la mano en el fuego por la inocencia de su representado: “No creo que Sid asesinara a Nancy. Era el amor de su vida”.
McLaren sostiene que Vicious perdió el conocimiento aquella noche tras
ingerir una enorme cantidad de barbitúricos, estando demasiado colocado
como para poder apuñalar a Spungen.
Sid Vicious, arrestado tras conocerse el asesinato de Spungen. Foto: Getty
El pacto suicida
“Él no podría matar a nadie, especialmente a su novia, a no ser que
fuera un doble suicidio chapucero”, añadía el manager en su escrito. Esta hipótesis cogió fuerza a raíz del intento de suicidio del icono
punk días después del incidente y, sobre todo, cuando logró alcanzar su
fatal destino. Quizá Spungen cumplió su parte del ‘trato’ apuñalándose a
sí misma y Vicious estaba demasiado puesto como para cumplir la suya. La madre de este, Anne Beverley, aseguró que la sobredosis que acabó con su hijo no fue accidental y que, poco después de ser incinerado, encontró una nota en su chaqueta con la siguiente petición: “Teníamos un pacto de muerte y tengo que mantener mi parte del acuerdo. Por favor, enterradme junto a mi chica. Enterradme con mi chaqueta de
cuero, mis vaqueros y mis botas de motero. Adiós”. Algunos de los amigos
de la pareja sostienen que con su fallecimiento cumplieron con el deseo
de trascender a su tiempo: “haciendo que todo el mundo recuerde su
nombres” y convirtiéndose en unos “Romeo y Julieta” contemporáneos.
El bajista, fotografiado en comisaria como principal sospechoso de la muerte. Foto: Getty
El asesino fue Rockets Redglare
En el libro Pretty Vacant: A History Of Punk, el autor Phil Strongman sostiene que Redglare, el guardaespaldas de Vicious que proporcionó los opiáceos consumidos aquella noche, se enfrentó con Spungen mientras intentaba robarles y apuñaló a la joven.
Al ver a Sid desmayado en la cama pensó que el bajista había muerto y
decidió llevarse todo el dinero en metálico que pudiera. Según The New York Times,
a las dos y media de la mañana la propia joven le pidió las drogas a
Redglare y cinco horas más tarde otro huésped escuchó gritos femeninos
procedentes de la habitación. “Robaron dinero de la habitación, el
cuchillo de Sid fue cogido de la pared donde estaba colgado y al parecer
usado por alguien para defenderse de Nancy. Ella no era una pusilánime. Probablemente pillara a alguien cogiéndoles dinero del cajón de la habitación”, especula McLaren. El asesino fue un extraño llamado Michael Con motivo del 30 aniversario del fallecimiento de Vicious, el
escritor y biógrafo Alan Parker (no confundir con el cineasta), amigo
personal de Anne Beverley, grabó un documental titulado Who Killed Nancy? (¿Quién mató a Nancy?)
con el objetivo de arrojar luz sobre el misterio. Fue la propia
progenitora del cantante quien le pidió que probara la inocencia de su
hijo antes de suicidarse en 1996. La película sostiene que,
en el momento del asesinato, Vicious estaba inconsciente tras ingerir
30 pastillas de un barbitúrico con un fuerte poder sedante. Aquella
noche la policía encontró en la habitación huellas de hasta seis
personas, ninguna interrogada. Según declaran varios testigos frente a
la cámara, un drogadicto llamado Michael que vivía en la sexta
planta del hotel visitó a la pareja un par de veces durante la madrugada
y más tarde fue visto con un gran fajo de dinero atado con una mecha
del cabello azul de Nancy. No se conocen más detalles sobre la
identidad de este misterioso hombre. En el documental, Steve Dior, un
amigo de la pareja apoya esta hipótesis: “Ese es el hombre que pienso
que lo hizo. Michael”. La relación emocional entre Parker y la familia
de Sid Vicious hace que muchos sean escépticos con la teoría defendida
por este trabajo.
Neil
Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin posan en el Centro Espacial
Kennedy, en Florida, en 1969 / En vídeo, tráiler de 'First Man'GETTY IMAGES
¿Qué hace alguien después de pisar la Luna?
Doce hombres
lo hicieron durante tres años y medio entre las décadas de los sesenta y
los setenta en los que pareció que la Luna se había convertido en un
nuevo destino vacacional para el mundo. El primero fue Neil Amstrong y su extraordinaria historia vital se narra en First man, que se estrena el 11 de octubre y en la que Ryan Gosling le da vida.
Amstrong se dio cuenta de que se podía
convertir en un símbolo, algo parecido a un monumento humano, y él
quería ser un hombre. Por eso se alejó de todo
Solo cuatro de ellos siguen vivos hoy (Amstrong no está en esa lista, falleció en 2012). Y la cuestión más interesante sobre sus vidas trasciende lo biográfico
para convertirse en filosófica: tras llegar literalmente más lejos que
nadie, tras ver de lejos tu propio planeta y tras ser representado como
un héroe ante el mundo entero, ¿qué sucede cuando uno vuelve a su salón,
se sienta en su sofá y se pregunta “y ahora qué”?
La existencia posterior de esos doce hombres tras pisar la
Luna nos da una respuesta, y no es demasiado alentadora.
Cientos de
artículos y documentales han dado detalles al respecto. En el libro Lunáticos,
en el que el periodista Andrew Smith analiza las existencias extrañas y
erráticas de esos doce hombres tras volver a la Tierra, se deja claro
que ninguno de ellos supo sobrellevar su fama y su condición de héroes.
"Cuando has compartido un instante con toda la humanidad, debe de ser
difícil saber de forma precisa dónde acaban tus recuerdos y comienzan
los de los demás", medita Davis en el libro.
Neil Amstrong (Ohio, 1930-2012) es el más famoso de todos
porque fue el primero.
Un hombre introvertido y tímido que, en realidad,
cuando llegó a la Luna en 1969 ante los ojos del mundo entero llevaba a
sus espaldas una experiencia que ya lo había marcado para siempre: la
muerte de su hija Karen por un tumor cerebral con solo dos años en 1962.
La existencia posterior de esos doce hombres tras pisar la
Luna nos da una respuesta, y no es demasiado alentadora.
Cientos de
artículos y documentales han dado detalles al respecto. En el libro Lunáticos,
en el que el periodista Andrew Smith analiza las existencias extrañas y
erráticas de esos doce hombres tras volver a la Tierra, se deja claro
que ninguno de ellos supo sobrellevar su fama y su condición de héroes.
"Cuando has compartido un instante con toda la humanidad, debe de ser
difícil saber de forma precisa dónde acaban tus recuerdos y comienzan
los de los demás", medita Davis en el libro.
Neil Amstrong (Ohio, 1930-2012) es el más famoso de todos
porque fue el primero.
Un hombre introvertido y tímido que, en realidad,
cuando llegó a la Luna en 1969 ante los ojos del mundo entero llevaba a
sus espaldas una experiencia que ya lo había marcado para siempre: la
muerte de su hija Karen por un tumor cerebral con solo dos años en 1962.
Alan Bean, astronauta y después pintor.Getty Images
Amstrong se dio cuenta muy pronto de que se podía
convertir en un símbolo, algo parecido a un monumento humano, y él
quería ser un hombre.
Por eso concedió poquísimas entrevistas sobre su
experiencia y dejó de firmar libros o autógrafos en convenciones
espaciales. Sus más cercanos cuentan que llegaba a abandonar un
restaurante si otros clientes lo reconocían.
En Lunáticos,
Davis entrevistó a casi todos los astronautas que llegaron a la luna,
pero de Amstrong pudo conseguir apenas un par de breves correos
electrónicos.
Amstrong se divorció de su esposa Janet tras 38 años de
matrimonio en 1994 y en 2005 fue sonada la batalla legal que tuvo con su
barbero tras enterarse de que había vendido un mechón de pelo suyo por
2.600 euros.
El caso de su compañero Buzz Aldrin (Nueva Jersey, 1930)
fue diferente: Aldrin, según muchos de los que lo conocen, nunca llevó
bien no ser el primer hombre en pisar la luna aquel día histórico de
1969 (primero bajo Amstrong y luego él).
Ser el segundo no fue
suficiente. En una entrevista aclaró: "Siempre se me presenta como el
segundo hombre en pisar la Luna... y eso es un poco degradante.
Deberían
presentarme como un miembro del primer equipo humano que pisó la
Luna".
Aldrin aún vive hoy en Florida, en un pueblo costero llamado, con mucho
sentido del humor, Satellite Beach.
Al igual que Amstrong, llegó a la
Luna con un trauma desde la Tierra: menos de un año antes de la misión
espacial Apolo 11 su madre se había suicidado.
Su abuelo se había
suicidado también.
En 2009 confesó al New York Times:
“Creo que he heredado la depresión de mi familia materna”.
Sus
episodios depresivos y su batalla con el alcohol comenzaron muy poco
después de volver a la Tierra.
Al igual que Amstrong, también se
divorció de su esposa Joan tras casi 20 años de matrimonio.
Pero al
contrario que él, Aldrin ha sido mucho más comunicativo con la prensa y
ha llegado a contar con detalle sus batallas con la depresión y el
alcohol en un libro, Magnificent obsession.
Aldrin, que tomó la comunión cuando pisó la superficie
lunar, siempre sintió una conexión casi religiosa con aquel momento de
su vida.
“No estoy seguro de que un ateo pueda entender mis palabras
cuando describo lo que viví”, dijo en una ocasión. “Me he sentido inútil
siempre que he intentado explicarlo con palabras”.
Pero para hablar de espiritualidad, hablemos de James
Irwin (Pensilvania, 1939 - Colorado, 1991).
Irwin fue el octavo hombre
en pisar la luna durante la misión Apollo 15 en 1971.
Al año siguiente
abandonó la carrera espacial para centrarse en su fe, tras afirmar que
en la Luna había sentido el poder y la presencia de Dios con más fuerza
que nunca. Fundó la congregación religiosa Altos Vuelos, con la que
llevó a cabo misiones como ir a buscar los restos del Arca de Noé al
monte Ararat, en Turquía.
Edgar Mitchell en 1972.Getty Images
Charles Luke (Carolina del Norte, 1935) fue el décimo
hombre en pisar la Luna en la misión Apollo 16 y el más joven de todos
ellos con solo 36 años.
Al volver, su matrimonio con su esposa Dottie
estaba haciendo aguas y, según contó en una entrevista televisiva,
encontrar a Dios los salvó.
Dejó la NASA y se movió entre lo privado
–creo una empresa de distribución de cerveza– y lo divino –fundó su
propio ministerio pastoral, el Ministerio Duke para Cristo–.
Este tipo despertar espiritual también lo vivió Eugene
Cernan (1934), que afirmó que durante su estancia en la Luna sintió “que
el mundo era demasiado hermoso como para haber sido creado por
accidente. Tiene que haber algo más grande que tú y que yo.
Y lo digo en
un sentido espiritual, no religioso.
Tiene que haber un creador del
universo por encima de las religiones que nosotros mismos nos hemos
creado para gobernar nuestras vidas”.
Edgar Mitchell (Texas, 1930 - Florida, 2016), sexto hombre
en pisar la luna, tuvo una iluminación diferente: no fue de corte
religiosa, sino astrológico.
En su biografía, Earthrise: My Adventures as an Apollo 14 Astronaut,
escribió que durante las horas que estuvo sobre la Luna se dio cuenta
de que “todas las moléculas de mi cuerpo y de mi nave espacial se habían
fabricado hace muchísimo tiempo en alguna de las estrellas antiguas que
brillaban en los cielos sobre mi cabeza”.
Como Irwin, Mitchell abandonó
la NASA en 1972 y fundó el Institute of Noetic Sciences (Instituto de
Ciencias Noéticas), que estudia la relación entre el poder de la mente y
el universo físico.
Mitchell, de hecho, creía en la comunicación
telepática y afirmaba ejercerla.
También creía firmemente en la existencia de
extraterrestres y llegó a afirmar que la vida alienígena había visitado
la Tierra, pero la NASA lo había ocultado. Algo, claro, que no gustó
demasiado a sus excompañeros. Por supuesto, Mitchell también se divorció
de su esposa muy poco después de su regreso de la Luna, en 1972.
El astronauta Charles Duke fotografiado en 1971.Getty Images
Pero si alguien convirtió este viaje en algo trascendental
y a la vez físicamente tangible fue Alan Bean (Texas, 1932 - 2018),
cuarto hombre en pisar la Luna en la misión Apollo 12 en 1969.
En 1981
decidió dejar la NASA para ejercer su pasión: la pintura.
El primer
pintor en pisar la Luna se centró en repetir en decenas y decenas de
lienzos la misma escena con cierto deje impresionista: una superficie
brillante e iluminada por el sol, pero un cielo negro, negrísimo, ya que
en la Luna no hay atmósfera.
Aquel paisaje que describieron todos los hombres que
llegaron a la Luna, pero que nos costaba entender.
Todo esto está en los
cuadros de Bean, que aunque falleció la pasada primavera aún tiene
obras a la venta a través de su web oficial.
Algunas superan los 400.000
euros.
El objetivo principal de sus pinturas, dijo, era "preservar esta
gran aventura de una manera que nadie está haciendo. Pero, sobre todo,
preservar esa sensación, si la puedo encontrar después de 30 años".
Sánchez ha llegado poco antes de las 11 de la mañana al lugar central del desfile,
donde ya le esperaban la ministra de Defensa, Margarita Robles; el
presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido; y la alcaldesa de
Madrid, Manuela Carmena. Pese a que su llegada no ha sido anunciada por
megafonía —al contrario que en anteriores desfiles—, el público
concentrado ha dedicado fuertes abucheos y ha pedido al presidente del
Gobierno que convocara elecciones. Una vez que ha llegado a la tribuna,
tras escuchar el himno nacional, el público ha vuelto a pedir
"elecciones". Al término del desfile, cuando ya se marchaba la comitiva
de coches con el Sánchez en uno de ellos, los manifestantes han dedicado
una monumental pitada al presidente. Cientos de personas lo han
abucheado y le han dedicado gritos de "fuera, fuera" y "elecciones", informa Miguel González. Este recibimiento con grandes protestas ha recordado al que durante
años sufrió el expresidente Zapatero. Durante todos los desfiles que
presidió en su Gobierno fue pitado durante buena parte de la celebración
del acto militar. Esta actitud ha contrastado con el caluroso recibimiento que ha dedicado el público a los Reyes y sus hijas. La Princesa Leonor asiste al desfile militar del 12 de octubre por primera
vez a la derecha de su padre, un gesto con el que la Casa del Rey
quiere hace visible su condición de heredera de la Corona. En años
anteriores, la Princesa de Asturias presenciaba esta ceremonia militar
junto a su madre, la Reina, y su hermana, la infanta Sofía, a la izquierda del Rey.
La Reina, junto a sus hijas, la Princesa Leonor, y la infanta Sofía.JuanJo MartínEFE
Entre los asistentes al acto se encontraban el líder del PP, Pablo Casado, y el de Ciudadanos,
Albert Rivera. Además, todos los presidentes autonómicos excepto
Cataluña, País Vasco, Navarra y Baleares. También se encontraban los
presidentes de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Este año han
participado 4.000 militares de los tres Ejércitos, 88 aeronaves y 152
vehículos, además de efectivos de la Guardia Civil, de la Policía
Nacional, Protección Civil y Salvamento Marítimo .El coste estimado del desfile ha sido de 423.000 euros, según afirmó el propio ministerio de Defensa, a los que hay que sumar otros 200.000 de las gradas colocadas en la calle.